Escasa producción de programas infantiles

El Financiero, Sección Cultural, 3 de octubre de 2006.

Escasa producción de programas infantilesCarmen García Bermejo

 

Periodista de El Financiero

En México hay 30 millones de niños. Cada uno de ellos ve la televisión unas mil 800 horas anuales; es decir, cinco horas diarias. El problema no radica en las horas-tele, sino en la pobreza de la programación, aspecto vinculado con la carencia de políticas públicas destinadas a resolver necesidades básicas de la población infantil: salud, alimentación, vivienda, educación y esparcimiento.

México ocupa el segundo lugar, después de Croacia, en horas-niño frente al televisor con un total de 300 minutos diarios por infante. Sobre todo porque poco más del 50% de los preescolares mexicanos no asisten a ningún jardín infantil, sino que se quedan en casa. Además, las primarias públicas, a las que asiste más del 80 por ciento de esta población, establecen un horario de trabajo de ocho de la mañana a las 12:30 del día. Es decir, a la una de la tarde, la mayoría de los niños ya están en sus hogares con el televisor encendido para dejara a mamá realizar los quehaceres cotidianos o esperarla a que regrese del trabajo.

La televisión en México nació con el carácter comercial de generar ingresos publicitarios para financiar operaciones y obtener ganancias. En ese modelo, la televisión educativa quedó descartada desde el principio, al menos que el servicio público del Estado consiguiera medios propios para insertar una programación diferente a la que produce jugosos negocios, siguiendo el esquema de la televisión estadounidense. Debido a esta situación se acentúa la pobreza de programas para niños, un problema que no es privativo de México, sino de todos los países de América Latina donde el 60% de la población infantil es pobre, con serios índices de desnutrición, sin servicios básicos de salud y un paupérrimo nivel educativo.

La cartelera más frecuentada por la niñez mexicana en los horarios de clasificación A (de una a seis de la tarde) es la que ofrecen las empresas Televisa y TV Azteca, aunque existe la programación de Once TV, Canal 22 y Televisión Mexiquense, pero juntas sólo representan menos del diez por ciento de la audiencia. En ese horario Apto para toda la familia (clasificación A), los niños acceden a la barra de caricaturas, pero también a los talk y reality show. Así, ellos pueden ver Hasta en la mejores familias Laura en América, Cristina, Mujer…casos de la vida real, La oreja, Ventaneando, Cosas de la vida, Lo que callamos las mujeres, etcétera.

A través de los talk y reality shows, los infantes tienen acceso a temas como “Mi comadre me quitó a mi marido”, “Mi vecino hizo tacos con mi perro”, “La secretaria de mi papá ahora es mi madrastra”, “Me gustan los chavitos. Y qué”, “Mi suegro me acosa y mi marido no lo sabe”, “Mi marido me engaña con mi hermana”, “Por culpa del alcohol mis hijos me odian”, “Estoy esperando un hijo tuyo, reconócelo y cásate conmigo”, “No soy hombre de una sola mujer”. Además, pueden ver en vivo cómo una mamá pelea a golpes con la hija o cómo un marido golpea o insulta a la esposa. Asimismo, programas como La Academia, Operación triunfo y Big Borther, que se transmiten en horarios nocturnos, han registrado audiencias muy altas de niños.

Especialistas en educación infantil señalan que es difícil lograr medir las consecuencias inmediatas que ese tipo de programas tienen sobre la niñez, pero la realidad es que el medio ambiente que rodea a los infantes es la idea que ellos se van de la vida. ¿Qué clase de juventud se está formando si esos programas son el alimento cotidiano de los niños y de ahí deducen su entendimiento del mundo?

Cinco centavos mensuales

Cada dos años los productores de televisión para niños se reúnen en Munich, Alemania, para participar en el Prix Jeunesse International, un festival de programas, seminarios y cursos para productores. Como el interés de otras naciones es grande, la organización permite llevar los programas participantes a países de todo el mundo. En esta ocasión el Canal Once de Televisión promovió a México para realizar la Muestra Internacional de Televisión de Calidad para Niños 2002 (realizada a finales de noviembre). Principalmente porque 50% de la producción nacional de televisión para niños lo realiza Once TV con un presupuesto equivalente a 60 centavos anuales por niño mexicano; es decir, cinco centavos mensuales.

Desde 1995, Patricia Arriaga es directora de programas para niños de Once TV en donde ha desarrollado y producido series infantiles como Bizbirije”, “Mi gran amigo”, “Camino a casa” y “El diván de Valentina”. Al analizar el trabajo que se exhibe en el Prix Jeunesse pregunta: “¿Qué vamos a hacer con la televisión y los niños en México? Se requiere –dice– involucrar a legisladores, gobierno, televisoras, maestros, padres de familia, universidades, estudiantes, investigadores, productores, organizaciones civiles y anunciantes porque la televisión puede ser una gran aliada de los niños. Puede abrirles el mundo, estimular su imaginación, desarrollar su pensamiento crítico, contribuir a su autoestima, inculcarles valores y brindarles entretenimiento sano.”

Arriaga comenta que los niños de Alemania, Australia, Canadá, Dinamarca, Estados Unidos, Francia, Holanda, Inglaterra, Japón, Noruega y Suecia tienen esa televisión ¿Y –reitera– nuestros niños? Considera que ellos también tienen derecho a acceder a esa programación de calidad, principalmente porque ellos pasan frente al televisor mil 800 horas anuales por niño. Esto es, 54 mil millones de horas-televisión entre toda la población infantil (30 millones).

–La situación es crítica –continúa–. Por ejemplo, quienes a finales de los años ochenta tenían cuatro o cinco años de edad, hoy están ingresando a la universidad. Quien entonces era un niño de 12 años de edad, hoy tiene 25, trabaja y es, probablemente, padre o madre de familia con un infante de, quizá, cuatro años de edad. ¿Qué televisión ve este niño y cual vieron nuestros jóvenes de hoy? Personajes de moda van y vienen, pero el fondo es el mismo: ven la misma televisión que nosotros vimos hace 30 años (El Chavo del ocho, Plaza Sésamo, Chabelo, Los picapiedra…).

“Romper este ciclo implica mucho trabajo. Necesitamos la especialidad de televisión para niños en las universidades, capacitación e investigación para conocer a fondo el fenómeno de la televisión y los niños en nuestro país, una regulación y legislación en la materia, el compromiso de los anunciantes de apoyar programas de calidad para niños y, sobre todo, presupuesto para la televisión pública. Soñamos con producir la televisión que nuestros niños merecen, pero no tenemos presupuesto con qué hacerlo. No digo que copiemos a los países del primer mundo. Subrayamos el derecho que tienen los niños de México a contar con una televisión de calidad, con series de otros países, pero también con fuerte componente de producción nacional.”

En los países del primer mundo, existe legislaciones locales específicas que no sólo regulan la programación destinada a la población infantil, sino que impulsan el desarrollo de la industria de la televisión para niños. Por ejemplo, en Francia las normas establecen que las series infantiles deben facilitarle a sus televidentes ingresar a la vida adulta. En Canadá se hace énfasis en que la tele para niños debe reflejar las normas morales y éticas de la sociedad canadiense contemporánea y estimular el comportamiento prosocial en las actitudes cotidianas. En Estados Unidos se establece que los programas deben servir para propósitos educativos e informativos en los niños y en Australia los programas deben ser específicos para los niños, mejorar el entendimiento de la vida cotidiana y propiciar las acciones colectivas.

Canadá es un país con aproximadamente 30 millones de habitantes, de los cuales 35% son menores de 18 años de edad. Como es un país con un clima muy frío, sus habitantes pasan varias pasan mucho tiempo en sus casas. Por ello, el 90 por ciento de los hogares tiene televisión por cable, más el universo de las televisoras canadienses. Como sucede en México, el tiempo-aire de Canadá es patrimonio nacional, lo cual significa que los interesados en manejar un canal de televisión necesita obtener un permiso o arrendar el espacio. La industria de la televisión en ese país es fuerte. Sin embargo, como es un negocio que con facilidad puede dejarse influir por el modelo estadounidense, el gobierno canadiense legalizó que 60% de los programas que se transmiten en su territorio deben ser nacionales. Para ello, estableció el Fondo Canadiense para la Televisión, 50% de los recursos proviene de los impuestos de los habitantes y 50% restante del impuesto (cerca de 100 mil dólares) que se le cobra a las televisoras de cable y satélite por ocupar el espacio aéreo. Además, existe el Crédito para Impuestos, un programa mediante el cual un productor puede reclamar al gobierno hasta 20% del presupuesto en efectivo que destinó a su programa, además de conseguir créditos fiscales. Aunado a eso, el gobierno ha suscrito el Tratado de Corporaciones con diversas empresas televisoras de todos el mundo para realizar coproducciones.

De esta manera, en Canadá hay canales independientes o por cable con programas para jóvenes, preescolares y niños. Así, un solo canal puede llegar a transmitir hasta dos mil 246 horas al año de series para niños, a pesar de que no se pude presentar publicidad en programas destinados a menores de seis años de edad. Esta estructura es la base de la existencia de una industria con un terrible apetito por hacer televisión canadiense y motiva a los productores a viajar por todo el mundo buscando cualquier tratado y recursos económicos que se requiere para formar sociedades y hacer los programas. Incluso, hay varias compañías públicas que venden sus acciones en las bolsas de valores, ganando cantidades enormes de dinero que invierten en televisión para niños.

El productor Peter Moss, vicepresidente de Entretenimiento de Corus Television, señala que Canadá ha hecho una gran industria mediante las políticas de empresas públicas y privadas, ya que existe una necesidad cultural a la que responde la industria de la televisión para niños. Sobre todo porque es necesario competir por la atención a la población infantil. Quizá esto es inusual en la familia o en un país, pero en Canadá existen varios esfuerzos para hacer que los niños comprendan su identidad.

–Por la cercanía que tenemos con Estados Unidos –precisa–, un buen porcentaje de niños canadienses creen que son gringos. Los medios de comunicación de ese país son tan poderosos que su ideología logra penetrar en la mente de gran parte de la sociedad y, en especial, de los más vulnerables: los niños. Para que los canadienses tengan la oportunidad de decirle a su población infantil que no pertenecen a Estados Unidos, se ha impulsado la televisión para niños como un mecanismo por medio del cual los niños aprehenden aspectos de la vida cotidiana y cultural de su país.

“Por ello, la programación de esta industria de la televisión ofrece a los infantes un sentido de lo que es la confianza básica en el ser humano. Esto es el mejor regalo que un padre le otorga a un hijo, la confianza. En las series mostramos al niño deseado, amado y con un lugar en el mundo, sin estos sentimiento hacemos un lugar inhóspito para la población infantil. La televisión canadiense para niños proporciona un sentido subyacente de confianza básica a los infantes que ven los programas y los elementos de calidad que hacen que las series sean efectivas se sustenta en las historias, mismas que siempre desarrollan un sentido de confianza y de seguridad. También alientan un sentido de autonomía y conexión; es decir, impulsan la individualidad y la membresía como parte de la familia, así como exhortan la responsabilidad social, una conducta no violenta y el respeto por los demás, elementos que son parte de su educación básica. Así que hacer televisión para niños no se limita a recrear bien las historias, sino observar el efecto sobre los televidentes.”

¿La calle más peligrosa que la tele?

Pero en los países latinoamericanos la realidad es distinta. Son pocos los gobiernos interesados en impulsar una industria de televisión para niños que refuerce la identidad de la población infantil, aunque hay algunos esfuerzos para lograrlo como es el caso de Chile.

En este país sudamericano habitan alrededor de 17 millones de personas, de las cuales 50% tiene menos de 18 años de edad. En 1989 creó su Consejo Nacional de Televisión para regular a esta industria y fomentar la programación de calidad. Este órgano realiza estudios sobre contenidos y audiencias, además de otorgar las concesiones de televisión abierta. En ese mismo año, se estableció un fondo de financiamiento para programación infantil, pero empezó a funcionar hasta 1997. Ahora, el nueve por ciento del total de la cartelera chilena es infantil. No obstante, 70% del material es producción extranjera debido a que las televisoras privadas compran, sobre todo, las barras de caricaturas y no invierten en la realización de material nacional. Así es que el apoyo más importante para la tele de niños proviene del Consejo, el cual destina cerca de 200 mil dólares anuales, monto con el cual sólo se realizan de tres a cuatro series.

En Chile existe la ley de medios electrónicos de comunicación, pero nada específico para los niños, aunque se reglamenta los anuncios y programas con sus respectivas clasificaciones. Lo único que resalta es que las televisoras están obligadas a emitir una hora de televisión cultural a la semana, cosa que medianamente se cumple porque las empresas adaptan, a su conveniencia, la definición de cultura. Además esa programación se desvanece en medio de apabullantes comerciales y series sin contenido educativo o cultural.

En 1991 Bernadita Prado ingresó al Consejo Nacional de Televisión para realizar la supervisión y estudio de la programación infantil en ese medio de comunicación. Ahora, es jefe del departamento de Fomento de dicho órgano y desde 1994 dirige el fondo de recursos gubernamentales para programas de televisión cultural. Ella explica que que este año dicho fondo distribuyó 600 mil dólares para la producción de seis programas de televisión de calidad, entre los cuales se encuentran dos series dirigidas a niños.
Subraya la importancia de elaborar formas creativas de financiamiento, distribución y coproducción de televisión para niños en los países latinoamericanos:

“La televisión en mi país –confirma– es absolutamente privada. Su financiamiento se realiza a través de los anunciantes, mientras que la televisión pública no recibe ningún subsidio del Estado sino que recaba sus fondos mediante la venta de publicidad. Este esquema dificulta el impulso a la programación infantil de calidad. Luego de un largo trabajo del Consejo y a la influencia del Prix Jeunesse en Chile se ha dado a conocer buenas series infantiles. Sin embargo, esta área está muy abandonada porque los anunciantes no quieren pasar sus anuncios en estos programas. Eso dificulta el financiamiento de proyectos.”

Prado añade que el mayor porcentaje de televisión infantil en su país es extranjera, mayoritariamente estadounidense o japonesa, debido a la escasa producción nacional. Pero considera que los niños de América Latina necesitan consumir productos de su propio país debido a que su identidad está mermada por lo que se refleja la pantalla de televisión. Comenta que familias de estratos populares, al que pertenece la mayoría de la población, le han expresado que la calle es mucho más violenta y más insegura que los programas de la de tele. Por lo tanto, prefieren que sus niños estén frente al televisor.

–Sin embargo –asegura– los niños de mi país ven televisión de adultos porque la oferta para ellos es escasa y de baja calidad. Una de las cosas que en Chile se ha establecido es que determinados actos de violencia u otras acciones que se transmitan por tele muestren las consecuencias propias de esos hechos. En la mayor parte de los países latinoamericanos hay una caricatura japonesa que transmite llamada Caballeros del Zodiaco donde la violencia y las peleas entre los personajes tienen consecuencias de muerte, amputaciones de algún miembro de su cuerpo y el derramamiento de la sangre. Pero son códigos que los niños no visualizan tan fácilmente.

“La violencia sutil que se maneja en algunas de las caricaturas acostumbran a los niños a aceptar esa situación. Por ejemplo, entre los niños chilenos se hizo una encuesta sobre los atentados contra las torres gemelas de Nueva York. Ellos vieron con indiferencia los hechos e incluso decían que se trataba de un videojuego, una película como la de Duro de matar o cualquier otro espectáculo, pero no lo vincularon con algo real. Esto es lo que está dejando la actual programación en la mente de los niños. Esa confusión les impedirá, cuando sean jóvenes, tener una actitud crítica frente a los acontecimientos nacionales e internacionales. Entonces, la ideología gringa habrá taladrado nuestras mentes.”

Pequeñas historias

Con una población de 20 millones de habitantes, Australia tiene estrictas normas para la producción de televisión para niños, mismas que permiten tener 260 horas anuales de programas para infantes, 130 programas preescolares y reglamentos para el manejo de publicidad. Para ello, existe la Fundación Australiana de Televisión para Niños que tienen como objetivo escribir y producir para la población infantil tratamos de contar con los mejores actores, productores y expertos. Lee Bourton es gerente de Educación de dicha fundación y apunta:

“En comparación con otras regiones del mundo, tenemos presupuestos muy altos para realizar este trabajo. La razón es que contamos con acceso a financiamiento del Estado y de la iniciativa privada. Por ejemplo, para una serie de niños que tienen diez o 30 episodios podemos contar hasta con 130 mil dólares por episodio, el resto del presupuesto es cubierto por el resto de las televisoras, distribuidoras y otros inversionistas. Nuestros proyectos han alcanzado un lenguaje universal y, por ello, hemos obtenido más de 90 premios internacionales y nuestras series viajan por todo el mundo. Los niños están interesados en las cosas que suceden en su país. Considero que, pese a la gran industria de televisión para niños, en Australia se tiene que hacer más programas que hablen de temas como la muerte, enfermedades y sexualidad como una manera de irlos incorporando a la realidad. Sin exponerlos a imágenes violentas, a los niños les complace saber cosas del mundo. El secreto está en el tono como se traten los temas.” 

Por su parte, el estadounidense David Kleeman, director ejecutivo del Centro Norteamericano sobre Medios y Niños, opina que en su país la producción de programas para niños están apoyados por los anunciantes, siempre y cuando entiendan que la calidad depende de las necesidades de cada niño en los individual: “Podríamos –acota– hacer un programa de calidad que está dirigido a un grupo específico de niños, pero lo único que les interesa a los patrocinadores es cuántos ojos los están viendo. En ese ambiente es muy difícil sostener la calidad de los programas. Por otra parte, debemos reconocer que a los niños les gusta mucho la publicidad diseñada para ellos porque consideran que esos anuncios son como cuentos cortos, pero no saben que el propósito es que compren lo que están viendo. Es muy difícil considerar a los patrocinados para la producción de un buen programa para niños, ya que la transacción no es justa. Quienes hacen publicidad colocan el mensaje frente a los niños sin que les importe el programa. Lo que necesita el productor es atraer a los niños ante el televisor con un programa que, por ejemplo, tenga fuerza imaginativa.”

Deja una respuesta