Lo que ellos quieren

La política en tacones

Pilar Ramírez

No voy a hacer la reseña de la versión masculina de aquella película protagonizada por Mel Gibson, en la que el personaje tenía el don de “escuchar” los pensamientos de las mujeres, todavía no existe, sino señalar algunos deseos a los que creo se pueden sumar muchos ciudadanos y que se dejan sentir con los resultados de la votación del pasado 5 de julio.

El alud de tinta para revisar los resultados de la jornada electoral ha sido generoso; los hechos más revisados son el triunfo del PRI, la derrota del PAN y el significado del voto nulo. Sobre el triunfo del PRI se ha repetido, quizá en demasía, la interpretación del retroceso, de la vuelta al pasado. Tiene razón Octavio Rodríguez Araujo cuando señala que el PRI no es uno solo, que el partido de Luis Echeverría no se asemeja al de Carlos Salinas, es difícil entonces afirmar que los votantes que le dieron el triunfo al PRI hayan apostado por un retorno al pasado. La memoria colectiva no suele ser tan analítica y responde bien, en cambio, a la inmediatez. Se conjugan en ese voto, la percepción acerca del gobierno en el poder y de los gobiernos priístas, donde el primero perdió en la comparación.

Sobre la derrota panista se ha insistido en atribuirla a la conducción de una campaña fallida y en el comportamiento de su líder. Todo parece indicar que los únicos contentos con Germán Martínez fueron su familia y los cartonistas a quienes les daba una fuente inagotable de material para su producción monera.

El voto nulo, defendido por muchos líderes de opinión, no fue más que el hartazgo hacia los partidos y sus representantes, pero también hacia la clase política en general y muchas decisiones de gobierno en las que el ciudadano ni siquiera brilla por su ausencia, simplemente no existe.

En este momento, en que los partidos están analizando sus resultados y algunos de ellos solicitan incluso los servicios de analistas políticos, ahí les van algunos tips que podrían recoger con sólo echar un vistazo a los diarios.

No deja de ser paradójico que el voto nulo haya tenido tanta propaganda en este año electoral cuando el costo de la elección ascendió a más de 12 mil millones de pesos, la mitad del presupuesto de la UNAM. Los mexicanos gastamos una millonada en partidos y autoridades electorales para que una parte importante de la ciudadanía no vote, anule el voto o vote por el menos malo.

Los ciudadanos vemos con desconfianza que un político salte de un partido a otro con la mayor caradura del mundo, no por un proceso de ideologización, de simpatía por los principios que súbitamente descubren en otro instituto político sino simple y llanamente para hacerse de una candidatura.

Si un candidato ganó un puesto de representación popular se ve muy mal que lo abandone con tal de ir en pos de otro. En la mayoría de los congresos locales hubo desbandada de legisladores que incumplieron el compromiso que adquirieron con la ciudadanía que los llevó a esos cargos para buscar permanecer como legisladores, pero en el plano federal. No sé de ningún caso en que hayan sido aclamados o urgidos por esos ciudadanos para competir por una curul en el congreso federal, fue una decisión personal para permanecer en la nómina legislativa (comme il faut debidamente planchada con quien palomea las candidaturas).

Los partidos deben otorgarle ya la mayoría de edad a los ciudadanos, la madurez suficiente para analizar algunas características de los candidatos. No nos presenten candidatos famosos, sino gente que en el desempeño de sus funciones tenga la capacidad de hacer un papel decente. Ojalá que les diga algo el hecho de que “los famosos” de la elección pasada no ganaron. El congreso no es un campo deportivo y tampoco, aunque a veces lo parezca, un set de televisión. Pueden abstenerse de candidatear deportistas, actores, cantantes y gente del “jet set”.

Queremos que los servidores públicos mantengan en la esfera privada sus inclinaciones religiosas, que no intenten ganar el cielo con donativos millonarios a la iglesia de un solo credo y tampoco que sus creencias religiosas conduzcan sus acciones como vetar una ley, criminalizar a quienes no comparten su credo o dictar normas basadas en una moral religiosa. En una palabra que se respete el Estado laico.

Un renglón que lastima agudamente a la ciudadanía es la ligereza o la franca irresponsabilidad para manejar las arcas públicas, mismas que se llenan con los impuestos ciudadanos. Los sueldos escandalosos son causa de irritación, lo mismo que la negativa a transparentar ciertos gastos sobre todo cuando se relacionan con viajes o atención personal. Frente a estos gastos, declaraciones como las del diputado panista de Querétaro Fernando Urbiola que ante la crisis sugiere hacer dieta o comprar leche sólo para los niños ya que los adultos no la necesitan resultan insultantes porque todo mundo intuye que el diputado no tiene necesidad de hacer esas economías.

Si existe una norma electoral, ¿para qué intentar torcerla con propaganda disfrazada de información en periódicos o revistas? ¿pPara qué buscar maneras de truquear la ley con propaganda anticipada como si eso fuese a determinar el resultado de la elección? Las campañas negativas también colocan a los partidos como organismos sin propuestas que sólo podrían ganar si descalifican al otro.

Si se decide montar una campaña basada en los buenos resultados de un gobierno es preciso asegurarse de que tales resultados en verdad son evidentes para la población y no sólo declaraciones a los medios. La desconfianza ciudadana no es gratuita. La lista podría resultar interminable, pero con que los partidos tomaran en cuenta estas pocas propuestas sería un gran avance.

Periodista y colaboradora de la RMC

El artículo anterior se debe de citar de la siguiente forma:

Ramírez, Pilar, «Lo que ellos quieren» en Revista Mexicana de Comunicación en línea,
Num. 116, México, julio. Disponible en: Disponible en:
http://www.mexicanadecomunicacion.com.mx/Tables/rmxc/politica.htm
Fecha de consulta. 30 de julio de 2009.

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