Cómo recordar hoy a Manuel Buendía

La excarcelación de Zorrilla: una colusión de funcionarios del Gobierno del DF

Raúl Trejo Delarbre

Pocos periodistas y hasta donde sabemos ningún político recordaron que el sábado pasado, 30 de mayo, se cumplió un cuarto de siglo del asesinato de Manuel Buendía.

La tarde del miércoles 30 de mayo de 1984, el autor de la columna “Red Privada” salía de su oficina en Insurgentes Centro cuando un joven que lo acribilló de tres balazos. Buendía acostumbraba investigar y develar tropelías de los más diversos actores de la vida pública mexicana, así que no era sencillo dilucidar de dónde, de entre los circuitos de poder afectados por su periodismo sólido y puntilloso, había surgido la orden para asesinarlo. Capitanes empresariales, caciques sindicales, prepotentes mediáticos, agentes extranjeros y desde luego gobernantes déspotas, figuraban entre quienes eran evidenciados en los textos de Manuel Buendía.

Tiempo después, el ex director Federal de Seguridad José Antonio Zorrilla Pérez y el ex agente Rafael Moro Ávila, fueron consignados como autores intelectual y material del asesinato y estuvieron 20 años en la cárcel. Fueron liberados hace pocos meses. La excarcelación de Zorrilla fue considerada por el periodista Miguel Ángel Granados Chapa como resultado de “una colusión de funcionarios del Gobierno del DF que no debe quedar impune”.

Sin embargo una funcionaria de ese gobierno, Alejandra Moreno Toscano, titular de la Autoridad del Centro Histórico, estuvo el sábado en la develación de una placa que conmemora los 25 años del crimen junto al monumento a Francisco Zarco, en la ciudad de México. Allí mismo, durante estos 25 años, se han realizado mítines y guardias luctuosas de periodistas primero el día 30 de cada mes y luego cada 30 de mayo, para exigir justicia ante el asesinato de Buendía.

En esta ocasión el recuerdo de don Manuel Buendía estuvo acompañado de la protesta por el asesinato de periodistas en varios sitios del país. Apenas el martes pasado apareció muerto el reportero Eliseo Barrón Hernández, que trabajaba para el Grupo Milenio.

La desprotección de los periodistas, especialmente de aquellos que trabajan en los estados y en precarias condiciones tanto salariales como de seguridad, era preocupación frecuente de Manuel Buendía. Recordar a ese columnista —sin duda el más importante en los años 70 y 80 del siglo XX mexicano— es muy congruente con reivindicar los derechos de los informadores que hoy en día enfrentan persecuciones e incluso asesinatos.

Con frecuencia, Buendía denunciaba agresiones a colegas suyos e insistía en la vulnerabilidad que tenían los informadores en el ámbito local.

Allá, en los pueblos del interior —escribió el 21 de julio de 1980— es donde el periodismo requiere auténtica valentía personal, porque las banquetas son demasiado estrechas para que no se topen de frente -por ejemplo el periodista y el comandante de policía de quien aquél hizo la crítica en la edición de esa misma mañana. Aquí, la incomodidad más seria que sufrimos es la de no encontrar mesa en nuestro restaurante favorito de la Zona Rosa.

Allá, en los estados, donde los estrechísimos círculos del poder local acogotan la economía de los editores combativos y pretenden lastrar el desempeño de los escritores comprometidos, el ejercicio del periodismo reclama una entereza excepcional. Aquí, donde las dicotomías del sistema se dan tan próximas a nosotros, de algún modo podemos arreglárnoslas para que los rayos no caigan precisamente sobre nuestro propio paraguas. Allá donde las pequeñas comunidades de colegas pueden ser sometidas con relativa facilidad por el puño del cacique regional, el grito de un reportero que ha recibido una paliza apenas se escucha afuera de sus propios dientes, si es que aún le quedan.

Consciente de ellas, Manuel Buendía no pudo eludir las represalias de alguno de los poderes fácticos que fueron tocados por la información que publicaba. Y si eso le sucedió en la avenida más conocida de México al periodista más destacado, la fragilidad de los reporteros en los estados con frecuencia es mucho mayor.

Hay muchas maneras de recordar a Buendía en este cuarto de siglo de su asesinato. Lo podemos leer con provecho (la fundación que lleva su nombre ha editado una docena de estupendas recopilaciones temáticas de sus columnas). Podemos preguntarnos por qué el periodismo de investigación que él practicaba y la columna misma de análisis y creación periodísticos ha decaído tanto que solo un puñado de periodistas la practican de manera escrupulosa hoy en día.

También, en homenaje a Buendía y a docenas de periodistas asesinados como él, podemos discutir qué hace falta para que los periodistas mexicanos, y las empresas para las que trabajan, se pongan de acuerdo y logren mantener decisiones mínimas para la cobertura de asuntos relacionados con la delincuencia organizada. Más voluntad para lograr decisiones conjuntas y menos protagonismo, mejor reivindicación del trabajo profesional y menos preponderancia del interés mercantil, podrían conducir a que haya acciones conjuntas una vez que el periodismo mexicano reconozca que si no es de esa manera, los criminales seguirán atentando contra los reporteros en todo el país.

El presente artículo debe citarse de la siguiente forma:

Trejo Delarbre, Raúl, «Cómo recordar hoy a Manuel Buendía», en Eje central,
México, 1 –VI– 2009.

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