Guardián de la conciencia

Su mejor arma, la ironía

Linda Egan

Fragmento de la ponencia magistral dictada por la autora de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México,
el 6 de mayo de 2008, en el marco dek Homenaje a Carlos Monsiváis por sus 70 años de vida.
RMC lo publica con autorización de la UACM.

Desde joven, cuando a los 28 Carlos Monsiváis escribe su autobiografía, y dice que “la autocomplacencia no sólo recompensa con un reloj en la Sala Ponce al cumplir los 80 años […] También con el autoaniquilamiento”, sabemos que estamos ante una de esas conciencias culteranistas y conceptistas nacida capaz de engastar sus pensamientos en monturas lapidarias.

El cronista ubicuo de México y, ahora más que nunca, del mundo ancho y avecindado, se regocija en el reto de convertir la realidad concreta en lo que uno de sus alter egos denomina “aforismos perennes”: muestras de su arte trascendente que aquí iluminarán la opinión de Monsiváis sobre la diversificación del México tradicional, el traslado de lo marginal al centro, los cambios que paulatinamente van impulsando la sociedad hacia un estado laico y civil, el humor malicioso que moderniza, y el rol del género crónica al lado de la prensa que debe servir de testigo y guardián de los derechos civiles y humanos de un pueblo que sigue con la tarea de organizarse como sociedad pluralista y equitativa.

No difundo lo feliz para no perder al esplendor del pesimismo

Difícil saber si le recomendaría a su pueblo fundar la nación sobre cimientos de humor o sobre la mirada crítica de una prensa y tradición cronística fehacientes. Cierto es que, estando de acuerdo con Óscar Wilde, en que “la humanidad se toma a sí misma demasiado en serio”, Monsiváis cree en los poderes democratizantes de la risa:

La diversión genuina (ironía, humor, relajo) es la demostración más tangible de que, pese a todo, algunos de los rituales del caos pueden ser también una fuerza liberadora  y —gracias a la ambigüedad inherente en la ironía—  modernizadora.

Para forjar el temple de un pueblo que la Historia no deje de comentar, la desacralización tiene que figurar entre sus piedras fundacionales: “si una Gran Causa no admite la ironía es que no es una Gran Causa”. Por desgracia, México como país independiente nació tristón y con complejos de niño abusado y un deseo consecuente de presentarse en público siempre como foto decimonónica.

Monsiváis da brinquitos y emite un vítor quietecito cuando, “en los márgenes de la sociedad brutalmente solemne, los románticos lanzan la profecía de las modificaciones anímicas”, un primer paso hacia “la moda de la antisolemnidad [que se adopta] por allá de 1964 o 1965 [y que] no tenía otro sentido: cambiar de tema facial ya que el país era intransferible”.

Pese a sus esfuerzos infatigables por demoler todas las Emes de México (llorad, Electores de Fuentes), lo único que Monsiváis ha podido hacer muchas veces es autocomplacerse satirizando a los Monstruos Sagrados y los No-Goodniks Impunes del gobierno, la oligarquía y el narco-capitalismo.

Lo otro, claro, que ha hecho, es enfocar la mirada crítica y altamente entretenida sobre esas mismas Emes: la maldad del poder, la miseria sempiterna, la malicia e impasividad de la élite, el malogro económico, la migración masiva, la manipulación política, y una monstruosa etcétera que ha quedado permanentemente bajo la lupa meritoria de sus crónicas sin número y sin par:

El mayor problema de los defensores de los derechos humanos es la tradición todavía victoriosa de la impunidad.

Carlos Monsiváis se ha autodenominado el pitbull guardián de la conciencia de los que llevan la responsabilidad de cuidar los intereses de la sociedad civil de México.

En países donde la prensa…no equivale a una diaria toma de conciencia frente a la realidad…se fomenta o se inventa un público que ignora y desprecia la necesidad de informarse y se nutre de la mitomanía. “Los grandes cronistas del siglo XIX mexicano… coinciden en [que] México es el fenómeno que, por desgracia, los mexicanos no comprenden”.

Por más desgracia aún, el periodismo en México hizo progreso bien lento hacia el profesionalismo que Monsiváis puede describir, mínimamente, en una crónica reciente:

Hasta antes de la explosión demográfica del reportaje de investigación, un valor apreciado en el mundo de los poderes es la discreción, distinta a la austeridad y atenida al falso adagio latino: “La mujer del César no sólo debe parecer honesta, sino serlo de vez en cuando”.

Contra la barbarie de un pueblo considerado incapaz de gobernarse, por culpa del colonizador o de carencias caracterológicas, Monsiváis plantea una prensa profesional que no ayude al poder a alimentar el irracionalismo del pueblo sino que aleccione a los lectores a formar una colectividad responsable y activista que ya no es un pueblo homogéneo y controlado por la iglesia, sino una sociedad diversa y laica.

El anterior artículo debe citarse de la siguiente forma:

Egan, Lindal, «Guardián de la conciencia», en
Revista Mexicana de Comunicación, Num. 111, México, junio/ julio 2008

Fecha de consulta: 30 de junio de 2010

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