Canal televisivo para Iberoamérica
Mariano Cebrián Herreros
La VIII Conferencia Iberoamericana de Cultura en la que participaron 18 países integrados en la Organización de Estados Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura (OEI) aprobó en Córdoba, España, la Carta Cultural del Mundo Iberoamericano y la creación de un canal televisivo cultural que serán presentados para su ratificación en la XV Cumbre Iberoamericana de Jefes de Estado y de Gobierno que se celebrará en Salamanca los días 14 y 15 de octubre de este año.
La Carta Cultural tiene el objetivo de promover la cultura común de los países integrados y además impulsar la diversidad de cada uno de ellos. Es un planteamiento de viva actualidad en las grandes organizaciones internacionales, dentro de cada país e incluso en unidades territoriales más pequeñas. Se reclama una armonización del fomento de lo común con la protección, respeto y apoyo recíprocos a lo diverso. Se promueve la diversidad cultural no como un estallido de la unidad cultural de un país, sino como un enriquecimiento para los ciudadanos. No obstante, a veces se hace tanto hincapié en lo diferente que se corre también el riesgo de borrar o relegar lo común que une a todos y que sustenta su identidad.
Iberoamérica presenta múltiples afinidades culturales que son las que dan una cohesión y un entendimiento de todos. Pero ello no tiene que eliminar las diferencias y peculiaridades de cada uno de los países. Es más: lo diverso no debería sólo ser potenciado por cada país en particular, sino también recibir el apoyo de los demás. Resulta benéfico unirse para el desarrollo de los elementos comunes, pero asimismo es necesario el refuerzo de los demás para el impulso de lo específico. La cooperación de países reclama una comunicación permanente para el trasvase de necesidades y soluciones entre todos los implicados.
En este caso, la cultura se contempla como un motor de lo social y lo económico. Tradicionalmente ha sido a la inversa, es decir: lo social, político y económico eran los ejes fundamentales del desarrollo, y la cultura la guinda que coronaba lo anterior. El planteamiento de la Carta es original y plausible al proponer la cultura y la educación como impulsores de la innovación y el desarrollo de los pueblos.
La cultura es una necesidad vital como ha declarado la ONU y es alimento del pluralismo, de la cohesión social, del desarrollo sostenible, de la identidad de la comunidad y, en suma, un fermento de la democracia. Frente a tendencias de homogeneización debe fomentarse el multiculturalismo en libertad para la implantación de la tolerancia, la igualdad y la paz.
La potenciación de una política cultural común servirá para las estrategias de relaciones con otros países, para ampliar como grupo homogéneo, a la vez que diverso, los contactos, negociaciones y cooperación internacionales y para fortalecer las propuestas afines ante otros foros de grupos también de cultura común. Este es el caso, por ejemplo, de las relaciones entre Iberoamérica y la Unión Europea. España y Portugal son, además, miembros de la Unión Europea y pueden actuar como trampolín de las relaciones entre ambos consorcios de países.
Además de la aprobación de la Carta, la reunión de Córdoba firmó la propuesta de crear un canal cultural de televisión cuya programación tenga como objetivo la difusión de la cultura y ciencia desarrolladas en Iberoamérica para todos sus países miembros.
Cultura y comunicación forman un binomio inseparable. Todo proceso comunicativo es un hecho cultural y todo acto cultural encierra una dimensión comunicativa. No tiene que sorprender, por tanto, que se quiera vincular la firma de una Carta Cultural con otra de un canal televisivo cultural. Será una simbiosis que enriquecerá ambos objetivos. La Carta podría servir de marco del canal, y a la vez el canal sería el promotor de las vinculaciones culturales de los países firmantes. Es el fomento de una industria cultural que impulse la creatividad y a la vez que cree un mercado con capacidad para hacer frente a otros externos como el de Estados Unidos que ya cuenta con una penetración copiosa en Iberoamérica.
La pretensión es generar una industria cultural propia y permanente para cubrir las necesidades internas y además expandirse en los mercados internacionales dentro de una competitividad con mayor igualdad. Para ello se requiere un marco común con una organización potente con objeto de contrarrestar las ofertas de otros países. La unidad lingüística del español y del portugués permitirá congregar fuerzas y ampliar los mercados a todos los países integrados y a otros externos.
El planteamiento global de la Carta quedaría de este modo plasmado en un proyecto concreto que aplique el espíritu y los objetivos de la misma en una acción conjunta para beneficio de todos. Un canal iberoamericano de cultura reforzaría mantener diariamente conectados a los diversos países en un intercambio de producciones de lo que cada país quiere mostrar al resto y, además, participar en producciones comunes que traten de resaltar aquello que une a todos. Esto sí sería una manifestación de cooperación, de conocimiento mutuo y de apoyo de todos para un fin común.
México, Brasil y España son los principales promotores de tal canal. México cuenta con un modelo, el Canal 22, que puede servir de orientación para la programación del nuevo. España dispone de diversos canales temáticos vinculados en algunos casos con la cultura y podría aportar sus producciones. Brasil presenta una oferta amplia y una capacidad importante de producción de programas culturales. Pero sólo la acción mancomunada es la que añadiría la fuerza y cohesión suficientes para el arranque y mantenimiento del canal.
La emisión del canal por un satélite que cubra toda Iberoamérica como el Hispasat permitiría el enlace permanente para una programación difundida según los diversos horarios de los países. La cobertura de este satélite no se quedaría circunscrita a la comunidad iberoamericana, sino que además cubriría Europa y parte de Asia para explorar otras vinculaciones y llevar Iberoamérica a Europa y viceversa.
Tanto la Carta como el canal cultural deben afrontar dos situaciones concretas: las relaciones con el canal educativo ya existente, Canal Educativo Iberoamericano, dirigido por la Asociación de Televisión Educativa Iberoamericana (ATEI) y nacido también de un acuerdo de las Cumbres Iberoamericanas, y la financiación. Son dos cuestiones que será necesario aclarar previamente.
La creación de otro canal dedicado a la cultura, además del canal educativo en pleno funcionamiento, requiere definir y diferenciar los objetivos de cada uno. Se trata de contenidos bastante afines. De hecho, la programación de ATEI incluye con frecuencia programas totalmente inclinados hacia lo cultural. ¿Será preferible mantener dos canales separados tanto en la organización como en la programación y difusión, como parece que se pretende, o será mejor unirlos?
La propuesta de dos canales diferentes con organización, programación y emisión diferentes requiere la duplicación de recursos humanos, técnicos y económicos. La unión de ambos en una unidad integradora de todas las funciones daría una mayor coherencia y mejor explotación de las sinergias que pueden establecerse entre ambos contenidos. Esto podría efectuarse mediante la creación de dos grandes bloques en dos franjas horarias separadas. El empleo del mismo canal satelital como Hispasat, utilizado ya por ATEI, para difundir los dos grandes bloques potenciaría más ambos proyectos.
Es más: el canal de ATEI cuenta con una experiencia de vanguardia en la estrategia de unir varios sistemas de difusión para hacer llegar la programación a públicos más amplios y de manera diferente. La convergencia del satélite y de Internet para la difusión de televisión, radio y cualquier otro mensaje escrito es una práctica cotidiana que viene desarrollando y de la que se derivan unas enormes posibilidades de refuerzo de mensajes, diversificación de accesos y conjunción de la potencialidad de cada uno de los sistemas convergentes. No es sólo la suma de la acción de estas tecnologías y medios sino la posibilidad de otras creaciones integradas y potenciadas por la unión de todos.
El mayor riesgo para la implantación de la Carta y del canal es la carencia de una financiación fuerte y clara. El canal de ATEI sobrevive gracias al esfuerzo humano de sus dirigentes y trabajadores y a la aportación económica de algunos de los países miembros ya que los demás apenas contribuyen. Estamos ante una comunidad muy variada con países que no podrán aportar prácticamente nada al presupuesto y, por tanto, el costo tendrá que recaer en los demás. Sería una cooperación solidaria, pero para cubrir las necesidades habrá que saber qué países están dispuestos a contribuir realmente. No es una cuestión de firmas ni de imágenes con la aprobación del canal sino de voluntad política y de esfuerzo económico. De lo contrario, el nuevo canal apenas podrá sobrevivir o desarrollarse en una precariedad que pondría en grave riesgo sus objetivos y su propia existencia.
Catedrático de la Universidad Complutense de Madrid. Correo electrónico: marceb@ccinf.ucm.es