Vivir para reportear

Implicaciones, pautas y experiencias

¿Qué implica ser reportero y cuáles atributos ha de conjugar su perfil idóneo?  Considerado por algunos como soldado de la información, el reportero vive para dar cuenta de los hechos y los dichos relevantes en el entramado social y político.  De su ajetreo obsesivo y puntual depende el resto de la maquinaria periodística, pues el producto de sus afanes constituye  la  fuente nutricia del resto de los géneros informativos y de opinión.

para ello precisa correr tras el reloj, testimoniar el suceso, escudriñar el momento, capturar la fugacidad de la palabra hablada, traducir lo indescifrable, rastrear el detalle, intuir la nota, aventurarse en lo desconocido, compenetrarse en aguas turbulentas, entrometerse adonde no es invitado…

En la figura prototípica del reportero es posible encontrar el recelo y la suspicacia del detective, la comprensión observadora del antropólogo, la amable agudeza o disección humana del psicólogo, el afán aleccionador del maestro y la comprobación incansable del científico.1

Ser reportero supone considerar tres veneros para su evolución como profesional, sugeridos por Ryszard Kapuscinski:

1)        Los viajes. El reporterismo es una expedición infatigable rumbo al descubrimiento, lo cual requiere curiosidad, planeación y hambre por aprender.

2)        La gente. Quienes pueden apoyarnos en esa aventura exploratoria son las mismas personas del entorno reporteado: sus voces, experiencias y conocimientos pueden marcar la diferencia. Por ello resulta imprescindible guardar respeto por los demás hombres, por su dignidad y su valor.

3)        La lectura. Buscar, seleccionar, leer y marcar todo tipo de textos que versen sobre el tema investigado es una obligación del reportero. Libros, documentos, cartas, revistas, periódicos, la internet, papeles personales…: todo eso y más constituye material insoslayable de lectura.2

Un dodecálogo

Para trazar un perfil más completo sobre lo que significa ser reportero, pensamos que conviene apelar a la experiencia y reflexiones de diversos periodistas e intelectuales de ayer y hoy, gracias a lo cual proponemos una especie de dodecálogo reporteril:

1.         El reportero político es el historiador de lo inmediato: Gabriel Peri.

2.         El reportero tiene bases permanentes en su trabajo: el apego a la verdad, como responsabilidad de conciencia; el servicio a la colectividad, como responsabilidad social; y el compromiso de los requisitos técnicos, como responsabilidad profesional: Horacio Guajardo.

3.       El reportero nunca termina de hacerse. Nuestro perfeccionamiento es brega cotidiana. Hasta el último día de nuestra existencia estaremos transformándonos: Manuel Buendía.

4.       Los reporteros se hacen en la universidad de la vida y es ahí donde logran su maestría en el conocimiento y la cultura, y su doctorado en la calle, entendiendo la humanidad que los rodea: Gabriel García Márquez.

5.         El reportero debe sentir el suceso, vivir la noticia, como se dice en las redacciones; debe compenetrarse cordialmente con la situación y asimilar el estado anímico, moral y emocional del héroe o de la víctima. Si no se compenetra en estas cosas, sus reportajes serán fríos, especulativos y no conmoverán ni interesarán a las masas: no tendrán fuerza periodística: Jesús David Jáquez.

6.         Un reportero debe tener la compulsión interna para escribir. De otra manera no existe: Ryszard Kapuscinski.

7.         Los reporteros gráficos o fotógrafos somos como soldados: uno debe tener su arma limpia y estar siempre listo para disparar: Pedro Valtierra.

8.         El reportero es un artesano de la pluma al servicio de la información, sin otra preocupación que la de contar, del modo más objetivo, completo y veraz, cuanto acontece y sea digno de ser comunicado: Gonzalo Martín Vivaldi.

9.         El mérito del reportero diario consiste en tener olfato para buscar un ángulo novedoso de la noticia; poner en contexto los hechos; contar con un buen directorio de fuentes; permanecer bien informado y actuar con prontitud: Gerardo Reyes.

10.       Ser reportero implica ser una persona singular y admirable. Significa ser alguien curioso y vivaz que no se permite saber nada hasta que no lo averigua por sí mismo y comprueba por lo circundante el qué, el quién, el cuándo, el cómo, el dónde, y el porqué. Desconfiado, escéptico, ágil, osado, es un irrefrenable correo del zar y no atiende más razones que las encomendadas en su absurda vocación de comunicador: Raymundo Riva Palacio.

11.       El reportero ha de ser diligente, sin ser entrometido; penetrante, sin ser ofensivo; persuasivo, sin ser engañador; perspicaz, sin ser adivino; escrupuloso, sin ser pedante; escéptico, sin ser cínico confirmado; minucioso, sin ser taquígrafo; cauto, sin ser valiente; firme en su propósito, sin ser alegador; de buenos modales, sin ser obsequioso: John Hohenberg.

  1. El reportero es un tipo que tiene que estar cerca de la gente, no delante de ella. Debe caminar con las personas, conocer sus problemas, volar bajo para conocerlas y después volar alto para describir qué es lo que pasa: Carlos Ferreira.

Anecdotario

Pocas son las ocasiones en que los reporteros se dan la oportunidad de mostrar las luces, sombras, trasfondos y peripecias de su faena profesional y donde eventualmente se develan las implicaciones del ser reportero.

El anecdotario del periodismo quizás es muy nutrido, pero gran  parte de su memoria corre de boca en boca. Entre los libros que recordamos cuyo asunto central es justamente el oficio reporteril, están Memorias de un reportero, de Roberto Blanco Moheno; Periódicos y periodistas, de Salvador Pruneda; Corresponsales de guerra, del cubano Fernando Pérez Valdés; Historias de periodistas, de Juan Ibarrola; Reportero de policía, memorias del Güero Téllez escritas por Ramón Garmabella; La terquedad del Izote, crónica de la voz de Radio Venceremos, de Enrique Consalvi; La cámara fue mi testigo, de Carl Sorensen; Yo corresponsal de guerra, de varios reporteros mexicanos enviados a Centroamérica; los libros de Julio Scherer, aunque la perspectiva no es propiamente la de un reportero: Los presidentes, Poder: historias de familia  y Estos años; El camino del reportero, de Manuel Mejido; Territorio comanche, de Arturo Pérez Reverte; Despachos de guerra, de Michael Herr; De reporteros, testimonios compilados por Miguel Ángel Sánchez de Armas y por quien ésto teclea; Entre periodistas, de Bertha Hidalgo; Atravesando fronteras, de Jorge Ramos Ávalos; y Bitácora de guerra, que reúne varios testimonios de reporteros de Televisa.

Las anteriores son obras de las cuales podemos extraer no sólo entretenidas anécdotas, sino también experiencias de vida y variopintas o curiosas propuestas reporteriles.

Dos historias dos

La vida periodística está llena de historias apasionadas, impactantes o conmovedoras como las que a continuación rescatamos:

Irma Lombardo en su libro De la opinión a la noticia describe los primeros métodos para la obtención de noticias en el siglo XIX. Sucede que Ángel Pola Moreno, pionero del reporterismo mexicano, y Federico Mendoza Vizcaíno deciden fundar El Noticioso cuyo primer número porta un aviso de primera plana que dice: “Se compran noticias”. De esa suerte, comenzaron a recibir la visita de numerosas personas, de diversas clases sociales, vendiendo noticias de diferente índole e importancia.

[Cierta vez], se presentó un pelado, envuelto hasta las narices en su cobija, y con un bulto en las manos, oculto a la altura del estómago.

—Patrón, traigo una noticia. ¿Cuánto me dan por ella?

—Pues hombre… depende de la importancia. Diga usted.

Y el pelado, con la mayor sangre fría del mundo, se dirigió a una mesa, apartó su cobija, abrió las manos y dejó caer sus propios intestinos…

En una esquina, sin darse cuenta quién, le habían propinado una soberbia puñalada.3

Manuel Buendía recuerda una emotiva anécdota cuando era director de La Prensa. Tenía un equipo espléndido de reporteros y fotógrafos, pero había uno de ellos cuya capacidad aún no quedaba demostrada. Ocurrió  entonces una tragedia: en el sur de la ciudad, un tanque de gas había sufrido un desperfecto y se temía que explotara. Como aquella tarde no había nadie más, ese joven fue a cubrir gráficamente el hecho. Al llegar, las casas vecinas habían sido invadidas por una gigantesca y ominosa nube de gas. La gente huía despavorida. Los bomberos luchaban desesperadamente por cerrar la válvula que dejaba escapar el gas. Los fotógrafos de otros diarios captaban los hechos con telefoto, menos aquel joven quien, aunque los tragahumo le decían que se retirara, seguía disparando su cámara una y otra vez.

En las fotos, los bomberos se ven en una niebla maligna. Pero eso no le importaba al muchacho: se cubría boca y nariz con un pañuelo… Y continuaba tomando fotos.  De pronto, la chispa inevitable cimbró tierra, paredes y cristales. Hubo más de 30 muertos. Al enterarse, Buendía corrió al hospital donde se encontraban las víctimas. Recuerda textualmente Don Manuel:

Ennegrecidos cuerpos. Jirones de piel colgando de brazos levantados al cielo como en súplica. Rostros tumefactos. Torcidas bocas por las que apenas podían salir gritos de agonía. Recorrí la fila tratando de descubrir a aquel muchacho. Pasé junto a él y no lo reconocí. Así de hinchado estaba. Entonces él me llamó: “Señor, soy yo”. Volví. Nos miramos. Yo no podía hablar. Me di cuenta de que empezaba a sacudirme un temor irremediable. Desde el fondo de su horrible máscara trató de sonreir y me dijo:

“La explosión me arrancó el saco, pero no solté la cámara. Se la dí al agente del Ministerio Público. Pídasela. Creo que hay buenas fotos para la edición de mañana”.

Aquel hombre sigue en el mismo periódico. Y cada vez que nos vemos en la calle o en una ceremonia, abrazo a un hombre de nuestra profesión. Sigue siendo el mismo muchacho tranquilo, modesto y sonriente. Pero aunque él de nada alardea, entre los reporteros y fotógrafos todos sabemos de dónde provienen esas cicatrices que lleva en el rostro y las manos.4

Notas

1) Martínez Omar Raúl, “El periodista”, Revista Mexicana de Comunicación Núm. 78, Noviembre-Diciembre 2002.

2) Véase Kapuscinski Ryszard, “El arte de reportear”, El Universal, 15 de noviembre de 2003.

3) Lombardo Irma, De la opinión a la noticia, Ediciones Kiosco, México DF, 1992.

4) Buendía Manuel, Ejercicio periodístico, Fundación Manuel Buendía, México DF, 2003.

Director de Revista Mexicana de Comunicación, presidente de la Fundación  Manuel  Buendía  y profesor de periodismo en la FES Acatlán de la UNAM.

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