La entrevista: Género esencial para la vida del periodismo

  • El buen reportero se sirve de la entrevista como instrumento, aunque su producto final no sea el diálogo con el entrevistado, sino el reportaje.
  • La entrevista es la esencia del periodismo y de la comunicación humana.
    Fotografía: "Entrevista" por Teresa Marín@ Flickr

    Fotografía: «Entrevista» por Teresa Marín@ Flickr

Por Ana Cruz

  Publicado originalmente en RMC 66

Confieso que me apasiona el reportaje de investigación, de actualidad o histórico; que soy una fanática de la buena crónica, que admiro a los  articulistas de fondo cuando son agudos e inteligentes, y que leo con toda atención a los columnistas y editorialistas de los diarios mexicanos que merecen ser leídos. Tanto en prensa escrita como en televisión y radio, he ejercido el periodismo principalmente en  los  géneros del  reportaje, la crónica documental y la entrevista, que son territorios muy afines y complementarios.

El buen reportero se sirve de la entrevista como instrumento, aunque su producto final no sea el diálogo con el entrevistado, sino el reportaje. De la misma manera, la base de un documental es la investigación periodística donde la entrevista de fuentes directas es indispensable.

Considero que la entrevista es la esencia del periodismo y de la comunicación humana. Por lo tanto, un  periodista profesional debe conocer y dominar las técnicas de la entrevista tanto como el arte de conversar,  pero sobre todo de escuchar y observar, artes que no todos los entrevistadores cultivan.

Manuel Buendía, quien fuera mi primer jefe y además maestro, no en el aula sino en el trabajo, solía decirnos antes de salir a entrevistar a algún científico, porque en aquel entonces él era Director de Comunicación del CONACYT: “el buen entrevistador es el que sabe abrir mucho los ojos y los oídos y abre poco la boca. Desde luego, estoy absolutamente de acuerdo con ese principio y trato de respetarlo en toda ocasión porque, si no,  el riesgo es pasar de entrevistadora  a entrevistada.

 

Un encuentro

Ahora bien, cuando uno piensa en la entrevista como sinónimo de conversar, puede caerse en el error de creer que conversar  es  una actividad muy fácil que hacemos todos los días a todas horas y que hemos aprendido a desarrollar desde los primeros años de nuestra vida. Nada más falso que esa afirmación. Conversar y entrevistar son  ejercicios de un alto grado de dificultad, considerados como una especialidad que se consigue sólo con rigor y disciplina y que, como todas las artes, exige estudio, vocación y pasión.

Hablar con un amigo o un desconocido no quiere decir conversar, de la misma manera que aplicar un cuestionario o bombardear a alguien con preguntas no significa hacer una entrevista. ¿Qué es entonces una entrevista?

Para mí, una entrevista significa siempre un encuentro de miradas, acuerdos no explícitos, intenciones, sintonías, química, vibras. Un encuentro de espíritus como decían los griegos, o de almas como escribió Julio Cortázar.

¿Cómo lograr una buena entrevista? ¿cuál es el secreto de un buen  entrevistador?

La verdad es que no existe la receta perfecta ni la fórmula infalible, pero he aquí algunas consideraciones prácticas de lo que No se debe hacer en una entrevista.

  1. Pensar que el entrevistado es el enemigo y desde la primera pregunta tirarse a matar.
  2. Creerse más listo o conocedor que el entrevistado y hacérselo sentir o demostrárselo en cada pregunta.
  3. Dejárselo todo al feeling o la improvisación. La intuición y la capacidad de improvisar son muy valiosas, pero son inútiles cuando el reportero carece de la preparación para realizar un trabajo profesional y serio.
  4. Ser imprudente y entrometido, por considerar que así se es agudo e incisivo. Cuántas veces no hemos visto a reporteros preguntarle a una madre en vivo y a todo color: “¿qué siente al ver morir a su hijo?” o a una esposa interrogarla acerca de la amante de su marido.
  5. Ignorar que existe la ética, la sensibilidad y el sentido común (que a veces es el sentido menos común). La libertad implica una enorme responsabilidad y ésto es lo que constituye la ética periodística: la conciencia y convicción de que nuestros actos deben regirse por valores éticos, sociales y humanos antes que por oportunismo comercial, político o cualquier otro.

Además de tomar en cuenta estas sencillas recomendaciones para lograr una buena entrevista, lo primero que hay que saber es: ¿qué buscamos a través de la entrevista? Es obvio que información, pero ¿de qué tipo?,  ¿cuánta?, ¿hasta dónde?, ¿sobre quién o  qué, con  qué intención?

Lo segundo es prepararse –ya sea que se trate de una entrevista para prensa escrita, radio o televisión, de opinión, informativa o de semblanza–, estudiar el tema, la trayectoria del entrevistado, el terreno en el que nos moveremos, escribir un cuestionario guía,  empaparnos del contexto social, político e histórico del personaje o del hecho en cuestión y lanzarse a la aventura, sin prejuicios.

En cuanto a la técnica empleada en mis entrevistas –algunas de las cuales se publican en el libro Testigos de nuestro tiempo, editado por el FCE–, éstas incluyen las tres fases que comprende todo encuentro: antes, durante y después.

Antes de la entrevista, trato de conocer a los protagonistas de mi trabajo. Leo sus libros, observo su obra plástica, escucho sus composiciones o interpretaciones, miro las películas o las puestas en escena en las que participan. En pocas palabras: me intereso por todo lo que constituye su vida y obra. Prefiero no leer entrevistas realizadas a ese creador para no sentirme influenciada por otro colega. Al mismo tiempo de familiarizarme con la obra, estudio detalladamente su currículo, sus antecedentes, las escuelas a las que asistió, sus compañeros de generación, los lugares en donde ha vivido, los maestros que lo han influenciado, los trabajos que admira, sus amigos…

Procuro buscar que la entrevista se lleve a cabo en el contexto de trabajo o en su casa porque, así, puedo ver al personaje en su propio ambiente, facilitar su confianza y al mismo tiempo conocer sus espacios vitales o laborales que nos ofrecen una  información muy valiosa. Me parece de extraordinaria importancia visitar el entorno cotidiano del personaje, ya que éste es capaz de mostrarnos rasgos íntimos de su personalidad que a veces no  se obtienen  a través de la entrevista. Muy a menudo, con sólo la observación minuciosa, podemos  descubrir obsesiones, gustos, temperamentos,  fobias, pasiones y secretos.

La parte más difícil es sin duda el inicio. En todo momento es indispensable ser claro, directo y preciso. No hay nada más fastidioso que un entrevistador rebuscado,  que utilice un lenguaje poético o simbólico para preguntar algo muy sencillo y práctico o que sea ambiguo en sus preguntas. Sobra decir que la seguridad y el aplomo son armas indispensables para colocarse al mismo nivel que el entrevistado y observar dos principios fundamentales: no interrumpir y no dejar que se abran silencios que pueden resultar abismos infranqueables. Ser cálido y cordial, no significa cometer abuso de confianza o intimidar más allá de lo permitido.

Durante la entrevista, me concentro en las preguntas tanto como en las respuestas. Exploro sobre los motivos de ciertas decisiones, las causas más que los efectos, los impulsos interiores que provocan actitudes exteriores. Es imperdonable repetirme o agotar el tema antes del tiempo disponible. La última pregunta, tanto como la primera, debe ser significativa, original, personal, ingeniosa, capaz de permitir al entrevistado lucirse y sentir que es él quien cierra la faena.

 

La confección

La etapa final de la entrevista, que consiste en redactarla, editarla o complementarla con textos para radio y televisión, es una parte fundamental del trabajo periodístico que hago personalmente. Hay quienes afirman que la entrevista debe escribirse inmediatamente después de llevarse a cabo, porque permite que la memoria esté fresca, la emoción esté a flor de piel y el interés se conserve muy vivo. Según el maestro Vicente Leñero, si se deja pasar mucho tiempo, la entrevista se enfría, pierde vigor. Coincido con él en cuanto a la temperatura del material periodístico, pero a veces prefiero distanciarme de los personajes antes de escribir mis impresiones sobre ellos (suelo sobrecalentarme).

Por ello, me es sano dejar pasar uno o dos días cuando estoy demasiado impactada por el artista o por la obra de alguno de ellos. Temo que la emoción pueda alterar la objetividad de sus declaraciones o la imparcialidad de mis opiniones. La admiración, aunque auténtica y genuina, puede parecer empalagosa y servil cuando el periodista permite que aflore demasiado. Sin embargo, creo que ésto es una parte del trabajo periodístico que cada quien debe descubrir en uno mismo: el impulso puede ser más intenso y eficaz cuando la experiencia está muy reciente, pero puede madurar y enriquecerse con el tiempo, si uno permite que la serenidad esté presente al escribir.

Todos los periodistas sabemos también que sin la presión que se vive en un diario, una estación de radio o televisión es imposible trabajar a gusto. Es como la gasolina que nos permite seguir funcionando. Ciertamente muchas de las mejores planas y los mejores momentos de la radio y la televisión, se han producido bajo la presión del tiempo, ese elemento que más que torturarnos resulta un estímulo para los periodistas.

Cuando emprendí la aventura de escribir un libro de entrevistas, tomadas de las grabaciones originales de televisión, el reto me pareció magnífico, pero nunca imaginé  que resultara tan rico y revelador. A pesar de las similitudes de los medios, la experiencia resultó absolutamente diferente. Entre el periodismo televisivo y el escrito, descubrí más diferencias que simpatías. Un libro, además, no es un periódico que se lee y tira: es un producto que se guarda, se lee y se relee en distintos momentos o se consulta de vez en cuando.

La relación con el público también es muy diferente. La tele es seductora pero efímera. El material de hoy, una vez trasmitido, ya es muy viejo y se convierte al instante en material de archivo. El público habla para felicitar o reclamar el mismo día de la emisión o al día siguiente. Después se le olvida lo que escuchó o vio. El lector en cambio, es un público que desarrolla su simpatía y rechazo por el autor conforme recorre las páginas del libro y una vez que ha acabado de leerlo sabe que  ese texto le dice o le provoca algo. Eso es una experiencia única.

Más allá del ámbito profesional, considero a la entrevista el género esencial de la vida. Más que un instrumento de trabajo, es como un pasaporte que me permite viajar  a destinos insospechados, hacer escalas en territorios fantásticos, llegar a los confines de lo increíble, asomarme a  los espejos del  misterio y  visitar  el otro lado de la luna.

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