Humor Buendiano

Chispazos de su estilo a 24 años de su asesinato

Varios  ingredientes  conformaron  y  distinguieron  la  naturaleza  estilística  de  Manuel  Buendía,  ilustre  columnista  mexicano  que  cayó  abatido  arteramente  el  30  de  mayo  de  1984  y  que  hoy  seguimos  recordando.

Aparte de incluir un caudal linguístico propio de un escritor o un  ensayista –pese a reportear sus informaciones–, Manuel Buendía tuvo el tino de alcanzar  cierta elegancia y brillantez en la confección de su prosa gracias al empleo de algunos recursos literarios como la ironía junto con los fulgores del sentido del humor, la metáfora en sus diferentes manifestaciones, y la paradoja, todo ello sin soslayar por supuesto las modalidades expresivas del discurso periodístico: la descripción, la narración, la exposición y la argumentación.

La ironía es una figura retórica que desea dar a entender lo contrario de lo que se expresa, pero  con un dejo de mordacidad, con lo cual amplifica el sentido del mensaje. Para Buendía, el manejo de la ironía tiene una “eficacia terrible” y expone:

Si usted se pone serio al exponer sus argumentos, es probable que mucha gente le pueda contestar; pero si los plantea con ironía, quienes estaban dispuestos a responderle lo van a pensar dos o tres veces y después se van a sentir incapaces, se sentirán ineficaces, porque no todo mundo puede manejar ese recurso literario.1

Esto es posible porque la ironía explota el doble sentido sin caer en lo grotesco e implicando una “aparentemente suave” –pero en realidad filosa– crítica. Veamos una muestra aparecida en “Red Privada”:

Conmovedor, el telegrama que por conducto de su secretario de Estado, envió el Papa a Buenos Aires, condenando el asesinato de sacerdotes católicos.

Conmovedor, por el esfuerzo que desplegó para no señalar directamente al régimen militar como autor de tales asesinatos.

Conmovedor, porque logra superar la groserísima evidencia de que el gobierno militar y el ejército argentino tienen asistencia eclesiástica oficial.

Conmovedor, porque en ese documento el Papa cercenó de su memoria el recuerdo –viviente, sin embargo, en el resto de la humanidad– de que los gorilas argentinos ascendieron al poder después de prestar juramento ante la imagen de Cristo crucificado.2

Como se aprecia, el columnista con sólo una palabra –”conmovedor”– al inicio de cada párrafo  patentiza su sardónico punto de vista sustentándolo con información contextual. La ironía con frecuencia se hermana con el humor, que es un recurso encaminado  a suscitar la risa mostrando los lados truculentos, cuestionables o preocupantes de un hecho, o reduciendo al absurdo las tesis que se refutan.  Por lo general, el humor se apoya de otros recursos como la metáfora y la paradoja. Léase enseguida un texto donde se amalgaman justamente componentes irónicos y humorísticos acompañados de luces metafóricas:

¿Estará don Héctor Hernández tratando de establecer una especie de fama histórica como defensor de las mejores causas transnacionales?

[…] Si en estos momentos Gallup hiciera una encuesta de popularidad en Wall Stret, resultaría que después de Reagan, la señora Thatcher y la princesa Diana, sin duda el personaje más simpático sería el secretario de Comercio de México.

En un símil del gusto norteamericano, podría decirse que don Héctor ha montado la siguiente escena: la  mexican senorrita está tendida en la cama sin nada más puesto que la peineta; hay claveles en torno al lecho, las sábanas huelen a retama; la puerta de la alcoba está sin llave y por el balcón abierto penetra el suave rasgueo de una guitarra…

Y como Hegewich anduvo repartiendo en todos los saloons tarjetas anunciando que la beatifull mexican senorrita  otorgaría sus favores a cambio casi de nada, la avalancha de aventureros se precipita en estos momentos escaleras arriba, para entrar en la alcoba de los claveles, en tanto otros trepan por la enredadera hasta alcanzar el balcón.  Algunos más, ya se encuentran arriba del ropero dispuestos a intentar el temerario “salto del tigre”.

Y el administrador de la muchacha, feliz. Como en La Piel, de Curzio Malaparte, el timbre de la caja registradora pone alegría en el corazón. […]

Los primeros que han llegado a México respondiendo a las invitaciones de los Hernández, los Hegewich y los Moctezuma, han sido los empresarios de McDonald’s, la fábrica más grande de hamburguesas.3

Mostrar con matiz cuestionador  la faceta lúdica o humorística  de los fenómenos políticos y sociales  fue una constante en las columnas del periodista michoacano, pues consideraba que al provocar hilaridad, la crítica o denuncia o comentario implícitos se vuelven mas permanentes y recordables. Buendía desplegó esa vena en notables escritos con la clásica estructura del cuento y en los que subyacían cuestionamientos a los distintos poderes, o recogía impresiones personales de la vida cotidiana. A este respecto rescatamos una columna en donde su autor engarza humorismo, sarcasmo, crítica  y soltura literaria ciñendo la metáfora de un personaje a un fenómeno socioeconómico: la carestía:

Kid Tarolas volvió a su esquina con la ceja derecha abierta, el labio superior hinchado y sangrante la nariz. Apenas un second le quitó el protector de la boca, dijo a su mánager don Pancho Costales:

—Se me hace, don Pancho, que ya no salgo para el siguiente. Ese cuate pega reteduro.

—Imaginaciones tuyas, Tarolas, ni siquiera te ha tocado. Vamos, anímate. Creo que llevas las de ganar  –repuso el mánager.

Y Tarolas respondió al llamado de la campana para el siguiente round. Pero tres minutos después estaba de regreso en la esquina, con la otra ceja también abierta, agravada la hemorragia nasal, un pómulo crecidísimo y el ojo izquierdo semicerrado.

—Por favor, don Pancho  –imploró el Tarolas–, tire usted la toalla.  ¡Ese cuate me está dando una paliza!

—¡Qué va, Tarolas, qué va! Apenas si te ha tocado. Dale duro y verás cómo ganamos  –contestó el señor Costales.

[…] Y Kid Tarolas salió para el tercer asalto.  Cuando, casi arrastrándose, logró llegar de nuevo hasta su esquina, se derrumbó en el banquillo. […]


—Oiga, don Panchito. Ora sí no me venga usted conque ese cuate no me está pegando… –dijo el
Tarolas como si hablara tras una máscara de hule.

—Es la pura verdad, Kid. Casi no te ha tocado…

El Tarolas se puso de pie, tieso y trágico cual un Frankestein en calzoncillos, y antes de caer como tabla sobre la lona exclamó:

—¡Pues entonces vigile al referi, porque uno de los dos me la está partiendo!

Me acordé del cuento después de leer las declaraciones de los técnicos oficiales que niegan de plano la existencia de la carestía con las dimensiones que le conocen los jefes de familia, las amas de casa, el pueblo. […]

Los Panchos Costales de la alta burocracia no son los que reciben los golpes, y tal vez por eso siguen tan optimistas.4

Notas

1) Véase “Ideario”, en Martínez Omar Raúl, Manuel Buendía en la trinchera periodística, Fundación Manuel Buendía / Universidad de Xalapa, México DF; 1999.

2) Fragmento de la columna “Paulo VI se preocupa”, en Martínez Omar Raúl, Op. Cit.

3) Fragmento de la columna “McDonald’s now”, Ibid.

4) Columna, “El misterioso caso del tercer enemigo”, Ibid.

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