Juan Villoro: La puesta en escena de una voz

  • Entrevista sobre la entrevista con el autor de Los once de la tribu.
  • El mayor defecto en México es que la gente entrevista a las personas sin conocerlas.
    "Juan Villoro". Casa de América

    «Juan Villoro». Casa de América

Por Ariana Dolores Juárez

Egresada de la FCPyS de la UNAM.

La entrevista es la puesta en escena de una voz y por lo tanto el diálogo se debe organizar a manera de una pequeña obra teatral. De esa suerte, las palabras y escenas aparecerán como van a ser leídas y no como fueron expresadas, considera Juan Villoro, escritor de libros como El disparo de argón y Materia dispuesta (novelas), Tiempo transcurrido y Los once de la tribu (crónica), Albercas y La noche navegable (cuentos). El también periodista cultural, ex director de La Jornada Semanal, equipara al buen periodismo con la  literatura y opina que en toda buena entrevista puede traslucirse una vocación de autor.

¿Cómo se prepara Juan Villoro para hacer una entrevista?

—Es definitivo para un entrevistador conocer a fondo a la persona que entrevista. Esto es una obviedad pero desgraciadamente en México, el ochenta por ciento de las entrevistas las hacen personas que no saben bien a bien con quién están hablando. El mayor defecto en México es que la gente entrevista a las personas sin conocerlas. Con mucha frecuencia alguien de una sección cultural se acerca y pregunta: “¿Qué se siente ser pintor?” “¿Qué opina usted del arte en México?” Son preguntas oceánicas que se le pueden plantear a cualquier persona y que no presuponen un conocimiento.

Por otra parte, la grabadora ha estupidizado el arte de la conversación, incluso se utiliza la palabra “desgrabar” para referirse a transcribir la cinta de una entrevista. El reportero  generalmente piensa que la grabadora es inteligente y que va a hacer su trabajo. Entonces se pone en piloto automático y se olvida de lo que está oyendo.

En cambio, un reportero alerta, que sabe cuáles son las limitaciones de la grabadora, puede servirse de ella. Es recomendable utilizarla porque es prueba de fidelidad, y porque muchos entrevistados no quieren reconocer sus declaraciones cuando las ven publicadas.

La grabadora también es importante en entrevistas veloces. Hay personalidades de la farándula que sólo te dan diez minutos y no tiene caso llegar con ellas a un intercambio de ideas muy sesudo. Cuando entrevisté a Jane Fonda, me dieron muy poco tiempo: media hora. Ella es  una gran actriz, con gran dominio de sí misma, que ya sabía lo que iba a decir. Llegar en plan espontáneo con una libreta no servía de mucho. No creo que se trate de un instrumento diabólico, pero como muchos aparatos, si no se presta la suficiente atención puede ser contraproducente.

Una obra de autor

¿Usted cree que un  entrevistador pueda manipular una entrevista?

—En el buen sentido, una entrevista debe funcionar como una pequeña pieza de teatro, donde tú tienes que colocar las cosas como van a ser leídas, no como fueron expresadas. Se debe organizar el diálogo a manera de una obra teatral: con un principio, un desarrollo y un fin.

Resulta preciso darle una forma dramática a las cosas que van a ser leídas, no dejarlas como fueron dichas, de tal manera que la última frase pueda ser la primera. Eso no es transgiversar la verdad. Dices lo mismo pero lo ordenas en forma distinta, casi teatral. Si un escritor tiene talento para hacer eso, entonces está manipulando el material de manera positiva. Lo importante es no cambiar el sentido de la expresión. El ritmo, la entonación, lo que sintetizas, el orden, es responsabilidad del periodista.

Así, el entrevistador está haciendo una obra de autor. En las grandes entrevistas, como las de Oriana Fallaci, hay claramente una vocación de autor. La trama la construyes tú. No puedes saber si William Golding  va  a estar de buen humor, ni puedes predecir todo lo que te va a declarar. El reportero, al sostener la conversación, obtiene el material en bruto. La reconstrucción es responsabilidad del entrevistador. No se deben  tergiversar las palabras dichas por el entrevistado, pero debe sabérselas usar. Por eso los grandes entrevistadores son importantes, no tanto por lo que dicen ellos, sino por la manera de organizar el material. Deben dar la sensación de espontaneidad, pero con un sentido de unidad y desarrollo.

‑‑–Alguna vez leí que usted definía a la crónica como el arte de estructurar la realidad: ¿igual se estructura la conversación periodística?

—En ambos casos te enfrentas a una realidad  ya dada, muchas veces desordenada y convulsa, y eso lo tienes que organizar como si hubiera ocurrido: con un principio, un desarrollo y un final. Una lógica que se encierre en sí misma. Se debe buscar la estructura de los hechos. Esa organización de la materia prima debe darse tanto en una crónica  como en una entrevista.

En periodismo, si la gente no queda cautivada con un buen principio, no sigue. Un buen inicio es decisivo. En la entrevista con Golding, para el principio busqué una metáfora que ilustrara el diálogo. Comparo el orden extremo y diabólico de las hormigas con el orden imperfecto y preferible de los hombres. El hotel donde él se encontraba parecía un hormiguero, y Golding ha comparado el destino humano con el de los insectos: he allí la razón de tal inicio. Para empezar también cabe un diálogo. Casi todas las entrevistas de La Jornada Semanal empiezan con la palabra del entrevistado, sin algún tipo de preámbulo.

La entrevista es en definitiva la puesta en escena de una voz. Lo importante es recuperar el tono del entrevistado. No me refiero a las palabras que usa, sino realmente a la forma como piensa esa persona.

Las palabras son el reflejo de una estructura de pensamiento: por la forma como alguien habla, el lector debe sentir al entrevistado. No piensa igual un alpinista que un sacerdote, o un futbolista que un guerrillero.  La paradoja es que si transcribes literalmente, nunca das con el tono de la voz. La voz es una invención estilística, lo mismo que el color local de un lugar. El aspecto más importante es recuperar el tono y para eso hay que tener un buen oído literario. De nada sirve decir que en Veracruz  hay mucho calor y hamacas: con eso no has dicho casi nada. Recuperar el color de Veracruz es una invención literaria, lo mismo que lograr el tono de una voz; eso es lo difícil porque la gente queda apegada a la literalidad.

El desafío es que, sin tergiversar las palabras, se pueda recuperar el tono más íntimo de esa persona. Hay gente que habla muy rápido, hay quien lo hace lento. Eso también se puede sugerir  en el ritmo de las frases. Puede uno apoyarse en ciertas muletillas, en ciertas palabras, en los énfasis que el autor da. Pero lo importante es ser fiel a una estructura de pensamiento.

Muchos de los reporteros transcriben con la falsa idea de la fidelidad, y en el texto reproducen muletillas e impurezas del lenguaje. Cuando uno habla lo hace con cierto descuido y  corresponde al entrevistador armar la entrevista como si  fuera un diálogo para ser publicado. Una buena entrevista debe ser reconstruida gramaticalmente.

Síntesis y confianza

—Entonces la entrevista es un género literario.

—El buen periodismo, el que perdura, es literatura. Todo texto que perdura es literario.

¿Su formación como escritor le ayuda  a escribir entrevistas?.

—No estoy muy seguro. Creo que hay grandes escritores que no son novelistas ni cuentistas. Un ejemplo es Oriana Fallaci, que escribió una novela bastante mala y es una de las mejores entrevistadoras de la actualidad.

—Los ídolos son mucho más naturales en la pantalla que en la vida real. ¿Cómo se puede llegar a romper la pose de un entrevistado y llegar a temas poco tratados?

—Es complicado en general. A los políticos, a las actrices, a las personas que forman parte de la cultura popular es muy difícil sacarles una frase espontánea. Ya están muy trabajadas por los medios de comunicación y es muy difícil encontrarles un aspecto singular, aunque es deber del entrevistador buscar estas partes desconocidas del personaje.

Una de las desventajas de la entrevista es que se le dedica un tiempo muy escaso, y por tanto no se da oportunidad de un verdadero diálogo. Los grandes entrevistadores de los periódicos internacionales trabajan en un lapso muy largo de diálogo y luego hacen un síntesis muy breve pero rigurosa.

Uno de los problemas en el periodismo mexicano es que casi nunca se hace síntesis. Una  conversación de cuatro horas debería  dar tres cuartillas. En nuestro país una entrevista de cuatro horas llena casi un libro, si se transcribe toda. Y  justamente en la síntesis es como se puede llegar a temas más interesantes.

Yo estuve conversando con Salman Rushdie, que es una persona muy entrevistada pero a la que siempre se le pregunta lo mismo: su condena, el fundamentalismo islámico… todo eso. Estuvimos juntos durante un viaje que hicimos hacia el poblado de Tequila, que duró todo el día. La conversación no era propiamente una entrevista y en el viaje pude constatar la nostalgia que él tenía de su casa en la India. Esa era para él  una pérdida central hasta antes de llegar a Inglaterra. Ahora es el hombre sin casa: no puede tener una porque vive protegido por el Scotland Yard. Entonces traté de hacer que en la conversación tocara ese tema personal que es la pérdida de su casa, para que él dijera algo poco habitual. Por eso es importante que el periodista, como autor de la entrevista, induzca  a su interlocutor a mostrar algo entrañable, menos tratado por los medios.

¿Entonces la confianza que se logre crear entre los interlocutores es importante para la entrevista?

—Influye muchísimo. La conversación es un arte; buena parte de que todo pueda salir bien depende de la química que se establezca entre los interlocutores. Es muy importante ganar la confianza del entrevistado. Desgraciadamente para un periodista de nota diaria eso es casi imposible, pues todo el tiempo tiene que estar escribiendo o reporteando y no tiene tiempo de seducir a nadie. Tiene que llegar, prender la grabadora y regresar rápidamente a la redacción: es un problema de los periódicos.

Pero cuando la entrevista se convierte en una asignación especifica que tú puedes preparar durante un mes, pues entonces sí es importante el grado de confianza que se pueda lograr. Aunque a veces la confianza también es un defecto. Hay ocasiones en que conoces tanto al interlocutor, te has familiarizado tanto con esa persona, que te cuesta trabajo preguntarle cosas significativas para el público.

 

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