Esfera pública alterna: Redes sociales en el proceso electoral

  • La cultura cívica, la brecha digital y la de conocimiento, condicionan el papel de las redes virtuales.
  • Hay 34 millones de jóvenes entre 18 y 34 años en el padrón electoral. Esto corresponde al 40% del total de ciudadanos que estaríamos en posibilidad de votar el primero de julio de 2012. Este rango coincide con la edad del 55% de los usuarios de Facebook
  • «Los jóvenes no se interesan por la política en los términos tradicionales y, como dice el investigador Peter Dahlgren, deben ser invitados por los partidos y candidatos a participar en sus términos. Un debate acartonado, por ejemplo, es una pésima idea. Mientras uno en un sitio de videos con preguntas directas de los ciudadanos, sin intermediarios, en donde los candidatos demuestren transparencia, sería hablarle a esta generación en sus propias palabras», dice María Elena Meneses.

Fotografía: «La #MarchaYoSoy132 23 de mayo» por Javier Armas @ Flickr

Es común asociar a la Internet con el ensanchamiento de la democracia en la actualidad.  Sobre esta asociación se erigen fundamentalmente dos posturas: los optimistas que con frecuencia sobredimensionan las posibilidades del entorno digital y los que guardan distancia e, incluso, niegan que esta relación pueda ser posible aludiendo a una utopía. Cada una de estas posturas, a las que el profesor estadounidense Anthony Wilhelm  denomina utópicas y distópicas respectivamente, ofrecen argumentos válidos y deben ser analizadas en cada contexto.

Por María Elena Meneses

Publicado originalmente en RMC #130

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Los optimistas hacen alusión primordialmente a la arquitectura de la red, concebida por sus creadores como entorno abierto, horizontal e interactivo. Este último atributo significa que cualquier persona con acceso y habilidades digitales puede participar, modificar e interrumpir el flujo comunicativo.

Este rasgo inconfundible justifica darle a la Internet el calificativo de inédito a partir de la clara diferencia que establece con los medios tradicionales como la prensa, la radio y la televisión en los cuales los públicos tienen escasa posibilidad de interactuar. En los medios tradicionales, la relación con lectores y audiencias es vertical y a través de agentes mediadores como editores y los periodistas.

Internet, en cambio, facilita la comunicación directa. Es aquí donde ubicamos otro argumento optimista, que tiene que ver con la posibilidad de comunicación sin intermediarios, que permitiría el acercamiento entre ciudadanos y gobernantes, o bien, entre candidatos y electores.

Sin embargo, considerar que la sola arquitectura democrática basta para que se concrete la deseable asociación puede considerarse una visión determinista. La tecnología es una construcción social, de tal forma que es sometida por los individuos de un grupo social a un proceso de amoldamiento con las prácticas culturales, simbólicas e imaginarias que dan lugar a la evolución tecnológica, la cual es determinada socialmente.

Esta construcción mutua –explicada y desarrollada por los teóricos constructivistas en franca oposición al pensamiento determinista– implica que las posibilidades de la Internet para la democracia no se concretan hasta que no sean interpretadas por la sociedad y hasta que dentro de ésta no se cumplan una serie de requisitos como la inclusión digital. En el caso de un proceso electoral, enseguida se exponen algunas variables que condicionan la deseable relación entre la tecnología y las prácticas democráticas.

 

1. Cultura Cívica

Entendida como el conjunto de percepciones sobre lo público, dependerá que Internet sea interpretada como una herramienta de valor democrático que promueva valores como el diálogo y la tolerancia. No se puede esperar que con una sociedad cuya cultura cívica se basa en la desconfianza hacia la política y los políticos, la red se convierta súbitamente en  escenario  de debates democráticos.1

Sin embargo, utilizar la tecnología para innovar prácticas que contribuyan a edificar una cultura cívica democrática constituiría no sólo lo deseable, sino una formidable oportunidad para apuntalarla en donde es débil y para ensancharla en donde es fuerte. De esa forma, podemos señalar que las potencialidades de la Internet para ensanchar la democracia dependen de la cultura cívica y de la disposición de los actores para usarla de manera significativa para la vida pública.

 

2. Brecha digital

La articulación de una esfera pública alternativa que apuntale la democracia sólo es posible si está resuelto el problema del acceso. Variables estructurales como la brecha digital codeterminan de manera más profunda el papel que la Internet pueda jugar en una democracia.

En México hay 34 millones de usuarios de Internet. Una cuarta parte de la población está conectada. De este porcentaje no todos cuentan con banda ancha, la infraestructura necesaria para consumir algo tan simple como un video. Socialbakers, en febrero de 2012, contabiliza 30 millones de usuarios de Facebook, lo que corresponde al 30% de la población total de 112 millones de habitantes.

De Twitter, en marzo de 2012, la empresa Semiocast señala que hay 10 millones; de YouTube, de acuerdo con la Asociación Mexicana de Internet, el 28% de los usuarios mexicanos la usan, lo que equivale a 9.5 millones de usuarios.

 

3. Brecha del conocimiento

Así se conoce a la distancia que separa a quienes cuentan con las habilidades digitales y la educación para apropiarse de manera significativa de la tecnología y los que no. La participación en las redes es una variable imprescindible para asuntos políticos, pero no sólo es hacerlo sino hacerlo de forma constructiva. ¿Todos participan? La experiencia dice que no. ¿La participación se hace de manera constructiva? No siempre.

En los espacios de la web 2.0, como las redes sociales, son usuarios activos alrededor de 10%.

¿Qué papel juegan las redes sociales en un proceso electoral? ¿Son determinantes en el resultado? Son las preguntas que hacen con excesiva frecuencia los medios tradicionales y consultores. Los primeros probablemente lo hacen basados en la novedad de las redes sociales en una elección presidencial. Los segundos en el interés por seducir clientes, sobre todo con la proliferación de herramientas que miden algunas variables de la red Twitter. Tales mediciones en realidad dicen poco. Saber quién tiene más volumen o alcance (reach) con sus tuits, no devela la complejidad de la comunicación ni define la toma de decisiones ciudadanas. Además, estas herramientas no detectan el sarcasmo, tan utilizado en países como México.

En los medios vemos con frecuencia titulares como: “Peña Nieto felicita a la mujer en Twitter”; “López Obrador: lento pero seguro en Twitter” o “Le llueve en Twitter a panista por comentarios homofóbicos”. ¿El que tiene más “likes” en Facebook obtendrá más votos en la elección? No necesariamente. ¿El que realice la mejor campaña en las redes ganará? Tampoco.

José Serra en Brasil y Atanas Mockus en Colombia hicieron campañas propositivas en las redes sociales y no ganaron.

Barack Obama hizo una campaña brillante en la red, en efecto, pero antes hay que tener presente la crisis de 2008 y la gestión de George Bush en Irak para hacer una valoración más objetiva de los motivos de su triunfo y evitar el despropósito de adjudicar los resultados de esa elección en Estados Unidos a Facebook.

La forma en que su equipo de campaña logró usar la red para articular una comunidad en torno a su propuesta de cambio fue lo sobresaliente de su caso. Los demócratas lograron organizar, a través de la red, 13 mil actos de campaña; consiguieron que tres millones de estadounidenses les donaran recursos (con menos de 25 Dlls) y, además, obtuvieron 15 mil ideas políticas a través del sitio barackobama. Pero todo esto se dio en un país en que los ratings de los noticieros primetime están a la baja, con una penetración de Internet de casi 80% y en una sociedad que, a decir de diversos estudios, suele participar en asuntos públicos.

Luego de más de medio siglo, lo cierto es que la sociología política no tiene respuestas concluyentes ni mucho menos ha logrado establecer un consenso científico sobre el papel que juegan los medios en la toma de decisiones políticas. Mucho menos contamos con consensos sobre el papel de las redes sociales.

 

Reorientar las preguntas

Está de más decir que en las democracias actuales es a través de los medios como los ciudadanos se informan sobre los candidatos y sus propuestas. Hay quienes sostienen que se refuerzan lealtades y animadversiones. Otros señalan que sólo en elecciones competidas o en países cuyos regímenes electorales contemplan la segunda vuelta pueden generar un fenómeno de espiral del silencio. Así denominó hace varias décadas la investigadora Elizabeth Noelle Neuman al momento en que los indecisos, para evitar el aislamiento social, deciden por quién votar con base en el candidato más visto o comentado en su entorno, que bien pudiera ser en tiempos de redes sociales, el muro de Facebook.

Lo cierto es que del like a la urna hay un espacio de subjetividades que no es necesariamente medible por encuestas, sino por estudios longitudinales de corte cualitativo.

Con base en lo observado, en lo que va del proceso electoral en México, podríamos estar en posibilidades de plantear a manera de hipótesis que las redes sociales están orientando agendas y probablemente coadyuvando con los estrategas de campaña a reorientar el transcurso de éstas. Las redes sociales son grupos focales que develan estados de ánimo de los usuarios.

Resulta necesario reorientar las preguntas de investigación de la supuesta efectividad en los resultados electorales hacia las potencialidades para la democracia, mediante el análisis de casos concretos de involucramiento ciudadano a través de las redes. Para ello es necesaria la investigación académica de largo aliento en la que no sólo realicemos análisis de contenido de lo que dicen los candidatos en Twitter o en sus perfiles de Facebook, lo cual es sin duda valioso. Sin embargo es tiempo de que conozcamos también qué sucede del otro lado, en los internautas, cuando se apropian de la propaganda política y  cuando se involucran en los asuntos de la vida pública.

 

Jóvenes y redes sociales

De acuerdo con el Instituto Federal Electoral, hay 34 millones de jóvenes entre 18 y 34 años en el padrón electoral. Esto corresponde al 40% del total de ciudadanos que estaríamos en posibilidad de votar el primero de julio de 2012.

Este rango coincide con la edad del 55% de los usuarios de Facebook, que es la red social mas usada en el país. Tal dato nos lleva a plantear que las redes sociales se erigen en espacio propicio para intentar involucrar a los jóvenes en prácticas democráticas.

Hasta ahora no ha sido así. Lo que hemos registrado es el traslado de las casas de campaña y oficinas de prensa al entorno digital.  Además, también se han trasladado las prácticas deleznables como el acarreo en las redes sociales, a través de robots y de la compra de seguidores de Twitter en Mercado Libre o EBay.

Es claro que estas prácticas contrastan las expectativas sobre las redes sociales con una realidad que demuestra que en ellas hay una carencia de prácticas cívicas y una abundancia, eso sí, de bromas y sarcasmo sobre los asuntos electorales.  La palabra política no es una de las palabras más usadas en la red y si nos asomamos a Facebook son más los noviazgos, rupturas, estados de ánimo y la recomendación de videos que los asuntos políticos.

Este tema de las redes e involucramiento ciudadano es tópico emergente en los estudios de comunicación política de apenas un lustro e intensificadas después de la campaña presidencial de Barack Obama.

 

¿Qué sugiere la investigación hasta ahora?

1) Las redes no son instrumentos decisivos en las elecciones, pero ya no pueden evadirse: redistribuyen la influencia y articulan un esfera pública alterna.

2) Los jóvenes no se interesan por la política en los términos tradicionales y, como dice el investigador Peter Dahlgren, deben ser invitados por los partidos y candidatos a participar en sus términos. Un debate acartonado, por ejemplo, es una pésima idea. Mientras uno en un sitio de videos con preguntas directas de los ciudadanos, sin intermediarios, en donde los candidatos demuestren transparencia, sería hablarle a esta generación en sus propias palabras.

3) No se puede hablar de una consolidación democrática sin la restitución de la confianza de los jóvenes en la democracia.

4) Las redes pueden redefinir la participación, sí, pero no promoverla por sí solas. Depende de la disposición de los actores involucrados como partidos, candidatos, órganos electorales y ciudadanos internautas.

Si instituciones como la familia, la escuela y los medios de comunicación, fallan en la articulación de un corpus de valores cívicos como la tolerancia, la transparencia y confianza las nuevas generaciones difícilmente las adquirirán.

Las redes sociales nos encantan y las nuevas formas de comunicación que ahí tienen lugar son formidables e inéditas. Sin embargo es necesario estudiar con rigor su papel en los asuntos públicos para evitar una sobre optimismo o desdén. Ambas posturas se alejan de la deseable objetividad.

De aquí a las elecciones seguirán las apuestas mediáticas y los discursos preguntándose quién ganará. La respuesta con mayor evidencia científica es: el que más votos reciba.

Nota

1)    De acuerdo con una encuesta realizada por  Consulta Mitofski en el mes de enero de 2012, en México al 55% de los usuarios de Facebook no les interesa la política y al 50% de los de Twitter tampoco.

 

Bibliografía

Almond, G., Verba, S. (1989). The Civic culture. Political attitudes  and democracy in five nations. USA: Sage

Bijker,W.E.,Hughes,T. & Pinch,T. (1998). The social contruction of technological systems. New directions in the Sociology and History of Technology. USA: MIT Press.

Dahlgren, P. (2011). Los medios en la red y la cultura cívica. Revista Telos. Recuperado el 24 de marzo de 2012: http://sociedadinformacion. fundacion.telefonica.com/DYC/TELOS/REVISTA/Autoresinvitados/seccion=1214&idioma =es_ES.do

Neumann, E. N. (1995). La espiral del silencio. Opinión pública: nuestra piel social. Barcelona: Paidós.

Meneses, M.E. & Bañuelos, J. (2009). Internet y campañas electorales en México. La oportunidad postergada. México: Instituto Electoral del estado de México.

Wilhelm, A. (2000). Democracy in the Digital Age. Challenges to political life in Cyberspace. Nueva York: Routledge.

Wikonsumer Research. (2011). Estudio AMIPCI de Redes Sociales en México y Latinoamérica – 2011. Recuperado el 24 de marzo de 2012, de Asociación Mexicana de Internet: http://www.slideshare.net/Wikonsumer/estudio-ampici-de-redes-sociales-2011?ref =http://ocioseando.net/2011/09/20/estadisticas-sobre-las-redes-sociales-en-mexico-2011/

Perezbolde, G. (2011). Estudio de hábitos de usuarios de internet en México. Recuperado el 24 de marzo de 2012, de Asociación Mexicana de Internet: http://www.slideshare.net/gpbolde/estudio-de-hbitos-de-usuarios-de-internet-en-mexico

Socialbakers. (2012). Mexico Facebook Statistics. Recuperado el 24 de marzo de 2012 de: http://www.socialbakers.com/facebook-statistics/mexico

Semiocast. (2012). Brazil becomes 2nd country on twitter, japan 3rd netherlands most active country. Semiocast. Recuperado el 24 de marzo de 2012 de: http://semiocast.com/publi cations/2012_01_31_Brazil_becomes_2nd _country_on_Twitter_superseds_Japan

Profesora e investigadora del Tecnológico de Monterrey
Correo electrónico: marmenes@itesm.mx

1 comentario a este texto
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