La permanencia de Control

Cineadictos

Carlos Solís

Colaborador de la publicación Cineadictos que edita la FES- Acatlán

Dos personajes del rock han sido llevados a la pantalla este año, Bob Dylan (I’m not there, 2007) e Ian Curtis (Control, 2007). Ambos fueron importantes para la música en sus correspondientes décadas, setentas y ochentas respectivamente; mientras que Dylan dictaba las reglas para un rock más social y orgánico en cuanto a sus elementos musicales, Curtis imprimía un tono nuevo al punk que evolucionaría como inspiración para otros subgéneros.

Fue en 1999 cuando compré el Permanent, disco recopilatorio de aquel grupo de los ochenta, lo hice en Santiago de Chile, acompañado por mi primo, en lo que se conoce como El Persa Bio-Bio, una especie de Tepito mezcla extraña con el bazar de Lomas Verdes, plaza Meave y un mercado de anticuarios; en el galpón 9 se encontraba lo bueno: música de culto, cine de culto, libros de culto, artículos viejos de culto, etc. Lo adquirí junto con el Dark side of the moon de Pink Floyd, otro disco de culto, para variar.

“Control” relata la historia del motor del grupo Joy Division, Ian Curtis (Sam Riley), quien enclaustrado en su hogar de Manchester escucha a David Bowie, creando un prospecto de poeta-músico que se manifestó después de aquel mítico concierto de los Sex Pistols. Inseparable de la historia musical está su prematuro matrimonio con Debbie (Samantha Morton), su novia de juventud. Conforme avanza la historia se percibe el talento en la mezcla de los integrantes, junto con la contradictoria y depresiva personalidad de Curtis que detonó en su epilepsia. Por otro lado, está la presencia de una Anik Honoré, una reportera del medio musical anglosajón, quien destroza los cimientos del vocalista y finalmente, el temido éxito de la banda, haciendo que todos estos elementos revienten en un final irremediable y ya conocido por los seguidores del conjunto.

El disco de Joy division permaneció (en su nombre estaba la penitencia, Permanent) en mi walkman – de casette todavía – en los trayectos hacia la escuela, el trabajo; en mi casa, en las noches solitarias de café y cigarros. Pero pasó la euforia, mis gustos se enfocaron hacia algo similar en su composición, pero diverso en su elaboración: Nine Inch Nails, un remanso de aquel grupo inglés. Dicha influencia ofrecería un cover por parte de Trent Reznor de una canción del conjunto de Man-chester, Dead Souls, para el soundtrack del filme El cuervo (Alex Proyas, 1994). Sin embargo su melancólico sonido estaría enterrado en el cartílago de mis oídos.

Antón Corbjin, director de “Control” pone en práctica su labor de fotógrafo en cada uno de sus encuadres; salvo excepciones impuestas por el rigor fílmico, son cuadros perfectos. Sam Riley, el actor que interpreta al malogrado vocalista de la banda, esparce, con un dejo de silencio y tristeza, expresiones contun-dentes asimilando la personlidad de Curtis, mientras que Samantha Morton desempeña una labor convincente, siendo la contraparte, creando ese sentimiento de compasión hacia el personaje. En cuanto al soundtrack, la música en la cinta corresponde a muchas canciones compuestas por el cuarteto británico; sin embargo, la influencia de Iggy Pop, los Buzzcocks, bastante homenajeados en el transcurso del filme, Cabaret Voltaire y otros grupos, hacen de la parte sonora algo heterogéneo, claro, sin contar la nefasta versión de Shadow Play interpretadoa por The killers.

La noticia me llegó por una publicación de corte musical nacional: Joy division tenia una película; posteriormente, y con un poco de paciencia, entre un semestre y otro, nuestro dealer fílmico, Chucho (Solo Chucho por razones de seguridad) nos proporcionó una versión de la cinta, con bastante buena calidad. Sin embargo, no satisfizo mi necesidad de verlo en la pantalla grande para apreciarlo como debería (el Cinemex Mundo E fue el complejo cinematográfico donde se exhibía). La premisa anterior fue absolutamente cierta, no cupo duda en mí, absorbí cada una de los cuadros, mastiqué cada dialogo para una mejor digestión y saboreé cada canción del grupo en una combinación de perfecto balance imagen – sonido, una mezcla que quedara impregnada en mis gustos fílmicos como el primer disco que escuché de la agrupación: Permanente.

El artículo anterior se publicó originalmente en Cineadictos
y debe de citarse de la siguiente forma:

Solís, Carlos, «La permanencia de Control»,
en Cineadictos, Num. 73, mayo, 2008.

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