Lorenzo Meyer: Medios y poder en México

  • La televisión y la radio se han vuelto los medios preferentes de interlocución del gobierno y el Estado, en detrimento de la prensa.
  • Un escenario clave donde se ha dado la lucha por el fortalecimiento del sistema de partidos y la democratización, es la opinión pública.
    Fotografía: "Lorenzo Meyer (otra vez)" por Eneas De Troya@ Flickr

    Fotografía: «Lorenzo Meyer (otra vez)» por Eneas De Troya@ Flickr

Por Raúl Godínez

  Publicado originalmente en RMC 66

El historiador Lorenzo Meyer al ocuparse de los medios de comunicación en su libro A la sombra de la Revolución Mexicana, cuya autoría comparte con Héctor Aguilar Camín, precisa que en las últimas décadas los elementos trascendentes de la política nacional son: la Presidencia, la burocracia, el PRI, el campesinado, los obreros y empresarios, la clase media, los demás partidos políticos, la Iglesia, el Ejército, la relación con Estados Unidos y la opinión pública:

Un escenario clave donde se ha dado la lucha por el fortalecimiento del sistema de partidos y la democratización, es la opinión pública, la cual dejó de tener en la prensa y en el cine sus medios formativos por excelencia, y empezó a tenerlo, a partir de los setenta y los ochenta, en la radio y la televisión…

La televisión y la radio se han vuelto los medios preferentes de interlocución del gobierno y el Estado, en detrimento de la prensa. Hay aquí un proceso fundamental en el campo de la lucha ideológica y de la formación de la conciencia nacional, que ninguna historia de los años recientes podría dejar de narrar y analizar.

Lorenzo Meyer hace para los lectores de RMC un recorrido histórico y revisionista de la historia mexicana vista desde los medios de comunicación. Se ocupa de distintos periodos: la Independencia, el Porfiriato, la Revolución y el Presidencialismo, así como de este último sexenio priísta y del futuro gobierno que presidirá el PAN.

Lorenzo Meyer recibió el Premio Nacional de Periodismo por artículo de fondo el 7 de junio de 1989. Ha publicado libros fundamentales sobre la historia nacional, entre los que destacan además del ya citado, La segunda muerte de la Revolución Mexicana, México y Estados Unidos, y Liberalismo autoritario. Es investigador de El Colegio de México y semanalmente publica ensayos en el diario Reforma y participa en el programa televisivo Primer plano, transmitido por Canal Once.

 

Continuidad desde el Porfiriato

—De la transición del periodo revolucionario a la presente etapa que se ha definido como el Presidencialismo, y en el cual hemos vivido durante los últimos 71 años, ¿hubo algún cambio significativo en el manejo de los medios de comunicación y en el papel que desempeñan en la sociedad?

—Creo que no, o no mucho, por lo menos. Ya desde fines del Porfiriato había una prensa que se puede      considerar “moderna”, en donde la información pasó a ser lo más relevante en los diarios y no tanto la opinión, que había sido la característica básica del periodismo del siglo XIX.

Antes del Porfiriato, los periódicos se dedicaban, de una manera que ahora nos puede parecer sorprendente, a dar opiniones sobre todo y a informar sobre muy poco; eran verdaderas hojas de combate. Pero don Porfirio, aprovechando lo que ya existía en el resto del mundo, alentó una prensa que diera más información y midiera sus opiniones.

Después, cuando la Revolución terminó y se inició el proceso de consolidación del nuevo régimen, dos grandes periódicos nacieron: El Universal y Excelsior, en ese orden, con una buena cantidad de información y opiniones moderadas. Ambos diarios eran muy conservadores, dado que representaban el ala más conservadora de la Revolución. En muchas ocasiones, sobre todo durante el periodo del Cardenismo, se mostraron muy críticos al régimen. Pero más adelante, durante el Presidencialismo, ya se medían, y también el gobernante en turno tenía formas de hacerles saber cuándo habían llegado a los límites establecidos y debían rectificar. Entonces, no veo que sea un cambio sustantivo entre el Porfiriato y la Revolución: más bien veo una continuidad entre la prensa de finales del Porfiriato y la que tenemos al iniciarse el nuevo régimen después de la Revolución.

 

—Pero entonces, ¿qué papel han jugado los medios de comunicación durante todo este periodo del Presidencialismo o, mejor dicho, mientras el PRI estuvo en el gobierno?

—En estos últimos 71 años, los medios de comunicación pasaron a ser parte del régimen. En buena medida, la historia reciente de México ha sido la crónica del control de los medios informativos. Desde luego, y eso hay que anotarlo, hay excepciones, pero desafortunadamente tales excepciones corresponden a una prensa entre heroica y marginal, o por heroica marginal, y que no logra contrarrestar a esos dos grandes de la prensa nacional: El Universal y el Excelsior; y a los que siguieron en esa línea: Novedades, El Heraldo de México, El Sol de México, entre otros, o los grandes periódicos de los estados como El Diario de Yucatán, El Norte de Monterrey, diarios conservadores que apoyan el status quo, justamente desde la derecha.

Después de todo, el régimen presidencial del PRI fue bastante amplio: todo un arcoiris que abarcó una serie de colores que van desde el blanco hasta casi el rojo. El PRI ha sido capaz de ir amoldando todo eso y aceptar o consentir una prensa que se alineara a esos tonos. Entonces, la prensa de este periodo fue crítica de todas las posiciones de izquierda, y sirvió esencialmente como una de las bases de control político.

Con la televisión, los periódicos adquieren un papel secundario, porque es a través de TELEVISA que se da la información política masiva, y los periódicos se quedan un poco relegados en un nicho, en donde sólo la clase media es la que los compra. Me refiero, por supuesto, a los diarios con información política, no a los periódicos con noticias deportivas como el Esto o de noticias escandalosas como La Prensa. Incluso, La Prensa es un periódico que eminentemente tiene grandes alcances populares, pero que casi no presenta opiniones políticas y, desde luego, no disiente en nada de la línea oficial. Por lo tanto, la prensa y la televisión, y luego la radio con sus noticiarios, son piezas de una gran maquinaria de control político.

 

—Mencionaba algunas publicaciones que escapan de ese orquestamiento del poder…

—Sí, son unas cuantas que se salen de ese sistema, como la revista Política, en los años sesenta y ¿Por qué?, también de esa época. Recientemente, el Unomásuno, La Jornada y Proceso.

Proceso ha sido el medio informativo más sistemático en estos años, los otros menos, pero ahí van. De todas maneras, se quedan mucho en los márgenes. Lo que me parece muy interesante es que cuando Excelsior –el periódico de centro que ha servido como eje de muchas de las líneas conservadoras de los diarios– intentó distanciarse del poder, recibió un garrotazo que lo ha dejado todavía hasta ahora imposibilitado para modernizarse. El Universal sí está cambiando, pero Excelsior no: pareciera que ese golpe que le dieron le destruyó las últimas neuronas. Puede ser que estemos llegando a una nueva etapa; bueno, sería casi una justicia poética: nació con el régimen y murió con el régimen.

 

Ahora, presiónmenos efectiva

—En el sexenio de Ernesto Zedillo,  ¿ha observado una evolución en los medios de información en cuanto a ese control político?

—Sí, no hay duda. Ya el mundo de los medios se fue apartando cada vez más del control político. Gobernación o, podría decirse, la Presidencia, siguieron ejerciendo presión en este último sexenio –no cabe duda de eso y me consta personalmente que así lo hicieron–, pero ya no con la eficacia de antes. No tenían la contundencia del pasado, probablemente porque no le pusieron todo el esfuerzo necesario, o simplemente porque ya no era posible, porque el mundo político ya había cambiado demasiado: estaba acelerándose el proceso de transición y era imposible reimplantar la línea dura del pasado. Incluso, la televisión cambió, menos de lo que sería deseable desde luego, pero cambió algo en relación con lo que fueron sus orígenes. De igual modo, el mercado también cambió para ser determinante. Algunos periódicos se lanzaron por una línea independiente, entre otras cosas porque generaba ganancias económicas. Dada su diversidad, esa competencia en la prensa resultó excelente para el lector. Lo mismo puede decirse de la competencia que se ha desatado en la radio, que ha sido feroz, pero muy buena para el radioescucha.

En la televisión se da mucho menos la competencia en temas políticos, pero ya hay algo de eso. Entonces, todos estos cambios son positivos. Claro, uno nunca está satisfecho con la prensa que tiene. Incluso, para los mexicanos es relativamente sencillo medir el nivel y calidad de nuestros periódicos si los comparamos con la prensa de otros países que comparten el mismo idioma. Podemos compararnos con la prensa española, que a mi juicio es la mejor de las escritas en nuestro idioma, y hay que reconocer que todavía estamos muy lejos de alcanzar ese nivel.

 

—Supongo que en cada uno de los contextos de cambio de régimen, tanto en la Guerra de Independencia como en la Revolución, siempre ha habido un rompimiento en el contexto informativo, una reconformación de los medios. ¿Considera que pudiera ser ese el caso en este proceso de transición, y cómo visualiza ese cambio en el futuro?

—Sí hubo rupturas, sobre todo durante la Independencia, cuando el control de la información era en serio por parte de la corona española, y donde de repente, de un modo impresionante, se da toda una proliferación de pequeños e incontables periódicos, pasquines, folletos y hojas sueltas con contenido político. México estaba hecho una ruina, eso sí, pero su parte periodística e informativa era realmente interesantísima, porque de un día para otro ya no había Inquisición, ya no había censura; y aunque no había exactamente libertad, por lo menos las condiciones ya no se parecían en nada a las anteriores.

Luego, cuando se dio el cambio del Porfiriato con la Revolución, los grandes periódicos oficialistas simplemente murieron. No podían hacer más. En cambio, en esta última transformación, que se da en el 2000, probablemente Excelsior será el único de los grandes diarios que muera. Quizás también morirán otros chiquitos, pero de esos ni nos enteraremos. En cambio, es posible que se dé un paso y que sobreviva El Universal. Seguramente sobrevivirán Reforma y los demás diarios que surgieron ya en el final del presente periodo, entre ellos Milenio, que todavía alcanzaron a dar una de las últimas batallas al finalizar este régimen, y que van a tener un campo amplio de acción y un panorama nuevo durante la siguiente administración.

En este periodo que duró 71 años hay toda una mezcla de los otros dos periodos anteriores: de la Independencia y del Porfiriato. Supongo que vienen nuevas cosas, oportunidades que se están abriendo para la prensa escrita, y donde sobrevivirán en el futuro, y además con mucho éxito, aquellos grandes rotativos que empezaron a cambiar desde antes. Porque ya hubo todo un entrenamiento previo para el cambio. Y ahora que el 1o. de diciembre ya no esté el PRI en la Presidencia, los periódicos estarán listos para actuar dentro de ese nuevo escenario.

 

Conservar una sana distancia

—Pero ante el replanteamiento que se está dando actualmente de la relación prensa-gobierno, ¿existe la posibilidad de que el PAN establezca nuevos sistemas de control hacia los medios?

—No. Y no lo creo, no porque el PAN vaya a tener una práctica completamente distinta de la del PRI, y sobre todo de la Presidencia anterior, sino porque ya no podrá hacerlo. Los panistas dirían que su ética política es distinta, y ojalá que lo sea, pero como en este país hemos aprendido a que no nos podemos atener a los buenos propósitos de los políticos, y que debemos cimentar nuestras reacciones y expectativas en un profundo conocimiento de la realidad, dudo mucho que el PAN, aunque quisiera hacerlo, intente dominar o controlar los medios de comunicación.

La realidad es ésta: los propios medios han evolucionado. El PAN, digase lo que se diga, no tiene todos los hilos en la mano. Entonces es más conveniente para los medios, para el público y aun para el poder mismo, que exista y perdure esta sana distancia entre cada uno de ellos.

El escenario político se ha transformado radicalmente: el equilibrio entre los partidos, la presencia de los mismos en los estados y la nueva división parlamentaria, así como el surgimiento de un tipo de periodismo más de análisis y de reflexión. Todo eso impide el control directo desde la cúspide.

Creo que vienen años muy interesantes. Los periódicos que han previsto tal cambio y se han modernizado a tiempo, serán los que perduren y crezcan, o que incluso mejoren. Los otros, simplemente morirán junto con el sistema, porque fueron incapaces de observar su propio proceso histórico y tomar las decisiones pertinentes en materia editorial y técnica.

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