Guerra de baja intensidad

La política en tacones

Pilar Ramírez

Si encarcelaran a todos los padres que no cumplen con la manutención de sus hijos menores quizá no habría cupo en las cárceles del país. Me temo que esta especie rebasa en número a los narcos, a los secuestradores y a los defraudadores y, en una de ésas, es más peligrosa que El Hummer. En conjunto son más dañinos que médicos en grupo, pues causan la pobreza en muchos hogares, perturbaciones en el crecimiento de una parte importante de la niñez mexicana, niños que no acuden a la escuela porque deben colaborar con la economía de la casa, en lugar de jugar y aprender y gestan en esos pequeños desconfianza en la vida, la sensación de no ser amados y un resentimiento con inevitables consecuencias en la vida adulta.

Padres desobligados los hay de varios tipos, están los que nunca conocieron ni reconocieron a los hijos que engendraron lo que hace que les resulte natural la falta de apoyo; los que se divorcian o se separan y sufren con ello de amnesia súbita porque se desentienden fácilmente de los hijos con los que convivieron por años; los que se divorcian y admiten de manera formal sus obligaciones paternas pero sienten que les arrancan la piel de la espalda cuando las cumplen; los que necesitan que los persigan para atender su responsabilidad, aun con una sentencia judicial de por medio, y están los que al formar una segunda familia siguen la conseja popular de «jarrito nuevo dónde te pondré, jarrito viejo dónde te aventaré».

También los hay de varias clases sociales aunque la desobligación es la gran igualadora de este tipo de hombres. Están los que propician condiciones de miseria o de pobreza en la familia a la que no apoyan, los que –aun teniendo recursos- se resisten a pagar zapatos, vestimenta, colegiaturas o viajes. Sólo cambia la dimensión del bien que escamotean, según la capacidad económica, pero la negativa es prácticamente la misma.

Si observamos, la denominación de «madre soltera» no alude tanto al hecho de la condición civil de la mujer o al señalamiento de tener hijos sin haberse casado, como al de la ausencia del respaldo paterno.

Hace pocos días, diarios locales y varios de circulación nacional, dieron a conocer la reforma al Código Penal del estado de Chihuahua, gracias a la cual se aplicarán penas de seis meses a cuatro años de prisión a los padres que incumplan con la manutención de los hijos. En esa información se anota también que el Distrito Federal prevé, desde el año 2000, sanciones de un mes a cinco años de prisión para el mismo delito. En un dejo de optimismo, al convertir en nota informativa un boletín de prensa, se afirma que «la pensión de padres a hijos ya no será un acto de buena voluntad o de compromiso ético en Chihuahua, sino que será plenamente una obligación legal», aseveración temeraria y alejada de la verdad.

Las redacciones de los diarios que incluyeron esta nota no se tomaron la molestia de revisar otras legislaciones, pues hubiesen visto, por ejemplo, que desde el año 2004 Veracruz también incluye en su Código Penal sanción de uno a seis años de prisión a quienes no cumplan con la obligación de dar alimentos a sus hijos. ¿Esto ha servido para reducir de forma significativa el número de familias que deben vivir sin el apoyo económico paterno? No.

El cambio no se ha visto porque la procuración de justicia no ha cambiado. Se requieren ministerios públicos especializados o instancias gubernamentales que apoyen legalmente a las mujeres e hijos que sufren el abandono económico. La exigencia de una pensión representa un tortuoso proceso legal al que muchas mujeres le temen, otras desconocen y la mayoría no puede sufragar.

La propia ley tiene limitaciones. A pesar de que este delito provoca consecuencias sociales desastrosas, no se considera delito grave, por ello sólo se persigue por querella y no de oficio. Las penas previstas generalmente se esquivan con un arreglo extralegal. Si al menos aumentara el número de denunciados sujetos a caución quizá sería más ejemplificante. Aun en los casos en los que se da curso al proceso legal, los resultados dependen de la habilidad jurídica para presentar y defender los casos, lo cual suele favorecer a los hombres, quienes tienen una capacidad económica mayor para pagar un mejor respaldo legal.

En contraparte, las áreas que ofrecen apoyo jurídico a las mujeres en algunas instituciones son, además de insuficientes, poco eficientes porque el bajo presupuesto es la constante de estos órganos. Mientras estas circunstancias no se modifiquen seguiremos siendo testigos de que aunque la ley cambie, continuará siendo sólo una sugerencia para los padres desobligados, verdaderos estrategas en esta guerra de baja intensidad que logran a largo plazo el aniquilamiento de sus enemigos que son, ni más ni menos, que sus propios hijos. Para aumentar los males, la directora del Instituto de la Mujer de Guanajuato rechaza el aborto, aun por violación, ¿será que confía en que un violador puede ser redimido y convertirse en un padre responsable?

Periodista y colaboradora de la RMC

El artículo anterior se debe de citar de la siguiente forma:

Ramírez, Pilar, «Guerra de baja intensidad», en Revista Mexicana de Comunicación en línea,
Num. 113, México, noviembre. Disponible en: Disponible en:
http://www.mexicanadecomunicacion.com.mx/Tables/rmxc/p25.htm
Fecha de consulta: 21 de noviembre de 2008.

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