Loas a "El País" y vituperios a "El Financiero"

Fotografía: "Víctor Roura" por Ozami Zarco para RMC

Fotografía: «Víctor Roura» por Ozami Zarco para RMC

Por Víctor Roura

Después de leer la réplica de Jorge Tirzo a mi punto de vista sobre la simulada biografía que escribió de mí a partir de su, según confiesa, intensa búsqueda técnica en la Internet, creo poder hallar dónde radica la clave de este, digamos, abismo generacional entre las edades periodísticas: en la arrogancia juvenil, que da por sentada su diferencia electrónica con la clase de antaño, como si los de “la vieja guardia”, como los nombra Tirzo con evidente desprecio, estorbaran en el luminoso camino de las nuevas comunicaciones.

Y, para colmo, nos da un ejemplo que, periodísticamente, es lamentable, aunque para él honorífico: su visita a las instalaciones de El País, becado por la Fundación de Gabriel García Márquez. Anonadado quedó el buen Tirzo por la “transformación radical” que está viviendo la empresa española, que ha dejado “atrás la separación digital / impreso e integró sus esfuerzos para hacer el mejor periodismo, así, sin adjetivos”. Apunta Tirzo: “Primero se piensa en digital: las piezas se van actualizando, la información se va construyendo conforme llega y el seguimiento noticioso de última hora brinda un servicio que el público demanda. Por la noche, cuando la mayoría de las noticias ya son viejas, se seleccionan las que valen la pena imprimirse, se entretejen las que estaban separadas y se enmiendan los errores para que el impreso sea, en palabras de Lizy Navarro, una versión más del cibermedio”.

¿Por qué se sorprende Tirzo si ahora todos los periódicos trabajan de esa forma?

Probablemente porque no ha estado en las redacciones de los grandes diarios de su país , que no es lo mismo que El País. “No es el único ni el último diario en hacerlo –reconoce Tirzo líneas más adelante–, pero merece un reconocimiento sustancial por atreverse al cambio sin perder la brújula que guía al periodismo de calidad. Aun así, la vieja guardia salta horrorizada cada que Juan Luis Cebrián afirma que en unos años se dejará de imprimir El País. A muchos nos tiene sin cuidado. En la redacción siempre hay ejemplares de papel, pero reposan en la mesa como una especie de naturaleza muerta de tinta”.

He allí la desconsideración, la falta de respeto a todos aquellos periodistas que hicieron, que han hecho, de El País una referencia notable en la prensa iberoamericana, pues de no ser por el periódico en este momento esa empresa no tendría los recursos económicos que posee. “A muchos nos tiene sin cuidado”, dice Tirzo a propósito de si sale o no en papel el diario, borrando de tajo la esplendorosa historia de ese rotativo. ¿Sabe Tirzo que sus textos –bien escritos, pujantes, con gallardía, mas altaneros, soberbios, arrogantes— salen publicados en una bella revista que es, según él, una “naturaleza muerta de tinta”? ¿Para qué sigue escribiendo en una publicación de la vieja guardia? Es como esa postura de varios escritores que se enorgullecen de publicar en blogs, pero insisten, no sé por qué, en editar luego sus manuscritos en libros, ¡qué horror!, de papel. ¿Por qué, en lugar de viajar a Madrid, no se dio Tirzo una vueltecita a la colonia Anáhuac para visitar las instalaciones de El Financiero, donde se elabora, desde hace casi dos años y medio, la transformación radical para convertir a este diario en un cibermedio, no con los recursos millonarios de El País sino en escala modesta… y sin recurrir a la fiereza que dictan los cánones del megacapitalismo, que se vive al interior de la vigorosa empresa europea, y que ya tiene en México sus garras puestas en algunos medios, sobre todo en los diales, donde influyó para derribar, por ejemplo, a Carmen Aristegui de su discurso radiofónico?

Voy a transcribir un ejemplar texto del poeta Juan Domingo Argüelles publicado el pasado martes 16 de octubre en El Financiero. Sólo un mínimo fragmento, para el conocimiento del periodista cibernético: “Juan Luis Cebrián, presidente ejecutivo del ubicuo Grupo Prisa y director del diario español El País, anunció el despido de un tercio de la plantilla de dicho diario (entre 130 y 150 trabajadores) y con maravillosa caradura les dijo públicamente: ‘No podemos seguir viviendo tan bien’. ¿Se lo decía también a sí mismo?” Claro que no, se responde Domingo Argüelles, pues este “connotado intelectual español, que ha escrito tan lúcidamente sobre el poder, la democracia, el populismo, el autoritarismo y la ética (entre otras muchas cosas), dijo lo que dijo, quitado de la pena, pero no anunció bajarse el sueldo que asciende a… 13 millones de euros anuales; es decir, para hablar en cristiano, más de un millón de euros al mes. ¡Qué señor más majo!”

Dice Tirzo que aquella época (¡pero qué insoportable le parecen los viejos periodistas!) en que los periodistas –“aporreando su máquina de escribir desde la comodidad de su redacción-torre.de-marfil”– ya es extemporánea (¿sabrá que aún hoy en día el admirado Javier Marías entrega sus artículos en cuartillas elaboradas con máquina de escribir y que, pese a ello, es uno de los más leídos en España sin que este literato necesariamente tenga que remitirse al ciberespacio?), pues ahora, “por primera vez en la historia, las audiencias controlan a los periodistas”.

Uf.

Ya veo a Joaquín López Dóriga controlado por su audiencia y no por Emilio Azcárraga Jean. Ya veo a Julio Scherer García controlado por sus lectores y no por sí mismo. A Omar Raúl Martínez. A Lorenzo Meyer. A Lydia Cacho. A Humberto Musacchio. A Julio Hernández López. A José Reveles. A Jenaro Villamil. A José Cárdenas. ¡A Juan Luis Cebrián!

Que antes los periodistas monologaban consigo mismos. Por eso insta a la conversación.

Vamos, ¿cuántos de nosotros no hemos conversado con nuestros lectores y aún lo seguimos haciendo? ¿Quién le dice a Tirzo que conversábamos con nosotros mismos? ¿Sabe Tirzo cuántas veces han sido amenazados de muerte estos periodistas honrados  de la vieja guardia por sus escritos, que no monólogos? ¿Sabe Tirzo que fui secuestrado una vez por una declaración mía frente a un público amplio, no monologando conmigo mismo?

Cuando yo entrevistaba, o hacía un perfil de alguien, me nutría de información. Leía cuanto podía de la persona que iba a visitar. Estaba o no de acuerdo con ella.

Jorge Tirzo no hizo nada de esto sobre mí por una sencilla razón: no le interesaba, y por eso recurrió, con técnica impecable (porque no es lo mismo navegar con estulticia que bien armado por las redes sociales, que se hallan en ese instrumento llamado Internet, que hasta en el léxico quiere corregirme), al barullo silencioso de la web, que en este momento –¿pero puede asimilarse esta categorización o es muy difícil de comprender?— no es la red acuciosa, perfecta y sólidamente informativa que un día –no sé cuándo–, espero, va a ser. Y tan no lo es que por estos días circula en las redes sociales (mediante la Internet, como si no se entendiera este simple vínculo) que El Financiero ya está muerto, que el diario de papel ya no va a salir más… y mucha gente lo ha creído. Y tan no es confiable que un estudiante del YoSoy132, de esos que armaron el [insuficiente e inútil, continuando las pautas de las televisoras habituales] debate presidencial –del que se orgullece Tirzo, por cierto–, ya está incorporado en Televisa como comentarista de graciosas notas políticas. Y tan no lo es, caray, que, por el momento, resulta imposible armar una biografía de Víctor Roura, a menos que se recojan, en efecto, las gracejadas de sus amigos y enemigos vertidas en los espacios siderales (¡vaya bonita forma de hacer periodismo, pues!).

Y ya no quiero discutir, pues estoy seguro que Tirzo, quien respeta a Cebrián y tal vez hasta a Fernando Savater (aunque el maravilloso El País lo censure con la linda aquiescencia del máximo teórico en castellano de la ética), va a decirme en su siguiente entrega que debo tomar, con urgencia, unos cuantos cursos de computación en el centro más cercano a mi casa. Porque cuando escribí el texto que buscaba un debate sobre el recalcitrante periodismo desinformativo con el que hoy nos cubrimos, creí que podría encontrar la salida de algunos laberintos calamitosos que ahora no sólo confunden sino turban a los hacedores de la prensa mexicana… pero jamás me imaginé hallar bofetadas por no participar en las redes sociales, Mejor que discuta Tirzo con Cebrián, a ver si este poderoso e insuperable periodista se digna a escribir un mínimo texto para tratar de conversar con alguien con quien no coincide en puntos de vista. No. Ya no quiero que me diga Tirzo que debo tuitear o enviar mis fotos al feis.

Pues no lo voy a hacer –en este momento, por lo menos–, ya que lo que yo quiero es escribir superando mi redacción del día anterior. Lo menos mal que se pueda para no mentirme ni mentir a mi desconocido o probable lector y, con ello, poder hacer el mejor periodismo, así, sin adjetivos.

1 comentario a este texto
  1. Información Bitacoras.com…

    Valora en Bitacoras.com: “No quiero buscar justificaciones siderales” El presente texto es una réplica a “La búsqueda del periodismo del siglo XXI” de Jorge Tirzo También puede leerse la réplica anterior de Víctor Roura: “La era de las……

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