China e India
En el puntal de la economía mundial
Dos potencias sorprenden actualmente al mundo: China e India. En unos años más, ambos países habrán demostrado que la globalización no sólo se ejerce de los países hegemónicos hacia los menos desarrollados. Se habla en este caso de una globalización a la inversa donde estos dos gigantes de la tecnología informativa buscan establecer nuevos estándares para el desarrollo económico y social. Dentro de ese marco nos preguntamos hasta dónde la tecnología informativa será capaz de revertir tendencias que hasta hace años parecían insuperables.
Carmen Goméz Mont
El Foro Mundial de Davos puso la mirada sobre China e India, lo cual descubre que actualmente se trata de dos potencias en formación. China revela a todas luces un crecimiento promedio del 10% anual, mientras que la India está llegando a 15 años de haber iniciado su transformación al 8%.
Su posicionamiento mundial no es fortuito. Atrás existe una visión de largo alcance; por ejemplo, China desde 30 hace años empezó a destacar en la fabricación de juguetes. Ahora lo hace en partes y componentes electrónicos: computadoras, pantallas planas y teléfonos. Su participación en tecnologías informativas le valió una acreditación mundial por la creciente calidad de sus productos y por los precios tan bajos que derivan de una mano de obra abundante que se desarrolla en el seno de un mercado altamente competitivo.
Por su parte, la India ha destacado por dos motivos desde la década de los noventa: una inversión alta y sostenida en la educación y el dominio de la lengua inglesa. Sobre ese factor, se observó que los hindús estaban muy dotados para el diseño de software. Actualmente son codiciados por las empresas informáticas de mayor peso en el mundo, pues además de realizar un trabajo excelente dentro de ese rubro, para los grandes inversionistas representan una mano de obra muy barata. En el eje de su crecimiento se encuentran, sin duda, los principales desafíos tecnológicos entre los que habría que mencionar a la informática y a la biotecnología.
A partir de tal binomio, los dos países, a pesar de sus diferencias geopolíticas, se alían entre ellos y con potencias mundiales de muy alta envergadura (Brasil, Unión Europea, Japón, Singapur, entre los principales).
Hoy día China se ha convertido en la fábrica del mundo al producir 50% de los refrigeradores y televisores, así como un 30% de las lavadoras. De acuerdo con la BBC de Londres, la India produce cuatro millones de graduados al año en tecnología informática (software). En sus principales ciudades pululan pequeñas oficinas, que en un cuarto muy pequeño instalan una computadora y desde ahí realizan su trabajo.
Ambos países conocen sus fuerzas: se están uniendo de tal manera que China tenga la delantera en la fabricación del hardware, y la India domine en el sector del software y de servicios informáticos.
A pesar de tal despegue, en ambos países existen graves problemas relacionados con sus modelos políticos y sociales fincados, por un lado, en una dictadura y, por el otro, en una enorme desigualdad social. En la India, por ejemplo, el número de personas que viven con menos de un dólar al día, pasó de un 50% a un 35% en 20 años, mientras que en China esta diferencia pasó del 75% al 17%, en 25 años. Sin embargo, en ambos casos las desigualdades son aún patentes entre el mundo rural y el nivel de vida a nivel urbano.
Si bien en China y en la India aún no se logran mejores condiciones de vida porque sus poblaciones son enormes (los dos países más poblados del mundo), se demuestra que la debida explotación tecnológica a la larga puede llevar ciertos beneficios a la sociedad. Pero en ambos casos, sus sistemas políticos y sociales quedan muy a la zaga –sobre todo el chino–, y es justamente este punto el que más recriminan quienes siguen con asombro su despunte económico. ¿Hasta qué punto una mejora en las condiciones de vida de estos dos mil millones de habitantes podría incrementarse por un cambio en sus sistemas políticos? ¿Qué resultados aportará el entrecruzamiento de las innovaciones tecnológicas con la democracia?
Una segunda serie de interrogantes parte de quienes fincan sus esperanzas en la capacidad que deben de mostrar China e India para generar un nuevo modelo de desarrollo que no caiga dentro de los límites generados por el modelo occidental, con menos desigualdades sociales, menos contaminación ambiental y una distribución equitativa de recursos para el desarrollo entre los habitantes del planeta.
¿Derivará de Asia un nuevo sistema para pensar el desarrollo social desde una nueva perspectiva? ¿Se incrementarán los intercambios sur-sur? ¿Qué consecuencias tendrá el dominio de ese nuevo modelo de participación en la economía global para América Latina?