Dos jarochos con buen ritmo

Germán Dehesa y Fausto Fernández Ponte

Imagen: Germán Dehesa – Fotografía publicada en Twitter

En  2010  se  han  ido,  físicamente,  una  buena  cantidad  de  compañeros  de  las  letras.  Los  Carlos,  Monsiváis  y  Montemayor,  el  artista  múltiple,  Daniel  Manrique,  y  dos  veracruzanos  que  sabían  hacer  bailar  La  Bamba  y  otras  tonadas  a  los  politiquillos,  los  poderosos,  los  que  únicamente  tienen  como  sacramento  y  señal  el  dinero.  Ambos,  por  cierto,  con  una  prosa  envidiable  y  singular,  cada  uno  en  su  estilo:  Germán  Dehesa  y  Fausto  Fernández  Ponte.

Recuerdo a Germán en una serie televisiva  con Ricardo Garibay. Seguramente eran las llamadas charlas del  autor de Bellísima bahía. A su lado un par de intelectuales en serio, que manejaban infinidad de materias y un lenguaje preciso: Ikram Antaki y Germán Dehesa. El trío era realmente insuperable, aunque el maestro fuera e ex boxeador devenido en literato, e incluso  autor de discursos presidenciales.

Duró poco el experimento. Me dicen que no obstante la fiereza de Ricardo, no pudieron conjugarse las voluntades de la siria y el tlacotalpense. Las disputas eran frecuentes entre mujer y hombre, jóvenes, ambiciosos.

Luego vino La almohada. En ella estaba, joven y bella, Ángeles Mastretta, antes de ser escritora famosa por Arráncame la vida  y el buen Germán. Todo mundo vaticinaba, dado el horario de medianoche: “Buen punto de Imevisión, van a dormir al auditorio”. Tal vez para los que ven en la telera lo banal. Muchos descubrimos el arte de la conversa en un medio tan difícil y complicado para ello.

Lo mismo  ocurrió por las tardes en varias estaciones, sobre todo Radio Centro. Dehesa aparentemente decía cosas muy trilladas, aunque con el espíritu desfachatado iban construyendo en la imaginación más preguntas que respuestas, algo que debe hacer cualquier buen maestro, ilustrador del público, periodista con oficio y ansias de comunicarse en serio con sus escuchas o lectores.

A la Planta de luz  asistí en algunas  ocasiones. Lo mismo para recordar a los Beatles que para darnos cuenta de que ya teníamos o llegaríamos a los 64 años. Su convocatoria a músicos, artistas y todo aquel que no le tuviera miedo al escenario lo podía hacer porque sin estar en la farándula, profesionalmente, no le fallaba a la audiencia en lo que emprendiera.

Cómo olvidar su vocería a favor del periódico donde escribía, Reforma. Y es que resultaba prácticamente imposible que los repartidores de periódicos admitieran una nueva publicación. Recuerdo que al estar en La voz de México y Oposición, órganos del PCM, a los hacedores de esos impresos se nos revolvía el hígado al darnos cuenta que los bultos regresaban igual que los habíamos enviado; ni siquiera los desamarraban. Así pues, comprendí que luchar por el hijo que uno hace, es indispensable para ampliar las libertades en este mágico y trágico país.

Cuando empezó a reclamar sus trapacerías al hoy escondido Arturo Montiel, Germán les puso el ejemplo a otros que ahora en sus columnas reiteran justicia por muchas canalladas que se pretende queden impunes. La serie concluyó al finalizar los artículos de Dehesa. Sin pausa. Actitud recia.

Que haya fallecido tranquilo en su sillón favorito, con sus parientes y algunos cercanos y un vaso de güisqui en la mano, es también ejemplar. Nada de mojigaterías.

A los pocos días de esa partida me llegó, por la tarde, otra noticia que sabía ocurriría pero no esperaba fuera tan rápida: murió Fausto Fernández Ponte, el de Coatzacoalcos, nacido en 1936. Tiempo atrás se le hizo un homenaje en el Club de Periodistas, luego que había remontado una enfermedad agresiva. Los asistentes nos congratulamos que estuviera nuevamente activo; la gran mayoría lo ovacionamos de pie, aunque no faltaron unos cuantos malquerientes.

El hombre de los tirantes, voz propia de los costeños y finos modales, tuvo una larga trayectoria en los medios. Estuvo en muchos pero uno fue su base en diferentes momentos: Excélsior. Ahí lo conocí en la época de Julio Scherer, aunque parecía un cometa pues lo mismo andaba en guerras o reportajes especiales que se iba a vivir a Estados Unidos y Buenos Aires, Argentina. En la primera nación incluso estudió periodismo y fue corresponsal durante muchos años. Por lo tanto, hablaba y escribía fluidamente en anglo. Pero su estilo en nuestra lengua era barroco, juntando palabras con sentido original y en ocasiones tradicional. Para quienes no entendían lo que significaban algunas, al final del texto aparecía un glosario.

En la tierra de Borges codirigió Latin Reuters, un proyecto de varios diarios, los más importantes de América Latina, entre ellos el mexicano.

Risueño, sin escatimar pero sin alargar las charlas, en pocas ocasiones lo vi acudir a  cantinas o cafés. Me parecía más alguien que “no pierde el tiempo”, como algunos hacemos por placer o vagancia. Cada quien su gen.

Me dicen que desde muy joven redactaba y fue parte de los periódicos Zócalo y Tabloide, los cuales yo vendía siendo un mocoso. Luego, al darme cuenta de lo publicado en el segundo, que se adquiría como pan caliente, exclamé: ¡“Bárbaro!”, pues su anticomunismo era feroz. Me hubiera gustado preguntarle a Fausto su opinión. Esperaré a hacerlo si existe reencarnación.

Coincidimos en El Financiero, donde publicaba “Asimetrías”. Y ambos le enviamos  colaboraciones a Eduardo Ibarra Aguirre  para, la odiada por Los Pinos, revista Forum. Y realmente saboreaba su columna “Infiernillo” por Faustófoles.

Murió, seguramente, con el dedo en la tecla, como los valientes.

Dos jarochos ilustres e imborrables.

*Periodista de El Financiero
Correo electrónico: jamelendez@prodigy.net.mx

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