Claves para una primavera estudiantil mexicana
- Notas para una crítica del uso social de las redes tecnológicas y la movilización estudiantil en el proceso electoral
- Las protestas universitarias de alumnos de la Universidad Iberoamericana, el Tecnológico de Monterrey, la Universidad Anáhuac, entre otras; han irrumpido en el panorama electoral.
- “Un movimiento de esta naturaleza podría tener, a largo plazo, una efectividad mucho mayor que la de meramente externar repudio ante una candidatura. Por ejemplo, se podría conminar al IFE a un diálogo con una representación plural estudiantil para explicitar aquellos puntos del proceso electoral—por ejemplo, los debates o la selección de la empresa que suministrará la plataforma electrónica para el conteo de votos—que han generado molestia y dudas”, dice el autor.
I
Se ha comentado ampliamente lo ocurrido en el campo político electoral desde la visita de Enrique Peña Nieto a la Universidad Iberoamericana. Se ha cuestionado la posición agresiva que adoptó la dirigencia nacional del Partido Revolucionario Institucional respecto de las expresiones muchos estudiantes durante el acto, las descalificaciones a los jóvenes que abuchearon al candidato Peña y la consecuente movilización de estudiantes para deslindarse del calificativo de porros o acarreados (lo cual no implica que no haya habido militantes de otros partidos que buscaron caldear los ánimos).
Fue emotiva y creativa la reacción de un grupo de alumnos de la UIA que, credencial en mano, dieron la cara en un video y aparecieron públicamente señalando que no eran porros ni acarreados pero que sí habían participado en el repudio al candidato del PRI. Esta primera entrega de imagen dio pie, unos días después, a dos movilizaciones que, acaso por razones de calendario, fueron creciendo en magnitud de un día a otro: el viernes 18 contra Televisa (a la que sumaron alumnos del ITAM), el sábado 19 contra Enrique Peña (a la que se sumaron alumnos de la UNAM, la UAM, la UACM y el Poli) y el domingo 20, aunque no necesariamente están ligadas, a favor de López Obrador.
Poco se ha dicho sobre el significado que estudiantes de cuando menos dos universidades privadas hayan protestado en actos que tradicionalmente han encabezado las universidades públicas; acaso también entre los sectores más privilegiados la crisis y la falta de expectativas profesionales están haciendo mella en el ánimo de los jóvenes que no perciben con claridad el futuro. Por otra parte, es de rescatarse que este grupo de jóvenes haya manifestado su inconformidad con las formas en que se maneja la información mediática en el país, particularmente por lo que toca a Televisa, Televisión Azteca, Milenio Televisión y las encuestadoras que estas empresas privilegian y que, invariablemente, ponen a la cabeza al candidato del PRI. Aun si esta información tiene sustento objetivo, lapercepción en muchos sectores de la población es que no refleja fielmente la realidad ni el sentir de la sociedad.
Por otra parte no son pocos los analistas, e incluso los estudiantes, que han dado un lugar central a las redes sociales—a las que algunos han calificado de 5° poder—y en las que encuentran un dinamismo creativo y una interactividad de los carecen los medios informativos convencionales. No ha faltado quien incluso trazó paralelos con la llamada Primavera Árabe y se habla de una suerte de oposición o alteridad informativa más creíble y próxima al horizonte intelectual de los jóvenes. Parecería que, a partir del fenómeno de las redes sociales (de modo muy acusado Twitter y Facebook), se ha despertado una conciencia crítica y una capacidad de movilización que modificaría las posiciones actuales en la medición de las encuestas e idealmente los resultados del proceso electoral.
El hartazgo ante lo que había sido un inicio de campaña electoral anodino, incoloro y acartonado—y la insistente promoción editorial de que las elecciones ya estaban definidas en favor de Peña Nieto y lo único que restaba por ver era quién quedaba en segundo lugar—estalló en una suerte de catarsis que al tiempo que ha dignificado la posición de los electores (sobre todo de aquellos que por primera vez van a participar en un proceso electoral), ha dado color e imaginación a la idea de una competencia electoral. Basta ya de los comentarios “autorizados” por parte de un grupo de periodistas que, en mucho, actúan como jueces y partes del proceso electoral, arrogándose una perspicacia analítica de la que los demás sólo podemos dar testimonio como espectadores apáticos.
II
Sin embargo, es importante poner las cosas en perspectiva y plantear una serie de cuestionamientos que nos permitan acercarnos a las diversas lecturas y sus limitaciones que se abren a partir de esta serie de acontecimientos. Propongo a continuación tres puntos que, si bien discutibles, pueden ofrecer la plataforma de un debate inicial.
1. Creo que es fundamental no confundir el fondo (la capacidad social de autogestión y acción concertada para logar un determinado fin) con la forma (los mecanismos, medios o herramientas para convocar a los actores sociales). Decía Jesús Reyes Heroles que, en política, la forma es fondo y el fondo es forma. Sin duda desde el plano de una percepción primaria—lo que los teóricos llaman realismo ingenuo—la sentencia se ha cumplido en diversas ocasiones (por ejemplo el “ya cállate chachalaca” de López Obrador o el “comes y te vas” de Fox ya siendo Presidente). Pero aquellos que se interesan por un análisis más profundo y por una crítica más racional de los procesos sociales, deben ir más allá de las apariencias primarias y procurar descubrir, diferenciadamente, la estructura oculta detrás de cuando menosalgo de lo que está ocurriendo.
La capacidad de autogestión social siempre ha existido. Baste recordar a Espartaco en la Roma antigua, el movimiento de los barones ingleses contra la Monarquía que condujo a la Carta Magna en el Siglo XIII, las revoluciones americana y francesa, la guerra de Independencia mexicana o, ya en nuestras propias latitudes, la revolución de 1910, la guerra de los Cristeros, el movimiento estudiantil de 1968, la creación del FDN en 1988, etc. Ninguno de estos movimientos se sostuvo en una tecnología de la información.
Puede ser que, según avanzamos en el tiempo, ciertos medios de información hayan jugado un papel auxiliar en aglutinar fuerzas dispersas, pero todos estos procesos de transformación tuvieron su inicio en la capacidad de racionalidad dialógica de un grupo de individuos que expusieron puntos de vista, proyectos, críticas e ideales independientemente de las tecnologías de transmisión de información existentes.
He sostenido anteriormente y lo hago ahora, que las movilizaciones sociales NO dependen de ni son el producto de las tecnologías de información—por avanzadas y novedosas que éstas nos puedan parecer—sino de las interacciones discursivas que preceden al uso de las tecnologías. Por otra parte y a reserva de parecer muy quisquilloso, considero que lo que se llama convencionalmente “redes sociales” debe ser entendido como el uso social de redes tecnológicas, que no es exactamente lo mismo.
Habiendo señalado lo anterior, sí creo que lo que diferencia el uso social de las redes tecnológicas en este proceso son dos cosas fundamentales:
- La velocidad para articular una movilización (que no debe confundirse, cuando menos no aún, con un movimiento social)
- La espontaneidad colectiva con la que operan, desplazando de entrada la existencia de uno o varios líderes claramente visibles o identificables (es, sin duda, una suerte de Fuenteovejuna posmoderna). Esto ya lo han señalado varios autores, primordialmente Manuel Castells, que introdujo el concepto de horizontalidad en la gestación de este tipo de movilizaciones. Esta observación me parece pertinente porque al tiempo que el uso social de las redes tecnológicas supone una gran ventaja operativa y espacio-temporal, también supone una desventaja considerable en términos de la unidad discursiva y teleológica de las movilizaciones de protesta.
2. Tampoco debe confundirse una movilización de un sector de la población, por llamativa que parezca, con un movimiento social. La parte verdaderamente difícil que enfrentan este tipo de expresiones auto-gestivas es transformar la inercia y espontaneidad iniciales (tan festivas y llenas de imaginación y creatividad) de unacto simbólico en una acción racional, de carácter propositivo y teleológicamente fundada, en el sentido que Max Weber habla de la acción: ya sea de carácter puramente instrumental (con arreglo a fines) o de carácter ético-normativo (con arreglo a valores).
El tránsito de una movilización relativamente espontánea (protestar, marchar, el grito desenvuelto y la catarsis grupal) a un movimiento social (la estructuración de una acción con fines claramente establecidos, diseño de mecanismos para lograr éstos e identidad organizativa) supone dar sentido concreto a su operatividad (un calendario de acciones con fines delimitados, una distribución racional de las acciones y una responsabilidad pública claramente identificada), con base en unaracionalidad discursiva.
3. En este sentido, distingo cuando menos tres líneas discursivas (cada una con su propia carga semántica) en lo que ha ocurrido desde el incidente de Enrique Peña Nieto en la Universidad Iberoamericana, que de modo muy interesante, no se han logrado distinguir en y desde las redes tecnológicas:
- La protesta contra los grandes consorcios mediáticos que, a través de la simulación de un periodismo objetivo, promueven una línea política y apoyan a (o cuando menos buscan facilitar la percepción favorable de) un candidato, específicamente la relación Televisa-Milenio TV-
encuestadoras con Enrique Peña Nieto y el PRI (pero que extienden sus cuestionamientos a la confiabilidad de las instituciones electorales, a la poco eficiencia del legislativo y a la falta de representatividad de los partidos políticos todos) - Aquella que explícitamente se declaró en contra de Enrique Peña Nieto y del PRI
- Aquella que explícitamente se declaró en favor de Andrés Manuel López Obrador.
Ahora bien, ante la falta de una racionalidad discursiva y de una cohesión argumentativa de lo que hasta ahora sólo ha sido sino una movilización estudiantil parcial, no se pueden extrapolar estas tres líneas discursivas como si fueran un silogismo. Quien está situado, por ejemplo, en el supuesto a) NO necesariamente supone que acepta el b) y el c) y quien está situado en el supuesto b) NO necesariamente supone que está comprendido dentro del c). Sólo quien está en el supuesto c) podría coincidir con los dos primeros incisos, lo cual, por otra parte, no quiere decir que el apoyo fundamental de López Obrador dependa de ese grupo estudiantil.
III
En la medida en que no se articule una lógica argumentativa que permita pasar del mero “slogan” (o mensaje) de lo que hasta ahora sólo ha sido una movilización estudiantil, a unatematización agendable (o lo que los funcionalistas llaman agenda setting) y, de ésta, a la articulación de un discurso político para construir una plataforma dialógica (como ocurrió con el movimiento estudiantil de 1968), las movilizaciones corren siempre el riesgo—como ocurrió en Egipto y Libia, por ejemplo—de perderse en su propia espontaneidad. La falta de una racionalidad discursiva diluye la cohesión inicial del grupo y lo fragmenta en una serie de ideas o nociones inconexas y carentes de sentido teleológico.
¿Qué es, finalmente, lo que se busca? ¿Anular la candidatura de Enrique Peña Nieto? ¿Deslegitimar el proceso electoral en su conjunto? ¿Construir una plataforma estudiantil para apoyar a Andrés Manuel López Obrador? Los primeros dos supuestos conllevan una profunda carga antidemocrática.
No porque no nos guste un candidato podríamos pedir que se anule su candidatura o su derecho a debatir su proyecto político. Además: suponiendo que Peña Nieto no fuera el candidato del PRI o que éste no participara en el proceso electoral ¿se modificaría sustancialmente el problema de fondo de la política mexicana? También sería grave descalificar el proceso electoral en su conjunto—en el que, mal que bien, participan directamente los ciudadanos—porque un grupo de medios han decidido implícita o explícitamente dar su apoyo a uno de los candidatos.
Entiendo que hasta el momento nadie explícitamente ha pedido eso, pero yace comosubtexto de una parte de las demandas de la movilización. Por otra parte, el tercer supuesto resultaría paradójico porque quienes lo esgrimen estarían incurriendo en lo mismo que le critican a Televisa-Milenio TV-GEA-ISA, nomás que a favor de Andrés Manuel López Obrador.
Desde mi punto de vista, la aportación más valiosa de esta movilización inicial y que uno esperaría pudiera madurar en un movimiento radica en la primera línea discursiva: La protesta contra los grandes consorcios mediáticos que simulan una objetividad periodística, la concentración antidemocrática de los medios electrónicos de información (es ya francamente insostenible) y la falta de representatividad real de los partidos políticos que, lejos de responder a los intereses de una sociedad crecientemente plural y crítica, se han encerrado en sí mismos, en su propia auto-representación, desvirtuando el sentido de la política y de una contienda genuinamente democrática.
Un movimiento de esta naturaleza podría tener, a largo plazo, una efectividad mucho mayor que la de meramente externar repudio ante una candidatura. Por ejemplo, se podría conminar al IFE a un diálogo con una representación plural estudiantil para explicitar aquellos puntos del proceso electoral—por ejemplo, los debates o la selección de la empresa que suministrará la plataforma electrónica para el conteo de votos—que han generado molestia y dudas. Asimismo, se podría articular una presentación y un debate público con el próximo Congreso para discutir una verdadera transformación de la Ley Federal de Radio y Televisión y crear una instancia autónoma, con participación ciudadana, para ampliar y dar mayor credibilidad a los espacios en la radio y la televisión. De antemano muchos nos sumaríamos a una iniciativa de esa naturaleza.
Me parece muy acertado su análisis pero agregaría que el movimiento estudiantil promovido por la Iberoamericana y después adoptado por estudiantes de otras Instituciones de Educación Superior, no solo del DF sino de todos los estados de la república, desde mi percepción enfoca la crítica a la falta de imparcialidad, pluralidad y veracidad de varios medios de comunicación, principalmente los controlados por Televisa y TV Azteca, y que también se amplia a los periódicos locales de varios estados de la República.
Si observamos y analizamos las protestas estás también tienen un sesgo de oposición al candidato del Partido Revolucionario Institucional, que de manera intolerante y autoritaria, descalificó las protestas recibidas en la UIA, minimizando a los estudiantes.
En este sentido, la Marcha ANTIEPN, realizada en la Ciudad de México y en varios estados de la república, fue una desmostración de repudio a la CONCENTRACIÓN MEDÍATICA, AL CÁRTEL QUE HAN FORMADO LAS TELEVISORAS (TELEVISA Y TV AZTECA) CON PEÑA NIETO, A LA FALTA DE INFORMACIÓN VERAZ, OBJETIVA E IMPARCIAL, Y AL POSIBLE RETORNO DEL AUTORITARISMO E INEFICACIA DE UN GOBIERNO FEDERAL PRIISTA.
Como bien señala el Dr. López Veneroni esperemos que esta primavera estudiantil no sea sólo un soplido de unos días y que de aquí a las elecciones este movimiento principalmente de mayoría estudiantil continué demandando a los medios de comunicación: apertura, imparcialidad, veracidad y pluralidad, para que ese soplido se vuelva un viento de libertad y de derecho a la información que tanto necesita nuestro país en estos días de definiciones.