Vivir mejor
La política en tacones
Pilar Ramírez
La violencia se ha convertido en algo tan cotidiano en nuestro país como respirar, sin embargo, la respuesta social, condicionada por los medios ― signo de nuestros tiempos ― es ambivalente. Nos horroriza la muerte de una pequeña de cinco años y el drama familiar que se atisba detrás de ella o nos estremecemos con la historia de una mexicana muerta en el terremoto de Haití y todo el proceso del traslado de su cuerpo para que su familia le dé sepultura pero permanecemos impasibles ante los millones de mexicanos que viven en miseria extrema, los muchos miles de niños que nunca en su vida han probado la leche o los decapitados que un día sí y otro también son hallados como subproductos de la guerra contra el crimen organizado que el gobierno federal dice ir ganando.
Edificios públicos son blanco de ataques, los cuerpos de seguridad han ido acumulando bajas que ya suman cientos, otros miles se abonan a la cuenta de los grupos criminales, asesinatos de candidatos y de activistas sociales, como los ocurridos en San Juan Copala, en Oaxaca que no merecieron atención del gobierno federal, pese al reclamo reiterado de organizaciones civiles, sino hasta que el jefe del ejecutivo mexicano se reunió con la presidenta de Finlandia, debido a que uno de ellos era finlandés.
La dimensión de la violencia que viven los jóvenes, ahora denunciada por rectores de varias universidades, parece inexistente hasta que vemos a una madre cuyo dolor mezclado con el barrunto de la impunidad ante el crimen de su hijo, la hace confrontar al Presidente para exigirle justicia y para reclamar por el trato inicial de delincuentes que recibieron los estudiantes asesinados.
Los efectos colaterales de la estrategia seguida por el gobierno federal para combatir el crimen, también violentos, también agresivos, como son los abusos de militares y las muertes de civiles, se consideran mal necesario. En tal tenor fue la declaración del presidente Felipe Calderón sobre este tema, que escandalizó por la indiferencia ante la muerte de inocentes, lo que le obligó a rectificar, aunque allí queda la primera impresión.
A este ambiente se suma el secuestro de Diego Fernández de Cevallos, hombre controversial al que se le reconoce no sólo como prominente panista sino poseedor de un poderío económico acompañado de gran poder político. Su desaparición conlleva significados de diverso orden, pero destaca su contribución altamente simbólica a la atmósfera de violencia. Los analistas han aventurado hipótesis de diversa índole respecto a su desaparición, la verdad es que no hay respuesta todavía, pero sí algunos hechos: el panismo de Querétaro no pudo resistir la tentación de aprovechar este hecho lamentable y se apresuró a colocar espectaculares en apoyo al ex senador con la emotiva frase de solidaridad “Diego, estamos contigo” y remataba el anuncio en la parte inferior con el lema “Por un Querétaro seguro y en paz”.
Se dijo que esta campaña inició como respuesta a la resolución de la presidenta del congreso local de Querétaro, de filiación priista, de guardar silencio ante el caso de Fernández de Cevallos. Los diputados del PAN rechazaron la decisión que interpretaron como limitante de su libertad de expresión. Cinco horas después los espectaculares estaban en exhibición. Una campaña, por simple que sea no se resuelve en tal tiempo, ni siquiera la parte puramente técnica de la impresión, resulta obvio que la determinación de emprenderla se tomó con antelación. Los espectaculares fueron retirados 24 horas después sólo por petición expresa de la familia Fernández de Cevallos.
Este hecho trajo a la memoria la situación política de 1994, cuando la muerte de Luis Donaldo Colosio fue hábilmente usufructuada para alimentar un clima de miedo como guía del voto ciudadano. Hoy, la violencia es de tal escala que resulta difícil manejarla como ingrediente de una estrategia electoral, en cambio, la tragedia personal bien aderezada por los medios y una campaña como la que intentó realizar el panismo queretano puede jugar un cierto papel en este importante año electoral en el que participa poco más del 40% del electorado del país, por lo que se le tiene como termómetro de lo que sucederá en la elección federal del 2012.
Quince entidades tienen elecciones este año. Yucatán cimbró al panismo que inconforme con el resultado adverso ahora está enfrascado en el reclamo jurídico. Con seguridad resulta motivo de preocupación pensar que es anuncio de lo que vendrá el cuatro de julio, donde destaca la elección de gobernador en doce de las catorce entidades restantes.
Para ningún partido es desdeñable lo que se juega, pero la ciudadanía merece que no se reediten acciones desesperadas para ganar votos. La miseria, la falta de trabajo, las oportunidades educativas limitadas, los impuestos excesivos, la carestía, los pendientes en materia de género y muchas otras circunstancias con las que los votantes bregan cada día son la que deben orientar su voto, según la oferta partidista, su percepción de los resultados que los gobiernos han brindado a la ciudadanía y las afinidades ideológicas con los institutos políticos contendientes. Eso y no un clima de terror construido con compañas es lo que debe guiar el voto el próximo cuatro de julio. A los ciudadanos corresponde analizar para no caer una vez más en el engaño.
Periodista y colaboradora de la RMC
El artículo anterior se debe de citar de la siguiente forma:
Ramírez, Pilar, «Vivir mejor« en Revista Mexicana de Comunicación en línea,
México, mayo, 2010.
Disponible en:
http://www.mexicanadecomunicacion.com.mx/politica.htm
Fecha de consulta 27 de mayo de 2010.