Crónica de una expropiación
Juego de ojos
- Esta crónica reseña un hecho auténtico: la expropiación petrolera mexicana en 1938.
- Donde dice “argentinos” decía “mexicanos”; donde “Cristina Fernández”, “Lázaro Cárdenas”; donde “Repsol”, “Standard Oil”, donde “España”, “Estados Unidos” y donde “México”, “Argentina”.
- La parodia demuestra, como si hiciera falta, que aunque pase el tiempo, la mentalidad imperialista permanece sólida y robusta.
Por Miguel Ángel Sánchez de Armas
Campeche, D.F. 25 de abril de 2086
Estimado profesor Reig:
En el reservorio documental de la “Biblioteca Manuel Cruz Bernés” localicé un análisis del episodio que hace 74 años antecedió a la pasada guerra mundial del petróleo: la expropiación de una empresa extranjera en una nación latinoamericana. Aunque incompleto, el texto abona mi teoría de que las estructuras de dominación imperialista de fines del XIX y principios del XX sólo cambiaron de nombre pero conservaron intacta su capacidad de manipulación política, y que su acción en un ámbito en el que se avizoraba un resurgimiento de nacionalismos regionales llevó a tensiones que desembocaron en aquella conflagración.
Hoy que apenas nos recuperamos de la guerra del agua y no logramos contener la inestabilidad que desató la caída del gobierno norteamericano hace 33 años, urge revisar las lecciones del pasado como lo propongo en mi disertación doctoral . Pronto México será incapaz de mantener el envío de alimentos para paliar el hambre de nuestros antes poderosos vecinos y sin duda deberemos repatriar a las tropas que desde hace algunos años garantizan la paz en la antigua CEE. Esto nos colocará en una situación de vulnerabilidad que no conocíamos desde que la capital de la República se trasladó del altiplano a Campeche.
Pienso utilizar el texto en cuestión para justificar mi hipótesis principal en la tesis. Lo pongo a su consideración y espero sus comentarios:
El decreto expropiatorio lanzó ondas expansivas a los mercados financieros y prendió focos rojos en las cancillerías del mundo. Como consecuencia y en paralelo al conflicto económico y político derivado de la expropiación, se desató una intensa guerra de propaganda. Las empresas petroleras (aliadas con sectores poderosos de la economía y la política tanto en Argentina como en sus países de origen), buscaban debilitar y derrocar al gobierno y sustituirlo con un régimen favorable a sus intereses. El peronismo montó su defensa en el ensanchamiento del apoyo político interno al régimen mediante acciones de propaganda que fortalecieran la idea de combatir al imperialismo norteamericano para salvaguardar los recursos nacionales.
En España la resistencia al decreto expropiatorio y la ofensiva al régimen de Buenos Aires la encabezó la Repsol. Para ello la empresa organizó lo que hoy llamaríamos un “cuarto de guerra” en sus oficinas corporativas de Madrid y contrató a uno de los publicistas más hábiles y aguerridos de la época. Desde ese cuartel se diseñaron y ejecutaron campañas de propaganda y se organizó el cabildeo ante la Casa Blanca y entre grupos de presión mexicanos e internacionales adversos al gobierno de Cristina Fernández.
El publicista fue contratado para convencer al mundo entero de las fealdades del país nacionalizador de su chapopote. Grandes diarios cayeron en la seducción de ofender a Argentina. Todavía más: los pesudos de Repsol lograron que los más egregios vicios de la República Argentina fueran noticia internacional. Argentina fue conocida en todo el mundo como la mala de la película. Argentina fue revelada a todas las gentes como un adalid del complot comunista internacional, como una valiosa pieza del complot internacional contra el libre mercado, como una nación gobernada por ladrones. El que menos, aseguraba que los argentinos carecían de técnica y de genio organizador. Según la prensa menos injuriadora, la industria petrolera nacionalizada iba a pique porque los argentinos no tenían los saberes técnicos ni la habilidad administrativa para mantener en marcha lo que los hispanos habían puesto a marchar.
En Europa la Repsol tomó por su cuenta promover el desprestigio de Argentina y fue punta de lanza de acciones legales para incautar el petróleo argentino en los mercados internacionales bajo la acusación de que se trataba de un producto robado.
Para lograr esto, se persiguió al petróleo argentino por todo el mundo para denunciarlo como propiedad robada cuya compra hacía del adquiriente un cómplice criminal. Incluso México sostuvo que el callejón en que se metieron los argentinos sólo tenía dos salidas: la devolución de los bienes a los expropiados y el pago sin tardanza alguna.
Además de querer hundir al peronismo, Repsol buscó la derogación legal del decreto de expropiación, ya fuere como consecuencia de presiones políticas y económicas, o por la vía de la intervención armada. Para impulsar tal propósito se compraron plumas, espacios y prestigios en la prensa de Estados Unidos, en la de México y en la de naciones europeas. Numerosos diarios norteamericanos, ingleses, franceses, alemanes y de otros países daban por cierta la movilización de una fuerza expedicionaria para meter en cintura a los alevosos y volátiles argentinos, como ya había sucedido en 1982 con la “expedición punitiva” de la Pérfida Albión cuando el asunto de las Malvinas – Falkalnds.
En abril de 2012 la oposición al gobierno de Fernández fue tanto revolucionaria como diplomática. El dirigente de una empresa comercializadora de petróleo predijo que tendría lugar un alzamiento del ejército que eliminaría del poder a los ilusos. Se aconsejó paciencia a los intermediarios de las empresas petroleras, ya que en quince días tendría lugar una revolución que destruiría al gobierno. Tres periódicos de otros tantos países también anticiparon una revuelta. Uno apuntó que todos los conflictos previos entre las empresas petroleras y un gobierno habían precipitado una revolución; otro consideró que la situación era precisamente del tipo que en el pasado había llevado a revoluciones, y el tercero advirtió que la inseguridad financiera había azuzado a la oposición interna al peronismo al punto de que esperaba una rápida salida revolucionaria. Las empresas expropiadas buscaron crear la idea de que en Argentina operaba un régimen confiscatorio que al tomar la empresa Yacimientos Petroleros Fiscales no sólo había violado sus propias leyes y el derecho internacional, sino que había comprometido el abastecimiento de combustibles a Occidente y por lo tanto era un riesgo potencial para la democracia.
Al interior de Argentina las campañas tuvieron por meta persuadir a la población de que Cristina Fernández y su gobierno eran notoriamente incompetentes y estaban destruyendo la economía del país y colocándolo en riesgo de una invasión.
Pero la verdadera preocupación de Repsol no era las pérdidas económicas –con el tiempo se revelaría que el valor de las instalaciones industriales era en realidad una fracción de lo que reclamaban y la producción del hidrocarburo había descendido considerablemente- sino la posibilidad de que el ejemplo cundiera en la región, exacerbara los ánimos nacionalistas y antiimperialistas y desatara una ola de expropiaciones en América Latina. Como ha observado Brown, “en el escenario internacional las petroleras son los árbitros del mercado” y nunca antes ningún país colonial había logrado imponer su soberanía sobre sus propios hidrocarburos sin haber sufrido graves consecuencias internas e internacionales. El petróleo es uno de los productos clave con que se mide el poder internacional y la modernización industrial, “tanto así que los representantes diplomáticos gastan muchas hojas y mucha tinta en evaluar las actividades de las compañías”.
Fue entonces una lucha ideológica la que peronismo y Repsol libraron en la secuela de la expropiación. En respuesta al embate de la metrópoli, el gobierno de Cristina Fernández operó contracampañas tanto dentro de su territorio como en el exterior que fueron muy exitosas si se considera el contexto político de la época y la desigualdad de recursos entre las partes. El peronismo tenía una larga experiencia en la movilización de masas y desde mediados de los cuarenta había concretado la corporativización de las diversas fuerzas sociales argentinas.
Repsol y sus aliados tenían bolsillos profundos, en tanto que Argentina era un país al borde de la quiebra. Aquéllos tuvieron a su servicio expertos formados en las escuelas de propaganda perfeccionadas durante las guerras mundiales; en Argentina los propagandistas crecieron en la práctica de la agitación política. Repsol pudo financiar campañas internacionales; Argentina tenía problemas para enviar personeros a buscar apoyo social y político en América y en Europa.
No se puede perder de vista que Repsol, al operar en el esquema y con los valores del colonialismo decimonónico, en realidad nunca se integró ni estuvo en su interés entender al país y a su gente. Operó como empresa extractora de materia prima y agente comercializador en busca del mayor provecho posible. En el momento del conflicto desconocía casi por completo a su enemigo. No calibró adecuadamente la profundidad y fuerza de la reacción popular de apoyo a la expropiación, que si bien fue detonada hábilmente desde el poder, pronto cobró vida propia. Tampoco midió los alcances del liderazgo del peronismo… (faltan hojas del artículo; nunca sabremos cuántas).
Profesor – investigador en el Departamento de Ciencias Sociales de la UPAEP Puebla.
25/4/12
@sanchezdearmas
www.sanchez-dearmas.blogspot.com
Mi semana con Marilyn (My Week With Marilyn, 2011) – Reseña
Por Ricardo Ruiz
Simon Curtis, un director de películas para televisión sin pena ni gloria, nos presenta una cinta honesta y al desnudo; una historia simple en la vida de un personaje cualquiera ejecutado con precisión por Eddie Redmayne. Pero el corazón de My week with Marilyn no es otro sino Michelle Williams en el icónico retrato de Marilyn Monroe.
Quizás Williams falle en algunos de los rasgos más sobresalientes de la actriz que emula, pero en esencia, el espectador no dejará de ver a la frágil y graciosa Marilyn desde todas sus aristas: la actriz, la desconocida, la lunática… el ícono.
Con un guión estructurado y de la mano de un buen reparto, esta película es una tragicomedia mesurada cuyo encanto principal reside en la inevitable melancolía y curiosidad.
Apologética y cadente, My week with Marilyn presenta la vida de Monroe resumida en una semana cargada de aciertos y desaciertos. Logra que la audiencia conozca íntimamente en tono condescendiente a la rubia que abrió el camino a las superestrellas femeninas.
Una película poco suntuosa y sin altas aspiraciones que cautiva, envuelve y entretiene; alejada de las grandes producciones, pero para un público muy específico que la recibirá con gusto, no así el resto de las audiencias, para quienes resultará aburrida y tediosa. Una historia en la que aparentemente «no pasa nada» pero se acerca certera a conocer quién era y qué hubiera sido de esta estrella, de la mano de una justa interpretación por Michelle Williams, que incluso le valió el Golden Globe y la nominación al Oscar.
Buena opción para disfrutar.
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Víctor Roura en el Seminario Manuel Buendía en Periodismo Político: 26 de abril de 2012
- Tema: Ética Periodística
- Lugar: Auditorio Fernando Benítez de la FCPyS de la UNAM
- Convocan: UAM Cuajimalpa, UNAM y Fundación Manuel Buendía.
- Horario: 26 de abril del 2012 a las 5 p.m.
Sobre Víctor Roura
Periodista cultural y escritor. Desde 1988 ha trabajado en la sección cultural de El Financiero, donde además de ser editor, escribe su columna “Viernes o voy”.
Fue uno de los fundadores del diario La Jornada donde fue Jefe de la sección “Cultura” durante el primer año. Colaboró con el diario Unomásuno como coordinador de información cultural.
Ha publicado obras de temas variados, pasando por el periodismo, la poesía y la narrativa. A continuación se enlistan algunos de sus libros:
- Reflexión tardía
- Apuntes de rock
- Polvos de la urbe
- Nombres con mujer adentro
- Madrugada
- Desde el mirador
Enlaces:
Ética y cobertura informativa de campañas electorales – (RMC 59)
- Mantener la ética, asumir responsabilidad e involucrar a los ciudadanos eran los elementos que Charles Green identificaba como fundamentales en 1999.
- Recuperamos del archivo nuestra cobertura previa a las elecciones del 2000.
- «Estas ideas son simples, pero ponerlas en práctica de una manera seria y profesional, en medio del calor de una campaña presidencial, no es tan fácil», dice.
Por Charles Green
En 1960, cuando John F. Kennedy luchaba por alcanzar la presidencia de los Estados Unidos, yo era apenas un joven reportero que estaba aprendiendo a cubrir campañas electorales. Durante los últimos 38 años han pasado por mis libretas de notas muchas campañas en muchos países. Creo que aprendí -casi siempre a fuerza de equivocarme- algunas cosas que ayudarán a los periodistas de hoy a hacer el tipo de trabajo periodístico que los ciudadanos merecen y esperan de una prensa libre en una democracia moderna.
Para mí hay tres ideas básicas en la cobertura de campañas electorales. Estas ideas son simples, pero ponerlas en práctica de una manera seria y profesional, en medio del calor de una campaña presidencial, no es tan fácil. Las tres ideas son:
- Mantener la ética
- Asumir responsabilidad
- Involucrar a los ciudadanos
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Bitácora: Del 16 al 20 de abril de 2012
- Medios online protagonizan entrega de Pulitzer
- Falsos tuiteros son «cazados» por internautas mexicanos
- Tecnología 4G muy pronto en México, declara Slim Domit
- Rupert Murdoch es llamado a comparecer ante una comisión sobre los medios de comunicación
Bitácora: Del 16 al 20 de abril de 2012
-Medios online protagonizan entrega de Pulitzer-Falsos tuiteros son "cazados" por internautas mexicanos-Tecnología 4G muy pronto en México, declara Slim Domit-Rupert Murdoch es llamado a comparecer ante una comisión sobre los medios de comunicación
Storified by RMC · Fri, Apr 20 2012 12:43:30
Medios online protagonizan entrega de los premios Pulitzer
Falsos tuiteros son «cazados» por internautas mexicanos
Tecnología 4G muy pronto en México, declara Slim Domit.
Rupert Murdoch es llamado a comparecer ante una comisión sobre los medios de comunicación
El político y el artista
Juego de ojos
- Parafraseando a Max Weber, se analiza la relación entre la creación y el gobierno.
- Recientemente, el escritor Günter Grass fue declarado persona non grata por Israel.
- «Los artistas son incómodos cuando no encarnan lo que Antonio Gramsci llamó intelectuales orgánicos. Se combate a los “críticos” porque los “neutrales” resultan convenientes a los intereses del poder», dice Sánchez de Armas.
Por Miguel Ángel Sánchez de Armas
Mis avezados lectores se percatarán de que parafraseo el título del famoso ensayo weberiano. Esto, pues me parece que las consideraciones sobre la función de artistas y políticos entran en el mismo territorio planteado por el viejo profesor, quien con más claridad que nadie observó que los gobernantes viven en la permanente angustia de ganarse el reconocimiento de sus gobernados (súbditos, ciudadanos, protegidos, lacayos), y que esto los moldea en la convicción de que la política es, dijera la profesora Johannsen, “el mundo en el que los demonios andan sueltos.”
Ahora bien, no pretendo insinuar que todos los artistas sean “demonios” para los políticos, pero si examinamos cualquier época encontramos que artistas y gobernantes son ingredientes de un cóctel explosivo, una dupla catastrófica… y no por culpa del arte. El espíritu crítico que suele acompañar al quehacer artístico irrita al poder, y sus personeros no tienen reparo en utilizar métodos sutiles o burdos para acallar a los artistas cuando se les considera un peligro.
La censura es como una espada de Damocles que se cierne sobre los artistas. Lo único que cambia es el contexto, el personaje que la empuña y a veces el grosor de la cuerda que la sostiene. Desde la quema de libros de alquimia en la biblioteca de Alejandría ordenada por el emperador Diocleciano hasta la reciente declaración de persona non grata al escritor alemán Günter Grass hecha por gobierno israelí, la historia registra numerosos casos de censura a los artistas cuando expresan, ellos mismos o a través de sus obras, opiniones adversas a algún interés político.
La razón de negar al Premio Nobel la entrada a Israel -más simbólica que verdadero castigo- es el poema Lo que hay que decir, donde fustiga la política israelí. En el poema se lee:
¿Por qué he callado hasta ahora? / Porque creía que mi origen / Marcado por un estigma imborrable / me prohibía atribuir ese hecho, como evidente / al país de Israel, al que estoy unido / y quiero seguir estándolo. / ¿Por qué sólo ahora lo digo, / envejecido y con mi última tinta: / Israel, potencia nuclear, pone en peligro / una paz mundial ya de por sí quebradiza? / Porque hay que decir / lo que mañana podría ser demasiado tarde, / y porque —suficientemente incriminados como alemanes— / podríamos ser cómplices de un crimen / que es previsible, por lo que nuestra parte de culpa / no podría extinguirse / con ninguna de las excusas habituales.
Grass reconoce que le acompaña el estigma de haber pertenecido a un cuerpo de élite nazi, aunque haya dejado en claro que se enroló cuando tenía quince años y el ingreso al ejército era obligatorio. El gobierno de Israel echó mano de este pasado del escritor para descalificarlo. La izquierda alemana exige a Berlín una postura oficial de respaldo al poeta. El diario Der Spiegel publicó que es típico de Jerusalén dar respuestas sionistas cuando cree detectar antisemitismo. En Israel han surgido tanto detractores de Grass como grupos que lo apoyan. La polémica ha arreciado porque cada quien toma la porción que más le conviene del conflicto, pues también han salido en defensa del escritor líderes del partido neonazi y el viceministro de cultura iraní le expresó su respaldo.
En una entrega anterior de JdO propuse que el arte trasciende a las mordazas de la política. Claro que en un primer momento el puño del censor cae con estrépito sobre el escritorio y en ese mismo instante Caballería roja es purgada de las editoriales e Isaac Bábel enviado al paredón; La sombra del caudillo se queda en España lo mismo que Martín Luis Guzmán; Ulises se confisca en las aduanas y Joyce no obtiene una visa; Cariátide es satanizada y Salazar Mallén va a los tribunales; No me voy a casar es echada del escenario a punta de pistola y Ngugi wa Thiong’o encuentra alojamiento en el apando de la cárcel más cercana… y un largo etcétera para el que no tengo espacio. Mas al paso del tiempo, Bábel, Guzmán, Joyce, Mallén, Thiong’o y todos los habitantes de mi etcétera, vuelven a nosotros más vivos que cuando caminaron sobre la tierra, mientras que los nombres de sus verdugos, si alguien los recuerda, es con oprobio.
Una revisión somera de la historia arroja episodios fascinantes de crítica artística y políticos refractarios. Cito como ejemplo la pintura de Edouard Manet sobre el fusilamiento de Maximiliano en el Cerro de las Campanas, cuadro que hoy podemos apreciar en Londres. El artista pinta a los militares mexicanos con uniformes franceses y con ello nos dice que fueron Francia y Napoleón, no México y Juárez, los responsables de la muerte de Maximiliano y sus generales. El mensaje del conjunto es una acerba crítica a Napoleón III, quien se aseguró de que la pintura no pudiera ser exhibida en Francia. Al Príncipe-Presidente le era insufrible el más leve cuestionamiento a su gobierno.
Otras voces se han hecho escuchar en contra de la política armamentista de Israel. ¿Por qué levanta entonces tanta polémica el poema de Günter Grass? Porque se trata de un escritor. El arte entra en conflicto con el poder cuando no se adapta a sus intereses. El caso de Ezra Pound es ejemplificante. Propagandista de los países del Eje y admirador de Mussolini, no tuvo problemas sino hasta el triunfo de los Aliados, cuando se le juzga por traición.
Los artistas son incómodos cuando no encarnan lo que Antonio Gramsci llamó intelectuales orgánicos. Se combate a los “críticos” porque los “neutrales” resultan convenientes a los intereses del poder. Cuando los artistas hacen públicas sus opiniones se les considera más peligrosos pues a diferencia de los políticos, los creadores están investidos de credibilidad y tienen un capital político superior al de quienes se dedican profesionalmente a las actividades públicas. Por eso son combatidos y colocados en el centro de la polémica en un intento por descalificar sus opiniones. Es la misma razón por la que muchos artistas fueron víctimas de la persecución porfirista, hitleriana, estalinista, macartista, videlista, pinochetista y todas las demás “istas” que no voy a mencionar aquí.
La historia registra muchos casos: José Martí, Jean Paul Sartre, Henry Miller, Guillermo Cabrera Infante, Alejandro Solyenitzin, Jack London, Salman Rushdie, James Joyce, Oscar Wilde, John Steinbeck y una larga, larguísima lista. La censura puede ir desde la prohibición de la obra -decisión que ha afectado especialmente a los escritores- hasta la cárcel o la muerte. Mas la paradoja es que los resultados son casi siempre contraproducentes, lo cual, como ya estudió Weber en el ensayo citado al principio, hace casi divertido ver cómo los políticos recurren a esta práctica una y otra vez. Cuando allá por 1740 François Marie Arouet -mejor conocido por su nom de plume: Voltaire-, supo que el gobierno de Francia había mandado incinerar en la plaza pública cuanto ejemplar de sus Cartas inglesas fue posible confiscar, exclamó: “Hombre, cómo hemos progresado: antes se quemaba a los escritores… hoy únicamente a sus libros. ¡Esto es civilización!” Doscientos años después, James Joyce se quejaba en carta a su editor norteamericano: “No menos de veintidós editores leyeron el manuscrito de Dubliners, y cuando, por último, fue impreso, una persona muy amable compró toda la edición y la hizo quemar en Dublín —un nuevo y privado auto de fe.” Y no hablemos de México, en donde se registran episodios que mueven a pena ajena, como la campaña desatada contra Los hijos de Sánchez o la prohibición de La sombra del Caudillo.
Tengo la seguridad de que la condena a Grass expedida por los políticos israelíes no refleja el sentimiento mayoritario de un pueblo al que veo más cercano a Amos Oz. Creo además que en materia de censura, nadie puede dejar de alzar la voz, aunque ésta sea minúscula. Martin Niemöller se encargó de recordarnos esto en su doloroso verso:
Primero vinieron por los judíos / y no dije nada / porque yo no era judío. / Luego vinieron por los comunistas / y no dije nada / porque yo no era comunista. / Luego vinieron por los sindicalistas / y no dije nada / porque yo no era sindicalista. / Luego vinieron por mi / pero ya no quedaba nadie / para hablar por mí.
Profesor – investigador en el Departamento de Ciencias Sociales de la UPAEP Puebla.
18/4/12
@sanchezdearmas
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[Rec] 3: Génesis (2012) – Reseña
En un pésimo y desafortunado intento por revivir una franquicia que pudo haberse posicionado de manera importante en el ámbito internacional, Paco Plaza, alejado de Jaume Balagueró, nos hace una tercer entrega de lo que debió ser una pieza fundamental en la historia, destrozándola y convirtiéndola en una comedia mal lograda, forzada y absurda.
Quizás Plaza se inspira en personajes como Sam Raimi para ejecutar, de forma pobre y sin imaginación, una historia que no emprende, concluye o explica nada sobre las dos anteriores. Sin aportar nada nuevo al género o a la línea discursiva, pasa sin pena o gloria en una de las peores formas que ocurre el terror: como comedia deplorable.
Haciendo un recuento en la historia de REC, en conjunto podría considerarse en picada entre los zombies y los poseídos. El grave problema de esta tercera entrega son las dosis de lugares comunes entre la comedia y la sangre, poco Tarantino, poco Eli Roth, y muy poco convincentes.
Si acaso hay algo que rescatar de REC 3 es la secuencia de inicio, donde las actuaciones son bastante realistas y convincente. Sin embargo, pierden el encanto en cuanto el director toma la cámara para contar la historia fuera de la primera persona -que precisamente era el recurso, muy «a la Bruja de Blair», que caracterizaba la franquicia- y, como los zombies (¡?) que atacan a los indefensos protagonistas, va de mal en peor.
Así, termina por condenarse una franquicia que entró al género con el pie derecho, con los directores separados en líneas discursivas diferentes (Baulagueró continuó con la industria norteamericana en la entrega de Quarantine y Quarantine 2, una versión estilo Hollywood de REC), explicaciones innecesarias y guiones descuidados. Pésima opción en cartelera y una muestra de que el terror como el amor, cuando es forzado, resulta en un fracaso sin salida.
El marketing politico que llegó para quedarse – (RMC 92)
- ¿Qué cuidar en las campañas? El hastío, los hechos aislados, la selección de candidatos, etc.
- En vísperas de las elecciones de 2012, recuperamos nuestra cobertura previa al 2006.
- «Si se cuida todo lo anterior, los votos vendrán por añadidura», dice Baena Paz.
Por Guillermina Baena Paz
Publicado originalmente en RMC #92 Abril-mayo de 2005
Las campañas políticas modernas se caracterizan por apoyarse en los medios de comunicación, lo cual les da incidencia, frecuencia, cobertura, don de ubicuidad a los candidatos y posibilidades de promoción y recordación. Si antes los candidatos lanzaban mensajes como perdigones, hoy las armas deben tener exactitud milimétrica y penetrar en la mente de los electores.
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El periodismo, según Millennium
- Una obra que ilustra el espíritu del reportero de investigación.
- La saga Millennium retrata al periodismo como una profesión íntegra.
- «Para el álter ego de Larsson, el periodismo de investigación debe ser capaz de desentrañar misterios y de poner en duda ‘todas las viejas conclusiones'», asegura Sarelly Martínez.
Del sueco Karl Stieg Larsson, el gran desconocido hasta antes de su muerte, hoy se sabe mucho: que escribió a velocidad frenética la trilogía Millennium, que fumaba tres cajetillas diarias, que tomaba 20 tazas de café, que se alimentaba de comida chatarra, que dormía tres horas y que murió a los 50 años sin haber disfrutado, pero sí intuido, el éxito de sus novelas. En Los hombres que no amaban a las mujeres, La chica que soñaba con un cerillo y un bidón de gasolina y La reina en el palacio de las corrientes de aire, si bien el personaje principal es Lisbeth Salander, una mujer flacucha de 42 kilos, habilidosa hacker y prodigio en las matemáticas, el personaje secundario es un periodista. Por eso es imposible comprender la trilogía Millennium, enmarcada dentro del género negro, sin la actividad periodística, sus valores, prácticas, protagonistas, intereses, grandezas y flaquezas.
Por Sarelly Martínez Mendoza
El alter ego de Larsson es Carl Mikael Blomkvist, un periodista intachable, “don perfecto”, le dicen, que desbarata imperios fundados en la mentira y en la estafa, a partir de su tesón e intuición informativa.
Tanto Mikael como Lisbeth surgen de los personajes más conocidos de la novelista Astrid Lingren. Mikael toma su nombre del famoso detective Kalle Blonkvist y Lisbeth, de Pipi Calzaslargas. De hecho Larsson reveló que, platicando con sus amigos, se hizo la pregunta de cómo sería Pipi Calzaslargas si se hubiese hecho adulta. Su respuesta fue esta: una joven raquítica, autista, alejada del mundo, incapaz de mantener relaciones sociales pero muy inteligente.
En palabras de Larsson: Blomkvist es una fulana estereotipada. En cambio, Salander es un macho: agresiva, antisocial, valiente y decidida.
Blomkvist deseaba ser periodista criminal pero se dedica al periodismo político y económico, es freelance y socio de la revista Millenium, el único medio en donde le tienen paciencia suficiente, porque es uno de sus principales accionistas.
Después de un fracaso, por supuestas imputaciones falsas que comete como si fuera “un periodista suicida” (I, 33), al haber confiado demasiado en una fuente, recibe la encomienda de escribir la biografía de Henrik Vanger pero, sobre todo, de saber el paradero de Harriet, una joven desaparecida hace más de dos décadas.
Pero esa tarea, que prometía ser placentera y bien pagada, se convierte en una búsqueda desesperada de un asesino múltiple.
Blomkvist no pertenece a ningún partido político porque prefiere “conservar su credibilidad periodística” (III, 76). Se abstiene incluso de votar.
—¿No tienes ningún defecto?
—No leo ficción, nunca voy al cine y no veo más que las noticias de la tele. Y tú, ¿por qué te hiciste periodista?
—Porque existen instituciones como la Säpo en las que no hay transparencia ni control parlamentario y es preciso denunciarlas de vez en cuando.
Mikael sonrió.
—Si te digo la verdad, no lo sé muy bien. Pero en realidad la respuesta es la misma que la tuya: creo en una democracia constitucional a la que hay que defender de vez en cuando (III, 131).
Mikael Blomkvist es, pese a ese desliz, un reputado periodista de investigación, obsesionado con su trabajo, dedicado a desvelar fraudes económicos, por lo cual se ha hecho de varios scoops informativos. Sus relaciones amorosas se bifurcan entre una mujer casada, la habilidosa hacker y amantes ocasionales. Es, en boca de uno de sus enemigos, un detective, pero él no tiene tapujos en aceptar que no es un periodista objetivo, sino “un personaje que influye en el desarrollo de los acontecimientos” (III, 66).
El mismo Larsson intentó practicar lo que predica su personaje. En La voz y la furia, un libro que reúne sus mejores reportajes, deja en claro que aborrece la injusticia, que es un declarado feminista y que el periodismo debe desentrañar las oscuras relaciones de los grupos en el poder. Él asumió esa tarea al investigar a la extrema derecha en su país.
La tesis del buen periodismo la plantea a lo largo de la trilogía, sobre todo en el primer y en el tercer volumen. Para ello, hace que Blomkvist escriba un libro titulado La orden del Temple, el cual lleva un subtítulo aclarativo: “Deberes para periodistas de economía que no han aprendido bien su lección”.
En el libro, Blomkvist apunta con sus críticas a los periodistas especializados en economía:
Durante los últimos veinte años, los periodistas de economía suecos se habían convertido en un grupo de incompetentes lacayos que, henchidos por su propia vanidad, carecían del menor atisbo de capacidad crítica. A esta última conclusión había llegado a raíz de la gran cantidad de periodistas de economía que, una y otra vez, sin el más mínimo reparo, se contentaban con reproducir las declaraciones realizadas por los empresarios y los especuladores bursátiles, incluso cuando los datos eran manifiestamente engañosos y erróneos (I, 33).
El reino del periodismo económico está regido, según Blomkvist, por periodistas ingenuos, dóciles y sin deseos de cuestionar la realidad. Por eso, a menudo sentía vergüenza al ser llamado reportero económico, “ya que, entonces, corría el riesgo de ser metido en el mismo saco que las personas a las que ni siquiera consideraba periodistas” (I, 33).
En ese periodismo se rendía homenaje a los hombres más exitosos en el mundillo del dinero, sin excavar jamás en las transacciones y oscuros nexos de las empresas.
Eso era impensable que sucediera en la política –decía– porque ahí los reporteros necesariamente buscaban opiniones divergentes y datos guardados celosamente, pero el periodismo económico
–por cortesía, comodidad o por intereses aviesos de los informadores– perdía su batalla con los mafiosos que abundaban por todos lados.
Mikael Blomkvist opinaba que el cometido del periodista económico era vigilar de cerca y desenmascarar a los tiburones financieros que provocaban crisis de intereses y que especulaban con los pequeños ahorros de la gente en chanchullos sin sentido de empresas puntocom. Tenía la convicción de que la verdadera misión del periodista consistía en controlar a los empresarios con el mismo empeño inmisericorde con el que los reporteros políticos vigilaban el más mínimo paso en falso de ministros y diputados (I, 22).
No comprendía que los periodistas económicos, en lugar de tratar a los empresarios como ciudadanos comunes, se doblegaran con ellos y les tendieron alfombras como si fueran estrellas de rock.
Se necesitaba, en ese escenario de intereses tan perversos periodistas capaces de investigar y pensar de manera crítica, pero también una persona íntegra “¡y no te estoy haciendo la pelota! Un buen periodista debe poseer esas características” (I, 28).
Los otros periodistas
Dentro de los periodistas buenos, en un escenario donde abundan los malos, está una conductora de televisión, quien por su congruencia con la verdad periodística y su defensa de Blomkvist, se gana todas las exclusivas de los casos en los que trabaja el periodista.
También destaca Dag Svensson, un curtido free lance, que aborda cuestiones oscuras y peligrosas. Cuando aborda la trata de blancas es asesinado. Es un periodista sagaz, inteligente, capaz de encontrar a responsables delictivos y de centrarse en lo más importante de la historia.
Erika Berger, otro personaje importante, más que periodista:
(Es gestora y) buena administradora que sabía tratar a los colaboradores con cariño y confianza, pero que al mismo tiempo no evitaba la confrontación y que, si resultaba necesario, podía tener mano dura. Sobre todo mostraba una extrema sensibilidad y mantenía la cabeza fría a la hora de tomar decisiones sobre el contenido de los próximos números de la revista. A menudo las opiniones de ambos diferían, lo cual ocasionaba bastantes discusiones, pero también había una confianza inquebrantable entre los dos, y juntos formaban un equipo invencible. Él hacía el trabajo duro buscando la historia; ella la empaquetaba y la promocionaba (I, 23).
En Erika se concentra a la jefa de redacción que todo buen periodista desearía tener: organizada, desenfadada, comprensiva, discreta e informada.
La revista Millennium le había otorgado un estatus dentro del periodismo que se le antojaba casi inmerecido:
Ella no escribía las noticias. No era lo suyo. Se consideraba una mediocre periodista de prensa escrita. En cambio, como periodista radiofónica o televisiva resultaba buena y, sobre todo, era una brillante redactora jefe (I, 68).
Fuentes protegidas
En Millennium, el periodismo no tiene sentido si no se respeta a la fuente, no obstante las presiones que puedan recibirse para denunciarla.
Mikael pasa tres meses en la cárcel por revelar datos que llevarían a la identificación de su fuente. Y aunque hubo colegas que aprovecharon para tirarle piedras, no faltó quien lo empezara a comparar con esos periodistas norteamericanos capaces de desbaratar gobiernos pero sin revelar a su garganta profunda “y le pusieron la etiqueta de héroe con unas palabras tan halagüeñas que le producían sonrojo” (I, 171).
Pero no sólo los buenos periodistas son reacios a revelar el nombre de su fuente, también los malos intentan practicar este principio: recibí los datos, dicen, “en calidad de periodista; me la dio una fuente que no voy a revelar” (III, 202), pero sus fines son aviesos.
The bad guys
Si no se necesitara transparentar las acciones del poder; si no se requiriera llevar luz a los lugares en donde se toman decisiones que afecta a miles de personas, el periodismo sería innecesario.
Incluso, en las más avanzadas democracias, como la sueca, hay personajes siniestros, mafiosos y gángsteres capaces de estafar a la gente. Corredores de bolsa, inversionistas y abogados con uniformes de Armani son los que Blomkvist retrata como una banda de atracadores de bancos y narcotraficantes.
Wennerström es uno de the bad guys a quien persigue por estafar al erario. Finge que ha gastado millones para generar empleos en zonas devastada por la guerra de los Balcanes y así cobrar apoyos estatales. La ganancia es redonda y de ahí construye su imperio con apariencia empresarial pero con impulsos criminales.
Lo más resbaladizo de la trilogía es cómo lograr que Blomkvist, pese a que su fuente principal es una experimentada hacker capaz de meterse en todas las computadoras del mundo, “de hurgar la vida privada de la gente”, no violente los valores éticos. Su defensa es que no lo hace él, sino otra persona. Se le pondría argumentar, sin embargo, que él sabe quién lo hace y cómo.
Dice que los periodistas tienen una comisión ética que controla los aspectos morales:
Cuando escribo un texto sobre un hijo de puta del mundo de la banca, no incluyo, por ejemplo, su vida sexual. No menciono que una estafadora de cheques es lesbiana o que le pone hacerlo con su perro (I, 133).
Su debilidad no está desde luego en cómo escribe, sino cómo consigue la información.
Periodismo, una profesión íntegra
En la novela, Larsson propone que el periodismo debe ser una profesión íntegra y que exige todo el esfuerzo, la capacidad y la inteligencia de sus practicantes.
Un periodista es, desde el sentir y vivir de Blomkvist, alguien que escribe bien y “tiene buen ojo para los detalles” (III, 76). En otra parte señala que la misión del periodista consiste en cuestionarlo y examinarlo todo con sentido crítico, “no en repetir lo primero que alguien te diga, por muy bien situado que esté en la administración del Estado”. Y se permite dar un consejo a un joven periodista: “Que no se te olvide nunca. Escribes muy bien, pero ese talento no tendrá ningún valor si olvidas tu misión” (III, 77).
Blomkvist tiene claro que hay “un montón de periodistas profesionales que saben cómo hacer su trabajo”, pero el problema, “es que hay otros que no les dejan hacerlo” (III, 136).
Para el álter ego de Larsson, el periodismo de investigación debe ser capaz de desentrañar misterios y de poner en duda “todas las viejas conclusiones” (I, 38). Eso es lo que hace, al desentrañar viejos enigmas.
A Karl Stieg Larsson le explotó el corazón en las oficinas de su revista Expo, después de haber subido caminando los siete pisos por un desperfecto del elevador. Dejó inconcluso un cuarto libro, que en realidad era el quinto, en donde Salander y Blomkvist se visten de nuevo de héroes pero en escala planetaria. Se dice que en ese libro, aún no publicado, hay incluso escenas de las muertas de Juárez en una trama mafiosa que se extiende por Suecia, Francia y que aterriza en nuestro país. Lástima que no pudo concluirlo, pero sin duda la forma en que concebía el periodismo está retratada en la trilogía Millennium.
Referencias
Todas la referencias proceden de la trilogía Millennium.
Larsson, Stieg (2009). Los hombres que no amaban a las mujeres (Vol. I), La chica que soñaba con un cerillo y un bidón de gasolina (Vol. II) y La reina en el palacio de las corriente de aire (Vol. III). España: Ediciones Destino.
Profesor e investigador de la Universidad Autonoma de Chiapas.
Campañas electorales, comunicación e inteligencia – (RMC 92)
- Ideas para construir mayorías estables
- Sustento informativo, tecnología de vanguardia, estructura organizacional flexible y retroalimentación fueron los elementos de las campañas inteligentes que diagnosticó Andrés Valdez Zepeda en el 2005.
- Ante las elecciones presidenciales recuperamos el archivo de nuestra cobertura previa al 2006.
Por Andrés Valdez Zepeda
Publicado originalmente en RMC 92: Abril-Mayo 2005
Las campañas inteligentes son ejercicios proselitistas propositivos, diseñados y dirigidos por profesionales, hombres y mujeres que han estudiado el proceso de intercambio político y que conocen a la perfección las nuevas estrategias de comunicación y persuasión electorales.
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