El libro en la era digital
Más allá de las ambiciones de Google
La iniciativa de Google por digitalizar libros y formar una biblioteca universal no deja de ser interesante por múltiples razones: crear un soporte digital ante la posible amenaza de desaparición de una biblioteca completa –como sucedió con la de Alejandría–, transferir a un soporte nuevo la memoria impresa en libros de la humanidad y, entre otros puntos, establecer una plataforma desde donde se puedan leer libros a bajo costo.
Carmen Gómez Mont
Sin embargo, la digitalización de los libros va más allá que esta primera aproximación. El presente artículo tiene como objetivo desentrañar aquellas bondades y riesgos que implica la transferencia de una cultura como la escrita a soportes digitales, pues no se trata de una simple migración sino de la puesta en riesgo de una estructura de pensamiento que ha amparado a Occidente (1957) y a buena parte de las culturas del mundo que se han proyectado a través de impresos.
Roger Chartier, uno de los más reconocidos expertos que ha analizado las diversas evoluciones de la escritura junto con sus soportes, se pregunta hasta dónde las ambiciones de Google pueden constituir no sólo un riesgo para el libro como objeto y soporte, sino para una estructura de pensamiento que ha sido el principal sustento de la cultura Occidental durante siglos.1
A fin de responder a algunas de las inquietudes que dan pie a tal reflexión hay que detenerse ante las siguientes interrogantes:
¿Es lo mismo leer en un libro que en pantallas electrónicas? Hay quienes dicen que no, y quienes dicen que sí. La radical diferencia entre ambos puntos de vista podría partir de una práctica: los que saben leer y aquellos que navegan por una lectura pero que no lo hacen a fondo.
¿Leerán mejor los estudiantes por el simple hecho de tener sus materiales de lectura en línea? Christine Rozen en un artículo –“People of the Screen”– destaca los diferentes significados que derivan de la lectura en un medio impreso y de la lectura en línea al argumentar que nunca será lo mismo.2 En este principio, los docentes pueden estar de acuerdo o no según su formación en Literatura Universal; sin embargo, para los estudiantes y usuarios intensos de las tecnologías3, dichos argumentos no representan realmente ningún riesgo.
La lectura en libros es secuencial y explota fundamentalmente un discurso lógico-racional. Conforma la visión íntegra de un autor, de un pensamiento, de una manera de argumentar. La lectura es uno de los mejores maestros que forma un pensamiento analítico y en consecuencia un pensamiento crítico. Por esa razón incide en la longitud de las neuronas4, su estructura, sus interconexiones y de ahí la misma configuración del cerebro.5
A este factor se suma la posibilidad de escribir manualmente, que es otro de los potenciales que se vienen perdiendo a raíz de la llegada de las TIC a los espacios de estudio o profesionales.
No hay duda de que hay una profunda conexión entre el movimiento de la mano y la formación de neuronas; la escritura es una de las prácticas que nos llevó más tiempo al iniciar la formación escolar, precisamente por eso. Porque no se trata de una actividad que va de la mano al papel, sino que los movimientos motrices se relacionan con la formación de un lenguaje, el escrito, dentro del cerebro. Dos son, entonces, las actividades que actualmente los usuarios de las TIC tienden a abandonar: la escritura manual y la lectura en materiales impresos.
De acuerdo con Christine Rozen, la lectura impresa no puede transferirse a la pantalla sin implicar ciertos cambios pues se trata de un soporte electrónico que está configurado para realizar actividades de interactividad y de navegación a fin de localizar informaciones de manera muy rápida. Nada más coercitivo que tener que permanecer inmóvil –sin navegar– durante una hora ante la lectura de textos planos originalmente concebidos para libros. Sí, hay que leer la Divina Comedia de Dante en pantalla siempre y cuando se convierta a principios de hipertextualidad e interactividad, pero antes hace falta haberla leído en libros, en su dimensión original. Una y otra no cumplen con la misma función, pero se complementan.
Rozen señala que cada tecnología y/o lenguaje es expresión de una cultura y un potencial para su transformación. Cada uno de los soportes que ha acompañado a la humanidad hasta el momento no deben contemplarse como simples objetos de deshecho en riesgo de desaparecer, una vez que llega uno nuevo. Cada uno de estos factores conlleva –en su configuración y en sus contenidos– usos y significados desde donde se da una nueva estructura al pensamiento. Así por ejemplo, los códices creados por las culturas prehispánicas poseen una estructura de la información totalmente diferente de la que posee un libro del Siglo XVI. El reto es contar con los elementos para descifrar ambos y poder leerlos, comprenderlos, asimilarlos. Más que de sustituciones, debe de hablarse en todo caso de complementariedades.
Rozen afirma que la lectura en una pantalla electrónica es totalmente diferente a la de un libro porque mientras una es secuencial y realizada de izquierda a derecha, la de la pantalla tiene una distribución en F en la cual la mirada intenta localizar dónde se encuentran los núcleos informativos más importantes: se busca la información estratégica y se extrae. En este último caso no se considera el contexto general del libro, su totalidad ni mucho menos la visión íntegra de quién lo escribió.
Una de las grandes preguntas que giran en torno a la revolución informativa radica en saber qué hacen los estudiantes con la información que encuentran en Internet. ¿Qué hay más allá del copiar y pegar, del chat y de la navegación?
No hay duda de que la localización de datos por Internet lleva a los jóvenes usuarios a rastrear e integrar la información en forma de mosaicos; el problema es que éstos están aislados entre sí, sin interrelaciones complejas y por lo tanto poco aplicables a la realidad; aún no se encuentra la función informática para interconectarlos y conformarlos como un universo de ideas o argumentos en sí. La débil argumentación que desarrolla gran parte (no todos) de los estudiantes son la mejor prueba de ello. Y no se trata de satanizar un medio contra otro, sino de elucidar el potencial que cada uno de ellos posee para el desarrollo de facultades mentales que es lo que finalmente importa.
Se crea así una nueva brecha entre quienes leen libros y quienes no. Incluso se ha demostrado que las clases económicamente menos favorecidas leen libros con más frecuencia que aquellos que cuentan con computadora e Internet en casa. Esto sin olvidar que en México el índice de lectura por habitante es bajo. En 2008, 50% de los jóvenes de 15 años se ubicó en niveles de cero y uno, de acuerdo con la OCDE.6
Los mismos estudiantes reconocen que sus prácticas de lecturas son «diversas, volátiles, y mezcladas unas con otras». Una vez pasado el examen y terminado el semestre, tienen dificultades para recordar autores y conceptos, y también para crear conocimientos indispensables en la transformación de sus diversas realidades.
¿Cómo leen y cómo piensan los jóvenes de hoy, de México y del mundo? Sus prácticas son multimediáticas. Tienen abiertas diversas pantallas: celulares, messenger, Facebook, más el texto que deben obligadamente leer. Ellos mismos confiesan que al realizar tareas de esta manera les lleva mucho más tiempo, que dedicarse a una sola actividad a la vez; pero en cambio les proporciona mayor satisfacción. Como ellos dicen: “Es más divertido así, que sentarse en una biblioteca frente a un libro durante horas”.
Esta forma de interactuar genera cambios en su forma de hablar porque hablan en hipertexto, es decir: su conversación y formas de razonar los hacen dar saltos en las ideas, de la misma manera que lo hacen a través de un cursor. Al no leer o establecer contacto con espacios donde el discurso se estructura a partir de escenarios más complejos, la argumentación declina.
¿Editor de la cultura impresa del mundo?
El ingreso de Google no podría verse aislado de tal contexto porque es de él como brota la idea de digitalizar millones de libros con el riesgo de que la práctica que caracteriza a la lectura en libros sea gradualmente abandonada.7 Algunos jóvenes confiesan en la actualidad que todavía leen por nostalgia.
Recientemente en la Feria del Libro de Frankfort, la más reconocida a nivel mundial, Google anunció que desarrollaría una plataforma para la venta de libros: un sistema de distribución que denominaría Ediciones Google e implementaría a partir de una inmensa multitud de acuerdos con casas editoras.
Google ingresó al negocio con una referencia importante: en el 2005 lanzó Google Books al lograr acuerdos con las grandes universidades de Estados Unidos y de la Unión Europea a fin de distribuir sus libros en la Red. El gigante estadounidense cuenta hoy con más de siete millones de obras en su buscador y un público ávido por poseer estas referencias, aun si no las han leído o nunca las leerán.
La idea de llevar todos los libros del mundo a todos los seres del planeta es una utopía largamente construida. Como bien señala Roger Chartier: “El acceso universal a los saberes y a la belleza”.8 Es decir, la posibilidad de que cada ser humano pueda contar con los libros más importantes de la cultura mundial, donde quiera que se encuentre. Ante ese noble ideal, como señala el mismo Chartier, surgía un segundo hecho:
Satisfacer la potencial demanda de libros a nivel planetario, pero sacando provecho, lo cual no era lo mismo que poner a disposición de la humanidad una biblioteca universal.9
La iniciativa de Google ha levantado un debate muy arduo entre círculos académicos del mundo al cuestionarse hasta dónde se puede llegar con un negocio que acusa ser muy ambicioso.
Veamos primero en qué consiste el proyecto: a) la iniciativa editorial se lanzaría a fines de 2009 o principios de 2010 en Estados Unidos e Inglaterra, y después en más diez países; b) podrán participar autores, editores y libreros ofreciendo obras que se descargan digitalmente; c) la lectura de cada libro se hará en computadora, celular, Internet e incluso en televisor.
¿Cómo se lleva a cabo tal negociación? El editor cede un libro físico o en pdf a Google, que lo digitalizará pasándolo después a un servidor del editor, de un librero o del mismo Google. Así, el gigante de California ganaría 15% por libro si lo vende a través de un editor y 37% si lo comercializa directamente.10 Quien compre el libro podrá marcarlo, cortar y pegar hasta 20% del contenido. A través del ISBN de la obra y de su cuenta se sabrá todo lo que hace el usuario con el libro y si cumple con las normas establecidas.
Uno de los puntos más críticos en torno al debate que surge ante Google deriva del poder que adquiere el buscador al hacerse de libros concebidos como huérfanos, es decir: que no han sido nuevamente editados pero que están protegidos por el copyright. Esto se debe en muchos casos a que sus editores ya no existen.
Sin embargo, los dueños de Google pregonan a diestra y siniestra las bondades de su empresa: democratizar la información, hacer accesibles los libros inaccesibles editorialmente hablando, retribuir a autores y editores, y favorecer una legislación sobre los libros huérfanos, hoy día sin editor. Pero sobre todo: asegurar así la obra impresa de cualquier desastre que pueda acontecer en una biblioteca.
Experiencias
Google no ha sido el primero en formar bibliotecas digitalizadas. Las grandes bibliotecas del pensamiento universal y las universitarias tuvieron las primeras experiencias. Esta tarea se ha hecho con sumo cuidado posibilitándose para el usuario el acceso a través de una pantalla luminosa a obras de arte que en caso contrario sería imposible ver. Actualmente, el catálogo es inmenso y puede consultarse de manera gratuita.11
Uno de los casos más significativos es el de la Biblioteca Nacional de Francia que ha llevado a formato digital las grandes obras del pensamiento francés. Lo único malo es que el Acuerdo, como la mayoría de las iniciativas relacionadas con la digitalización de libros, se realizó con el mismo Google antes de que el gigante incursionara en la edición y difusión de los mismos, o sea, que viera el negocio. Este proceso permite la digitalización de obras de valor universal que pueden ser apreciadas en cada uno de los recintos o en línea. Las discusiones entre ciertas bibliotecas de reconocido valor y Google son inmensas, por lo que a partir de este nuevo contexto representa. Roger Chartier afirma:
La apropiación privada de un patrimonio público, puesto a disposición de una empresa comercial, puede parecer como un shock.12
Los acuerdos previos realizados por Google con las bibliotecas ha originado que dicha empresa cuente con una digitalización de más de 10 millones de libros, queriéndolos comercializar a pesar de contar con derechos de autor. Frédéric Mitterand, ministro de Cultura en Francia, señala que ese tipo de acuerdos tienen que llevarse a cabo en un clima de independencia nacional absoluta y de protección de derechos de autor.
Todo ello se relaciona con la identidad, con la memoria colectiva y con ciertos valores que van más allá de los aspectos técnicos.13
México ha hecho esfuerzos notables. Aquí cabe destacar la Biblioteca Cervantes Virtual14, donde se ha colocado lo mejor de su literatura, al igual que lo han hecho gran parte de los países de Iberoamérica. Incluso acaba de firmarse un convenio de colaboración entre la UNAM, Banco Santander, la Universidad de Alicante con la Cervantes Virtual para crear la Biblioteca Virtual de las Letras mexicanas.15
La UNESCO y otras instituciones se han preocupado por formar otras opciones menos riesgosas y desde donde se defienden mejor los derechos de autor. Por ejemplo, la Biblioteca Digital Mundial.16 En este caso se trata de un sitio de Internet gratuito (http://www.wdl.org) que propone una selección de documentos provenientes de fondos digitalizados de las grandes bibliotecas del mundo.17 Se puede navegar en siete lenguas (inglés, árabe, chino, español, francés, portugués y ruso) y propone contenidos en 40 lenguas. James Billigton señala que esta biblioteca no compite con otras sino que se distingue por su selección multilenguas, y por la selección cuidadosa de documentos que se ponen en línea.
Si bien las bibliotecas locales o nacionales pueden estar en contra del crecimiento del gigante de la edición, les resulta imposible en la mayoría de los casos prescindir de sus servicios ya que el proceso de digitalización de un libro es muy costoso.
Los verdaderos enemigos de Google
Recientemente se formó una coalición en Estados Unidos, conocida como Open Book, que cuestiona el proyecto de Google. Entre sus integrantes están Amazon, Microsoft y Yahoo. Apple aún no ha dejado escuchar su voz. ¿Será capaz de crear el iTunes del libro?
Por otro lado está Sony que dispone de un catálogo de 100 mil referencias ante las 330 mil de Amazon, y Google que posee 500 mil, sin contar las obras de dominio público que ya tiene en su sistema Google Books.
Una segunda categoría de competidores está constituida por los crackers, muy al tanto de este nuevo mercado. Yves Eudes señala que la novela de Dan Brown The Lost Symbol puesta en venta por la gran red el pasado 15 de septiembre como un archivo digital que se podía descargar, dos minutos después, a pesar de todas las protecciones técnicas y autorales, cayó en manos de “una ráfaga de Twitters” informando que se había roto el código secreto y se encontraba gratuito en una plataforma.18
En dos días, el libro se había descargado 40 mil veces, fluyendo hacia otras plataformas al grado de que hoy día se ignora el número de copias no autorizadas. Se trata de plataformas que reproducen ilegalmente materiales sonoros y video que proliferan en Internet. Los avances tecnológicos han facilitado su contraparte: la copia pirata de materiales donde sólo falta un clic para descargarlos en segundos.
Las consecuencias que pueden derivar de la progresiva digitalización de los libros son enormes. Así como hay aspectos positivos, existen otros que son menos alentadores al grado de constituirse en una verdadera amenaza para los derechos de autor.
Sin derechos, la escritura en libros corre el grave riesgo de desaparecer, y debilitar así el pensamiento tanto de los creadores como de los lectores.
Si Google inició esta empresa como una noble causa, debe cuidar sus intereses como lo hizo originalmente con su buscador para que no resulten afectados terceros y que se le deje de acusar de constituirse en un monopolio y de no respetar los derechos de autor.
Por otro lado, habría que ser muy rigurosos ante la conformación de ciertas prácticas en Internet o la computadora que podrían afectar el proceso de formación y aprendizaje de los adolescentes. ¿Realmente leerán mejor los estudiantes en pantalla que en papel? Que los docentes hagan un seguimiento, pero con rigor.
En un país como México que no lee como lo demuestran las cifras de la OCDE, ¿cuáles serían consecuencias de olvidar la práctica de la lectura en libro impreso? ¿Realmente toda la información está en la Red? Más allá de ella, ¿ya no hay nada que aprender?
Así como se defiende la diversidad del medio ambiente y de las culturas, resulta necesario defender la diversidad de formatos que dan soporte a diversas formas de estructurar el pensamiento y de crear lenguajes. El libro es una de ellas que hace falta rescatar a toda costa.
Notas
1) Chartier, Roger “L´avenir numérique du livre”, Le Monde, 25 de octubre de 2009.
2) Rozen, Christine “People of the Screen”, accesible en: <http://www. thenewatlantis.com/docLib/200810 20_TNA22Rosen.pdf>
3) Por usuarios intensos en TIC se entenderá aquellos mayores de 40 años que realizan gran parte de sus actividades profesionales desde la computadora e Internet utilizándola un promedio mayor a cuatro horas/día.
4) La longitud de una neurona es directamente proporcional a la capacidad de planeación de una persona. Entre más larga es una neurona más susceptible de entrelazar conexiones con otras neuronas y desarrollar una inmensa cantidad de tejidos neuronales en el cerebro humano. Ante la falta de estímulos intelectuales y creativos, o de contacto con el medio ambiente natural, la neurona después de los 15 años de edad peligra con acortarse. La neurona corta es aquella que responde con mayor inmediatez ante los estímulos pero carece de facultades para desarrollar funciones más relacionadas con la planeación, el análisis y la prospectiva. Esta es su importancia pues las neuronas no viven por sí mismas: hay que alimentarlas con regularidad para que no decaigan, incluso si renacen constantemente.
5) Expertos en el estudio del cerebro señalan que escuchar música es una de las actividades que activa todas sus zonas.
6) Márquez, Carlos. “México, en último lugar en índices de lectura de los países de la OCDE”, El Universal, México, D.F. 23 de diciembre de 2008.
7) Para profundizar en este punto hace falta introducirse al enorme debate que gira en torno a las Neurohumanidades.
8) Chartier, Roger, Op.cit.
9) Chartier, Ibidem.
10) Geli, Carlos, “Google se mete a editor en la Red”, El País, 16 de octubre de 2009.
11) <http://www.ciudadseva.com/enlaces/bibelec.htm>
12) Chartier, Op.cit.
13) Beuve-Méry Alain “M. Mitterand freine les ardeurs de la BNF dans ses négotations avec Google”, Le Monde, 1 de septiembre de 2009.
14) www.cervantesvirtual.com
15) El convenio se firmó el 26 de octubre de 2009 y la coordinación de la misma correrá a cargo de la Fundación UNAM
16) Esta biblioteca se ha creado en presencia Abdul Waheed Khan, sub-director de la l’ONUy de James H. Billington, director de la biblioteca del Congreso de Estados Unidos así como directores de varias bibliotecas nacionales como la de París y de Alejandría
17) Esta biblioteca cuenta ya con un fondo de 1,200 libros provenientes de 9 de las mejores bibliotecas a nivel mundial
18) Eudes, Yves. “Les pirates à l´assault du livre numérique”, Le Monde, 23 de octubre de 2009.