Perfiles de “Red Privada”

  • Manuel Buendía: Las columnas vienen a llenar el vacío de credibilidad que se hizo evidente.
  • Su columna, un medio de denuncia contra la corrupción.
"Books". Chris @Flickr

«Books». Chris @Flickr

Por Omar Raúl Martínez

Publicado originalmente en RMC 86

El sello que distinguió a Buendía fue su celo por la pesquisa y la eficacia de su prosa periodística. Y es que aparte de mostrarse como un buen escritor, como lo dijera el propio José Emilio Pacheco, jamás dejó de ser un reportero en el sentido más logrado del término.

La historia del columnismo mexicano no es tan añeja.  Aunque algunos estudiosos sostienen que el primer texto a manera de columna apareció en el periódico La abeja poblana en 1820 con el título de “Colmena de abejas”, lo cierto es que el género no empezó a popularizarse sino hasta los años treinta del siglo XX, quizás por influencia del periodismo norteamericano donde ya había ganado cierta aceptación. Uno de los primeros en aprovechar las vetas de la columna fue Salvador Novo al publicar sus crónicas y comentarios sobre las circunstancias sociales y políticas en “La semana pasada”, que aparecía dentro de la revista Hoy.

A mitad de la cuarta década, en sus tres ediciones, Excelsior comenzó a publicar la columna “A mañana, tarde y noche”, escrita por Jorge Piñó Sandoval, quien en cierta forma indujo cambios en el género al grado de que, para Mario Ezcurdia, puede considerarse un pionero del columnismo nacional. 1

Con breves noticias e informaciones exclusivas combinadas con un ágil manejo estilístico, Piñó resaltó la importancia y particularidad de la columna dedicada a los asuntos del poder. Aunque con una presencia de menor magnitud, durante los inicios de los cincuenta también conviene recordar la aparición de “Perlas japonesas”, donde su autor Nikito Nipongo –seudónimo de Raúl Prieto– criticaba con desenfado y puntillosa ironía declaraciones de políticos.

Por esos mismos años surge otro columnista que hizo desplegar las posibilidades del género: Carlos Denegri. Era un autor tan incansable como buen negociante de sus palabras impresas. De lunes a viernes publicaba  “Buenos días”; los sábados, “Miscelánea de la República”, y los domingos, “Miscelánea semanal” en la que incluía secciones como “Fichero político” –opiniones breves–, “Y va de anécdota”, “Editorial mínimo” y “Gran mundo”.  Quizás fue el primero en ganarse planas enteras para sus escritos periodísticos, pese a una ética bastante menguada por su profundo sentido mercantil. Alguna vez Julio Scherer dijo: “Denegri era despreciable como ser humano, pero el más extraordinario reportero que he conocido”.2

Paulatinamente las columnas políticas fueron haciéndose más frecuentes en las páginas de los diarios y revistas, pero más que enfocarse al escrutinio de los quehaceres públicos o al auténtico servicio de las necesidades sociales, la mayor parte tomó por el rumbo de constituirlas como escaparates o megáfonos o cuadriláteros de las figuras del poder.

En ese contexto, en 1957 Manuel Buendía publica de manera irregular, y por vez primera, la columna “Red Privada” bajo el seudónimo de Héctor Juvenal. Sin embargo, imposibilitado ante la exigencia de otras tareas, pospone su incursión plena para mejor ocasión. Y tras abandonar la dirección de La Prensa, en mayo de 1964 funda el semanario Crucero y reinicia sus vuelos de columnista: allí publica “Concierto dominical” y “Para control de usted”.3

Desde entonces, salvo un periodo de tres años en que estuvo involucrado en quehaceres de comunicación social, Buendía habría de ejercitar el columnismo  en El Día, donde los domingos firmó “Concierto Político” y, nuevamente, entre semana “Para control de usted”. Abandonaría el diario dirigido por Don Enrique Ramírez y Ramírez para resucitar, a principios de 1977, “Red Privada” en la cadena de los soles, así como la columna “Sol y sombra” cada domingo, a la que poco después optó por desaparecer. 4

A lo largo de ese trayecto, columnistas como José Luis Mejías, Francisco Cárdenas Cruz, Mario Ezcurdia y Miguel Ángel Granados Chapa tenían un reconocido cartel y numerosos lectores. Aunque también otros, tal vez con menor incidencia, como Manuel Mejido, León García Soler, Raúl Prieto y Joaquín López Dóriga no pasaban inadvertidos. Pero justamente a mediados de los años setenta es cuando, al advertir el desmesurado interés por el género, irrumpe un boom de columnistas.  Fue tal el auge, que Jacobo Zabludovsky escribió en 1978:

Nunca antes tantos periódicos tuvieron tantas columnas para tan pocos políticos. Si contamos con rigor los políticos profesionales, los de tiempo completo, a los políticos que hay en el país tal vez les toque columna y media por cabeza.5

Y en busca de una explicación a tal fenómeno político y periodístico, el mismo informador recogía la opinión de Manuel Buendía:

Las columnas vienen a llenar el vacío de credibilidad que se hizo evidente en 1968. Los lectores no creían y siguen sin creer en el editorial del periódico, y es entonces cuando la columna firmada por alguien merece más credibilidad. Llena un vacío.6

Una percepción muy distinta es la de Listerio Mora. A su juicio hay dos fenómenos paralelos: el Excelsiorazo del 8 de julio de 1976 y el boom del columnismo político. Hasta antes de aquella fecha, asegura, había un abismo entre Excelsior y cualquier otro diario. “Pero vino la mano negra y emparejó a todos.” En última instancia, la intervención oficial paradójicamente provocó una redistribución de la riqueza periodística concentrada casi exclusivamente en Excelsior.7

Aun enmedio del apogeo numérico de las columnas políticas, “Red Privada” supo aprovechar filones del escenario sociopolítico inexplorados hasta entonces y se colocó en el gusto de un amplio círculo de lectores  y a la postre irradió una influencia difícil de igualar, incluso en la actualidad. ¿Cuáles fueron esos filones? A nuestro entender, la profunda investigación periodística en torno a temas de alguna manera soslayados o tibia o superficialmente abordados  por sus colegas. Todo ello, por supuesto, ribeteado con los destellos de su irónico estilo  y bajo la sombra de una postura ética inquebrantable.

Manuel Buendía –considera Francisco Martínez de la Vega– llevó el género de la columna, en el cual se especializó y consagró en la última etapa de su bien cubierta carrera periodística, a su más alta cumbre.8

 

Temas y preocupaciones

Desde su paso por Crucero y su incursión en El Día, el columnista michoacano fue puliendo y depurando tanto sus técnicas de investigación como su método expositivo, y enfocando su interés hacia determinados temas.

Disponemos de tan pocos recursos los periodistas –sostuvo en cierta ocasión–, que si no los concentramos, si no los aplicamos a cuestiones bien definidas y permanentes, caeremos en el vicio de la dispersión y dejaremos de prestar un servicio a la sociedad.9

Con esa idea en mente, Buendía procuró abordar con recurrencia algunos temas: el espionaje de la CIA como atentado a la soberanía nacional; la intolerancia de los grupos neofascistas; la corrupción gubernamental; la injerencia del clero en la política; la avaricia de las cúpulas empresariales; la incongruencia entre actos y palabras por parte de los políticos; y eventualmente la persecución política y militar de las dictaduras conosureñas la derechización del sistema político; algunas facetas sobre la libertad de expresión y el periodismo mexicano, así como los estragos de la economía nacional.10

Resulta obvio suponer que de la misma elección de asuntos se desprendían sus preocupaciones más arraigadas. Por ejemplo, el indagar sobre las intromisiones de la Central Intelligence Agency tenía para el autor de “Red Privada” razones de índole patriótica. Palabras como nacionalismo o patriotismo le significaban más que al común de las personas. Estaba persuadido de que los espías norteamericanos representaban un riesgo permanente para la seguridad nacional, pues sus informes eran procesados y usados para la toma de decisiones que  afectan desfavorablemente a nuestro país.

La CIA ha cometido asesinatos y ha participado en la promoción de conductas antisociales. Creo que es necesario que se le eche luz, aunque sea tan poquita luz como la que da mi linterna, pero que siquiera alguien evidencie sus triquiñuelas.11

Con sus pesquisas, Buendía reveló que, en México, los agentes del espionaje se encubrían bajo el disfraz de agregados culturales, políticos, comerciantes y militares. Y el despojarlos de su falsa careta para obstaculizar su labor, lo consideraba una tarea que bien valía la pena.12

Las posturas de la alta cleresía y las actividades de los clanes ultraderechistas fueron otras dos obsesiones a las que examinó, investigó, denunció y cuestionó de manera sistemática e incluso con un sarcasmo y un sustento demoledores.13.

Memorables, a guisa de muestra, fueron el bautizo del PECA: el Partido imaginario que correspondía a las siglas del cardenal Ernesto Corripio Ahumada; los datos sobre las articulaciones estratégicas del clero político con intereses extranjeros;  el reconocimiento por la sangre derramada para la glorificación de Dios y el avance del cristianismo; la carta de un jesuita; los afluentes del nazifascismo en México y sus nexos en el exterior; la reproducción y análisis de crepitantes documentos secretos de fanáticos religiosos y anticomunistas, asentados en la perla tapatía…14

En la mirada de Abraham García Ibarra, el columnista era un hombre profundamente religioso:

Pero su religiosidad, transformada en conciencia militante, no le impedía observar el lado oscuro, a veces siniestro, del comportamiento de algunas cofradías y de sus conductores, contrario a todas luces al buen espíritu cristiano.

Manuel Buendía, según el mismo analista, no era un neófito de los temas religiosos. Por ende sus críticas, salpicadas casi siempre con chispazos de ironía, “irritaban a quienes eran blanco de sus agudas observaciones propuestas invariablemente con entusiasmo correctivo”.15

Otro tema insistentemente tocado por “Red Privada” y sus columnas antecesoras lo constituyó la corrupción dentro de la estructura del gobierno federal y de los distintos gobiernos locales.  Notable atención, por ejemplo, le otorgó al escandaloso caso de Petróleos Mexicanos: alertó sobre el impune saqueo de que era objeto y denunció, con datos reveladores e irrefutables, anomalías y actos delictivos de altos y medianos funcionarios, además de poner al descubierto diversas irregularidades y abusos de los jerarcas sindicales.

Sus investigaciones periodísticas sirvieron al gobierno delamadridista para levantar cargos, entre otros responsables, contra el ex director de la paraestatal, Jorge Díaz Serrano.16

De igual forma, “Red Privada” también indagó y reveló la turbia compra de miles de tractores dispuesta por los secretarios de Agricultura y de la Reforma Agraria, más el director de Banrural; el exorbitante presupuesto asignado a la oficina del general Arturo Durazo; el descuido del puerto de Acapulco y la prepotencia y argucias del gobernador guerrerense; y el desvío de fondos federales por parte de los mandatarios estatales de Querétaro y Durango, sólo por recordar algunos de los muchos asuntos en que escarbó a fondo y pudo descubrir numerosos ilícitos.

Manuel Buendía –asevera Francisco Cárdenas Cruz– se distinguió siempre por ser el principal censor de los personajes de la vida pública proclives a amparar sus fechorías tras el misterioso velo del secreto y aprovechar la corrupción como fuente promotora de privilegios para lograr mejores posiciones y enriquecerse ilícitamente. 17

Aunque en menor proporción, el columnista zitacuarense también dedicó análisis, comentarios, revelaciones sobre algunos de los zares de la cúpula empresarial mexicana y sus alianzas con grupos de la extrema derecha, sin olvidar sus propósitos como bloque de presión; y sobre la política militar estadunidense en América Latina, tópico en torno al cual publicó recordables textos como la carta a dos pequeños cuyo padre –perseguido político de la dictadura argentina– desapareció en Uruguay; el descarnado testimonio de dos ex prisioneros del dictador Videla, y los pincelazos de un asesor norteamericano.18

Mientras que algunos lo describen como un periodista de oposición, otros lo ubican como un hombre que siempre aspiró a que el Sistema Presidencial fuese fiel consigo mismo. Pareciera que los matices no existen. Lo innegable es que Manuel Buendía abrió no pocas avenidas entre los segmentos progresistas del país para dejar escuchar sus voces y planteamientos.  Al tratar de encuadrarlo políticamente, Carlos Ramírez anota:

No fue marxista, aunque dialogó con ellos; tampoco era priista y tenía en las filas del tricolor amigos de verdad; nunca volvió al gobierno, aunque se sabía interlocutor de importantes sectores oficiales. Esa diversidad de relaciones le permitió, como en las buenas etapas del periodismo mexicano, convertir a la columna en un intermediario válido del poder sin entrar en componendas con él. 19

Para Carlos Monsiváis, el centro de la tarea buendiística fue la develación de los poderes invisibles: esas fuerzas de las que no tenemos registro o cuya percepción apenas se intuye. Por ello entabló su cruzada contra la CIA, divulgó la red de conjuras y sociedades secretas de la ultraderecha, denunció las acciones fraudulentas y rapiñas presupuestales, sacó a balcón las inepcias gubernamentales, develó la corrupción y abusos del poder sindical… Por ello dibujó en “Red Privada” aquellos poderes cuyos trazos a veces no se advierten… pero hacen de las suyas cobijados por su paradójica invisibilidad.20

Manuel Buendía, sin embargo, jamás se consideró juez de conciencia de nadie,  ni admitió ubicársele como parte de una corriente o tendencia política. Más bien procuró asumir su individualidad como periodista afin a causas progresistas al servicio de la sociedad.

Asumo hasta donde pueda –precisó en una entrevista–, hasta donde lo alcanzo a entender, las causas de los campesinos, de los obreros, de los perseguidos, de los presos, de la gente que tiene necesidad de ser atendida por alguien y de que alguien tome su voz  y la amplifique para que se escuche. Otras veces expreso lo que son mis propios sentimientos, mis propias emociones, tratando siempre de que tales expresiones subjetivas vayan respaldadas por una base de información y por un tiempo de reflexión sobre el problema que abordo. 21

 

Indagación y fuentes

El sello que distinguió a Buendía fue su celo por la pesquisa y la eficacia de su prosa periodística. Y es que aparte de mostrarse como un buen escritor, como lo dijera el propio José Emilio Pacheco,22 jamás dejó de ser un reportero en el sentido más logrado del término: no se dormía en sus laureles esperando la información que comentaría al día siguiente, sino que acudía al escenario de los hechos, entrevistaba a gente, y nutría y consultaba su rico archivo.  Su hambre reporteril de investigador acucioso combinada con actitud reflexiva, cotejo de archivos, capacidad analítica y método expositivo, hicieron del autor de “Red Privada” uno de los primeros periodistas de investigación en México.  Porque  más que artículos o simples columnas opinativas, muchos de sus textos adquieren el perfil de breves pero documentados reportajes.

El escritor de “Red Privada” solía decir que la faceta de detective periodístico que algunos le adjudicaban no era resultado sino de un secreto muy suyo: el archivo. Junto con las fuentes vivas o informantes o contactos políticos y sociales, el archivo significaba para él la diferencia entre un columnista de éxito y otro que apenas sobrevive.  Quizás por ello, Buendía coincidía con quienes concebían al reportero investigador como un experto armador de rompecabezas:

El lector común, cuando puede, se acerca al columnista y le pregunta de donde saca su información. Entonces el columnista sonríe enigmáticamente como Sherlok Holmes cuando decía: Elemental, my dear Watson. Pero lo cierto es que a veces no hubo nada parecido al soplo de un Deep Throat, sino nada más el hallazgo de una información de aspecto nuevo que casi increíblemente se formó solo en el archivo, cuando varias piezas en apariencia inconexas, de pronto se unieron y produjeron algo de extraordinario interés. Es como divertirse formando un sencillo rompecabezas. O ponerse a sumar dos más dos. Si dan cinco, ahí está la noticia.23

Entendía el empleo del archivo como un arte de paciencia e intuición. Se compenetraba, observador acucioso, en la lectura de informaciones, documentos, discursos, con la idea de atar cabos o discernir nuevas pistas, pues sabía que “el lenguaje y los actos del poder son como criptogramas, como palabras y frases que hay que saber ir descifrando”.24

De esa manera le fue posible descubrir y divulgar la identidad de jefes de la CIA en nuestro país, los vínculos internacionales de grupos nazifascistas, las alianzas a nivel interno y externo  de la cúpula empresarial, las intromisiones del gobierno estadunidense en la política de países latinoamericanos, la verdadera identidad de un traficante de armas que se decía empresario alemán…

El oportuno aprovechamiento de todo ese bagaje informativo hizo de “Red Privada” la columna política más documentada y reveladora de secretos –políticos, sociales, económicos, religiosos, etcétera– que hasta entonces nadie había intentado desarrollar en México. Emprendió tal brega, por supuesto, apoyándose en  una amplísima “red privada” de relaciones tanto al interior del aparato de gobierno como en el seno de organismos y entidades de la más diversa gama. Quizá su experiencia como funcionario de prensa en el sector público le permitió el establecimiento de innumerables contactos, que a la postre le mostrarían puntas de  madejas cuyos enredos las más de las veces pudo descifrar  con el respaldo de su legendario archivo. Un reportero sin una agenda de teléfonos y direcciones  –expresó cierta vez Buendía al periodista Antonio Rodríguez– sencillamente está perdido. Por eso el columnista se esmeró en cuidar y estimular una extensa e intensa vida de relación social encaminada a rastrear opiniones o posibles informantes en todos los ámbitos que pudieran redituar frutos a su quehacer periodístico.25

Su amplia red abarcaba desde funcionarios y políticos, pasando por burócratas menores y empleados de entidades privadas,  hasta estudiantes, campesinos, amas de casa, trabajadores, e incluso sus colegas reporteros cuando éstos se veían imposibilitados por sus respectivos medios para publicar determinadas informaciones, o cuando requeria corroborar, rectificar o conseguir algunos datos del interior de la Republica o del exterior.

En 1978, exiliados argentinos denuncian al mundo el horror en centros de reclusión clandestinos, y el periodista Miguel Bonasso le facilita materiales sobre una agencia norteamericana que pretende limpiar la cara de la dictadura de ese país con apoyo de medios corruptos. “Posteriormente –recuerda Bonasso– nos sorprendió al aportar elementos nuevos en torno al caso, que incluso nosotros desconocíamos”. Por ejemplo, descubre la verdadera identidad de los militares que habían venido a México en busca de perseguidos políticos, vulnerando la soberanía territorial de México.26

A principios de 1984, al investigar sobre la supuesta autorización de la Iglesia católica para que unas monjas violadas usaran anticonceptivos, solicitó al corresponsal de Excelsior en París, Raymundo Riva Palacio, el cotejo al respecto en el archivo del periódico Le Monde.27

Sabido es, asimismo, que no pocos casos de corrupción que denunció a la luz pública, pudo rastrearlos, investigarlos y corroborarlos desde la madriguera misma donde se fraguaban, pese a la cantidad de obstáculos impuestos a su paso.28

Y donde ponía el ojo avizor por lo general aportaba el dato o el documento que avalaba o sustentaba la veracidad de su trabajo periodístico. Nada lo irritaba tanto, al grado de sentirlo cual afrenta a su profesionalismo, como el ver desmentidos, minimizados o soslayados algunos de sus asertos e indagaciones publicadas. Cuando eso ocurría, ofrecía a los lectores más elementos de prueba. Baste recordar cuando develó los vínculos del IPADE con el Opus Dei; cuando dio a conocer la identidad del jefe de la CIA en México, Lawrence Sternfield; cuando publicó los tristes resultados de un análisis químico de algunas muestras del mar acapulqueño para dejar callado al gobernador guerrerense; cuando aportó más informes probatorios en torno a hechos ilícitos dentro de Pemex, en los que estaban involucrados Jorge Díaz Serrano y dos funcionarios de su confianza…

El celoso seguimiento de sus investigaciones fue una característica propia de “Red Privada” y ello la resaltó como un espacio exclusivo donde de manera recurrente se ofrecían, a veces a manera de novela por entregas, controvertidos reportajes  en un estilo columnístico.

Si examinamos a vuelo de pájaro el tipo de fuentes manejadas por el reportero  michoacano en el universo de sus columnas publicadas a lo largo de sus últimos ocho años de vida, podemos aventurar que 60% procedía de la consulta sistemática y cotejo de sus archivos; 30% era información u opiniones recabadas en faena reporteril;  y acaso 10% lo constituían comentarios, opiniones o inferencias que se desprendían de su labor indagatoria y análisis documental.

En suma: las dos armas secretas de Manuel Buendía que lo encumbraron como el más claro pionero del periodismo de investigación en nuestro país, fueron su rico archivo hemerográfico, documental y bibliográfico, así como su incansable faceta de detective periodístico o reportero investigador cuyo afán por los hallazgos y las revelaciones de interés público –sin soslayar la elegancia de su estilo– de alguna manera significó un acicate y ensanchó las posibilidades  del periodismo mexicano.

 

Notas

1) Valles, Rosa María, “Restrospectiva mínima de la columna política en México”, en Revista Mexicana de Comunicación núm. 54, mayo-junio de 1998, pp. 11-14.

2) Ibid. Véase también Elena Poniatowska, “Buen día, Manuel”, en Manuel Buendía, La CIA en Mexico, Rayuela Editores, México DF, 1996.

3) Véase apartado donde se refiere la vida profesional del columnista en Omar Raúl Martínez, Manuel Buendía en la trinchera periodística, FMB/Universidad de Xalapa, México DF, 1999.

4) Ibid.

5) Zabludovsky, Jacobo, “¿Columnismo o Calumnismo?” en Siempre!, 13 de diciembre de 1978.

6) Ibid.

7) Mora Listerio, “Los columnistas políticos”, en Siempre!, 20 de septiembre de 1978.

8) Martínez de la Vega, Francisco, “Un hombre, una huella, un ejemplo”, en Los días de Manuel Buendía, Editorial Océano/Fundación Manuel Buendía, México DF, 1984.

9) Véase “Ideario”, en Omar Raúl Martínez, op. cit.

10) Véase la selección temática de columnas que aparece en el libro Manuel Buendía en la trinchera periodística. De acuerdo con Ángel Buendía, su hermano eligió como temas a los enemigos más grandes de México. Y sostiene: “Es triste reconocer que desde tu partida se han hecho realidad todos los augurios que siempre advertiste en ‘Red Privada’. […] Nos advertiste de la insaciable voracidad del gobierno de Washington, del peligro que representaba para México el avance de la ultraderecha, y del riesgo que implicaban las redes del narcotráfico. […] Por no hacerte caso, esos tres problemas encauzan hoy el destino de México. Manuel, tú fuiste grande porque escogiste para luchar por México a los enemigos más grandes que tiene nuestro país”. “Carta a Manuel Buendía”, en Revista Mexicana de Comunicación núm. 44, mayo-julio de 1996, p. 10.

11) Revísese Buendía, Manuel, Ejercicio Periodístico, Fundación Manuel Buendía/Gobierno del estado de Puebla, México DF, 2003.

12) Véase Hinojosa, Óscar, “Manuel Buendía: se extrañan sus columnas” en Revista Mexicana de Comunicación núm. 44 mayo-julio de 1996, p. 11.  Según analistas internacionales, y en particular de la extinta URSS, el autor de “Red Privada” era el periodista mexicano que mejor informado estaba en torno a la CIA.

13) Véanse subcapítulos con la selección temática de columnas que aparecen en el libro Manuel Buendía en la trinchera periodística, op. cit.

14) Ibid.

15) García Ibarra, Abraham, “Buendía, el clero y la antihistoria”, prólogo a La Santa Madre, Océano/Fundación Manuel Buendía, México DF, 1985, pp. 285.

16) Véase Buendía, Manuel, Los petroleros, Océano y Fundación Manuel Buendía, México DF, 1989, pp. 312.

17) Cárdenas Cruz, Francisco, Prólogo a Los Petroleros, op. cit.

18) Véase en la obra periodística seleccionada de Manuel Buendía que aparece en Manuel Buendía en la trinchera periodística, los subcapítulos “De la cúpula empresarial” y “Fascismo y ultraderecha”; y en el intitulado “Latinoamérica y Estados Unidos”, léanse las columnas “Carta a dos niños” y “Argentina, Brasil, Uruguay”.

19) Ramírez, Carlos, Documento interno del archivo de la Fundación Manuel Buendía (FMB). Véase también Alan Riding, Vecinos distantes, Joaquín Mortiz/Planeta, México DF, 1985, p. 133.

20) Monsiváis, Carlos, “Manuel Buendía: la lucha contra los ‘poderes invisibles’, en Los días de Manuel Buendía, op. cit.

21) En este mismo volumen, léase el capítulo “Ideario”, en donde se esboza, entre otras cosas, la postura política de Manuel Buendía.

22) Pacheco, José Emilio, “Un testamento periodístico de Manuel Buendía”, en Los días de Manuel Buendia, op. cit.

23) Véase Buendía, Manuel, La CIA en México, Océano/Fundación Manuel Buendía, México DF, 1984.

24) Campbell, Federico, La invención del poder, Aguilar Nuevo Siglo, México DF, 1994.

25) Rodríguez, Antonio, “Periodismo ejemplar”, en Diario de México, 6 de junio de 1977, p. 3.

26) Tomado de Ortiz Reyna, Manuel Buendía: un estilo, un compromiso, Tesis profesional de la FCPyS  de la UNAM, México DF, 1988.

27) Léase columna “Anticonceptivos: la Iglesia, ¿si?”, que se reproduce en Manuel Buendía, La santa Madre, op. cit.

28) Entre tales obstáculos que no siempre pudo librar, estaban los compromisos de los medios, las limitaciones económicas y el poco respeto al derecho a la información por parte de altos políticos y funcionarios. De acuerdo con el periodista panameño Tomás Cabal, en Guatemala y México “han muerto más periodistas que en ningún otro lado, y es donde más difícil resulta investigar sobre corrupción gubernamental, el narcotráfico o la policía”. Palabras expresadas durante el seminario “Periodismo de investigación y corrupción”, celebrado en México DF en abril de 1994.

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