La cultura y los alumnos de periodismo

  • Muy pocos buscan un espacio en la sección internacional de la prensa y menos en la cultural.
  • México no sólo es un país donde es muy baja la frecuencia lectora, sino que la mitad de la población de 12 años y más, cuando lee,  entiende  algo o poco de lo que lee, o de plano no entiende nada, según lo ha reconocido la Secretaría de Educación Pública.

Fotografía: "15M La cultura no se calla" por Ana Rey @ Flickr

Fotografía: «15M La cultura no se calla» por Ana Rey @ Flickr

Por José Luis Esquivel Hernández

Los alumnos que estudian periodismo buscan trabajar inmediatamente, dentro de los medios, como conductores de TV y locutores de radio o como reporteros en la sección de espectáculos,  de deportes,  de política local. Al incursionar también en Internet, si acaso se sienten inclinados a dar a conocer las notas sociales o policíacas y aquellas que tienen que ver con la investigación de fondo para denunciar hechos reprobables, como la corrupción. Pero muy pocos buscan un espacio en la sección internacional de la prensa y menos en la cultural. “De por sí la gente no lee en México…”,  dicen muchos jóvenes universitarios. “Menos algo tan aburrido”.

Y si ni siquiera sienten el atractivo del reporteo de notas culturales, mediante el recorrido por los espacios donde ocurren los eventos de este tipo, ni asisten a presentaciones de libros o conferencias, mucho menos se van a interesar en el verdadero periodismo cultural que es el de los suplementos exprofeso donde la especialización es una condición sine qua non. Por eso ellos mismos, como las masas, conocen más a las figuras de la farándula y de los deportes, por su consumo frívolo, que a los héroes nacionales y las fechas más representativas del calendario cívico nacional.

Si no, vea usted también un hecho que da tristeza reconocer, pero ahí está: los alumnos universitarios abarrotan los espacios, donde se agota de inmediato el cupo, cuando se presenta alguien revestido (a) por el glamour de la fama que dan los espectáculos masivos, pero en cambio los recintos están vacíos ante la presencia de un intelectual, un pensador, un artista de verdad o un académico sin renombre en los medios. Ah, y esos mismos universitarios exigen que, no importa si hay pago de por medio, se hagan “debates” entre Paty Chapoy y Juan José Origel o que Omar Chaparro y Facundo les den una “conferencia”, y hasta que se tome como ejemplo de buen periodismo a las revistas TVyNovelas, TVNotas, Fama, Vanidades, etc.

Así las cosas, es una pena constatar que la mayoría de los alumnos de Ciencias de la Comunicación no se acerquen a los afluentes de la alta cultura y por eso no identifiquen a los clásicos de la literatura universal o no sepan distinguir una pintura del Renacimiento de una del arte gótico ni conozcan los estilos de famosos autores como Picasso o Dalí y menos de figuras consagradas en nuestro santoral cultural mexicano, como el arquitecto Ricardo Legorreta, Rufino Tamayo, Francisco Toledo, etc.

Entonces, no podemos dejar de subrayar que es una paradoja bárbara, en un país que lee libro y medio por año, tener grandes escritores y que se realicen constantes Ferias de Libro por todas partes, pero, al mismo tiempo, existan pocos jóvenes que tienen el apetito de la buena literatura.

Las estadísticas reflejan esta realidad claramente: México no sólo es un país donde es muy baja la frecuencia lectora, sino que la mitad de la población de 12 años y más, cuando lee,  entiende  algo o poco de lo que lee, o de plano no entiende nada, según lo ha reconocido la Secretaría de Educación Pública, a la vez que ha sostenido que el rezago educativo, la pobreza y la desigualdad conspiran en contra de la promoción de la lectura.

¿Por qué? Porque el promedio de libros que se leen en nuestro país varía mucho entre quienes no tienen la educación básica terminada y quienes cursaron estudios universitarios: los que tienen uno o dos años de escolaridad registran un porcentaje de 0.9 de lectura de libros al año, contra 5.1 de quienes han estudiado en una universidad. Por tanto, es insuficiente que un estudiante de educación superior sólo lea cinco libros al año.

Pero también las diferencias por nivel socioeconómico son amplias:  Leen 1.5 libros en promedio los que se encuentran en la base de la pirámide social, mientras que quienes se encuentran arriba leen hasta 7.2, de acuerdo con la Encuesta Nacional de Lectura 2011.

En otro orden de ideas, es sorprendente que México cuente con enormes pintores, músicos, expositores de la danza clásica y el folkor nacional, además de ser ejemplo en el mundo de una historia riquísima en antecedentes y expresiones hermosas de todo tipo, y no exista hoy en los medios un verdadero periodismo cultural ni les llamen la atención los medios que lo promueven a los estudiantes universitarios, como sí ocurre en Colombia con el mensuario de Bogotá el malpensante, cuyo éxito puede medirse por sus más de 15 años y que se resume en el subtítulo: lecturas paradójicas (www.elmalpensante.com).

Es que en México, donde apenas sobreviven dos suplementos culturales en los diarios (Laberinto, de Milenio, yLa Jornada Semanal), y donde El Financiero lucha a brazo partido por tener la mejor sección respectiva, es fácil comprobar que los mismos propietarios de los medios desprecian la alta cultura, porque no vende entre las masas –“no es rentable”, dicen ellos: “no da rating”– y le dan al periodismo cultural un pobre espacio o lo arrumban en la sección de espectáculos; por tanto, también a los jóvenes les parece una zona aburrida y con escasa audiencia.

Pero no saben que la ignorancia también es cultura y que sólo se desprecia aquello que se desconoce o no se conoce bien. Y en el pecado llevan la penitencia, pues a fin de cuentas, hagan lo que hagan, la cultura es un referente obligado en su profesión para contextualizar los hechos noticiosos o para enlazarlos históricamente y ubicar su origen ligado a una persona, a un sitio o a una fecha importante. La cultura forma parte del verdadero periodismo especializado.

La exposición a la cultura toca profundamente a las personas y, al hacerlo, les ofrece herramientas únicas para contribuir a su crecimiento particular y para incidir en el desenvolvimiento de la sociedad. Una persona culta tiene una visión del mundo más amplia y profunda y rechaza las obscenidades y sinsentidos de los programas de chismes en la TV o los segmentos radiofónicos en donde se insulta la inteligencia humana minuto a minuto.El arte y la cultura, hay que subrayarlo, constituyen altas manifestaciones de la sensibilidad, del talento y de la espiritualidad de las personas, por lo cual, cuando el arte y la cultura son una búsqueda de la belleza como valor supremo, la dimensión estética de las creaciones ofrece una lección de axiología expresada en proporciones y en equilibrios que hablan de lo bello, pero que también susuran acerca de lo verdadero y de lo justo.

De ahí que podamos afirmar que la estética se comunica con la ética.

La escritora y columnista de El Norte en Monterrey, Roaura Baroana, ha escrito consistentemente sobre esta triste realidad:

El concepto que gran parte de los mexicanos -incluidos los políticos- tiene sobre la cultura es que se trata de algo accesorio, desechable y prescindible. Y si no sirve para nada, ¿para qué invertirle?

Pero la cultura es algo esencial. Es la clave para ampliar la visión de cada mexicano, para amueblarle la cabeza, para ponerlo en contacto con su sensibilidad y sus talentos y para permitirle razonar, reflexionar y cuestionar a partir de su propia visión y no de la visión de quienes lo adoctrinan.

Por desgracia, insistimos en llamar cultura a lo que consideramos de «alto nivel». Cualquier espectáculo no sólo costoso, sino imposible de pagar para la mayoría de los mexicanos, cuenta como cultura.

Quienes ganan un salario mínimo no llegan a 2 mil pesos al mes. Un boleto baratón de los espectáculos musicales cuesta 300 pesos y uno caro, casi 2 mil. No sale, ¿verdad?

Esfuerzos e intentos se han hecho muchos. Me consta porque he sido invitada a participar en algunos de ellos y he visto la pasión puesta por escritores y teatreros para llevar lecturas y montajes a pueblos olvidados, o de los músicos para ofrecer conciertos gratuitos en algunas plazas o de pintores que dan clases sin cobrar y muchas otras cosas más.

Y de cineclubes gratuitos no me hable porque estoy casada con un señor que los hizo por años (antes de la Cineteca). Del presupuesto familiar salían la gasolina y los flejes porque lo que asignaban no alcanzaba. Al principio yo me molestaba, pero luego comprendí que era el costo por un poco de felicidad y lo acepté de buena gana.

César González y mi esposo, fanáticos amorosos del cine, abrieron un cineclub popular con películas excelentes en la época de Alfonso Martínez Domínguez. Lo hacían en la Explanada de los Héroes. Ponían sillas y ellos cargaban las películas y cacareaban. Se llenaba y don Alfonso a menudo salía y se sentaba entre el público a ver la película.

Esas cosas y más se han hecho en sexenios pasados con o sin presupuesto. Los pagos, cuando hay, son simbólicos y quienes le apostamos a esto lo aceptamos porque tenemos la certeza de su importancia. Pero cambia el Gobierno y el programa se va a la basura.

Por eso dice Luis García Abusaíd que los gobiernos deben abrazar la cultura como un bien estratégico fundamental y llevarla a las calles, plazas, alamedas, mercados y demás, para luego permitir que la gente empiece a participar.

Lástima que la prensa no lo entienda, y mucho menos los medios electrónicos, a pesar de los esfuerzos en la producción de actividades culturales y artísticas últimamente, y en las planas de los medios impresos no se refleje ese esfuerzo por un terrible descuido en la planeación de la agenda noticiosa, cuando no sea por un franco desprecio hacia tales temas y a los museos o al Centro de Escritores, pues está documentado que, por ejemplo, al magnate de la Organización Editorial Mexicana (OEM), Mario Vázquez Raña, y muchos de sus pares, solamente les interesan la nota roja y deportes, pero no la cultura.

Sin embargo, hay una pregunta de la que nadie se escapa: ¿A quién le estorba la verdadera cultura? ¿Quién es tan necio que diga que no la necesita o que no es útil? ¿Cómo se puede vivir sin ella si nos hace valorarnos mejor como personas y valorar a otras personas, además de definirnos en nuestras aspiraciones más humanas y por las cuales nos distinguimos de los animales irracionales, pues ellos no tienen ni idea del valor histórico, de  la apreciación estética ni del sabor de las letras ni de la utilidad de la ciencia y de la moral?

Lo que sucede es que muchos alumnos jóvenes creen que el mundo nació cuando ellos nacieron. Y al darse cuenta que la cultura por lo menos tiene unos siete mil años, y que hay que estudiar su legado, entonces simplemente dicen: “¡Qué hueva!”

Por otra parte, los mismos gobiernos dan mal ejemplo al hablar de desaparecer carreras de Humanidades y al reducir los recursos de todo tipo a las áreas de cultura, sobre todo en tiempos de crisis financiera, sin tomar en cuenta que, más que un pasatiempo, la cultura es una forma de enriquecer el espíritu y encauzar a una sociedad por las vías de la reflexión  para aprender a vivir en paz y en una sana armonía, pues las manifestaciones artísticas no son una cuestión trivial sino la materia vital de la mente humana y del alma hecha a imagen y semejanza de Dios para generar condiciones de franca convivencia y admiración por lo sublime dentro de una comunidad responsable, creativa, sana y solidaria.

Los jóvenes se desaniman más ante los llamados a la auténtica cultura cuando ven que las autoridades de todos los niveles fallan a su deber de estimular entre sus gobernados –a través de la escuela básica y de programas especiales–, la producción de obras y expresiones artísticas que eduquen a las masas y prendan la sensibilidad humana que nos haga interrelacionarnos mejor como individuos para frenar los instintos primitivos y saborear los bienes del espíritu.

Pero no hay que olvidar que los regímenes deben enfocar decisivamente su esfuerzo y dinero a acabar con el enemigo número de la cultura, que es la pobreza, porque, como dijera el ilustre cubano José Martí: “Ganado el pan, el verso sale solo”,  lo cual significa que para aprender primer hay que comer y de ahí partir a las altas regiones del espíritu.

Por eso insistimos en la inmensa responsabilidad de las políticas públicas en este terreno, porque está visto que los medios comerciales de difusión masiva no tienen como misión educar y, si acaso, informar, pero respecto a la televisión abierta, que acapara en más del 50 por ciento las audiencias, su mira está puesta en el entretenimiento y en elrating, lo cual  lleva a criticársele su bajeza de miras y a considerársele un mal necesario en la sociedad por la llamada “televisión basura” con que envenena a los receptores, pues como dijera en 1993 Emilio “El Tigre” Azcárraga Milmo, entonces mandamás de Televisa: “México es un país de una clase modesta muy jodida… y para nosotros es una obligación llevar diversión a esa gente y sacarla de su triste realidad y de su futuro difícil” (El Nacional –diario ya desaparecido-, jueves 11 de febrero de 1993, página 13). Tal como el ebrio requiere el alcohol para olvidarse de sus penas.

Con este razonamiento, desafortunadamente los mismos gobiernos no hacen su mejor esfuerzo para conseguir un país de lectores, un país de personas libres, inteligentes, creadoras porque seguramente temen despertar al crítico que todos llevamos dentro, capaz de reflexionar, demandar y actuar sobre su entorno, y que surge al acometer la letra impresa, no importa si está en una plataforma de papel o electrónica.  Por el contrario, los mismos gobiernos marginan la verdadera cultura sin darse cuenta que ésta también es útil para dar buena imagen en el extranjero de nuestros orígenes valiosos así como de la calidad de vida y de los niveles de educación en que los tienen los que llevan las riendas del país.

Si por mí fuera y se me hubiera dado ser el dueño de algún medio importante, los mejores estímulos económicos los tendrían los de la sección cultural, al doble que las demás, por dos razones: 1.- Para elevar el nivel intelectual de los reporteros en general, obligándolos a prepararse más si quieren ganar más dinero,  y 2.-  Porque un periodista cultural bien preparado no sólo se circunscribe a la literatura y las bellas artes sino que puede tratar temas tan distintos como la política, la guerra contra el narcotráfico, los avances de la ciencia y la teconología, además de todas clase de movimientos sociales o el fundamentalismo religioso en los Estados Unidos y los países musulmanes. De ahí que es más fácil descender de la sección cultural a ser reportero general que tratar asuntos de alta cultura si sólo se tienen conocimientos básicos del oficio.

La cultura es útil no sólo para saber lo más posible  sino al menos para no andar citando equivocadamente frases que se atribuyen a Miguel de Cervantes Saavedra en El Quijote, como las que nunca dijo el personaje de tan popular novela: “Los perros ladran, señal de que avanzamos” o su equivalente: “Ladran, Sancho, señal que cabalgamos”, y esta otra: “La caravana sigue, aunque los perros ladren”. En ninguna parte aparecen estas expresiones en la obra clásica española, pero, según dice el adagio popular, tomado de las lecciones del propagandista nazi Joseph Goebbels,  “una mentira repetida mil veces, puede terminar convertida en verdad” entre los incultos.

La cultura es útil para no hacer el ridículo en entrevistas o ruedas de prensa como en las siguientes dos anécdotas narradas por la literata, experta en educación y columnista de El Norte de Monterrey, Rosaura Barahona:

Cuando el escritor Carlos Montemayor (1948-2010) vino a presentar un libro, llegaron todos los reporteros y le empezaron a hacer preguntas obvias para salir del paso. Él detuvo la rueda de prensa y preguntó quién de ellos había hecho su trabajo: ¿le podían decir qué libros había escrito?, ¿a qué se dedicaba?, ¿qué temas trataba en su obra?, ¿era literaria, ensayística, poética y de traducción? Todos mudos. Entonces se levantó y les dijo que cuando hicieran su tarea vinieran a preguntar cosas que no quedaran cubiertas con un boletín de prensa.

La otra ocurrió cuando el famoso chelista Carlos Prieto estaba en una rueda de prensa a la que puso punto final con su consabida cortesía, pero una reportera que llegó tarde de inmediato le preguntó qué iba a cantar esa noche, y Carlos, con su sentido del humor, dijo: «Gracias a Dios no voy a cantar nada porque saldría todo el mundo corriendo del teatro». Sin embargo, la chica ignorante se quedó con la boca abierta y casi le increpó: “¿Y entonces a qué vino a Monterrey?”

Por la cultura trascendemos más allá de la materia y le damos un sentido pleno a nuestra existencia, lo que significa que vivimos definiendo valores y aplicando principios para legar a las nuevas generaciones un acervo de conocimientos que las hagan realizarse en el contexto que les toque vivir, tal cual nosotros somos el resultado de la herencia cultural de nuestros antepasados.

Leamos lo que escribió Rosaura Barahona el 30 de noviembre de 2010 en El Norte:

Aquí hay un «Café literario» que reúne, periódicamente, a numerosas personas en un museo local (MARCO, Museo de Arte Contemporáneo, fundado en 1991). Llevan más de 15 años en eso y el grupo ha leído, discutido, cuestionado y reflexionado acerca de una cantidad de autores y obras literarias que muchos ni siquiera conocemos.
¿Usted cree que eso los transforma? ¡Por supuesto! Los lectores están ahí porque quieren y quienes dirigen las discusiones o exponen algo acerca de la obra literaria en turno lo hacen más por amor al arte que por el pago que, en esos casos, siempre es simbólico. Lo importante es que esos lectores se revisan a ellos mismos, pero también revisan la mentalidad con la que fuimos formados, los tabúes, la cultura y nuestras trampas y subterfugios culturales. Y al llegar a su propio círculo, cuestionan cosas que otros no habían pensado y eso provoca más cambios.
Y como ese ejemplo, otros: grupos que se reúnen en privado, centros de extensión universitaria, diplomados y talleres ofrecidos por museos locales, por las Casas de la Cultura de los municipios, por algunos colegios…Todo eso contrarresta los balazos, las granadas, los asaltos, los bloqueos y la negrura amenazante.

Por eso, al darles la bienvenida a los cursos de Periodismo Cultural, antes que nada,   les pido a mis alumnos que definan muy bien su vocación y si éste es el camino de sus sueños, los invito a la práctica constante de la redacción y a enmendar modestamenmte la plana a don Luis González y González, el padre de la microhistoria en México, realizando la micro de la microhistoria, pues si se ponen a hacer la crónica diaria de su colonia o barrio, de sus parientes, de sus vecinos, de su iglesia, de su escuela, de su club social y de sus canchas deportivas, es una aportación inavualble a la postridad. Pero también les digo que tienen mucha materia prima para escribir la crónica de la universidad donde estudian y de sus centros de trabajo, con todas sus anécdotas y detalles chispeantes, porque luego esos testimonios  serán invaluables al paso del tiempo y servirán a la memoria de aquellos que olvidan pronto.

Sin embargo, a la vez que les subrayo el lado edificante del Periodismo Cultural también les advierto sobre los dos aspectos negativos en que la práctica del mismo puede desembocar: a) las mafias o círculos cerrados como si fueran cofradías exclusivas muchas veces con fines perversos de poder y de dinero, y b) la arrogancia de sentirse los non plus ultra al tratar con la crema y nata de la intelectualidad, la literatura, el arte plástico, musical, la ciencia, etc. y muchas veces con el riesgo de sentirse también un intelectual o artista con la densidad plomiza de la sangre y la naturaleza presuntuosa de giros rocambolescos, laberínticos, cuajados de palabrarías para apantallar a los inocentes y sorprender a los incautos.

No. No es tal el camino del Periodismo Cultural, y del Periodismo en general, sino la sencillez en la confección de sus textos y el fervor de sus charlas cultas, ajenas al apantalle y a la soberbia por una simple apariencia de superioridad enfermiza.

2 comentarios a este texto
  1. Información Bitacoras.com…

    Valora en Bitacoras.com: Muy pocos buscan un espacio en la sección internacional de la prensa y menos en la cultural. México no sólo es un país donde es muy baja la frecuencia lectora, sino que la mitad de la población de 12 años y más, cuando……

  2. Termina uno de leer el texto con ganas de ser periodista cultural, con ganas de nadar en un río moribundo.

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