Formar maestros
La política en tacones
Por Pilar Ramírez
La situación de la educación mexicana es un tema multifacético, pero su debate tiende a la parcialidad, porque existe inclinación por señalar al gremio magisterial como el responsable de la mayor parte de los sinsabores educativos.
En cambio, el tema de la formación de maestros se mantiene un poco aparte cuando, en verdad, es allí donde se originan muchos de los problemas de la práctica docente que afectan irremediablemente al sistema educativo en su conjunto.
Han transcurrido 28 años desde que se decretó elevar la formación normalista a nivel de licenciatura, pero casi tres décadas no han sido suficientes; el sistema todavía se debate para lograr que su ubicación en la educación superior no sea sólo formal. Los cambios fueron lentos y no siempre hacia adelante. Sólo como muestra, en la Secretaría de Educación Pública, el sistema de normales continuó perteneciendo al ámbito de la educación básica por 21 años, hasta que en 2005 se creó la Dirección General de Educación Superior para Profesionales de la Educación, nombre feo y redundante, pero con la ventaja de que los normalistas tuvieron por fin su propia casa en el edificio institucional. Otro salto cualitativo fue la puesta en marcha del Programa de Mejoramiento Institucional de las Escuelas Normales en 2006 porque a su amparo se estableció solicitar a cada entidad federativa un plan para mejorar la educación normal, lo mismo que a cada escuela. A partir de la evaluación de estos planes —estratégicos para estar a tono con la moda académica adoptada por la burocracia— las autoridades federales asignan recursos a cada escuela y a la oficina que maneja a las normales en cada entidad.
Un enfoque curioso para mejorar el normalismo, porque se pone a competir a las escuelas y se le da más dinero a las más aplicadas, las que mejor hacen su “plan estratégico”. No a las que más lo necesitan. Así, en Veracruz, aunque las normales de Tlacotalpan o de Tantoyuca tengan más necesidades jamás recibirán tantos recursos como las normales de Xalapa. A pesar de lo anterior, este procedimiento significó un cambio fundamental porque con los recursos federales las escuelas mejoraron su aspecto físico, recibieron equipamiento informático, apoyos para la labor docente, se impulsó la investigación, se impartieron cursos a maestros y se adquirieron libros, entre otras cosas. La forma de gastar esos recursos no siempre ha sido la más inteligente, pero sin duda ha habido avances y así, en ocho años, las escuelas normales cambiaron mucho más que en los veinte años anteriores.
Los problemas sin embargo siguen. Las evaluaciones de Ceneval y el examen a que se someten los egresados para obtener una plaza tienen resultados muy pobres. En el último caso, como el sistema no quiere morder su propia cola no reprueba a los sustentantes, sólo señala que requieren nivelación académica, pues un egresado mal calificado para impartir clases en preescolar, primaria o secundaria puede hablar mal del desempeño académico de ese estudiante, pero miles de egresados con pobres resultados califican mal, sin ninguna duda, al sistema que los formó.
Desde hace años se discute cómo mejorar la formación de maestros y en este sexenio, el trabajo que desplegó la SEP para realizar la reforma curricular fue uno de los pocos aciertos de la administración. Realizó diagnósticos, sondeos y pidió opinión para que no hubiera quejas por el centralismo. Participó de manera relevante el investigador Ángel Díaz Barriga quien, además de brillante investigador es también maestro de educación básica y ha dedicado muchos años a analizar la situación educativa de nuestro país y en especial, la formación de maestros. Una de sus conclusiones más acertadas es que no había formación metodológica para los maestros. Es decir, los maestros no adquirían la formación teórica para situar y evaluar la educación con sus múltiples aristas ni su propia profesión, eran básicamente operarios de la educación, porque sólo aprendían procedimientos para impartir los programas de educación básica.
Echar a andar la reforma no ha sido una tarea sencilla y las resistencias abundaron. Ayudaron las inconsistencias de la propia SEP, pues su intención de extender la duración de las licenciaturas a cinco años, en lugar de cuatro, no se fundamentó adecuadamente y sólo se percibía como un camino para retrasar la exigencia de plazas magisteriales. Por eso debió dar marcha atrás en ese punto. Muchos de los que no abrieron la boca cuando se hicieron consultas, cerraron la mente cuando se dio a conocer la reforma y lo único que sabían de ella era que no la querían. Uno de los argumentos que escuché es que no se le había dado oportunidad a los planes de estudio anteriores para mostrar si servían o no. Si alguien en la OCDE, a la vista de los resultados de México en las evaluaciones PISA, hubiera escuchado a esos maestros, todavía estaría riendo a carcajadas.
La resistencia a esta reforma en Michoacán no tiene forma de propuestas, de argumentos o de planes alternos. Para evitarla se toman casetas y secuestran vehículos particulares y de transporte público en lugar de señalar por qué no les parece pertinente el nuevo plan, por qué les parece inapropiado aprender inglés o qué sentido tiene postergar un año la adopción de la reforma. De nueva cuenta, lo único que saben es que no les gusta.
El nuevo plan de estudios subsana muchos problemas de los planes de estudio anteriores. Ofrece a los estudiantes más herramientas conceptuales sobre su profesión, incluye el estudio del inglés pues el desconocimiento de un segundo idioma en nuestro mundo globalizado es un nuevo analfabetismo, está pensado por áreas formativas y no descuida el entrenamiento para el manejo de contenidos. Diría que el plan, parece confundir el concepto de comunicación con el aspecto instrumental de las tecnologías de la información y la comunicación, pero si se analiza en lo general se le puede otorgar un voto de confianza en que mejora la formación de los maestros.
Yo, que celebré la irrupción del Yosoy132 como agua fresca y cristalina en el pantano de conformismo juvenil, lamento las posturas que genera la falta de reflexión y el uso político de los asuntos educativos, como el de Michoacán, que es el que saltó a los medios, pero no es el único que rechaza la reforma. ¿Por qué los normalistas michoacanos se quieren reunir con el gobernador si la atribución para regular la educación normal es de la Secretaría de Educación Pública? ¿El vandalismo contribuye a argumentar el rechazo a un plan académico? Todavía está fresco el recuerdo de las muertes lamentables en el desalojo de los estudiantes de la Normal de Ayotzinapa. Quienes promueven la protesta colocan a los estudiantes en situación de riesgo al alentar la comisión de delitos. Más que revisar la pertinencia de la reforma curricular es necesario lidiar con los otros intereses ajenos al tema académico involucrados en la protesta y para ello lo primero es confrontarlos. La educación normal tiene todavía muchos problemas por resolver, esperemos que no se le agregue otro de manera artificial.
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Tacón bajo.- A propósito de escuelas normales, ¿por qué la Benemérita Escuela Normal Veracruzana utiliza los recursos federales que le proporciona la SEP a través de PEFEN para renovar sus auditorios y después beneficia a particulares alquilando esos espacios para espectáculos no de dudosa calidad sino, con certeza, de pésimo gusto como el de Polo Polo? Ojalá que los evaluadores de la educación superior ignoren la elección de los espectáculos a los que da cabida esta institución.
ramirez.pilar@gmail.com
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