La importancia de ser Jodoroswsky

Cineadictos

Rosario Ayala

Colaboradora de la publicación Cineadictos que edita la FES- Acatlán

Un hombre caminaba por la calle con un pingüino a lado; al verlo, otro hombre le preguntó: ¿Pero qué hace paseando a ese pingüino por la calle? –y recomendó– debería llevarlo al zoológico. Ese mismo día unas horas más tarde, el segundo hombre volvió a encontrar a aquel que aún paseaba al pingüino y preguntó: ¿pero qué hace paseando a ese pingüino por la calle? le dije que lo llevara al zoológico. A lo que el hombre respondió: sí, ya lo llevé al zoológico, pero ahora quiere ir al cine.

Con estas palabras comenzó la conferencia del guionista de comics, director y productor de teatro y cine, actor, escritor y psicomago Alejandro Jodo-rowsky, titulada: El teatro, el cine y lo sagrado. Y continuó así: “Yo fui haciendo lo que el arte me iba pidiendo».

Ciudad Universitaria fue testigo de la conferencia ofrecida por este multifacético personaje y recibió con los brazos abiertos a un muy variado público que se agolpaba en la explanada del teatro Juan Ruiz de Alarcón para mirar, para escuchar al hombre que debiera salir de México ante la censura de sus obras fílmicas, entre las que se cuentan: El Topo, La Montaña Sagrada y Fando y Lis.

Esta última, fue presentada en el festival de Cine Reseña Mundial de Acapulco, ante un numeroso público que, ante las primeras escenas, comenzó a gritar insultos de inconformidad, incluso, Emilio “El Indio” Fernández, quien también se encontraba entre el público, sacó su pistola y aseguró que de volver a encontrarse con Jodorowsky, lo mataría; por lo que Alejandro tuvo que salir escoltado del lugar, huyendo del actor. Ese mismo día, en una celebración nocturna, Alejandro, al ver a “El Indio” Fernández, le envió dos botellas de whisky y lo invitó a beber con él. Ya borracho, “El Indio” Fernández declaró a los medios que en la próxima realización de Jodorowsky, él sería el asistente de director.

Jodorowsky ha sido siempre polémico, no sólo por sus producciones cinematográficas, sino también por ser el creador de la psicomagia, una terapia que recae en la premisa de que todas las enfermedades del cuerpo son producto de un disturbio en el inconsciente. Por medio de actos simbólicos, pues los símbolos son el lenguaje del inconsciente; se le “habla” a éste, de modo que entienda lo que se quiere lograr. 1

Así, este hombre ha pasado a la historia del cine dejando rastro; siendo un personaje de particular importancia para la industria cinematográfica y causando siempre expectación a donde quiera que vaya. Alejandro Jodorowsky incendia el suelo por donde camina, ama al mundo, según sus propias palabras, y lo muestra, tal cual como él lo ve, a través de sus películas, de sus libros, de sus palabras; y asegura, llenando de fuego también nuestro interior: “No quiero que me ames, quiero que ames. Los incendios no tienen dueño”.

1 R&R, No,66, julio 2007, publicación quincenal.

El artículo anterior se publicó originalmente en Cineadictos
y debe de citarse de la siguiente forma:

Ayala, Rosario, «La importancia de ser Jodorowsky «,
en Cineadictos, Num. 74, agosto, 2008.

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