La ciencia de lo pequeño

Claves para comprender a las sociedades del conocimiento indígenas de México y de América Latina

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La generación de sociedades del conocimiento en los pueblos originarios se ha interpretado desde diferentes perspectivas teóricas y metodológicas, todas ellas provenientes del siglo XX. A pesar de que sus aportaciones ayudan a comprender hasta cierto punto procesos que son de una gran complejidad, no llegan a acercarnos a la real dimensión de estas sociedades en plena transformación. A fin de continuar con una búsqueda que resulta apasionante, hoy, a través de este texto pretendemos presentar una visión generada por François Laplantine en De diminutos enlaces (2003). 

Su trabajo conceptual y metodológico avanza hacia la comprensión de los procesos de información y comunicación de los pueblos originarios de México a partir de la interrelación de los saberes locales, su producción y propagación en medios digitales. Con este enfoque tratamos de responder a la necesidad de comprender las lógicas de interacción e interrelación de las sociedades del conocimiento desde lo inmensamente pequeño donde la apropiación de las TIC conforma un eje estructural.

Por Carmen Gómez Mont

Introducción

Una de las condiciones más importantes para explicar a las sociedades del conocimiento en el siglo XXI parte de la necesidad de romper con el concepto clásico de innovación. Si es verdad que hay diferentes tipos de conocimiento, en estos tiempos los conocimientos locales parecen avanzar con mayor proyección y convicción, si se compara su trayectoria y nivel de aceptación en siglos pasados.

Javier Echeverría (2015) señala que hay conocimientos no científicos que generan innovaciones importantes en el terreno social y cultural. Así el conocimiento podemos considerarlo a partir de cuatro categorías: público, privado, de la sociedad civil y el perteneciente a los pueblos originarios. Destacamos este último  por considerar que posee características totalmente diferentes a los de los tres anteriores.

Los conocimientos locales deben formar parte de las sociedades del conocimiento.  Von Hippel (1988) señala que los conocimientos derivan en gran parte de la sociedad civil en América Latina y que poseen un grado alto de innovación. León Olivé (2004) afirma a este respecto que la riqueza de los conocimientos que provienen de la multiculturalidad y que se caracterizan por ser locales y tradicionales, son flexibles y se articulan de manera muy particular entre ellos. Los conocimientos generados por los pueblos indígenas cuadran perfectamente dentro de estas definiciones y son el fundamento para analizar en este artículo la constitución de las sociedades del conocimiento desde una perspectiva poco explorada: la local.

Cuando se habla de este tipo de conocimientos tradicionales y se trata de explicarlos desde una conceptualización clásica (filosofía, sociología, antropología, comunicación y otras más) el resultado es muy limitado. El marco se complica cuando se trata de partir de conceptos y categorías  que generalmente amparan a las tesis de la sociedades del conocimiento.

Por tal motivo se propone abrir una veta a través de la cual nuestra mirada parta de postulados diferentes. François Laplantine (2003) ha explorado tesis que dan una respuesta más clara ante la necesidad de crear un concepto de sociedades del conocimiento que tenga como fundamento cosmovisiones indígenas, culturas diversas, conocimientos tradicionales y diversidad cultural (Gómez Mont, 2016).

La ciencia de lo pequeño

François Laplantine (2003) en su libro De diminutos enlaces señala que más que un tema de reflexión, la ciencia de lo pequeño se impone hoy como una exigencia del conocimiento preciso. Lo pequeño concierne en las sociedades contemporáneas a todo lo que lo grande rechaza, olvida, deja de lado principalmente a través de los grandes medios. En esta manera de percibir se encuentra la precisión y la mirada de fondo que permite comprender, dentro de contextos de mayor amplitud.

La ciencia de lo pequeño no se contrapone a lo grande, a las ciencias oficialmente reconocidas. Mucho menos pretende construir un pensamiento dualista. Lo pequeño posee vida y fuerza por sí mismo de acuerdo a Laplantine. Su efecto es similar a un cristal minúsculo que da vida, forma, sentido y expresión a los grandes rosetones de las catedrales de la Edad Media o al trabajo de punto de los telares indígenas que se crean y arman a partir del imaginario de quien teje. Cada expresión o práctica es singular y todas en conjunto asumen una imagen, una expresión. La ciencia de lo pequeño progresivamente desdibuja lo grandioso: los partidos políticos y sus discursos, las grandes explicaciones del origen del mundo, los relatos heroicos de la historia; todos ellos parecen obsoletos:

“Ha llegado el momento de intentar comprender no lo que se despliega en dimensiones inmensas y enormes, como el universo en expansión del ciudadano Kane de Orson Wells, sino lo que se retracta, se comprime, se precisa en los extremos de la existencia” (Laplantine, 2003, p. 10).

La ciencia de lo pequeño resulta fundamental para comprender un nuevo ángulo desde el cual interpretar los procesos de apropiación social de una tecnología. De acuerdo las tesis de Michel de Certeau (1999) estas prácticas o maneras de hacer deberán de quedar inscritas en marcos de vida cotidiana. El día a día es en este sentido lo que mejor enmarca un tiempo y un espacio donde lo pequeño forma uno de los ejes estructurales para comprender a las sociedades del conocimiento del siglo XXI.

François Laplantine desarrolla conceptualmente la importancia de lo pequeño, pues de ello parte un conocimiento preciso que se asemeja al uso de la lupa en la época de Darwin.  Es lo que contribuye a crear una nueva mirada que cuestiona las grandes dimensiones de empresas y partidos políticos propios de la post-guerra. El  siglo XXI bien podría ser, en este sentido, el siglo que mira a partir de lo minúsculo buscando crear y descifrar un nuevo ángulo de visión.

Lo fundamental en este caso parte del potencial del investigador para interrelacionar trazos que aparentemente no tienen relación alguna. Son los “modos de hacer” de Michel de Certeau (1999), es la escuela de apropiación social de una tecnología que se construye en los tiempos largos (Braudel, 1968) pero a partir de un tejido fino de observaciones que lleva a crear nuevos fundamentos para su interpretación.

Desde lo micro varía la perspectiva y eso es lo que importa. Lo pequeño puede ser una forma de resistencia ante lo otro y ante el todo. Es la relación estrategia-táctica que forma el eje de los procesos de apropiación social y que habían sido enunciados por De Certeu en su libro El invento de lo cotidiano (1999). Lo uno es lo grande, es el todo; lo pequeño es lo múltiple, lo fugaz y lo fragmentario. Curiosamente estos tres últimos rasgos constituyen la naturaleza  de internet.

La Red forma el espacio por excelencia para la construcción de miradas minúsculas y múltiples, diversas e interconectadas que constituyen las nuevas miradas del siglo XXI. El proceso de apropiación queda en este caso en el eje de la sociedades del conocimiento donde la horizontalidad, la sed de intercambios, los movimientos reticulares que llevan a circular la información y abrir canales de comunicación son  estructurales.

Las cosmovisiones, el imaginario y los rituales, el telar, la medicina tradicional, la siembra, la comunalidad, el arte, y las prácticas de información y comunicación, entre muchas más de los pueblos originarios quedan inscritos en marcos de vida cotidiana y se constituyen como memorias ancestrales de gran valor y desconocimiento en el mundo contemporáneo. Cada una de ellas se articula para formar, a través de una enorme diversidad de lenguas que existen en México, los conocimientos indígenas. Su fuerza radica, precisamente, en lo inmensamente pequeño y en el valor de los saberes locales.

Los pueblos originarios de América se organizan al integrar cada uno de estos elementos a sus vidas y prácticas cotidianas forjando sociedades del conocimiento.  ¿Qué los lleva a avanzar de esta manera? Su organización milenaria en redes de intercambio y de carácter horizontal, su estructura comunitaria, el acceso a conocimientos tradicionales por la oralidad, o bien a través de su representación en textos,  imágenes fijas o en movimiento y redes sociales. Su potencial para crear redes de conocimiento panamericanas van de Alaska a Tierra del fuego (Gómez Mont, 2016).

Los pueblos indígenas

México es uno de los países con mayor diversidad lingüística en el mundo. En el país se hablan 68 lenguas indígenas, más 364 variantes dialectales. Las lenguas originarias son tan antiguas como sus culturas y poseen una fuerte base de transmisión oral. Algunas de ellas se empiezan a  escribir gracias a la flexibilidad que poseen los teclados de las computadoras para generar vocablos y su representación acústica desconocidos al mundo occidental y por lo tanto, imposibles de transferir al rígido teclado de una máquina de escribir.

Miguel León Portilla (2015) afirma que en el mundo se hablan de 6 mil a 8 mil lenguas, la mayoría de ellas en peligro de extinción. “A este paso en 50 o 100 años quedarán 300 lenguas en el mundo”. Sin embargo México es el país que más riesgo conlleva de perder esta diversidad lingüística, se pierde de manera paralela el conocimiento ancestral que cada una de ellas conlleva.

Durante siglos, hablar una lengua indígena en México era señal de desprecio y de atraso. Incluso hoy día es común no escuchar hablar lenguas indígenas por las calles de la ciudad de México a pesar de circular en ellas nahuas, purépechas, mixes, zapotecas, hñähñus y tantos más. Así como las lenguas han permanecido ocultas, sus conocimientos y saberes han quedado en un segundo plano pues están estrechamente unidos. Solo en años recientes y gracias a la autonomía que se desprende del proceso de apropiación de audios, videos e Internet emergen a la superficie algunos conocimientos pertenecientes a lo pueblos originarios.

La lengua en los pueblos indígenas es conocimiento pues cada una de ellas posee una estructura de pensamiento particular. Estos dos factores (lengua y conocimiento) a pesar del tiempo y del aislamiento evolucionaron y se modernizaron hasta tocar el siglo XXI. Natalio Hernández (2002) señala a este respecto: “ …es necesario hacer ver que toda lengua en cuanto a sistema de signos, es un manantial de simbolización, que abre camino a una pluralidad ilimitada de concepciones del mundo.” (p.26).

Los pueblos indígenas son grandes migrantes. Esta práctica ancestral los lleva a ser multilingües; la mayoría de ellos habla de dos a tres lenguas, además del español y/o del inglés. Si bien es verdad que los jóvenes están dejando de hablarlas, muchos de ellos se han dado a la tarea de estudiarlas, utilizarlas y modernizarlas en los medios digitales. Es común escuchar música de rock en maya, mixteco, tzotzil, zapoteco, zoque y ñhäñhu, escrita por ellos mismos y difundirlas a través de estaciones de radio comunitarias, YouTube o bien en CD.

El eje de su pensamiento se encuentra arraigado en una cosmovisión que es la propia de su cultura, de donde emanan una estrecha relación con la Madre Tierra, sus creencias y prácticas. Ésta parte de una armonía entre la Tierra y todas las formas de vida. Es una unidad de relaciones que explica la forma de ser y de comportarse de una cultura. La cosmovisión es pues un eje desde donde se explican diversas prácticas y es el eje también desde donde todas las prácticas sociales y culturales encuentran una interrelación y una explicación. La cosmovisión indígena no es una, puede haber tantas como pueblos y mentalidades indígenas hay.

Uno de los ejemplos más claros que hay entre la relación sagrada de una cosmovisión y las maneras de hacer, parte de la elaboración de los textiles en los mayas. Aquí se conjunta la visión de lo infinitamente pequeño (los bordados de punto de cruz). Hay diseños que datan del período Maya Clásico (A.D 200-900) en algunos huipiles que hoy día se tejen y se usan. Además del sentido clásico, se deja un espacio para la expresión personal de las tejedoras. Se entretejen así visiones antiguas con aportaciones innovadoras.

Este tipo de prácticas se reproducen en cada uno de los espacios que integran las maneras de pensar y hacer de las comunidades. De acuerdo a la práctica en cuestión, van a surgir los creadores de conocimientos que emanan de la múltiples fusiones que venimos relatando.

La cosmovisión se hermana con la lengua, el territorio y la Madre Tierra, pero también con la creación de identidad. En este rubro los medios de información y comunicación comunitarios desempeñan un papel fundamental pues en ellos se proyectarán diferentes tipos de saberes. Los medios digitales, además de la radio, serán un eje estructural desde el cual se va a crear conocimiento y difundirlo a través de sus redes.

Lo minúsculo en este caso vendrá dado por varios escenarios a través de los cuales se fundan sociedades multiculturales tendientes a expresar a través de los medios digitales sus identidades utilizando sus propias voces y recursos (Gómez Mont, 2010, p.8). Así, la apropiación de una tecnología va más allá de un simple “saber usarla”. Lo diminuto y los marcos de vida cotidiana insertos en concepciones propias del espacio tiempo van a caracterizar la generación de contenidos en los medios análogos ( la radio) y los medios digitales: audios, fotos, video e Internet.

Para comprender a las culturas indígenas hace falta partir de un punto fundamental: su concepción circular del espacio y del tiempo. Para ellos el tiempo es, como diría Braudel (1968), el tiempo largo, el de los grandes relatos, el de las conversaciones que duran varias jornadas e incluso, toda una vida. En sus prácticas cotidianas no hay una concepción lineal ni lógico racional. La vida, los rituales, la organización comunitaria y sus creencias quedan inscritas dentro de una cosmovisión que es particular a cada etnia.

Con la ciencia de lo pequeño aprendemos una manera de hacer, y de ver las cosas que puede conducirnos hacia mundos deseables. En un espacio como Internet las dos miradas se entretejen. Tenemos lo macro y lo micro. Las compañías más poderosas económicamente hablando y las prácticas sociales que se estructuran como una reacción-desviación y que gradualmente se hacen visibles.

Los pueblos indígenas proyectan con naturalidad, talento y fluidez sus prácticas a través de sitios Web, móviles, fotografía digital, video, audios y blogs.  Comparten archivos y desarrollan software libre, además de ser grandes usuarios de redes sociales. Diversos grupos de intereses se construyen de esta manera y se sostienen mutuamente, “ganan visibilidad y voces, presentan visiones y voces alternativas, comunican sus saberes (DIY). Es una manera de confrontar la cultura dominante de los medios, la política y el poder. Se trata de una nueva ecología de medios. (Lievrow, 2011) pero principalmente de una manera de sumar valor (capital social) a sus conocimientos.

Entre más pequeños y más diversos sean estos grupos, revolucionan con mayor agudeza la concepción clásica de la arquitectura de la información en la red.  De un dominio de la verticalidad, se pasa a una proliferación de la horizontalidad donde miles de agrupaciones sociales trabajan intensamente para forjar nuevas lógicas de intercomunicación comunitaria.

La percepción y metodología de trabajo cambia radicalmente. La unidad de análisis estará conformada por manifestaciones de lo pequeño desde donde se conforman un espacio y un tiempo particulares. Se trata de un trabajo de experimentación que requiere de un modo menor de conocimiento: el de la lupa. De lo distante a lo cercano, de lo acelerado a lo lento. Para lograr tal efecto hace falta una atención muy precisa, reducir o sustraer, estar atento a las ínfimas inflexiones, a los matices del pensamiento y de las emociones (Laplantine,2003,p. 11).

Conclusiones

La ciencia de lo pequeño, que ancla perfectamente en los procedimientos de apropiación social de la tecnología, logra forjar una nueva mirada que desde ahora se manifiesta a través de ciertas prácticas realizadas en gran parte por millones de usuarios. En el centro está la experimentación, su cuadro de acción parte de marcos de vida cotidiana donde lo colectivo o comunitario cobran una importancia fundamental.

Es un hecho, entonces, que la Web cada vez se expande con mayor rapidez hacia los países del sur, y que, en consecuencia, se van creando espacios y modelos de información y comunicación que son innovadores en sus modalidades de apropiación y de expresión; se trata en todos los casos de conglomerados que integran a las sociedades del conocimiento.

La ciencia de lo pequeño es significativa para América Latina donde domina una diversidad cultural que alimenta a una multiplicidad de miradas que derivan de más de 400 lenguas indígenas que se hablan en la región, además del inglés, el español y el portugués. A cada una de ellas corresponde la construcción de una mirada social y una estructura de pensamiento particular. Esta es la ciencia de lo pequeño, de lo minúsculo que se está constituyendo como una de las principales prácticas en Internet que tienden a forjar a las verdaderas sociedades del conocimiento.

Estos micro enlaces serán los que nos permitirán comprender cómo se teje la red de Redes y por lo tanto, cómo se lleva a cabo el proceso de apropiación de las TIC en los pueblos originarios de México y de América Latina.

A raíz de la complejidad que se descubre en cada una de estas prácticas resulta fundamental evitar hablar de Internet desde un discurso que suele caer en una simplicidad extrema y que señala enfáticamente que la Web está transformando al mundo. La realidad es mucho más compleja que esto.

La Web permite conectar a todos estos colectivos de expertos a fin de que intercambien sus conocimientos. Con la Red, su experiencia, antes dispersa, ahora se encuentra organizada y conectada. Este ciudadano puede producir y hacer circular informaciones que él mismo genera y descubre y que propaga por las redes a fin de impulsar la creación de conocimientos. Es en síntesis, una democratización de competencias, es finalmente, el proceso de apropiación de los conocimientos en Internet.

Referencias

Braudel, Fernand. (1968).La Historia y las Ciencias Sociales, Madrid, Alianza Editorial

De Certeau, Michel (1999). La invención de lo cotidiano. México, D.F. Universidad Iberoamericana/ITESO/Centro Francés de Estudios Mexicanos y Centroamericanos.

Echeverría, Javier.  (enero 2015) .De la filosofía de la ciencia a la filosofía de las tecnociencias e innovaciones, Revista CTS, No. 28, Vol.10,  (págs.. 109-119) recuperado de: http://www.revistacts.net/files/Volumen_10_Numero_28/FINAL/FINAL%20PORTUGUES/07Echeverria.pdf

Gómez Mont, Carmen (2010). La sociología de los usos. Una perspectiva en construcción desde la escuela francófona y anglófona en. Suárez, Rodolfo. Sociedad del Conocimiento. Propuestas para una agenda conceptual. México, D.F. UNAM.

Gómez Mont, Carmen. (2016). Redes indígenas y lógicas de construcción del capital social en internet en: Winocur, Rosalía y Sánchez, José Alberto (Coord.). Redes sociodigitales en México. Ciudad de México, FCE y Conaculta.

Gómez Mont, Carmen. (2016). La ciencia de lo pequeño o como aprender a develar lo invisible en las redes sociales digitales. Conferencia Magistral. Primera Jornada Internacional de Comunicación Digital “Apropiación de las TIC por parte de comunidades y ciudadanos”, Universidad Pontificia Bolivariana de Medellín.

Hernández, Natalio (2002). El despertar de nuestras lenguas, Ciudad de México, Editorial Diana/Fondo Editorial de Cultura Indígena.

Laplantine, François (2003) De tout petits liens.Paris. Faillard.

León Portilla, Miguel (2015) Video: El Templo Mayor en el pensamiento nahua, recuperado de: https://www.youtube.com/watch?v=qxvtE8MRGBk

Lievrouw, Leah (2011) Aternative and activist New Media. Cambridge. Digital Media and Society Series. Polity Press.

Olivé, León (2004) Interculturalismo y Justicia Social, México, D.F. Colección La Pluralidad Cultural en México, UNAM.

Von Hippel, Eric (1988). The Sources of Innovation. Oxford. University Press.

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