Las miradas de Elvira García
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Entrevista con una periodista que “retrata” a periodistas
- «Es importante que no dejemos morir al periodismo escrito porque en ese periodismo está la reflexión, el análisis; se reivindica la investigación que es el sustento fundamental de todo comunicador», dice Elvira García.
Por Abraham Gorostieta
Elvira García es una periodista harto conocida por ser una entrevistadora nata en cuya larga trayectoria –que abarca cuatro décadas– ha visto la transformación del país y de los medios.
La primera impresión que se tiene al conocer a María Elvira García Espinosa de los Monteros –su nombre completo–, con su vestir distinguido y esmerado es la de una mujer que se toma el tiempo para escoger cada prenda que lleva puesta. Al hablar con ella reafirmamos esta impresión de que la periodista es una persona meticulosa: Elvira escoge cada palabra, así como una artesana del tejido escoge el tono preciso para un bordado. De alguna forma eso es Elvira García: una moderna Penélope que va tejiendo historias, bordando palabras, eligiendo verbos, calificativos, predicados…
Su voz es amable, pero de vez en vez habla muy quedito, mirando a la nada, como para sus adentros. Su platica es pausada. Dicen que los ojos son el alma del hombre, no lo sé. Así, sentado frente a ella, se le puede observar detenidamente. Ella es una mujer jovial de tez morena. Labios pequeños, nariz tenue y un brillo particular en la mirada al hablar sobre su trabajo y el periodismo. De repente cambia algo en sus ojos, miran hacia adentro: habla de su padre, el cronista Melesio Melitón García:
“Mi padre fue un autodidacta. Lo admiré mucho. Siendo joven, tuve muchos conflictos con él. Un hombre de carácter fuerte –que le heredé– y a los 14 años empecé con los encontrones y choques. Siempre lo respeté. A los 18 años me independizo por la relación difícil con él. Con el tiempo, esta experiencia me permite valorarlo y entender que sacó una familia adelante. Fue un hombre que se esforzó mucho por salir adelante y que tenía una frase que nos transmitía: ‘no quiero que ustedes pertenezcan al reino de los ganapanes’; es decir, que sólo vas a un trabajo a ganarte el pan y ya. Mi padre fue un buen hombre que tuvo 10 hijos y que sacó una familia adelante. Cursó hasta quinto año de primaria y provenía de una familia de campesinos. Ya más adulto tomó distintos cursos y aprendizajes. Se hizo sólo. Tuvo avidez por la lectura, aprendió a leer, buscaba todo tipo de libros”.
Su padre tuvo muchos oficios, entre ellos fue periodista. Estudió periodismo en la Universidad Obrera cuando Vicente Lombardo Toledano estaba al frente de la Institución. Elvira enfatiza: “Nunca perteneció a ningún diario, sin embargo trabajó en Excélsior, Novedades y El Día. Con el tiempo se hizo el cronista del pueblo de Contreras. Lo admiro mucho”. La periodista recuerda y se pierde un instante en su mirada, junta las manos, las aprieta y dice: “Mi padre me introdujo a la lectura, sí, pero más que a la lectura y a los libros me abrió el mundo del periodismo”.
De mirada más bien fija y quieta, la de Elvira García se detiene cuando habla de su vida; sus palabras siguen saliendo en tono pausado como quien camina sobre un paisaje con un lago de aguas pasivas. Esa tranquilidad debe venirle de la disciplina oriental –Yoga– que practica todas las mañanas. Cuando habla de su infancia dice que la palabra niñez le remite a otra palabra: juego. Tiene siete hermanas y dos hermanos. Ríe cuando habla de sus hermanas Su mirada es juguetona, los recuerdos vívidos. La familia de su madre estaba posicionada económicamente en Contreras, cuenta Elvira. En sus labios se dibuja una leve sonrisa y expresa:
“Mi madre amaba los libros. La admiro. Teniendo tantos hijos y tantas responsabilidades nos dio mucho amor y mucha paciencia. Nos dejaba jugar. Jugar es muy importante porque a partir de ahí creas mundos. Tenía una veta musical, mi abuelo tocaba la mandolina y mi tío compuso el vals del monte azul. Ella cantaba. Yo no le heredé eso –confiesa y ríe–, ni en la regadera. Bailaba muy bien, cosa que sí le herede”.
Elvira nace el 25 de enero de 1952 en la Ciudad de México: “Nací en un pueblo que se llama Contreras. Fui y vine varias veces a ese lugar y ahora vivo ahí. Es un lugar que me encanta. Puedo trabajar, hay silencio”. Estudió danza clásica en la UNAM: “Nunca fui bailarina, pero estudié más tiempo danza que periodismo, incluso ya casada y con hijos”, cuenta y agrega:
“Era joven y quería ser bailarina; mi padre me aconsejó que estudiará otra cosa aparte; me dijo que eso de querer ser bailarina estaba bien, pero seguramente los bailarines se mueren de hambre –también los periodistas–. Tenía razón: la vida profesional de los bailarines es relativamente corta. Estudié danza por mí misma, por capricho o por querer cumplirme un deseo. Fue gratificante. Me dio una conciencia de mi espacio, de mi físico y de mi cuerpo”.
Primeras andanzas
En 1971 publicó su primera entrevista y desde 1973 ha colaborado en distintos diarios como Excélsior, Unomásuno, La Jornada, El Financiero, La Crónica de Hoy y El Universal, así como en distintas revistas, entre ellas Revista de Revistas, Geografía Universal, Proceso, Tierra Adentro, Zócalo y Este País. A partir de 1979 y hasta el 2009 fue directora y entrevistadora de cinco series radiofónicas para Radio UNAM. Durante cuatro décadas de ejercer el periodismo, ha conversado con grandes artistas nacionales y sus entrevistas son un referente fundamental de la cultura mexicana. Por ejemplo, durante su estancia laboral en Radio UNAM entrevistó a cerca de 300 personalidades, entre pintores, fotógrafos, literatos, bailarines, etcétera, todos nacidos entre las décadas de los 20, 30, 40 del siglo XIX. Memorables entrevistas a Alí Chumacero, Rufino Tamayo, Carlos Mérida, Elías Nandino, Héctor García, Cordelia Urueta, Blas Galindo, Luis Herrera De la Fuente y un largo etcétera. Este trabajo se puede encontrar en la Fonoteca Nacional, en un acervo llamado: Elvira García.
Inició su trayectoria periodística en La Familia, una revista para amas de casa. Hacía notas sobre tejidos en punto de cruz y sobre manteles. Pronto se aburrió: “Entré a trabajar en la revista La Familia cuando Lucy Trejo –a quien todavía veo– era la directora. Ella me dio la oportunidad de trabajar ahí. Ahora Lucy tiene 83 años y le tengo gran cariño, la veo, la cuido; me parece que si algo tiene valioso el ser humano es el agradecimiento. Yo le agradezco a Lucy Trejo”. Y en seguida recrea la redacción de la revista:
“Veía a las señoritas que trabajan ahí: desde que entraban a trabajar sólo esperaban a que dieran las tres de la tarde y, mientras esperaban, se ponían unas chanclitas cómodas para trabajar y hacer el diagrama, el diseño. Antes de las tres, se arreglaban, se pintaban, se cambiaban de ropa y se iban con el novio. Entonces a mí me llamaba mucho la atención que para ir al trabajo estabas en chanclas y para salir a dar la vuelta te arreglaras. Me daba la impresión de que para ellas el trabajo no era importante”.
La revista La Familia versaba sobre labores domésticas como bordados, tejidos, tips de cómo servir bien la mesa: “Era una publicación muy, muy convencional pero bien hecha, bonita”, dice Elvira García y agrega: “Fue dirigida –en algún tiempo, antes de mi ingreso– por Cristina Pacheco, ahí empezó ella”. En esa revista la periodista García empezó a ganar sus primeros salarios y a entender que ese no era su lugar: “No me sentía en ese mundo, no estaba a gusto y no es que viniera de un gran mundo deslumbrante, pero no me reconocía en La Familia”.
Aún no concluía sus estudios en la Escuela de Periodismo Carlos Septién, pero enfrente de las oficinas de La Familia estaban las oficinas de otra revista: Sucesos para todos. Su director y dueño era Gustavo Alatriste. Elvira lo recuerda así:
“Sucesos para todos estaba enfrente de las oficinas de La Familia y me llamaba mucho la atención que Sucesos era la contraparte. Era actividad pura. Ir y venir, ir y venir, estaba llena de hombres –todos muy guapos, por cierto–. Entonces yo los veía pasar a su oficina desde mi ventana. Todo era movimiento mientras yo estaba en la mía donde todo era tranquilidad. Yo no soy tranquila. Entonces me armé de valor y fui a pedir trabajo. Dije que estaba estudiando periodismo, que quería trabajar, que trabajaba en la revista de enfrente, que quería una oportunidad. Hablé con el director Gustavo Alatriste –que era un hombre muy imponente– y, bueno, me atreví. Creo que mi personalidad arrojada es lo que me ha abierto muchas puertas. Soy atrevida. Voy y pido la entrevista que nadie hace. Así empecé a trabajar en Sucesos. Me dieron el trabajo y deje La Familia”.
Elvira García respira. En el yoga es muy importante la respiración. No es espontánea sino voluntaria, lo que obliga a controlar el ritmo respiratorio. De alguna forma imperceptible hay una tranquilidad en su mirada, en su forma de hablar. Han brotado varias preguntas sobre sus inicios. Amable, la periodista cuenta una anécdota sobre Sucesos para todos:
“Salgo de la Septién muy chavita y no sabía hacer nada. Nada, nada, nada, no sabía ni poner una hoja en una máquina de escribir pero era muy atrevida y obcecada. Quiero algo y lo consigo –y su mirada se endurece–. No sabía hacer nada pero yo creo que le pareció simpática mi actitud al director y que me vendí diciendo que lo sabía hacer todo. Entré como secretaría-asistente y la-que-pasaba-en-limpio-las-notas. Es lo que hacía yo y sin saber escribir en máquina, me preguntaron: ¿Sabes escribir? Sí. ¿Sabes redactar? Sí. ¿Sabes hacer notas? Sí. Según yo, sabía hacer todo. Pero fui atrevida y eso me forzó a aprender hacer todo, pues había dicho una gran mentira”.
El periodista Miguel Ángel Granados Chapa escribió sobre Elvira García y dijo que “tiene el don de la palabra” y que es una periodista “especializada en entrevistas, que ofreció su trabajo a las redacciones donde su tarea fuera apreciada”. Así llegó a la redacción de Revista de Revistas, dirigida entonces por el joven escritor Vicente Leñero. Al mismo tiempo trabajó en las oficinas de prensa de la UNAM: “Ahí hice boletines, reportajes universitarios, fue una gran experiencia y me di cuenta que me encantaba mi trabajo”, cuenta la periodista y abunda sobre el gozoso estilo periodístico que es tener siempre curiosidad y no parar de hacer preguntas: “Me encanta entrevistar, me gusta investigar. Platicar con la gente. En la UNAM buscaba más allá de la nota que tenía que cubrir. Entonces hacía mis notas y me quedaba más tiempo platicando con investigadores, académicos, tratando de saber quiénes eran”.
Dejando testimonio: los libros
La labor del periodista llega a complementarse y completarse cuando su trabajo –por riguroso y bien realizado– se transmuta en forma de libros. Elvira García ha visto el fruto de su trabajo materializado en varias obras. Buscó y conoció a ese personaje que hizo de la fantasía un juego lúdico y que hizo maravillosas canciones infantiles: Francisco Gabilondo Soler. Pronto se impuso la tarea de biografiar al músico y escribió: De lunas garapiñadas. Poco tiempo después reunió las entrevistas que había realizado a distintos cartonistas políticos mexicanos, hizo otras, las trabajó y publicó el libro La caricatura en trazos.
Durante mucho tiempo buscó a la poetiza Pita Amor que se negó una y otra vez a concederle una entrevista, e incluso le advirtió: “Ni por todo el oro del mundo me vas a sacar una palabra” y no hubo oro ni nada que convenciera a la poetiza. No importó. La periodista se dio a la tarea de entrevistar a las personas cercanas a Pita y así construir una biografía que llamó Redonda soledad. La vida de Guadalupe Amor. Y poco tiempo después apareció el libro Cuando los grandes eran chicos, que son las memorias de la infancia de cincuenta artistas mexicanos.
El año pasado (2012) apareció Ellas tecleando su historia. Conversaciones con mujeres periodistas de tres generaciones. Son 14 reporteras retratadas: Ana Lilia Pérez, Lilia Saúl Rodríguez, Beatriz Pereyra, Marcela Turati, Anabel Hernández, Dolia Estévez, Adriana Malvido, Alicia Salgado, Blanche Petrich, Sara Lovera, Ximena Ortúzar, Anne Marie Mergier, Dolores Cordero y Stella Calloni. El periodista Miguel Ángel Granados Chapa prologa el libro.
Elvira García ofrece el retrato de un lado del periodismo al que se le da poca atención: las reporteras, sus historias de vida. En el libro las entrevistadas platican los conflictos y sinsabores que han sorteado al desempeñarse como reporteras. En sus páginas, el lector se entera, por ejemplo, que Carmen Lira expulsó de La Jornada a los accionistas fieles a Carlos Payán. Que al consejo editorial de Proceso no le interesaba cubrir el plebiscito que finalmente terminó con el régimen de Pinochet. Que el periodista Carlos Marín no quería publicar la información del toallagate foxista, pues argumentaba que no era “nota”. Que Ana Lilia Pérez le dio a Andrés Manuel López Obrador los documentos que probaban los negocios de Juan Camilo Mouriño en Pemex y que por los cuales más tarde ella empezó a recibir amenazas de muerte.
En una entrevista que Elvira concedió a Eve Gil le dijo respecto a su último libro: “El hilo conductor de estas entrevistas es mi admiración hacia ellas, hacia su trabajo y sus personas. Me dicen que no es común que entre periodistas se admiren, no había pensando en ello, pero siento mucha satisfacción de ser periodista; tengo mi miedo bajo control y no tengo problema en reconocer a otras colegas que han venido tecleando e investigando por años”. Elvira está orgullosa de su trabajo. No es para menos.
–Qué buen libro es éste Elvira, qué envidia, caray, desde hace rato las periodistas se han mostrado más sagaces que sus pares masculinos, ¿no le parece?
–Mira, el libro es un asunto personal con el periodismo y las mujeres periodistas que están ahí. Es verdad, los libros más audaces y arriesgados de los últimos años han sido escritos por mujeres. Dice Marcela Turati que “la mujer periodista tiene que llegar a extremos para ser respetada. Ellas optan por explorar las entretelas de las decisiones políticas que repercuten en hechos sangrientos como los que vivimos actualmente. Son las que se introducen en las consecuencias de tales decisiones. Generalmente nadie nos lo pide, pero nos empeñamos en demostrar qué tan capaces somos”.
–Oiga, hay ausencias, ¿no cree?
–Hay ausencias, seguramente.
–¿A poco se le negaron algunas reporteras? Por ejemplo, no está Carmen Lira, directora deLa Jornada.
–Sí se negó. Carmen se negó a la entrevista. A ella no le gusta ser entrevistada. Hay declaraciones de ella en La Jornada cuando son los aniversarios del diario, pero ella no da entrevistas. La busqué cuatro veces y me mandó a decir que no quería ser entrevistada y es grave, porque aunque no es la primera mujer enfrente de un medio sí es la única que encabeza un diario y de los más importantes en México, sí, cuestionado, pero un diario importante que ha descubierto muchas cosas.
–Tengo la impresión de que quizás desde el 2000 o antes, las mujeres periodistas hacen un trabajo más destacado que sus pares masculinos, son más combativas, hacen un periodismo más revelador. Pienso que es una manera de reafirmar el género dentro del medio que ha sido muy masculino. ¿Cómo lo ve usted?
–Sí, es cierto. En mi libro lo digo. En los años setenta, las mujeres se abrieron paso en el periodismo. Uno de los periódicos que más le dieron cabida a la mujer fue El Día. Si tú revisas en la hemeroteca ese diario –no ahora, que prácticamente ya no existe–, verás que fue un gran periódico y de ahí salieron muchas periodistas, por ejemplo: Carmen Lira, Sara Lovera, María Luisa La China Mendoza. Mujeres pioneras del periodismo en temas de género, o internacionales. Mujeres muy preparadas. Cuando yo empecé en esto había pocas mujeres en el periodismo, contadas, algunas. Sucesos para todos no tenía reporteras. Y las que estaban eran las novias de los reporteros. Luego a mediados de los setenta, toda una generación de la Septién García entramos en los diarios. Pero aclaro: no tengo esa pasión por el feminismo, no ha sido mi intención en mi trabajo hacer periodismo de género. Aunque sí hice trabajos en los años setenta sobre la virginidad, la libertad sexual, el derecho a decidir, la píldora anticonceptiva. Era mi tiempo, mi contexto. Pero no soy activista del feminismo per sé.
En mi último libro hablo sobre 14 mujeres periodistas. La dignidad que tienen. La valentía que tienen. El talento, su trabajo que han venido haciendo desde hace tantos años. Son tres generaciones de periodistas. La más joven tiene 33 años. Algunas han sido maestras de las más jóvenes, no sólo en las aulas sino en la experiencia, en las redacciones. Por ejemplo: Dolores Cordero ha formado a Sara Lovera, a Adriana Malvido.
Te decía, en los años setenta, las mujeres empezamos a preguntarnos: ¿por qué las noticias sólo tienen que ver con hombres? Las mujeres sólo éramos noticia si te llamabas Elizabeth Taylor o si habías sido asesinada. Las mujeres no opinaban y si estaban, no hablaban. El hombre era generador de la noticia y él mismo la cubría. Esta apertura de que las mujeres somos noticia y podemos cubrir noticias lo hacen las periodistas de los años setenta, Sara, por ejemplo y antes que ella La china Mendoza. Para hacer un libro puntual deberíamos de pensar en por lo menos cien entrevistas.
–¿Cómo fue la selección de sus entrevistadas? Tengo entendido que la periodista Sanjuana Martínez se negó o que quiso censurarla.
–Sí. Sanjuana no se negó a la entrevista. Fue una de las periodistas que más trabajo me costó convencerla de que me diera una entrevista, porque sus tiempos y los míos no coincidían. Ella vive en Monterrey. Finalmente la entrevisté en una ocasión en que ella vino a presentar uno de sus libros, al final de su presentación. Tuvimos una larga plática. Esto ocurrió cuando ella ya no trabajaba con Carmen Aristegui, había un rompimiento temporal con La Jornada, no estaba en Milenio, en ese momento ella no tenía medio. Tenía una demanda. Había demandado a Proceso y Proceso a ella. Entonces estaba en un bache, no tenía trabajo aunque ella me decía que sí. La entrevista que le hice giró sobre eso. ¿Qué pasa contigo que te peleas con los medios donde estás? ¿Por qué sales así? ¿Por qué terminas de pleito en donde trabajas? ¿Qué factor o factores determinan eso? Ella me pidió que no quería platicar de la demanda de Proceso porque estaba en trámite. Lo podemos platicar pero no lo publiques, dijo. Muy bien, -de hecho no platicamos gran cosa-. Yo le pregunté: ¿cuál es el futuro de Sanjuana Martínez de seguir así? Yo creo que no le gustó la entrevista. No le gustó sentirse cuestionada, quizá pensó que iba a ser una entrevista laudatoria.
En el libro de Ellas tecleando su historia, sí, reconozco la trayectoria y el valor del trabajo de las entrevistadas, pero también soy crítica. Pienso que la entrevista no le gustó o cómo fui encaminado la entrevista y entonces me pidió que se la enviara para que ella autorizará su publicación. Para que ella la revisará. Y le dije que en los años que llevaba en este trabajo –más que ella– nunca me habían dicho tal cosa y que me parecía más molesto viniendo tal petición de una colega: “¿A ti Sanjuana te han pedido eso? ¿Lo has hecho? ¿No te parece ofensivo? Si te parece ofensivo, imagínate como lo estoy viendo yo”.
Terminé diciéndole que no se la iba a mandar. Me dijo: desde ahora espera una demanda si sale publicada, tú decides. Y decidí. En ese tiempo yo publicaba con más frecuencia en la revista Zócalo. Publico ahí desde hace ocho años. Ahí publique buena parte de las entrevistas que conforman el libro, extractos. Sanjuana Martínez se comunicó con Carlos Padilla, director de la revista para decirle que no la publicará y que la entrevista no estaba autorizada y que si lo hacían serían demandados. Entonces lo que ella hizo fue reafirmar lo que yo le preguntaba: que era conflictiva. Y decidí que no publicaría su entrevista porque no quería que se hiciera publicidad, promoción a través de mi trabajo o a través de la demanda. Pero que sepa que yo tengo esa entrevista y que sepa que yo sabré cuando publicarla.
–Tampoco aparece Lydia Cacho. ¿Cuál es su opinión profesional en torno a Lydia Cacho?
–Mi opinión está tácitamente en el hecho de que no la busqué para mi libro. No aparece. No la busqué porque no me gusta contribuir a los engaños. Hacer estás figuras de humo que se respaldan en un periodista o de un dizque periodismo y se encumbran y uno se pregunta: ¿bueno, esta mujer de dónde salió? Y todo mundo la aplaude, todo mundo la considera víctima, le dan premios que no se merece. Todo eso me parece un engaño. Yo tengo 40 años en los medios y la mayoría de las colegas que están en peligro, nos conocemos, llevamos años en esto, escribiendo en los diarios, revistas, en la radio. Si no nos conociéramos, pues alguna de nosotras estaría mintiendo y Lydia Cacho llegó a nuestras vidas hace media hora y llegó con un periodismo que no tiene deontología, haciéndose de un prestigio a través de un escándalo de una cosa tan delicada como el tema de trata de personas y de la prostitución infantil y agarrándose de ahí para hacerse víctima. Partes de esa historia que no son conocidas en los medios –y no soy yo la persona que deba platicarlas–, sé que no son éticas. No me parece ético hacerte fama a costa de las víctimas que luego abandonas o hacerte fama de una situación. Yo no la incluí, no soy cómplice del engaño. En mi libro sólo hay periodistas.
–De las entrevistas que hizo, ¿cuál la impresionó más?
–Híjoles… Marcela Turati… No sé. Cada una, todas. El valor de Marcela Turati que en sus reportajes y libros ha retratado la violencia y el salvajismo de soldados, policías y narcotraficantes. De lo difícil que es vivir en Ciudad Juárez, en las ciudades del norte del país. Ella me cuenta que quería ser misionera y de alguna manera lo es: del periodismo. Es un periodismo muy a flor de piel el que ella hace. Quería ayudar a los demás y lo hace; recién sacó un libro sobre las víctimas de la guerra contra el narcotráfico; es una mujer que se toma muy en serio su trabajo de periodista.
También Dolores Cordero porque ella encuentra en el periodismo una razón para no suicidarse; parece una bobada, pero si te pones a pensar, el periodismo le salva la vida. Sara Lovera es una mujer que ha trabajado muchísimo. Ana Lilia Pérez, una jovencita de voz dulcísima y rostro inocente que destapó, literalmente, la caja de Pandora del emporio gasero Grupo Zeta. Es para mí como una hija, la adopté. La veo desprotegida pero es una imagen que ella proyecta porque es una mujer muy fuerte; si no lo fuera no haría ese trabajo que ella hace, ni se metería en lo que se mete. Se requiere una gran fortaleza de carácter y una gran conciencia de lo que es el periodismo o para qué debe de ser el periodismo, y Ana Lilia parece quebrarse en cada instante y yo la mamá que la quiere proteger, jajajajaja. Admiro mucho a todas.
De regreso a la radio
En 2002 ingresa a Radio Red, estación cuyos dueños son la Familia Aguirre. Trabaja al lado de otro gran periodista: Humberto Musacchio. Juntos hacen el programa: La República de las Letras:
“Trabajamos Humberto y yo cerca de diez años. En el año 2002 nos llamó la familia Aguirre de Radio Red. Gutiérrez Vivó tenía cerca de un año de haber salido de Radio Red. Los Aguirre reestructuran toda la emisora a la salida de Gutiérrez Vivó y entonces quedaban muchos espacios libres y no sólo porque Gutiérrez Vivó se fue. En esos años, alguien les vendió –a los señores Aguirre– la peregrina idea de crear una barra deportiva. Todos los sábados y domingos sólo se hablaba de deportes. Pronto se dan cuenta de ese error: los números no los dejaban ver otra cosa. Cambian de opinión y entonces hay espacios los fines de semana. Empezaron a buscar gente. Yo quería estar en Radio Red desde hace muchos años. Empecé en 1979 en radio UNAM, luego en Radio Educación hice algunas cosas al igual que en la radio de la Universidad de Guadalajara. Es decir, tenía experiencia. En esa época, los que habíamos buscado un espacio lo encontramos en Radio Red”.
El programa La República de las letras pronto se posicionó en el gusto de los radioescuchas. Era un programa versátil, donde el tema principal era La Cultura. Y en donde ambos entrevistaron a un gran número de artistas y escritores. Recuerda Elvira: “Humberto entra proponiendo La República de las letras y como Humberto no tenía experiencia en radio, pues me proponen a mí para que trabajásemos juntos, como una pareja radiofónica. Nos juntan y fue una experiencia interesante”. El programa duró al aire por diez años pero no fue fácil, relata la periodista:
“Conocí a Humberto desde hace varios años. Tenemos amigos en común pero no éramos amigos y esta experiencia nos hizo acercarnos y conocernos, imagínate, convivir durante diez años. Fue un reto muy grande porque de la noche a la mañana acoplarse a tener una pareja radial, a hacer una dupla no es fácil. No es fácil que te respeten, no es fácil respetar, no es fácil darle continuidad a las ideas. Al principio fue muy complejo para que pudiéramos hacer una buena pareja, para tener un diálogo y decirle algo a los oyentes. Pasados los diez años estoy muy satisfecha de lo que logramos. Pienso que el reto lo cumplimos muy bien. Y después, los Aguirre me ofrecieron un espacio para mí, que es el que tengo actualmente y estoy contenta”.
En junio de 2012 Elvira dejó La república de las letras. Actualmente tiene su propio programa, Entre Nos, en la misma estación de radio. Se transmite los viernes a las 10 de la noche y hace gala de sus dotes para entrevistar. A la par del programa que tuvo con Mussachio, Elvira escribía una columna en El Universal donde trataba distintos temas, todos ellos vinculados al análisis de los medios de comunicación. Pero en 2006 El Universal la despidió después de que Elvira escribió sobre los hijos de Martha Sahagún y su enriquecimiento “sospechoso”.
“Me dan las gracias y les doy las gracias. Me invitaron en el año 2000 a hacer una columna que se llamó Medios de por medio. Desde 1985 hablo y escribo sobre medios de comunicación, quizá a la par de Fátima Fernández o Raúl Navarro. Tiempo después hice una columna de medios para La Jornada, diario del cual de alguna forma soy fundadora, y desde entonces publico en distintos medios. En el 2000 entré a El Universal con una columna sobre medios y empiezo a hablar de los problemas políticos que hay en el terreno mediático o problemas financieros o lo que los medios detonan con respecto a problemas políticos. En ese momento estaba lo de los hijos de Martha Sahagún y escribo sobre ello. Entonces, el director del periódico, Roberto Rock, me dice que yo estaba en una sección cultural y que me tenía que remitir solo a los temas de medios culturales. ‘¿No lo quieres hacer?: la puerta es muy ancha’. En que tres ocasiones censuraron mi columna por hablar sobre Vicente Fox o Martha Sahagún o en torno a un problema en una radiodifusora. Evidencié la administración de Dolores Beistegui en el IMER. Con documentos demostré que se estaba manejando mal el presupuesto y con el tiempo confirmé que ella era protegida de Santiago Creel. Me llamaron de la dirección de El Universal. No me interesó trabajar más ahí”.
En 2005 la periodista se integra al Canal 22. En 2009, 2010 y 2011 diseña y dirige las series documentales: Miguel Ángel Granados Chapa: Palabra en libertad y, Julio Scherer García: El periodismo, mi segunda piel, como homenaje en vida a esos comunicadores. Y también una entrevista al periodista Jacobo Zabludowsky.
Granados Chapa, Scherer, Zabludowsky y El Güero Tellez
El quehacer periodístico de Elvira García le ha merecido siete galardones, entre los que destacan: En 1988, el Primer Premio a la Mejor Serie Cultural (Del Plato a la Boca), otorgado por el jurado del Mercado Latinoamericano de Radio y Televisión. En 1993, la Mención Honorífica, de manos de la Asociación Latinoamericana de Mujeres Periodistas y Escritoras, por su entrevista con el poeta Jaime Sabines. En 2006, el Premio Nacional de Periodismo en la categoría: Mejor Columna Cultural por su columna Medios de por medio. En 2010, Mención Honorífica del Certamen Nacional de Periodismo por su documental: Miguel Ángel Granados Chapa: Palabra en Libertad. En 2011, el premio Pantalla de Cristal por Mejor Investigación Iconográfica, por su serie: Julio Scherer García: El periodismo, mi segunda piel.
En más de seis ocasiones ha sido jurado en certámenes internacionales de periodismo radiofónico y televisivo. Lo cierto es que la periodista García ha estado cerca de iconos del periodismo mexicano.
–Háblenos de Miguel Ángel Granados Chapa
–A Miguel Ángel Granados Chapa lo admiro mucho. Lo conocí en la fundación de Proceso. Yo trabajaba en Revista de Revistas que dirigió Vicente Leñero. Estaba casada con Rogelio Cuellar, fundador también de Proceso. Yo no estuve el 8 de julio de 1976, pero al enterarnos de que don Julio ya no estaba en Excélsior y que Vicente Leñero ya no estaba en Revista de revistas, pues nos salimos también. No conocí a Miguel Ángel Granados Chapa en Excélsior sino en la fundación de Proceso. Ahí empecé a tratarlo. Luego me invita a hacer radio en Radio Educación cuando él era director pero no entré a Radio Educación porque tenía a mis hijos chicos.
Un año después entro a Radio UNAM. Y empezamos a vernos en distintos momentos de nuestras vidas. Nos vemos de nuevo en la fundación de Unomásuno y luego en la fundación de La Jornada; nos encontramos en distintos lados, hicimos amistad y creo que la mejor etapa que tuve con él fue a partir de los años noventa. En radio UNAM tuve un programa Solo para periodistas y Miguel Ángel Granados Chapa fue mi padrino. Lo entrevisto ahí y ahí habla de sus aspiraciones como gobernador de Hidalgo.
Al final estuve cerca de él cuando hice el documental en torno a su vida profesional.
–¿A quién se le ocurrió el documental?
–El documental se me ocurre porque admiraba mucho a Miguel Ángel, siempre lo leí. En algunos momentos le hablé por teléfono para decirle: “oye, me pasa esto”, y entonces él me sugería qué hacer, me daba posturas éticas. Era un hombre con mayor conciencia, un hombre incólume en lo ético –lo fue para mí– y me daba consejos. Cuando el cáncer se hizo evidente en él, yo me sentí mal, triste; cuando sé que le dan la medalla Belisario Domínguez y yo lo veo mermado de salud, disminuido, ¡ay!, me entró la angustia de saber que se iba a morir y de inmediato pensé que Miguel Ángel Granados Chapa no se podía morir sin ver, sin sentir que la televisión pública le rendía un homenaje, un reconocimiento.
Miguel Ángel Granados Chapa no necesitaba el reconocimiento de la prensa escrita ni de la radio: ya lo tenía. Faltaba el de la televisión pública. Por iniciativa mía llevé a Miguel Ángel Granados Chapa a Canal 22 y el código de ética de ese medio tiene el esqueleto, la idea de Miguel Ángel Granados Chapa. Me parecía un acto de generosidad hacerle un homenaje, un reconocimiento a Miguel Ángel; se lo propuse a Jorge Volpi y aceptó enseguida. Me llevó mucho tiempo hacerlo. Primero Miguel Ángel Granados Chapa estaba muy mal, después de la Belisario el ingresa al hospital y se pasa un buen tiempo ahí. Y luego le digo que lo quiero entrevistar, que estoy haciendo un trabajo sobre él y me dice: “permíteme, me quiero recuperar, estoy muy agotado”. Esperamos y el programa salió. Me siento bien. Miguel Ángel Granados Chapa vio el programa y fue para mí como decirle que lo respetaba mucho.
–Y sobre la serie sobre Julio Scherer, ¿está satisfecha?
–Sí, lo estoy. Mi punto de referencia es que don Julio Scherer está enojado conmigo.
–¿No cree que faltaron las voces disidentes?
–Sí, claro. Las busqué, las quise incluir, pero todas esas voces disidentes me dijeron no, los tengo grabados. “No”, no quisieron. A todos los tengo grabados con sus no’s. No quería que me dijera Carlos Marín que no lo busqué, o lo hiciera Froylán López Narváez diciendo que él si quería contar cosas y que yo no le di la oportunidad o Vicente Leñero. Todos me dijeron que no. Y tengo grabado el “no” de Julio Scherer. No puede decir que quise pasar por encima de él. Recién había hecho el programa sobre Miguel Ángel Granados Chapa y, ¿sabes?, en el caso de Miguel Ángel todo mundo decía que sí. Con Scherer fue el no. Eso me sorprendió.
Cuando hice el trabajo sobre Julio Scherer se me cayó una parte de admiración que le tenía. Me di cuenta de que Julio Scherer es muy poderoso, muy poderoso. Ejerce tal presión, tal apabullamiento sobre las personas que están a favor de él o en su contra. La mayoría estaba aterrada. Incluso los que me dijeron sí, tardaron mucho tiempo en decidirse. Fue una labor ardua de convencimiento. Te digo, los tengo grabados y los porqués; lo obtenido da material para hacer un libro, pero todo fue off the record y hay que ser respetuosos de los no’s de las personas y sus razones.
Me llamó mucho la atención el poder de don Julio. Muchas personas le tenían que pedir permiso para hablar.
A Julio le avisé, le pedí una entrevista, sabiendo que no da entrevistas, sabiendo –también– que ya dio una y que será un libro. Yo sí lo busqué. Cuando me dijo que no, le avisé que “lo haría hablar a través de sus libros” y “quiero que lo sepa y quiero que esté de acuerdo”, le dije. “Ya lo sé Elvira y estoy de acuerdo –me respondió–, puede hacer lo que quiera. Confió en usted”. A partir de eso hice mi trabajo. Respeto a Julio.
–¿Con qué se queda después de haber hecho este trabajo?
–Me quedo –Elvira piensa su respuesta– con un hombre muy valiente. Con un hombre que vive fascinado con el poder. Más a los niveles de don Julio. Es un personaje en sí, es un hombre culto, simpático, que lee, es un seductor. Sedujo al poder y el poder lo seduce. Como Carlos Salinas de Gortari que es un hombre seductor que fue seducido por Julio Scherer y viceversa. No ha habido ningún director de un periódico como Julio Scherer.
Es un hombre que le seduce el poder, no es que quiera hacerse rico con lo que le dan los poderosos. Es un hombre honesto; en sus libros ha dicho lo que le han regalado. Hay otros periodistas que no aceptan nada y luego nos enteramos que tienen unos caserones. Vive bien, se lo ha ganado. Es un periodista seductor: cuando platicas con él tienes que ir bien agarrado del piso, saber a qué vas y qué quieres porque si no te cambia la jugada.
No quedé al cien por ciento satisfecha porque la disidencia no está ahí, pero estoy tranquila porque los busqué y se negaron; traté de hacer un trabajo equilibrado. No es una hagiografía, sino un retrato. Hay crítica: está Eduardo Dechamps hablando de Julio, reportero. Pero bueno, los no’s también dicen mucho del gremio en nuestro país.
–Después de hacer un trabajo sobre Granados Chapa y Scherer, ¿qué la llevó a hacer uno sobre Jacobo Zabludowsky?
–La otra cara del periodismo. Fue un gran reto. Yo no propuse a Jacobo, lo propuso el Canal 22, Jorge Volpi. Al principio dije que no, pensé que iba a ensuciar el trabajo de Julio Scherer, de Granados Chapa. Pero luego lo pensé. Y un amigo al que consulté me dijo: ¿Tú sabías que Julio Scherer y Jacobo Zabludowsky fueron grandes amigos y se terminaron peleando por pugnas periodísticas? Este amigo me dio datos. Vi que era cierto. Que en algún tiempo ambos periodistas coincidieron. Y en seguida acepté hacer el trabajo sobre Jacobo Zabludowsky porque no podía dejar de reconocer que del otro lado de la forma de pensar y hacer periodismo, está Jacobo Zabludowsky.
Yo tuve que ver que no podía tergiversar –de la forma más inocente si quieres– la historia del periodismo, de una forma de hacer periodismo que empezó en 1950 y sigue vigente. Empecé a investigar quién es Jacobo Zabludowsky, a adentrarme en el periodista y quede fascinada. Otro gran personaje: vi a un Jacobo desconocido por muchos que fue el que quise retratar. Fue un reto grande, porque uno no puede olvidar tantos años de “ese” periodismo de Jacobo Zabludowsky en Televisa.
A veces pensé que no iba a poder con el reto pero lo logré. Me preparé mucho para entrevistarlo. Leí cerca de 200 entrevistas que ha concedido y me interesaba mucho en las respuestas que daba. Me di cuenta de que nunca respondió algo que lo sacara de sus bases. Si había preguntas incómodas él sabía como salirse. No conseguí al cien por ciento lo que yo quería, lo que me propuse, vi que tiene tres, cuatro veces el colmillo retorcido y me dio la vuelta en algunas preguntas que le hice. Jacobo es un hombre que creó escuela, formó muchos periodistas, formó a muchas periodistas. Hizo un estilo, un formato. Fue un creativo, un creador.
–Oiga, sé que fue amiga del periodista Eduardo Téllez Vargas, El güero Téllez…
–Fue mi maestro, muy amigo de mi padre, por él lo conocí. Cuando estaba muy chavita el me formó, me pedía que le enseñara mis escritos. Entonces iba dos veces por semana al Sindicato Nacional de Redactores de la Prensa, donde él era secretario general. Era un hombre muy educado. Me pedía reportajes y yo se los entregaba. Me regañaba –yo no sabía escribir– y me ponía como camote. Fue mi maestro. Pasaron los años. A el güero Téllez le pasó algo terrible, tengo muchas deudas con él. Quiero averiguar qué le pasó. Sí lo sé, pero quiero saber el porqué. En los primeros años de la década de los ochenta lo atropelló un auto que venía en reversa a toda velocidad. Es raro eso. Cuando te echas en reversa no lo haces a toda velocidad. Le rompieron la columna, estuvo sin movimiento. Su recuperación tardó muchos años y ahí empezó su deterioro. Él alguna vez me dijo que sospechaba que en su “accidente” estaba involucrado el narcotráfico.
Él había publicado sobre el tema de corrupción de policías y narcotraficantes en El Gráfico. Tengo un pendiente con él, tengo que investigar. Lo dejé de ver y luego lo busqué, lo encontré en condiciones lamentables. Él que había sido reconocidísimo, que se subía a los aviones presidenciales, que era un reporterazo, acabó muy mal: viviendo en un cuarto, abandonado, divorciado, conservó su biblioteca y sus expedientes y lo único que tenía era su pensión. La primera vez que me despidieron de El Universal fue porque publiqué que “El Universal tenía que responder y ver en qué condiciones estaba el güero Téllez, ese reportero que le entregó años de vida y que tuvo grandes éxitos para esa casa editorial en la sección de policía”. Al día siguiente me despidieron. Los últimos días de él fueron terribles.
Él le entregaba su pensión a la persona que le rentaba el cuarto a cambio de que le dieran de comer y que le compraran su tanque de oxígeno. Dos días antes de morir me pidió que me llevara sus archivos y dos días después ya no existían, sólo algunas carpetas. A la semana me traté de comunicar y el número de teléfono ya no existía ni las personas que le rentaban.
Periodismo
La mirada y voz de Elvira han cambiado. Mujer disciplinada en su trabajo, comenta que no escribe en las mañanas sino por las tardes: “En las mañanas estoy muy lenta por el desvelo, duermo poco, soy noctámbula por costumbre”, y ríe al contarlo. Abunda: “Mis hijos ahora ya están grandes, pero antes debía darles de desayunar, llevarlos a la escuela y luego a hacer reportajes; pero después había que ir por ellos, darles de comer, revisar la tarea y dormirlos; por eso trabajaba ya en la noche”. Lectora voraz, tiene temas favoritos: periodismo, novelas e historia. “Ahora ya no escribo de noche, pero no se me quita el hábito de dormir tarde. Leo mucho en las noches. Es lo que me alimenta”.
Escribe en su estudio: una ventana permite la entrada de luz que baila conforme avanza el sol. “Mi estudio tiene una enorme ventana que permite que entre mucha luz; la ventana da a un lugar muy tranquilo. No puedo escribir con música”. En las mañanas hace ejercicio; como rutina camina y practica yoga: “es fundamental para mí”. Lee la prensa en las mañanas. Y después de la comida, “me pongo a escribir y resuelvo correos, veo mi facebook”.
Cuenta que es difícil pero a la vez “muy liberador” ser free lance. Se confiesa admiradora de la periodista italiana Oriana Fallaci, célebre por sus duras entrevistas.
Sobre su último libro de entrevistas, Elvira explica que una intención fue “narrar la parte humana de las periodistas, la que nadie ve, las de las mujeres y madres”; sin excepción, todas sus entrevistadas, por su trabajo ejercido, han sido demandadas. “También es una especie de reconocimiento a una vocación que hace falta en el país, porque, de forma paulatina, poco a poco, los jóvenes han dejado de lado el periodismo de investigación para buscar convertirse en locutores famosos, reconocidos pero sin buscar ser talentosos, y en ese mal enfoque que tienen los muchachos, los que hacemos periodismo tenemos una responsabilidad”.
–¿Podrías darnos una definición de periodismo?
–El periodismo está lleno de claroscuros, así es el periodismo nuestro. A veces el periodismo mexicano me decepciona. Gente que se dice periodista me avergüenza; columnistas que se dicen “buenos periodistas” no los querría como amigos, y no los quiero. No los respeto. El periodismo mexicano, a veces, se ha prestado para canonjías, para hacer negocios, para calumniar, para hacerse de poder. Pero también el periodismo mexicano se ha utilizado o es hecho para decir la verdad o lo que uno cree que es la verdad, para que la sociedad esté informada y tome mejores decisiones. Es importante que no dejemos morir al periodismo escrito porque en ese periodismo está la reflexión, el análisis; se reivindica la investigación que es el sustento fundamental de todo comunicador.
—¿Está escribiendo algo ahora, otro libro quizá?
–Sí. Llevo rato en una biografía sobre Elena Garro. Un amigo que trabajaba en el Archivo General de la Nación me dio unos documentos desclasificados y leí que la escritora sí fue espía. Yo tenía otra historia y estos documentos me obligan a rehacer todo el trabajo y a investigar más. Ahora, si tengo un libro que escribir, me encierro en mi estudio. No voy al cine ni al teatro mientras lo hago. No salgo. Y es un proceso en el que me divierto mucho y en el que sufro mucho, porque me cuestiono de que ya lo tengo que terminar… porque me estoy tardando tanto… porque no escribo bien. Me regaño mucho.
Y la mirada de Elvira García se vuelve a perder en sus adentros.
Información Bitacoras.com…
Valora en Bitacoras.com: Entrevista con una periodista que “retrata” a periodistas “Es importante que no dejemos morir al periodismo escrito porque en ese periodismo está la reflexión, el análisis; se reivindica la investigación que es el s……
A la Sra. Elvira García: soy el hijo de «las personas que le rentaban el cuarto» al Güero Téllez, y lo que comenta es mentira. Si quiere discutirlo, contácteme, con gusto la atenderé.