La élite periodística francesa

Una mirada a la crisis de la credibilidad

María Santos – Sainz

Directora del Institut de Journalisme Bordeux Aquitaine, y profesora titular de la Universidad de Michel de Montaigne de Bordeos 3, en Francia.

Uno de los criterios que mejor definen en la actualidad a la élite periodística es el de su visibilidad, la cual no se reduce a un solo medio de comunicación como en épocas anteriores. Los miembros de la élite periodística disponen de diversos púlpitos y tribunas en prensa, radio y televisión desde donde opinan e imponen su visión de la realidad.

Desde hace unos años, la élite periodística se ha convertido en el ojo de mira de la crítica a los medios como responsables de muchos de los desvaríos producidos. En Francia, su poder e influencia ha quedado últimamente en entredicho ante la creciente pérdida de credibilidad.

La élite periodística francesa es un fenómeno social emergente que en las últimas décadas ha pasado a formar parte de las élites del poder. Los modos de acceso a la élite periodística, los ingredientes que la configuran, su red de relaciones con otras élites de poder, sus actitudes ideológicas, su manera de concebir la profesión, unido a otro fenómeno nuevo, la concentración de medios de comunicación en manos de unos pocos grupos industriales, están alterando el mundo de la información y del periodismo en la mayoría de los países, y principalmente en Francia.1 Todo ello tiene especial relevancia cuando el peso de los medios de comunicación en la sociedad colectiva configura lo que se ha venido a llamarse democracia mediática, mediacracia o democracia de opinión.2

Estos nuevos fenómenos han provocado encarnizadas polémicas y la aparición de algunas reacciones sociales. Desde hace unos años en Francia se está desarrollando un debate público muy vivo sobre las relaciones entre prensa y poder, y en concreto sobre la élite periodística y los poderes político y económico, con acusaciones de connivencia.3 Esta proximidad se le achaca ahora de desmedida ante el triunfo de la estratégica omnipresencia mediática del actual presidente Sarkozy con la complicidad de la mayoría de los medios. Todo el mundo conoce sus estrechas relaciones con numerosos industriales y magnates de la prensa gala: Martin Bouygues, Arnaud Lagardère, Vincen Bolloré, François Pinault, así como el influyente consejero Alain Minc.4

Sarkozy y los medios

La frontera entre los periodistas y los políticos resulta confusa para los ciudadanos. Como algunos de sus predecesores, en cuanto ganó la Presidencia, Nicolas Sarkozy fichó a varios periodistas políticos para defender su gestión, que abandonaron sus tribunas y a sus lectores.5 Ante hechos de este tipo, la opinión pública se pregunta si esos informadores no han sido cooptados por el poder. Las sospechas son tales que la pérdida de confianza en los periodistas políticos se hace sentir.

En Francia, las relaciones tan estrechas de amistad que mantiene su Presidente con numerosos magnates de la prensa, dejan entrever una extrema connivencia. Recuérdese la defenestración del director del semanario Paris Match, Alain Genestar, tras publicar las fotos de Cecilia Sarkozy con Richard Attias, el amante con el que se fugó a Nueva York. La ommipresencia mediática de Sarkozy se ve con recelo por parte de la opinión pública, quien se pregunta por la función de contrapoder de la prensa. Un colectivo de ciudadanos y periodistas críticos con el sistema actual de funcionamiento de los medios propuso la puesta en marcha de una “Jornada sin Sarkozy”, pero la hiperactividad comunicadora del Presidente y el dominio actual de la agenda imposibilitó su éxito.

Por otra parte, el rechazo de Francia al tratado de la Constitución Europea tras el referéndum realizado en mayo de 2005, ha sido interpretado como una desaprobación a la élite periodística que hizo una sonada campaña por el sí. Ello suscitó una polémica6 en numerosos medios por parte de las bases de la profesión que reprochaban a la élite su exceso de propaganda, así como su alejamiento de las preocupaciones de la gente de la calle.

Este hecho, unido a toda otra serie de desvaríos producidos en el periodismo francés, ha supuesto la entrada en una nueva etapa marcada por el descrédito de los periodistas ante los ojos de la opinión pública y, en concreto, por el declive de la influencia de la élite periodística.7

La élite periodística se ha radicalizado. Entre los reproches enunciados a la nomenclatura de la información figura el abuso de poder en las batallas políticas, y de ser los principales responsables en las transformaciones operadas en la orientación y contenido de sus medios al imponer el marketing redaccional en detrimento, a menudo, de la calidad y la veracidad de la información.

Otras discusiones producidas en estos últimos años en Francia se han centrado en analizar la actual situación de la profesión –dando cuenta de fenómenos de nueva aparición, como la creciente precarización8 en el periodismo, la otra cara del fenómeno– y las mutaciones que se estaban produciendo tras la adquisición y concentración de medios por potentes grupos industriales.9

La radicalización

El debate en torno a la crítica de los medios alcanzó su punto culminante en 1998, por la repercusión alcanzada tras el éxito de ventas de dos libros Sur la Televisión del ya desaparecido sociólogo Pierre Bourdieu, profesor del Collége de France, y Les nouveaux chiens de garde, del periodista Serge Halimi, redactor de Le Monde Diplomatique y profesor en la Universidad Paris VIII, ambas silenciados hasta entonces por los medios de referencia. Tales libros han sido publicados en la editorial de Bourdieu Liber-Raison d’Agir. Halimi ha sobrepasado la barrera de los 200mil ejemplares vendidos y acaba de sacar una versión actualizada.10

También el documental de Pas vu, pas pris, realizado por Pierre Carles, obtuvo un gran eco por su crítica corrosiva a la televisión y a sus estrellas mediáticas, así como su siguiente obra Enfin pris. Todos estos trabajos tienen en común que son muy críticos con el periodismo que se ejerce en la actualidad –en su vertiente de periodismo de mercado y periodismo de connivencia–. Esta corriente crítica, encabezada en un principio por Bourdieu, Halimi, Carles, y otros autores,11 acusa a la élite periodística de ser la responsable del deterioro que padece la profesión. A su vez, los miembros de la élite tras sentirse víctimas de un linchamiento mediático12, les tachan de radicales, altermundialistas, antidemocráticos13 y de padecer mediafobia.14 También les denuncian por conspirar y alentar la teoría del complot.

La radicalización de la crítica vino también de la mano de un libro que puso en solfa a una institución del periodismo francés como es el diario vespertino Le Monde. Bajo el título de La cara oculta de Le Monde, los periodistas Péan y Cohen15 acusaban a su equipo directivo de haber puesto en marcha una autocracia y una deriva hacia el sensacionalismo, propiciando la información-espectáculo. Igualmente les reprochan adoptar el marketing redaccional.16 Probablemente esa obra se inscriba dentro de los anales de la historia del periodismo universal como la primera en lanzar una crítica virulenta a un diario de referencia, capital en la vida política francesa y de gran prestigio internacional.

Al final, la polémica ha sido saldada con un pacto entre las dos partes17 para evitar así entrar en una terrible batalla judicial que hubiese larvado aún más la imagen del diario y hubiese continuado provocando el descenso ineluctable de las ventas.

La élite periodística

El criterio de jerarquía en el interior de una empresa informativa ya no es el único que está marcando los mecanismos de ascenso a la élite. Hoy día, la pertenencia a la élite periodística aparece más por el criterio de su visibilidad. Ésta no se reduce a un sólo medio de comunicación como en épocas anteriores, sino que es simultánea a varios, o al menos, a más de uno de ellos, lo que produce un efecto de omnipresencia mediática, que podemos llamar pluriempleo estelar.

Los miembros de la élite periodística disponen de diversos púlpitos y tribunas en prensa, radio y televisión desde donde opinan e imponen su visión de la realidad. Lo que cuenta ante todo es su nombre y firma –ello forma parte de la personalización que opera hoy tanto en la política como en el periodismo– y la frecuencia de su exposición en una pluralidad de medios de comunicación. Así, les permite mantenerse en el espacio público a lo largo del tiempo: durar en la visibilidad. El medio audiovisual sobresale como trampolín que procura legitimidad y visibilidad a la élite periodística, y es la vía de acceso más rápida para integrar la élite.

Pero hay que saber acumular. Funciona así una especie de ley (oculta) de acumulación de medios, a la que se añade la regla de la seguridad, además de buscar la posición jerárquica más elevada; con el máximo de notoriedad, eligen la que sea más sólida. Los periodistas de élite se presentan como verdaderos estrategas. La regla de la acumulación les permite mantenerse en el tiempo, y evita la fragilidad de depender de un solo medio, si en éste se producen cambios en los nombramientos (así se evita caer en el ostracismo y terminar haciendo pasillos). El periodista Ives Rocaute18 señala:

Los mediácratas19 han sabido diversificar su campo de operaciones para mantenerse en la posición de élite periodística. Hay que saber resistir, para mantenerse en el círculo restringido. Se existe a través de un nombre de una firma.

En tal sentido, Rocaute afirma:

La mediacracia debe actuar de tal manera que sea siempre aspirada hacia lo alto según un orden aparecido a lo largo de estos años: prensa escrita, radio, y por último, televisión. Mostrar el rostro es mejor que escuchar solamente la voz. De ahí que la prensa escrita haya incorporado también la foto de las firmas más preciadas. La radio es un lugar de paso visitado, por no decir obligado de la prensa escrita hacia la televisión.

Un ejemplo notorio e ilustrador de saber acumular es el del veterano periodista de opinión, Alain Duhamel: todo un atleta de la escritura. Cualquier ciudadano francés puede seguirle casi todas las semanas en su amplio despliegue en radio, prensa y televisión.

El medio audiovisual sirve de plataforma de lanzamiento para convertirse en miembro de la élite periodística, en especial para las nuevas generaciones, tanto ante los ojos de la opinión pública como de los políticos y de los propios periodistas. Un periodista –describiría Bourdieu– que quiera tener peso debe tener una emisión en la televisión. Y ocurre que periodistas de la televisión obtienen puestos relevantes en la prensa.

Merece reseñar cómo en la era digital, en el caso español –a diferencia de países como Francia–, algunos dirigentes de la información han creado sus propios espacios en la red (periódicos, semanarios y blogs20), reforzando así la omnipresencia mediática que podemos calificar como pluriempleo estelar. Sin embargo, en Francia la élite periodística apenas si está presente en Internet; ningún periodista de élite dirige un periódico digital, como ocurre en otros países.

En España, periodistas como Victoria Prego han creado su blog, y otros dirigentes de la información fundaron semanarios o diarios digitales como Jiménez Losantos, Jesús Cacho, Alfonso Armada –que ha pasado a dirigir Periodista Digital– o Eric Sopena que acaba de crear El Plural, donde colaboran periodistas de opinión como Carlos Carnicero. En el caso de Francia, la única participación21 se restringe a la edición electrónica de los medios de referencia y a los ocasionales foros de diálogo que establece el director de Libération, Serge July, con los cibernautas desde la versión digital de su diario.

La actual élite periodística está constituida por un grupo minoritario de periodistas parisinos, vinculados en especial al periodismo de opinión. Entre ellos figuran los que participan del criterio de visibilidad y pluriempleo estelar, además de ocupar las más altas responsabilidades dentro de la jerarquía de un medio de comunicación de referencia: director de la publicación o director de la redacción, fundamentalmente, y en algunos casos, directores adjuntos. También componen la élite periodística algunos editorialistas, columnistas y comentaristas políticos de renombre, así como ciertos presentadores de telediarios y de emisiones de actualidad en televisión.

Entre los mecanismos de ascenso figuran además de la visibilidad y el pluriempleo estelar, las habilidades del periodista para constituir una sólida red de contactos y de influencia, el talento profesional, y tener un perfil consensual –en la misma línea que los propietarios del medio–. Para la corriente crítica de los medios, la élite periodística tiene una ideología más reproductora que subversiva, muy en la línea de la ideología dominante.

La publicación de obras, ensayos o novelas supone una vía de consagración necesaria para la élite periodística porque les procura autoridad intelectual, a la vez que les refuerza su visibilidad mediática, pues son invitados en los diferentes medios para hablar de su trabajo.

Nuevas tendencias

Se percibe un distanciamiento entre esta especie de “generales de la información” (la élite periodística), que poseen poder, dinero y prestigio, con respecto al ejército de periodistas (los soldados de la información), que de alguna manera les están subordinados y que padecen cada vez más situaciones precarias (paro, colaboraciones mal pagadas y con retraso).

En tal sentido, hay que señalar el incremento de la precarización y proletarización de la profesión periodística. Se constata un divorcio entre la élite periodística y las bases del periodismo, que viene acentuado por la diferencia de sus ingresos –cada vez mayor– y de las responsabilidades, la visibilidad de la élite periodística, así como por la manera de tratar la información y sus diferencias en sus posiciones ideológicas.22

Hay una estrategia del poder que crea la ilusión de que existe un diálogo entre la élite periodística y los redactores, aunque pertenecen a universos distintos. Las presiones de la élite sobre los redactores nunca se presentan en forma de decisión impuesta, sino que se producen de manera más sutil.

Por otra parte, en Francia se ha producido en las últimas décadas una imparable carrera de compra de medios de comunicación por parte de potentes grupos industriales. Este fenómeno ha instalado en apreciación tanto de los estudiosos como de los propios periodistas, la mentalidad audimat (la tiranía de la medición de la audiencia) impuesta por una implacable lógica comercial. La información tiende a convertirse en una mercancía. Se ha impuesto la competitividad, el clientelismo político y económico, además del triunfo del veredicto de las cifras de las ventas. Como resultado de lo anterior, numerosos autores alertan de que se produce una cierta homogeneización de la información. Los productos periodísticos cada vez se parecen más.

Para algunos expertos, la élite periodística se encarga precisamente de vigilar los parámetros del éxito comercial de la información. Se llega a ser miembro de la élite, entre otras cosas, por saber traducir los temas que venden, lo que manda en la actualidad, el enfoque que conviene, por tener la intuición de a quién hay que entrevistar, y cómo hay que informar.

Los criterios de organización y producción de las redacciones se hacen considerando aspectos como la rentabilidad y eficacia (hoy se pide un 10% de rentabilidad a las empresas periodísticas igual que se lo piden a una empresa de zapatos), y estos nuevos criterios perjudican al tratamiento de la información. Muchos autores críticos advierten que estos restringen notablemente el poder de decisión de los periodistas.

Los periodistas han quedado en la cuneta, no han tomado el poder ni sobre las mutaciones técnicas (informáticos) ni sobre las mutaciones económicas (managers). Hasta Le Monde ha acabado por sucumbir al marketing redaccional, tras su cambio de maqueta, entrada de fotos, titulares cercanos a la prensa rosa o sensacionalista, seguimiento como otros medios de verdaderas campañas mediáticas de promoción de determinados productos culturales, aumento de la publicidad agresiva (búsqueda del lado espectacular, que un intelectual mediático escriba un reportaje). En España, hasta un diario como El País, reacio en sus orígenes a este tipo de técnicas, ha acabado por sucumbir a la incorporación de firmas y luego a la imagen, añadiendo la foto de algunos de sus columnistas.

Esta lógica de la audiencia y búsqueda de scoop –afirma Patrick Champagne– abole la frontera entre prensa seria y prensa popular.

Entre las nuevas tendencias aparece, a partir de los años ochenta en Francia, la entrada de nuevos perfiles profesionales a las empresas informativas, motivado por el desembarco empresarial de grupos industriales y su peculiar manera de concebir la empresa periodística incorporan la figura del manager (director financiero, director de marketing o bien director de recursos humanos), lo que supone una pérdida de poder en el seno de la redacción de los propios periodistas que la dirigen. Los nuevos patrones de los medias se han rodeado de nuevos equipos de directivos, que ocupan cargos en la jerarquía de los medios, e imponen una política de rentabilidad basada en el marketing editorial para atraer la audiencia.

Otras tendencias señaladas que provocan conflicto de intereses es que algunos de los periodistas de la élite (caso de Jean-Marie Colombani de Le Monde o de Serge July de Libération) acumulan su puesto de director de la publicación (con responsabilidad en el contenido informativo) con el puesto de director del Grupo (con la empresa periodística) propiciando el choque de intereses entre la calidad de la información (criterio que se le pide a un periodista) y la exigencia de resultados en las ventas (propio de un directivo económico que ve en términos de expansión del grupo y desafíos económicos). En el caso español, se puede citar a Juan Luis Cebrián, primer director del diario El País, que hoy compagina su puesto de consejero delegado del grupo Prisa con una mirada atenta a la línea editorial del diario de referencia.

El contexto de crisis y descontento que vive Francia desde hace unas décadas, se traduce también en un distanciamiento por no decir una clara ruptura entre las élites y la sociedad civil. Algunos autores califican este nuevo fenómeno como un auténtico divorcio.23 Según ellos, esta tendencia se está incrementando con el tiempo. La agenda de los medios coincide más a menudo, en los casos estudiados en mi investigación, con la agenda de los políticos, mientras cada vez se aleja más de la agenda de los ciudadanos. Los ejemplos más clarividentes han sido Referéndum de Maastricht, el plan Juppé y más recientemente el referéndum sobre la Constitución Europea del 29 de mayo de 2005 donde a pesar de que tanto la élite política –en términos generales– y la élite periodística hicieron campaña a favor del sí; sin embargo, la opinión pública votó desfavorablemente. Este resultado mostró la escasa influencia de la élite periodística.

Nuevos límites

Otro fenómeno de reciente aparición –resultado del clima de desconfianza reinante y del peso que va tomando en la sociedad civil la crítica mediática y la función de “informar sobre la información”24– es la constitución de un quinto poder ciudadano frente a los abusos del cuarto poder, como apuntó Ignacio Ramonet en un editorial de Le Monde Diplomatique.25 Y precisamente de la mano de la movilización ciudadana, auspiciada por algunos medios militantes y círculos universitarios, han nacido diversas plataformas centradas en la crítica de los medios. Es un paso más adelante en la sensibilización de una ciudadanía mediática, con un espíritu crítico frente a los medios. En este terreno, el debate democrático goza de una gran salud en Francia.

Las dos plataformas más relevantes son, por un lado, Acrimed26 y por otro, el Observatorio francés de los medios,27 que reúnen desde periodistas, hasta profesores de universidad, investigadores, militantes del mundo asociativo, y en el caso del Observatorio hasta algunos sindicatos de periodistas. Sus objetivos residen en denunciar y alertar de los desvaríos o errores cometidos por los medios de comunicación, pero también de analizar el tratamiento mediático de la actualidad. Algunos periodistas de la élite han denunciado estas plataformas calificándolas de policías de la prensa.

Finalmente habría que apuntar que el de la élite periodística es un tema abierto que, por sus implicaciones sociales, económicas y políticas, seguirá dando de qué hablar y exigirá la realización de nuevos estudios sobre la evolución de la configuración y el alcance de esta nueva categoría social cuyas actuaciones aparecen plagadas de consecuencias.

NOTAS
1) Santos-Sainz, M., El poder de la élite periodística, Fragua, Madrid, 2003. En Francia acaba de publicarse una versión actualizada y aumentada: L’élite journalistique et son pouvoir, Apogée, Rennes, 2006.

2) Neveu, E., Sociologie du journalisme, La Découverte, Paris, 2001.

3) Sirva como ejemplo de la proximidad-dependencia entre la élite periodística y la clase dirigente francesa la siguiente noticia que ha sido confirmada por su protagonista principal. El presidente de la radio privada Europe 1, el periodista J-P. Elkabbach, había consultado a Sarkosy (ministro de Interior y presidente del partido UMP) para que éste le ayudara a seleccionar a un periodista encargado de seguirle informativamente en sus actividades. Le Monde, 23 de febrero de 2006.

4) Un recientre trabajo de investigacion sobre los tejemanejes de Minc en el mundo de los negocios y de la prensa gala es Petit conseils (Stock, 2007), del periodista Laurent Maudit, ex-director adjunto de Le Monde.

5) Como es el caso de la redactora-jefe de la revista Le Point, Catherine Pégard. En mayo de 2007 fue nombrada consejera del Presidente de la República francesa. Como periodista política siguió de cerca la campaña de Sarkozy a la Presidencia.

6) “Le traitement de la campagne suscite la polémique au sein des médias”, Le Monde, el 19 de mayo de 2005. Véase el dossier consagrado por la plataforma ciudadana Acrimed (Acción crítica de los medios) en: www.acri med.org.

7) Algunos autores van más allá y denuncian la “muerte de las élites” tras el triunfo del “neopopulismo reinante” y su “violencia hacia todos aquellos que están arriba, es decir, las clases dominantes”. El criterio único del neopopulismo sería el antiélitismo, el pueblo contra las élites. Véase MINC, Alain, Le crépuscule des petits dieux, Grasset, Paris, 2005.

8) Accardo, A. (dir.), Journalistes précaires, Editions Le Mascaret, Bordeaux, 1998.

9) Véase “Observatoire français des médias”, en Sur la Concentration dans les médias, Liris, Paris, 2005.

10) S., Halimi, Los nuevos perros guardianes, Ediciones Txalaparta, Tafalla, 2002.

11) Op. cit. L’élite journalistique et son pouvoir. Chapitre 9. Véase “Les enjeux actuels de la critique des médias“ et “Les critiques, critiqués“, pp. 188-200.

12) Así lo hizo saber este periodista que reprochó a Bourdieu y a sus acólitos de inculcar un complejo de culpa según él infundado: Schneiderman, D., Du journalisme après Bourdieu, Fayard, Paris, 1999.

13) Es la tesis defendida en esta obra que obtuvo una gran acogida en los medios dominantes: G., Muhlmann, Du journalisme en démocratie, Paris, Payot, 2004.

14) Philippe, Val, “La presse a besoin de flics”, en Charlie Hebdo, 24 de diciembre de 2003; Charles, Jaigu, “La police des médias”, en Le Point, 9 de enero de 2004; Weil, Nicolas, “Le journalisme au-delà du mépris”, en Le Monde des livres, 2 de abril de 2004.

15) M., Santos-Sainz, “La credibilidad de los medios de referencia y la élite periodística”, Madrid, Revista Telos, núm. 61.

16) P., Champagne, Le journalisme à l’écono-mie, Actes de la recherche en Sciences Sociales, 131-132, Mars 2000, Paris, Seuil, pp. 3-7.

17) Op. cit., Apogée, 2006, pp. 206-207.

18) Y. Roucaute, Splendeurs et misères des journalistes, Calmann-Lévy, Paris, 1991.

19) Así denomina él a la élite periodística.

20) Según un informe recientemente publicado en Estados Unidos sobre el estado de los medios de comunicación, titulado “Proyecto por la Excelencia en el Periodismo 2005”, se apuntan nuevas tendencias frente al modelo tradicional de periodismo. Así, mientras que antes “los informadores se preocupaban principalmente por la verificación de hechos”, ahora está dando paso a “un nuevo modelo en los medios en el cual se da información sin hacer grandes esfuerzos para comprobar su veracidad”. Esto se ve tanto en la televisión por cable y en las tertulias radiofónicas como en los blogs de Internet cuya norma es “publicar cualquier cosa y dejar que se compruebe o no después”.

21) La excepción es el blog de Daniel Schneiderman, columnista de Libération y exdi-rector-presentador de un programa televisivo sobre los médias Arrêt sur images.

22) En estos últimos cinco años se han producido en diversas redacciones de medios franceses tanto de la prensa escrita (el caso de Libération y en Le Figaro) como la televisión, discrepancias entre la redacción y sus dirigentes, tal es el caso de la redacción de la cadena France3, que rechazó la política editorial. Le Monde, 7 de enero de 2005.

23) Julliard, Jacques, La faute aux élites, Gallimard, Paris, 1997.

24) Ramonet, I., “Informer sur l’information”, en Le Monde Diplomatique, febrero de 1998.

25) “Le cinquième pouvoir”, en Le Monde Diplomatique, octubre de 2003.

26) www.acrimed.org
27) www.observatoire-medias.info

El artículo anterior se debe de citar de la siguiente forma:

Santos Sainz, María, «La élite periodística francesa», en
Revista Mexicana de Comunicación,
Núm. 110, México, abril / mayo 2008, 42 — 45 pág.

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