San Othón y Doña Amalia

¿Hasta dónde su ejemplo continúa?

 Jorge Meléndez Preciado

 

En  los  últimos  meses  del  año  pasado  y  los  primeros  de  éste,  ha  fallecido  una  buena  cantidad  de  personas  ilustres,  armadores  del  llamado  México  contemporáneo.  Pero  a  fines  de  2008  hubo  dos  bajas  que  se  dieron  muy  cercanamente.  Fueron  muy  comentadas  por  los  aportes  indudables,  cada  cual  en  su  trinchera,  que  hicieron  a  la  nación  que  se  forjó  en  el  siglo  XX.

Una, la de Othón Salazar Ramírez, un profesor que movilizó a quienes aspiraban por los derechos que plasma la Constitución y eran alabados por líderes y teóricos de la llamada Revolución Mexicana, aunque nunca realmente pudieron llegar a ser ciudadanos plenos: los indígenas.

La sindicalización sin tutelas, las posibilidades de una vida decorosa para los mentores, la necesidad de que el alfabeto fuera la base para el cambio, la oportunidad a las mujeres en  lucha y  la transformación en el aula, fueron otras de sus batallas.        

Todo ello y más fue  la constatación de que las ofertas de la clase política eran sólo adorno. Para que no quedara duda, hasta intelectuales llegados a la cumbre pensaron únicamente en lo inmediato y no lo trascendente (el caso del secretario de Educación, Jaime Torres Bodet, satirizando a quienes reivindicaban sus derechos).

Una frase de Othón lo describía: «hermanito». La utilizaba siempre, ante todos. Una actitud lo definió: su congruencia con sus ideales, básicamente el comunismo, el cual nunca abandonó. Una muestra de las autoridades dejó constancia de la represión permanente contra Salazar: nunca se le reintegró su plaza de maestro de primaria luego de la inmensa batalla del MRM en 1958 y después.

Lanzado por el PCM no logró ser el candidato presidencial del PSUM (1981). Fue un error de la izquierda el no haber reivindicado a este orador brillante, hombre íntegro, organizador nato, representante de lo mejor de los combates sociales (junto con Demetrio Vallejo y Valentín Campa). Sobre todo en momentos en que el neoliberalismo se abría paso  y se necesitaba alguien que presentara un rostro diferente a los políticos supuestamente de izquierda, con discursos gastados, nada propositivos y sin emblemas claros.

Fue presidente municipal de Alcozauca, Guerrero, y hasta al final de sus días seguía recorriendo Tlapa y la montaña de dicho estado. Nunca cejó en sus propósitos, no obstante que abandonó el PRD (1989), ya que para él era un cascarón vacío donde la politiquería había ganado la batalla y la caza de prebendas era el objetivo de sus líderes; aunque decenas de compañeros, algunos cercanos a Othón, no hayan abandonado su afiliación al perredismo.

Varios de sus conocidos hicieron llamados para auxiliarlo económicamente al encontrarse en la miseria y cuando agravó de su enfermedad. Pocos atendieron el aviso, pero  el día de su entierro a muchos se les vio tremolando banderas y con rostro descompuesto.

Por otro lado, una semana después (significativo 12 de diciembre) murió quien nunca quiso ser Primera Dama, ni se ostentaba como esposa del principal dirigente mexicano desde los años cuarenta, ni dejaba ver su influencia en muchas situaciones límite.

Amalia Solórzano Bravo, a quien cariñosamente se le decía Doña Amalia y en la intimidad Mamu, fue la esposa del general Lázaro Cárdenas del Río. Desde su noviazgo ella mostró carácter. No obstante el rechazo familiar y su educación católica, decidió matrimoniarse con el militar únicamente por el civil. Sus acciones más importantes nunca las sabremos plenamente, algo que le abre un papel en el imaginario social sin precedente, contrastando con aquellas señoras ligadas a presidentes de la República, que hicieron de su vida y/o actividades una inagotable fuente  de excesos.

Cuentan algunos que desde su casa en la calle de Andes (Lomas de Chapultepec), se decidieron las acciones más importantes de su hijo Cuauhtémoc, en 1988. Mucho de ello seguramente ocurrió, ya que el ingeniero despachaba en ese lugar habitualmente. Pero lo que se repitió hasta el cansancio: la señora le pidió a José López Portillo que Cuauhtémoc fuera abanderado del PRI al gobierno de Michoacán, y lo logró. Además, se insiste, su nieto Lázaro atendía el consejo de la  abuela  en muchas decisiones importantes, cuando éste fue gobernador de Michoacán.

Doña Amalia fue, para muchos, quien no sólo impulsaba las acciones importantes del general Cárdenas, sino además encabezaba tareas directas lo mismo a favor de las mujeres, los exiliados españoles (niños de Morelia), el apoyo a causas como las del que fuera obispo de Cuernavaca, Sergio Méndez Arceo, las del subcomandante Marcos y la defensa del petróleo como un recurso estratégico.

Personaje del que hay varias historias, de Luis Suárez y Julio Moguel, fundamentalmente, aunque también una picante y corta entrevista de Julio Scherer. Por esas y otras muchísimas razones es indispensable repensar y escribir acerca de ella, sobre todo por su aceptación de muchas cuestiones que entre las feministas espantan: la infidelidad del hombre.

Othón y Amalia, ambos de origen campesino, aunque de familias polares económicamente, son muestra de una nación solidaria, en efervescencia, que buscaban un camino diferente al trazado por la élite económica.

¿Hasta dónde su ejemplo continúa? ¿De qué manera retomar sus ideales? ¿Cómo enarbolar sus banderas y darles vigencia? Preguntas sin respuesta, todavía.

Conocí y traté más de cerca al maestro rural que a la señora. Con el profesor la relación en el PCM fue profunda, entrañable, aunque no cotidiana

De la fémina guardo momentos lejanos pero significativos donde el silencio, la pausa y luego las decisiones mostraban su aplomo y categoría.

 Periodista de El Financiero.
Correo electrónico:  jamelendez@prodigy.net.mx

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