La privacidad en la sociedad del conocimiento

Reflexiones hacia una agenda educativa

La sociedad del conocimiento ha sido definida como una forma de relación social, económica y política, que se basa se manera importante en la generación de conocimiento a partir del uso de las tecnologías de la información y la comunicación. Dichas tecnologías implican estructuras sociotécnicas cruzadas por intereses tanto comerciales como gubernamentales, que inciden en los derechos a la privacidad de los usuarios. El argumento central de este trabajo consiste en la necesidad que existe de desarrollar estrategias educativas que contribuyan a la construcción de competencias críticas, en relación con los riesgos a la privacidad inherentes al uso de dichas tecnologías. Este trabajo es parte de la participación del autor en el proyecto Monitorear la sociedad de la información y el conocimiento en México. Propuesta de indicadores cualitativos: El capital informacional, dirigido por la Dra. Alma Rosa Alva de la Selva (UNAM).

Edward Snowden puso el tema de la privacidad en la discusión internacional.. - Foto: Mike Mozart / Flickr

Por Gabriel Pérez Salazar

1. Introducción

México es un país que presenta profundas desigualdades en una muy amplia variedad de aspectos. El inequitativo reparto de la riqueza va acompañado de profundas brechas en renglones como la educación, salud y seguridad pública. El uso de las tecnologías de la información y la comunicación (TIC), es una dimensión más de esta situación. Según las cifras más recientes de INEGI (2016), cerca de dos de cada cinco mexicanos () permanecen al margen del acceso a Internet. La noción dada por la Sociedad del Conocimiento (SC) implica, entre otros factores, el desarrollo de capacidades que permitan procesar y dar sentido a grandes flujos de información que circula a través de las TIC. De esta manera, a pesar de la persistencia de la brecha digital (), nos encontramos ante un panorama en el que el uso de Internet, incide de manera muy destacada en las posibilidades de desarrollo de los usuarios, siempre que se cuenten con las competencias digitales necesarias y existan una serie de condiciones contextuales que favorezcan el libre acceso a la información.

El presente ensayo tiene como objetivo central precisamente estas condiciones de acceso y uso de las TIC. Abordaremos la educación relativa al derecho a la privacidad en línea, como una condición necesaria para el desarrollo de una Sociedad del Conocimiento, en la que los usuarios sean capaces de construir estrategias que les permitan tomar decisiones informadas y responsables sobre el uso que hacen de las TIC. Como veremos, a pesar del énfasis que se ha hecho en lo relativo a la educación dentro del marco dado por la SC, los riesgos derivados de las actividades sistemáticas de vigilancia que llevan a cabo entidades gubernamentales y empresas privadas, son un aspecto que ha sido relativamente poco abordado en el estado de la cuestión; sobre todo en lo relativo a las condiciones estructurales que prevalecen en el contexto mexicano.

2. Sociedad del Conocimiento, educación y competencias digitales.

La Sociedad del Conocimiento conlleva una serie de nociones, que son frecuentemente relacionadas con la llamada Sociedad de la Información. Si bien el origen de ambos términos es similar, implican una serie de diferencias que destacaremos a lo largo de este segundo apartado, que cerraremos a partir de una breve revisión de los trabajos que han relacionado el asunto de la educación y las competencias digitales.

A partir de autores como Mumford (1967) y Bell (1973), se plantea que desde mediados de la década de 1950, empezó a ser claro que en los países desarrollados, había un claro cambio en las tendencias que presentaban los sectores económicos que hacían la mayor aportación a la riqueza. La idea de que estaba surgiendo una sociedad post-industrial se sustentaba en diversos análisis que demostraban () que los servicios relacionados con productos intangibles (como los financieros e informáticos), representaban ingresos cada vez mayores, en relación con los procesos industriales clásicos basados en las manufacturas. Drucker (2001) es quien quizás logra concretar con mayor claridad algunos de los aspectos fundamentales de la SC. Dice este autor que, ante dicho panorama, quienes integraban la fuerza laboral enfrentaban un enorme reto, en virtud de que muchos puestos paulatinamente dejarían de requerir a operarios cuyo principal potencial estuviera dado por una mano de obra poco calificada (como ocurría bajo el modelo fordista de producción en serie). En lugar de ello, serían más bien demandados trabajadores capaces de convertirse en auténticos analistas simbólicos, es decir, personas con un mayor nivel educativo, que tuvieran la capacidad para procesar grandes cantidades de información poco estructurada y dispersa, y con ello generar un conocimiento capaz de convertirse en el pilar de una nueva economía.

Dado el componente informacional que se deriva de este escenario, y ante diversas propuestas que plantean que el modelo de desarrollo a impulsar debe estar basado en un uso intensivo de la tecnología; es que se sientan las bases para lo que Crovi (2002) identifica como un discurso con características hegemónicas que se impone desde organismos financieros internacionales como el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, hacia los países en vías de desarrollo. Es así que autores como Tremblay (1996), Mattelart (2001) y Miège (2002), hacen una crítica a esta visión tecnodeterminista que es conocida como la Sociedad de la Información (SI).

En todo caso, es evidente que el concepto dado por la SC implica importantes cambios en los sistemas formativos, y de ahí la importancia que se le ha dado desde el campo de la Educación. Trabajos como los de Delanty (2001), Laurillard (2002), Lytras y Sicilia (2005) y Anderson (2008), entre muchos otros; plantean la responsabilidad que tienen las instituciones de educación superior de replantear los paradigmas educativos, de manera que se construyan competencias específicas que respondan a dichas condiciones. Entre ellas, destacan el sentido crítico en el filtrado de información, la capacidad de organizar y procesar grandes volúmenes de datos, el trabajo colaborativo, el autoaprendizaje como una actividad permanente y el respeto a los marcos normativos, tanto desde una perspectiva ética como legal. Muchos de estos aspectos, ya habían sido propuestos por Hamelink a partir del concepto de capital informacional, y que tiene uno de sus principales antecedentes en Bourdieu (1986) y su noción ampliada de capital:

Este concepto incluye […] la habilidad técnica para manejar las infraestructuras en red, la capacidad intelectual para filtrar y evaluar información, pero también la motivación para hacer búsquedas activas de la misma, así como llevarla a la práctica social (Hamelink, 2000, p. 92).

Dentro del componente educativo que se relaciona con la SC, dado el carácter sociotécnico () d13e los dispositivos a partir de los cuales se suele transformar la información en conocimiento; las competencias digitales son un asunto que ha sido extensamente trabajado a partir de autores como Rivoltella (2000), Van Dijk (2006), Lankshear y Knobel (2008) y entre muchos otros. Sin embargo, en ellos es notable la casi nula mención de prácticas que estén relacionadas con la protección de la privacidad de los usuarios. En el mejor de los casos, se habla de capacidades que vayan más allá de un uso meramente instrumental de las TIC, y que, en concordancia con Hamelink (2000), tengan la posibilidad de incidir en el plano social de manera más profunda.

En autores como Ba, Tally y Tsikalas (2002), Bawden (2008), Kist (2008) y Bikowski (2015) el asunto de la privacidad es apenas mencionado, mientras que Pegrum (2011), Jones y Hafner (2012) y Moll, Pieschl y Bromme (2014) lo abordan principalmente desde el uso de herramientas para la administración de redes sociales en línea. Los trabajos de Park y Jang (2014) y Sharma, Fantin, Prabhu, Guan y Dattakumar (2016), constituyen una notable excepción en esta tendencia. En el caso de los primeros, presentan un análisis que está dado a partir de las competencias de una selección de usuarios adultos jóvenes afroamericanos en los Estados Unidos, en el uso de dispositivos móviles. En el segundo caso, se trata de un trabajo que explora la relación entre las competencias digitales y la Sociedad del Conocimiento, a partir de la observación de cinco espacios territoriales: Finlandia, Hong Kong, Qatar, Nueva Zelanda y Singapur. Ambos trabajos destacan en sus conclusiones la premisa que ya hemos mencionado: ante la necesidad de construir competencias relacionadas con el uso de las TIC, y con ello ser capaces de enfrentar el reto que implica la SC; la privacidad de los usuarios constituye una variable fundamental en tales procesos, en virtud de los riesgos que implican tanto por posibles ataques informáticos que puedan ocasionar un perjuicio patrimonial, como en función de la representación de los sujetos en los espacios virtuales.

Como hemos adelantado, la relación entre competencias digitales y la privacidad en línea ha sido poco abordada en los antecedentes. Se trata, sin embargo, de un aspecto fundamental en el uso de las TIC, y que como veremos enseguida, ha sido reconocido al interior de diversas normas.

3. Legislación sobre privacidad en las comunicaciones privadas

En un contexto en el que atentados terroristas, delitos informáticos y la creciente inseguridad pública derivada del crimen organizado, reciben una destacada atención de la prensa; en algunos momentos puede ser fácil olvidar () que la privacidad en las comunicaciones entre particulares (en la que se encuentran las que ocurren a través de Internet), es un derecho asentado en la Declaración Universal de los Derechos Humanos de la ONU:

Art. 12: Nadie será objeto de injerencias arbitrarias en su vida privada, su familia, su domicilio o su correspondencia, ni de ataques a su honra o a su reputación. Toda persona tiene derecho a la protección de la ley contra tales injerencias o ataques.

En el caso de México, este derecho es reconocido en el Art. 16 de su Constitución Política:

Las comunicaciones privadas son inviolables […] Exclusivamente la autoridad judicial federal, a petición de la autoridad federal […] podrá autorizar la intervención de cualquier comunicación privada. Para ello, la autoridad competente deberá fundar y motivar las causas legales de la solicitud, expresando además, el tipo de intervención, los sujetos de la misma y su duración.

No obstante lo anterior, sobre todo a partir de los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001 en Nueva York y Washington, se han emprendido diversas acciones de vigilancia electrónica sistemática y generalizada, que en los Estados Unidos se han legalizado a partir del documento conocido como Patriot Act (). En México, este tipo de vigilancia se encuentra como parte de las reglas que se han establecido para los operadores de cualquier sistema de telecomunicación que, a través de un número de identificación único, permita ubicar a cualquiera de sus usuarios, en la Ley Federal de Telecomunicaciones y Radiodifusión, promulgada en julio de 2014. Así, en el Art. 190, se establece la obligatoriedad de que dichos operadores conserven, durante 24 meses, los siguientes datos que estarán a disposición de las autoridades cuando los soliciten a través de una orden judicial:

a) Nombre, denominación o razón social y domicilio del suscriptor;

b) Tipo de comunicación (transmisión de voz, buzón vocal, conferencia, datos), servicios suplementarios (incluidos el reenvío o transferencia de llamada) o servicios de mensajería o multimedia empleados (incluidos los servicios de mensajes cortos, servicios multimedia y avanzados);

c) Datos necesarios para rastrear e identificar el origen y destino de las comunicaciones de telefonía móvil: número de destino, modalidad de líneas con contrato o plan tarifario, como en la modalidad de líneas de prepago;

d) Datos necesarios para determinar la fecha, hora y duración de la comunicación, así como el servicio de mensajería o multimedia;

e) Además de los datos anteriores, se deberá conservar la fecha y hora de la primera activación del servicio y la etiqueta de localización (identificador de celda) desde la que se haya activado el servicio;

f) En su caso, identificación y características técnicas de los dispositivos, incluyendo, entre otros, los códigos internacionales de identidad de fabricación del equipo y del suscriptor;

g) La ubicación digital del posicionamiento geográfico de las líneas telefónicas

Activistas mexicanos a favor de la privacidad (), habían promovido un recurso de amparo ante la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN), debido a que no se establecen los controles ni la verificación necesaria para asegurar que estos datos estén debidamente resguardados, a pesar de lo establecido en la Ley Federal de Protección de Datos Personales de 2010. Como desenlace, a principios de mayo de 2016, la SCJN ratificó que dicho amparo era improcedente (El Financiero, 4 de mayo de 2016).

De frente a este tipo de acciones gubernamentales de vigilancia electrónica, la Electronic Frontier Foundation (2015) promueve trece principios fundamentales a nivel internacional, entre los que destacan la necesidad comprobada de llevar a cabo tales acciones de vigilancia, que éstas ocurran dentro de un marco legal que no lesione los derechos a la privacidad, con la debida notificación a los usuarios, y bajo mecanismos de regulación y supervisión transparentes.

Sin embargo, las acciones de vigilancia que practican los Estados en la presumible salvaguarda de su seguridad e intereses, no son la única fuente de violaciones a los derechos a la privacidad de los usuarios. Como veremos en el siguiente apartado, esto ocurre también desde muchas organizaciones privadas.

4. La sociedad de la vigilancia 2.0

A nivel técnico, Internet funciona a partir de una serie de procedimientos de transferencia de información, que están basados en el protocolo TCP/IP (). Cada página web, imagen, video, pieza musical y fragmento de información en línea; viaja desde un servidor que la aloja, hasta el dispositivo del usuario que la haya solicitado, por ejemplo, al dar click en un enlace. Para su transferencia, esta información es fragmentada en diminutos paquetes que, entre otros datos, señalan de forma abierta, cuál es la dirección electrónica del origen y la de destino, y salvo que haya sido cifrada, cuál es la información que está siendo transferida. De esta manera, si se cuenta con las habilidades y los recursos necesarios, es técnicamente posible interceptar prácticamente cualquier información que circule por Internet.

A partir de 1995, cuando los principales troncales de Internet dejan de ser administrados por la National Science Foundation, empiezan a darse las primeras aplicaciones comerciales en línea, con lo que también inician actividades de vigilancia motivadas por intereses comerciales. Debido a que las transferencias de información en línea pueden ser monitoreadas con relativa facilidad, esto ha dado lugar a la elaboración de bases de datos con perfiles de usuarios, que son vendidas sin restricción alguna a algunas agencias de mercadeo en línea, así como a responsables de la mayor parte del spam que recibimos, entre los que se encuentran defraudadores. Estos perfiles suelen señalar cuáles son los sitios más frecuentemente visitados, el tiempo que se permanece en ellos, lugar de conexión, correo electrónico; y con ello es posible inferir gustos y preferencias que pueden ser comercialmente explotables.

Sin embargo, la situación ha cambiado durante la última década a partir de dos factores: por un lado, ha habido una creciente popularidad en el uso de las plataformas para la administración de redes sociales en línea (entre las que destacan Facebook y Twitter), así como en otras aplicaciones en las que los usuarios proporcionan sus datos personales a cambio de la prestación de un servicio (como una cuenta de correo electrónico gratuita). En segundo lugar se encuentra la masificación de dispositivos móviles con acceso a Internet, entre los que destacan los teléfonos celulares. En México, según datos de AMIPCI (2016), nueve de cada diez usuarios de Internet tienen cuenta en al menos una red social, a las que acceden a través de un teléfono celular en el 77% de los casos. INEGI (2016) reporta un estimado de 77.7 millones de mexicanos que utilizan el teléfono celular, y de ellos, dos de cada tres lo hacen a través de un teléfono inteligente.

La combinación de estos dos factores ha llevado a que una parte muy importante de los usuarios mexicanos, de manera voluntaria, hayan cedido prácticamente todos sus derechos a su privacidad, a cambio de estos servicios. Ahora, además de las prácticas de intervención y vigilancia a nivel del protocolo TCP/IP, quienes administran las plataformas que hemos mencionado (y a las que es necesario agregar las cuentas de iStore  y Google, a partir de las cuales se descargan prácticamente todas las aplicaciones en dichos dispositivos móviles); tienen a su disposición datos sobre los gustos, preferencias, confesiones religiosas, orientación sexual, inclinaciones ideológicas, hábitos de compra y desplazamientos físicos del 100% de sus suscriptores, con mínimos márgenes de error.

Por ejemplo, de los poco más de 51 millones de teléfonos inteligentes estimados por INEGI (2016), Comscore (2015) calcula que el 82% utilizan el sistema operativo Android. Así, poco más de 42 millones de mexicanos, se encuentran dentro del universo de Google, propietaria de dicho sistema operativo. Una de las características de Android es que, a menos de que esta opción sea desactivada por el usuario, se lleva a cabo un registro segundo a segundo de la ubicación física de cada suscriptor (). Si bien esta información es visible sólo para cada usuario; Google se reserva los derechos para colocar publicidad personalizada en sus contenidos (lo que es particularmente visible en YouTube), generada a partir de algoritmos de generación de perfiles que toman en cuenta estos registros.

La llamada Internet de las Cosas (IoT) supone, de esta manera, nuevos retos a la protección de la privacidad de los usuarios. Se trata de dispositivos con acceso a Internet, como impresoras, cámaras digitales, reguladores de temperatura, refrigeradores, sistemas de videoseguridad, automóviles, televisiones inteligentes, además de tabletas electrónicas y los ya mencionados teléfonos móviles; entre muchos otros, que pueden ser el blanco de intervenciones por parte de agencias de seguridad, así como del crimen organizado y los delincuentes informáticos.

Estos escenarios son absolutamente actuales, y de ninguna manera pertenecen al género de la ciencia ficción distópica. Por ejemplo, a inicios de 2015, Samsung lanzó una advertencia a quienes habían comprado televisores inteligentes capaces de ser operados con comandos de voz (BBC, 10 de febrero de 2015). Incluso con el aparato apagado, éste era capaz de registrar cualquier conversación que se tuviera dentro de su alcance, misma que era enviada a un subcontratista de esta empresa para su procesamiento; por lo que se sugería a los consumidores no hablar de asuntos delicados frente al dispositivo. Si a esto se agrega el uso de Kinect (), que a través de sus cámaras es capaz de reconocer los rasgos faciales de cada usuario; las posibilidades de intervención en tales dispositivos pueden dar lugar a intromisiones malintencionadas en espacios de naturaleza absolutamente privada e íntima. En agosto de 2016, se anunció que Charlie Miller y Chris Valasek, expertos en ciberseguridad, habían sido capaces de interferir remotamente los sistemas en línea de una Jeep Cherokee, de manera que podían accionar los frenos e interferir con el sistema de dirección de manera remota (The Verge, 2 de agosto de 2016).

5. Consideraciones finales: Hacia una currícula integradora en el desarrollo de competencias digitales.

Con base en Díaz Barriga (2010), es posible sugerir que en México, al menos en algunos casos (), están siendo aplicados los lineamientos generales de la UNESCO (2008), en el desarrollo de competencias relacionadas con las TIC, tanto en maestros como en estudiantes. Sin embargo, tales lineamientos apenas mencionan, de forma tangencial, el asunto de la privacidad de los usuarios, como parte de los aspectos éticos y legales relacionados con el uso de estas tecnologías. Como hemos argumentado, el uso de Internet implica de manera inherente, riesgos a la privacidad de sus usuarios, a partir de las características sociotécnicas que ya hemos descrito.

¿Conoce la mayor parte de los usuarios estas vulnerabilidades? Como Moll, Pieschl y Bromme (2014) han encontrado, la respuesta es no. Desde una perspectiva metodológica, esta pregunta podría ser el punto de partida para un diagnóstico en México. Si se parte de la hipótesis de que, en términos generales, hay un escaso conocimiento sobre esta dimensión; el siguiente paso puede ser el diseño de estrategias que permitan incidir en dicha situación. Tales estrategias, como parte de un módulo en la formación de competencias digitales, podrían contemplar objetivos específicos, entre los que es posible proponer los siguientes:

  • Obtener conocimientos básicos sobre la operación de Internet y la forma en que en esta red se lleva a cabo la transferencia de información.
  • Reflexionar sobre los derechos a la privacidad consagrados en la legislación vigente a nivel nacional e internacional.
  • Identificar y reconocer las implicaciones para la privacidad que tiene el uso de plataformas electrónicas que ofrecen distintos servicios en línea, a cambio de la información personal de los usuarios.
  • Conocer la operación de distintos mecanismos sociotécnicos disponibles para la protección de la privacidad en línea, entre los que se encuentran las aplicaciones de encriptación (), esteganografía (), y el uso de redes anónimas como TOR (); señalando en cada caso, sus limitaciones y riesgos.

En tiempos en los que se ha construido una percepción más o menos generalizada de miedo e incertidumbre, puede no ser muy difícil lograr que la gente renuncie a algunos de sus derechos, a cambio de una supuesta seguridad. Sin embargo, se trata de prerrogativas básicas, que tienen la misma importancia que todas las demás consagradas en la declaración Universal de los Derechos Humanos, y que no tienen por qué pasar a un segundo plano. Ante la obligación que tienen los Estados por aplicar las leyes y de brindar seguridad a sus ciudadanos, es necesario demandar que esto ocurra bajo el amparo del Derecho. Se trata de lograr que las prácticas que realizan los poderes del Estado, ocurran respetando, entre todos los demás, el derecho a la privacidad. Para que ello suceda, es necesario que la ciudadanía conozca en primer lugar tales derechos, y que cuente con los conocimientos necesarios que les permitan demandarlos y ejercerlos, en plena responsabilidad ética y legal.

Referencias

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Edición y derechos humanos

La construcción del discurso mediático

La edición es un proceso industrial que modifica y determina la elaboración del discurso mediático. La presente exposición tiene como propósito ofrecer elementos para la reflexión sobre el papel que juega este elemento en el ámbito periodístico y cómo contribuye en la definición de la percepción del público al que llega. Asimismo, se señalan los límites que se transgreden en materia de Derechos Humanos cuando la vocación informativa queda por debajo de los intereses comerciales.

Edición y derechos humanos - Foto: Sandra Perdomo / Cuartoscuro

Por Gabino Navarro Olguín

La actividad periodística cotidiana cumple la función de nutrir y formar la opinión de los lectores de las ediciones de los diarios o audiencias de los programas de radio o televisión. La información que conforman estas publicaciones o emisiones llega a los consumidores mediante un previo tratamiento de edición, basado en un conjunto de criterios editoriales que determinan la forma final en que estos serán presentados. Estos criterios no responden solamente a principios de veracidad, objetividad y transparencia informativas, sino también al carácter ideológico de la empresa periodística que proporciona el canal de salida, a los compromisos comerciales, así como a las convicciones éticas y estéticas de ésta (Bourdieu, 1997, p. 24). Es decir, la presentación de una información a través de un medio cobrará mayor o menor relevancia en función de la espectacularidad con que sea presentada y destacada, en contraste con el resto de los temas que aparecen en la publicación o la emisión.

El artífice de lo que llega a los consumidores es el editor, quien selecciona, jerarquiza, procesa, diseña y decide sobre la forma en que se presentarán los contenidos del producto mediático final. La toma de decisiones la hace bajo ciertas condiciones que le son impuestas desde la dirección del medio, en apego a los criterios editoriales del mismo –delineados en un manual de estilo–, el conocimiento del contexto político y social en que se genera (Martínez-Fresneda, 2008, p. 180) y, sobre todo, desde la formación académica y profesional con que éste cuente. Todo esto, además, contra reloj.

Las figuras estereotípicas del periodista corresponden a la del reportero y el editorialista. El reportero sale a la calle a indagar los hechos que, a su juicio y del medio en que labora, son relevantes para la sociedad con el fin de consignarlos lo más fielmente posible en las notas que entrega a su redacción; mientras que el editorialista, sumido en su computadora, analiza, opina o fija la postura de un medio. En ambos casos, la tarea está claramente definida. El primero da cuenta de hechos relevantes, de interés o de utilidad para el público, principalmente a través de la nota; el segundo redacta piezas periodísticas a partir de su interpretación de la realidad, habitualmente en consonancia con la línea editorial del medio para el que escribe. Sin embargo, existe un filtro entre la información que generan los reporteros o editorialistas y lo que llega a manos de los consumidores: el trabajo de edición.

La edición es el proceso por medio del cual los medios de comunicación ajustan los contenidos al tiempo o al número de páginas disponibles, dotan a la información de cierta notoriedad, o bien se la restan, mediante la incorporación de elementos y recursos gráficos o sonoros (Colombo, 1997, p. 179), en función del medio del que se trate.

La edición periodística

La edición periodística es el proceso a través del cual se define la propuesta de los temas que, a juicio de cada medio de comunicación, son los más relevantes. El grado de relevancia otorgada a cada tema presentado se da en función de la vocación informativa del medio –los diarios deportivos, por ejemplo, priorizarán de distinta manera que los diarios de información general– y el público al que está dirigido. El enfoque de la información estará también determinado por los compromisos políticos, sociales, éticos y estéticos, los cuales se encuentran consignados, en el mejor de los casos, en los códigos de ética y los manuales de estilo.

Otros factores que influyen en la manera en la que será presentada la información son el formato, la disponibilidad de espacio y el tiempo empleado en la elaboración, las posibilidades técnicas, las fuentes informativas disponibles y las habilidades profesionales y técnicas del personal encargado de la edición. Los editores son los encargados de verter los contenidos en las páginas, de jerarquizar las notas y de ajustar los contenidos al espacio disponible, cerciorándose que todo se ajuste al estilo y la línea periodística del medio para el que labora.

Los editores son la parte más anónima del trabajo periodístico. Sin embargo, son los encargados de crear el diario que cada mañana sale a la circulación. Su trabajo consiste en diseñar las páginas a través de las cuales los lectores se enterarán de los acontecimientos que la redacción del diario decidió publicar.

Las fuentes y el manejo industrial de la información

La edición cotidiana de los diarios tiene como fuentes la cobertura cotidiana a través de reporteros asignados a una fuente o a un tema específico y que eventualmente son enviados a cubrir algún acontecimiento (Lara, 2009, p. 339); los corresponsales, que son periodistas o reporteros que trabajan y viven en la ciudad desde la cual reportan –con la ventaja de que conocen más a profundidad la vida política, social y cultural de esa sociedad en específico-; los colaboradores y plumas invitadas; la información que generan las agencias nacionales o internacionales de noticias y que se distribuyen mediante un servicio sindicado para uso de las redacciones de los diarios que pagan una cuota; y los despachos de información y boletines que generan las instituciones públicas y privadas, los gobiernos, las empresas, los sindicatos, las organizaciones civiles y ciudadanas a través de sus oficinas de prensa o de comunicación social.

La información, una vez que ingresa a las redacciones es sometida a un proceso industrial y, en ese sentido, es tratada como “materia prima”, la cual será procesada y convertida en contenidos que el medio presentará de acuerdo con sus lineamientos de estilo, los cuales son definiciones editoriales que, más allá de simples disposiciones de diseño y de ajuste a un formato y cantidad de espacio, responden a un posicionamiento ideológico, compromisos sociales y comerciales, posturas políticas, culturales y estéticas con las cuales comulga la empresa.

Los diarios responden al factor comercial, por lo que tienen que convertir su edición en un producto que saldrá a competir con otros diarios. La decisión de qué se publica, qué sale por las páginas de los diarios se toma en las mesas editoriales, que reúnen a jefes de las distintas secciones, de redacción, y a la dirección del medio. El trabajo de la mesa es definir, de entre todo el abanico informativo con que cuenta, a qué temas se les dará mayor relevancia. Ahí se define qué temas constituirán la “apuesta de venta” del medio, los cuales serán desplegados en la portada. Es decir, el medio, en su papel de empresa, elabora su producto para que sea comercializado cotidianamente.

La edición, una “apuesta de venta”

El trabajo que se realiza en las salas de edición de los distintos medios de comunicación es una actividad que, más allá de cumplir con la simple función de ajuste a un formato, constituye una propuesta de enfoque, una apuesta de venta, sobre lo que cada medio decide incluir. El ejemplo más claro para definir el alcance de esta actividad podría ser el momento en que un fotógrafo toma una cámara, encuadra y dispara. En el instante en que decide a qué tomarle la fotografía también determina qué es lo que no quedará plasmado en la imagen, así también el emplazamiento, la amplitud y detalle del motivo fotografiado.

El legítimo interés de que el diario se comercialice, circule y genere una cartera de anunciantes es, en principio, una forma de mantener finanzas sanas, que aseguran la existencia del medio y que busca mantener su presencia. Sin embargo, sucede con frecuencia que cuando el propósito comercial es colocado por encima de la vocación informativa se rebasan los límites éticos y deontológicos del periodismo. La necesidad de presentar la información de manera atractiva, con la finalidad de atrapar la atención de los lectores habituales y de ganar la mirada de los apresurados transeúntes que pasan por los expendios de periódicos es un factor decisivo del producto final de los diarios y del discurso que ofrecen. En las mesas de los editores se libra una suerte de equilibrismo, un ejercicio de ponderación constante, entre la labor periodística y los intereses comerciales del medio.

Edición periodística versus derechos humanos

La edición hace que el producto final no siempre sea presentado con mesura y con apego a criterios de veracidad y objetividad. Esto se debe a que dicha edición es determinada por los criterios editoriales internos y alternos a la labor meramente informativa del medio, entre ellos la competencia con otros medios. En este proceso, a veces, la búsqueda de notoriedad o de mostrar un enfoque particular destaca algunos aspectos e ignora otros que podrían ser útiles para la comprensión del hecho noticioso.

Una revisión somera del ejercicio editorial de algunos diarios da cuenta pronto de cómo en los tratamientos de la información se pasa por encima de la dignidad de las personas y sus realidades particulares. Se cosifican, se vuelven material periodístico, se transmuta su condición de personas en personajes y se le da trato de material escrito o gráfico para uso periodístico, se convierte en “materia prima”. En el mejor de los casos esto es producto de la ignorancia supina en el mejor de los casos.

También sucede que, en plena consciencia de las implicaciones que la exposición de ciertos materiales podría tener sobre las personas exhibidas, se ignoran deliberadamente las nociones más básicas para la convivencia humana. Se atenta contra nociones fundamentales de derechos humanos de quienes protagonizan algún episodio de interés periodístico, por ejemplo el derecho a no ser objeto de injerencias en la vida privada (Declaración Universal de Derechos Humanos, 1948, art. 12; Convención Americana sobre Derechos Humanos, 1962, art. 11).

El tratamiento periodístico inescrupuloso de ciertos medios constituye un contrasentido a las nociones de derechos humanos, que agrede a quienes aparecen en sus páginas. El asunto no es menor considerando que los medios de comunicación contribuyen en la conformación de la opinión del público al que llegan. Su presencia cotidiana supone un alto grado de difusión de su manera particular de entender el mundo, por definición parcial y acotada por el formato y los criterios editoriales.

Los medios de comunicación realizan una actividad de interés público que cuenta con una enorme posibilidad de penetración en la población a la que llega. Su labor contribuye a formar, en lo inmediato, la opinión y el criterio de los lectores, que asumen y comulgan, de manera voluntaria con los bienes culturales que estos medios les presentan. Una forma de entender el mundo que es asumida amablemente y sin disenso por parte del consumidor (Eco, 2009, p. 28).

Es importante aclarar que la violación de los derechos humanos se circunscribe a la esfera de los servidores públicos. Es decir, son sólo los agentes y funcionarios de una entidad gubernamental, en ejercicio de sus funciones, quienes pueden incurrir en responsabilidades en materia de derechos humanos, no así las empresas privadas ni los particulares. No obstante, para fines de esta exposición se señala el ejercicio editorial de algunos medios de comunicación como una acción en contrario de los conceptos de derechos humanos. Tal es el caso de los contenidos de algunas publicaciones periódicas, particularmente los diarios que cubren la fuente policiaca y de las tragedias humanas, de la mal llamada “nota roja” (Lara, 2009, p. 53), por ejemplo, La Prensa, Gráfico y Metro en la Ciudad de México.

Un ejemplo reciente

La edición del 23 de marzo de 2016 del periódico Metro consigna en portada los atentados con bombas en el aeropuerto y en una estación del metro de la ciudad de Bruselas. La   fotografía utilizada se dio a conocer ampliamente a través de agencias informativas, medios y redes sociales. En ella aparecen dos mujeres jóvenes, sobrevivientes de las explosiones, una hablando por teléfono celular y la otra sentada en una banca, con la ropa desgarrada, con rastros de sangre desde la cabeza hasta los pies y notablemente más afectada por los acontecimientos y por las lesiones que la primera.

El Metro publica casi a plana completa la fotografía acompañada de la cabeza “La cosa está… De la Belga”, con un llamado a páginas interiores que dice “Bombazos del Estado Islámico dejan 34 muertos en Bruselas”. En el texto de cabeza se vale de un juego de palabras para hacer un abordaje que hace sorna del hecho, atropellando la dignidad de las sobrevivientes. No sólo eso, también del resto de los afectados –vivos o muertos- y de sus familias y compatriotas. En el texto de llamado a interiores da por hecho y atribuye el atentado a una figura que desde un tratamiento periodístico más responsable debió mencionarse como un grupo autodenominado Estado Islámico, no simplemente “Estado Islámico”.

Aunque se podría argumentar que la edición del diario es de circulación local en el área metropolitana de la Ciudad de México, en Puebla, Querétaro y el Estado de México, principalmente, el acontecimiento es de relevancia mundial, por lo que el diario, con una edición así, transgrede la ética periodística y rebasa los límites de la libertad de expresión.

Este tipo de manejo editorial se lleva a cabo de manera regular en el diario Metro y en otros con los que comparte mercado. La distribución de estos medios impresos rebasa cotidianamente el medio millón de ejemplares. Dado el tratamiento de los contenidos de éstos, cada ejemplar constituye un contrasentido de los derechos fundamentales de las personas, normaliza la violencia, banaliza las tragedias humanas. Esto hace que la tarea de las organizaciones civiles, de las instituciones educativas y gubernamentales de conseguir una población formada e informada en materia de Derechos Humanos esté cada vez más lejos de conseguirse.

La necesidad de códigos de ética y deontológicos

Los derechos humanos y el ejercicio periodístico tienen su entrecruce más evidente en el derecho a la libertad de expresión. Sin embargo, en el ejercicio de la libertad se ven involucrados también los derechos de las personas que aparecen como protagonistas de la información publicada. Estas tienen el derecho a ser tratadas con dignidad y respeto, veraz y equilibradamente, y en caso de considerar que no se cumplen estos principios, se cuenta con el derecho de réplica, que obliga a los medios a dar espacio para rectificaciones o reivindicaciones (Convención Americana sobre Derechos Humanos, 1962, art. 14; Ley de imprenta, art. 27). Habitualmente, esta figura está prevista en los códigos de autorregulación de la mayoría de los medios de comunicación impresos y audiovisuales.

El ejercicio del oficio periodístico se sustenta en el derecho de todo individuo a la libertad de opinión y de expresión, amparado en la Declaración Universal de Derechos Humanos (artículo 19), vigente desde 1948, firmada por México en el momento de su proclamación, y hoy, -a partir de las recientes reformas constitucionales en materia de derechos humanos de 2011- (DOF: 10/06/2011), elevada a rango constitucional.

Derivado de esta declaración se han generado otros instrumentos internacionales, regionales y nacionales en que se amplía y especifica la protección sobre ciertos derechos en particular. Uno de ellos es la Declaración de Principios sobre Libertad de Expresión, adoptada por la Comisión de Derechos Humanos de la Organización de Estados Americanos en 2000, la cual, en apego a los instrumentos internacionales en la materia, declara que “Toda persona tiene el derecho a buscar, recibir y difundir información y opiniones libremente en los términos que estipula el artículo 13 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos…” sin distinción ni restricción de ningún tipo.

Con este marco normativo de carácter nacional e internacional como base es necesario que los medios de comunicación se encaminen seriamente a la figura de autorregulación, conscientes de los alcances de su trabajo y de las implicaciones que la lectura de las páginas de sus diarios tiene en el gran público, así como en la conformación de sus opiniones sobre los temas que aborda, asimismo que el tratamiento y perspectiva ofrecidos promueven valores políticos y sociales (Conapred, 2011, p.81).

Los medios de comunicación deben asumir el reto de buscar un modelo empresarial en el que puedan convivir los intereses comerciales con la vocación periodística. Los periodistas deben buscar el equilibrio en cada una de las fases del trabajo, sin que la autorregulación suponga un obstáculo a la libertad de expresión.

Referencias

Bourdieu, P. (1997). Sobre la televisión. Anagrama: México.

Colombo, F. (1997). “Los límites de la televisión”, en Últimas noticias sobre el periodismo.

Lara, M. (2009). Nota (n) roja. Debate: México.

Martínez, H. (2008). Revista Comunicar. ILCE: México.

Sartori, G. (2001). La sociedad multiétnica. Taurus: México.

Conapred (2001). Escrito sin D, sugerencias para un periodismo sin etiquetas. Conapred: México.

R3D: Defendiendo los derechos digitales

Entrevista a Carlos Brito

“Las prácticas de la tecnología avanzan más rápido que la tecnología”, asegura Carlos Brito, director de incidencia de la Red en Defensa de los Derechos Digitales (R3D). Los periodistas y los defensores de derechos humanos se encuentran diariamente con escenarios y discusiones en constante evolución. Las tecnologías digitales han cambiado tanto la forma de ejercer, defender y hasta violar los derechos. Un día es una iniciativa de ley para controlar lo que se publica en Internet, otro día son descubrimientos de vigilancia gubernamental al margen de la ley. La R3D es una joven organización liderada por jóvenes que buscan defender los derechos digitales, que no son otra cosa que los derechos humanos de toda la vida, ejercidos en contextos sin precedentes.

Carlos Brito, de la R3D, presentando MéxicoLeaks - Foto: Adolfo Vladimir / Cuartoscuro

Por Jorge Tirzo

La era digital ha traído consigo una serie de nuevos poderes, pero también nuevos riesgos y responsabilidades. Las tecnologías digitales han permitido a muchos colectivos e individuos realizar transformaciones socioculturales, fomentar cambios políticos y documentar abusos. Sin embargo, también son un territorio de disputa con usos reprobables de parte de gobiernos, criminales, terroristas y un largo etcétera. La Red en Defensa de los Derechos Digitales (R3D) es una joven organización creada por jóvenes con el interés de discutir la agenda de derechos humanos en materia digital.

Uno de sus fundadores, Carlos Brito, tiene ya una trayectoria reconocible en el ámbito. Durante el 2012 fue una de las figuras más visibles del movimiento estudiantil #YoSoy132, llegando a ser uno de los moderadores del debate que organizaron los estudiantes con los candidatos presidenciales. Desde ese momento la agenda de democratización de los medios de comunicación y el acceso a Internet fueron clave para dicho movimiento. Fue en ese contexto que conoció a Luis Fernando García y a Vladimir Chorney, con quienes fundó la Red en la que hasta ahora colaboran. El primero es actualmente su director general y el segundo es investigador asociado.

La R3D

Carlos Brito, ahora director de incidencia en la R3D, cuenta en entrevista para RMC los principales retos de la organización, de la defensa de los derechos humanos en la era digital y de nuestro país en particular.

“Somos una ONG que se dedica a la defensa de los derechos humanos en los entornos digitales, lo cual implica una serie muy amplia de derechos. No solamente los que tradicionalmente se entienden como parte de la agenda digital, como la libertad de expresión y privacidad; sino que los entendemos como parte de un conjunto. En México después de la reforma de Derechos Humanos de 2011, la idea de segmentar los derechos humanos como cosas aparte, no tiene mucho sentido. Cuando hablamos de las tecnologías lo que entendemos es que extienden capacidades humanas y con ello la capacidad de ejercer derechos. Lo que hacemos nosotros es, a través de campañas, litigios, análisis, intentar acercar a los usuarios de Internet a la posibilidad de ejercer derechos humanos”, explica Carlos Brito.

Aunque fue registrada como asociación civil hasta el 2015, la R3D inició sus operaciones en 2014 al calor de la discusión de la Ley Federal de Telecomunicaciones y Radiodifusión (LFT). Siendo México un país muy marcado por un duopolio televisivo (Televisa / TV Azteca), con uno de los magnates más ricos del mundo (Carlos Slim, dueño de Telmex y Telcel), la discusión de dicha ley parecía estar encaminada a las tecnologías analógicas. Fue en ese contexto que la R3D planteó una agenda paralela con énfasis en la censura, la vigilancia digital y la neutralidad de la red:

“Incluso a nivel legislativo, la perspectiva que se tenía sobre los temas digitales eran meramente a nivel industria. Es decir, si hay competencia o no hay competencia, los precios, la entrada de inversión. Lo cual desde luego va a afectar a los derechos, pero no es una perspectiva estrictamente de derechos humanos. Organizaciones como Artículo 19 o AMEDI atendían una parte de la enorme agenda de la Ley de Telecomunicaciones, pero quizás tendían un poco menos a hablar de estos temas. No es una crítica, es porque son demasiados temas. Nosotros pudimos abordar los temas en materia de censura, de responsabilidad de intermediarios, bloqueo de contenidos, neutralidad de la red y de vigilancia a las comunicaciones”, dice.

Como toda organización joven, la R3D se ha enfrentado a retos para insertarse en el debate público en materia de derechos humanos. Sin embargo, según Carlos Brito el principal ha sido ganarse la credibilidad de sus interlocutores pues al principio no eran tomados en cuenta por su edad e incluso por su aspecto físico.

La R3D es una organización con una cultura organizativa lejana a la tradición de los abogados litigantes de traje y corbata. Para esta entrevista Brito usaba pantalones de mezclilla y una camiseta color negro. Sus oficinas no tienen cubículos cuadrados, sino mesas modulares para trabajar en equipo, un gran espacio común y pizarrones todo alrededor para hacer anotaciones. Se trata pues de una nueva generación tanto de personas como de formas de aproximarse a los derechos humanos.

“El financiamiento va saliendo. Los temas administrativos han ido avanzando poquito a poquito. El principal obstáculo realmente tiene que ver con la credibilidad. Querer insertarte en discusiones que tienen grupos de interés tan afincados y con tal solidez, levanta suspicacias. Somos una nueva organización que tiene muy buena argumentación jurídica, y es lo único que tiene porque nadie nos conoce. Dicen: son jóvenes, no vienen vestidos de traje, ocupan canales informales, no tienen ningún problema en estar tuiteando las cosas y no meterse en las dinámicas de las negociaciones de los partidos, como sí hacen ciertas organizaciones. El traer una cultura política diferente, como sociedad civil, nos genera una barrera de credibilidad con los diferentes actores. Pero el única arma que tenemos son los argumentos”

“Ha sido difícil dialogar. Con los medios es con quienes más fácilmente hemos podido romper esa barrera. Podemos mandar un comunicado, este se sostiene por sí solo, y eso puede ser. También por el hecho de que les enseñamos cuáles son nuestros productos jurídicos o que estamos promoviendo amparos. Eso se puede defender por sí solo. Pero insisto, ver chavitos que no entran en la etiqueta de lo que tradicionalmente significa la defensa de derechos humanos o la etiqueta de lo que significa el sector de telecomunicaciones, que es otra etiqueta. O la etiqueta de lo que significa hacer incidencia a nivel regulatorio o a nivel legislativo. Y eso poco a poco lo hemos ido superando.

Porque tampoco es algo que a nosotros nos interese cambiar mucho para que nos hagan caso. No nos interesa amoldarnos demasiado a lo que nos piden en términos de etiqueta, de formas, de expresiones”.

No son una generación de traje y corbata, ni de radio y televisión. Su agenda y sus formas de operación son tan distintas como su ropa.

Más allá de MéxicoLeaks

Uno de los proyectos más visibles de la R3D es el de ser una de las organizaciones convocantes de la plataforma de filtraciones MéxicoLeaks. Se trata de una plataforma donde fuentes anónimas pueden compartir información de forma segura con medios como Animal Político, la revista Proceso o la Red de Periodistas de a Pie.

Se trata de uno de los proyectos de colaboración periodística más importantes que ha habido en este país, pero paradójicamente se hizo famoso por el caso de Carmen Aristegui, su unidad de investigaciones y MVS. En 2015, dicha compañía despidió a todo el equipo de Aristegui asegurando que había hecho un uso indebido de la marca al inscribirla sin permiso en MéxicoLeaks. Desde ese momento la periodista ha encabezado un litigio por censura y denegación de la justicia que se encuentra actualmente en la Corte Interamericana de Derechos Humanos.

“MéxicoLeaks es uno de nuestros proyectos más visibles. Fue muy visible sobre todo por el caso de Carmen Aristegui. Probablemente no hubiera sido tan visible si no hubiera servido de excusa para MVS para hacer lo que hizo con ella. Pero es un proyecto que se engloba en nuestra agenda de promoción y protección de los whistle blowers. Es decir, nosotros como parte de la agenda que manejamos, creemos que cierta información de interés público debe tener protecciones incluso cuando existen acuerdos de confidencialidad. Y que cualquier funcionario público o empleado del sector privado, que quiera hacer un disclosure de información de interés público, por violaciones de derechos humanos, corrupción; y que haya buena fe para hacer esa difusión de la información, pues debe estar protegido. Y esa cultura como conjunto es la que promovemos. Formamos parte de MexicoLeaks en el sentido de que nosotros como parte de la promoción de esa cultura y las condiciones legales que de hecho se están discutiendo ahorita con el tema del Sistema Nacional Anticorrupción. Pero tenemos mucho más”.

Más allá de MéxicoLeaks, la R3D se dedica a difundir las violaciones a los derechos humanos a través de textos en la prensa, comunicados y campañas en redes sociales. Sin embargo, buena parte de su trabajo se enfoca en los litigios y el trabajo legal que realizan. Actualmente uno de los más visibles en ese sentido es su juicio de amparo contra dos artículos de la Ley Federal de Telecomunicaciones.

Gracias al trabajo conjunto de la R3D con legisladores y otras organizaciones civiles, el texto de la LFT dejó fuera la mayor parte de los textos que generaban un riesgo de censura. Sin embargo, en los artículos 189 y 190 quedó asentada la obligación de los concesionarios de guardar por dos años los metadatos de todas las telecomunicaciones y compartirlos en tiempo real, sin orden judicial, a las autoridades (García, 2016).

Esto quiere decir que un proveedor de Internet estaría obligado a archivar las direcciones IP donde te conectas, a las que te comunicas, los horarios, las ubicaciones, etc, etc. Sobra decir que en un país como México donde las autoridades dan muestras continuas de corrupción y malos manejos, darles acceso a todos esos datos representa un riesgo mayúsculo para la ciudadanía. Ante ello, la R3D se encuentra en un litigio de amparo en contra de dichos artículos.

“Ganamos y perdimos cosas en la discusión de la Ley de Telecomunicaciones. Se ganaron cosas, por ejemplo cuando se quitaron muchas de las previsiones de censura y responsabilidad de intermediarios. Todas, de hecho, se lograron detener de la iniciativa presidencial. Hubo un consenso muy grande, incluso en el PAN y en el PRI, en que era problemático. Pero también perdimos en que las medidas de vigilancia se agravaron incluso. Estamos pidiendo que se declare la inconstitucionalidad de los dos artículos, el 189 y 190. Es muy importante ese litigio para nosotros, pero muy probablemente, debido a la sala que nos tocó, vayamos a perder ese litigio. Por eso estamos preparándonos para irnos al Sistema Interamericano de Derechos Humanos”, explica Brito.

Aunque no son tan visibles mediáticamente como MéxicoLeaks, este tipo de acciones legales son parte fundamental de la organización. Tanto al momento de realizar la entrevista, como al cierre de esta edición, la Corte aún no había publicado su fallo sobre el amparo promovido por la R3D.

Retos para los medios y la academia

Además de su labor como director de incidencia en la R3D, Carlos Brito también ha impartido recientemente cursos en el Tecnológico de Monterrey para la licenciatura en Periodismo y Medios de Información. Esta experiencia le ha dejado enseñanzas entorno a los retos que enfrentan las universidades al formar periodistas en un contexto tan cambiante como el que vivimos. Según su diagnóstico, los futuros periodistas –al igual que la mayoría de los informadores en activo– están desinformados en materia de derechos digitales. El gran reto es incorporar estas discusiones a los planes de estudio para generar una conciencia crítica de los debates actuales para preparar a los futuros comunicadores.

“Encontré primero que estaban formándose periodistas totalmente ajenos a las discusiones que van a enfrentar en sus plataformas. Les decía: ¿Qué hacer ante una solicitud de una autoridad para remover contenido? ¿Qué hacer ante una solicitud de un particular para remover contenido? ¿Qué hacer si te solicitan por copyright? ¿Qué significa eso? ¿Qué pasa si tu medio de comunicación enfrenta un ataque a nivel de DNS’s? ¿O a nivel de dominio? ¿O qué pasa si te hackean y te bajan una base de datos completa y divulgan información sensible de tu medio de comunicación? ¿Qué pasa con todas esas problemáticas? ¿Qué pasa si mañana tu sitio web va a entrar a un paquete premium de Internet? Entonces si la gente quiere ver tu contenido va a tener que pagar más. ¿Qué pasa si ocurre lo opuesto? Si a todos los contenidos de UnoTV no les cargan datos para el lector y los tuyos sí, y por lo tanto baje tu tráfico. ¿Qué pasa si tienes una agresión a tu privacidad como periodista? Tienes algún tipo de exploit o malware que sabes que fue puesto por una agencia de gobierno. ¿Sabes cuáles son sus facultades legales?”

“Ese tipo de discusiones para los periodistas, para gente que está formándose y que supuestamente ya son parte de una generación nativa digital, están totalmente ajenas. El plan de estudios no lo cubrió. Si ellos no lo tienen, la gente que lo está viviendo a diario, lo resuelve como puede. Algunos medios se defienden removiendo contenidos y ya. Otros se defienden diciendo bueno, voy a contratar un abogado. Algunos lo denuncian esperando que no haya represalias. Ese tipo de cosas presentes todos los días, necesitan una discusión amplia que vayan encaminadas a cuál es la respuesta del Estado”

El gran reto está en la velocidad de los cambios tanto de las tecnologías como de sus usos sociales. Para bien y para mal, cada día hay nuevas formas de defender, pero también de violar derechos digitales. Cualquier plan de estudios tendrá que aceptar los cambios y formar a los estudiantes más en un pensamiento crítico que en uno memorístico.

“De todas esas materias, la discusión que tenemos hoy, mañana son otras. Las prácticas de la tecnología avanzan más rápido que la tecnología. Porque la tecnología se mueve muy rápido pero la forma en la que la implementas se mueve el triple de rápido y está totalmente desorganizada. No solamente es decirles cómo los afectan, sino prepararlos para tener criterios para defenderse de nuevas prácticas que son cada vez más complejas. Nuevas prácticas de censura, vigilancia, discriminación, violencia. El problema es ese. Lo que vemos con los periodistas es que están desinformados, que es paradójico, sobre lo que les está ocurriendo en su propia esfera de trabajo. Dan por hecho Internet como era hace tres o cuatro años. Y conforme avanzan los tiempos, las cosas son más complejas”.

Como muestra pone un ejemplo reciente. En noviembre de 2015, los atentados terroristas en París que se adjudicó el grupo autodenominado Estado Islámico, generaron una discusión entorno a la herramienta de mensajería Telegram. Esta aplicación no es otra cosa que un mensajero instantáneo con la opción de crear conversaciones cifradas de punta a punta, por lo que aunque se intercepten los datos de dicha comunicación, es imposible (o al menos muy difícil) descifrar las comunicaciones. Muchos políticos y medios de comunicación criticaron esta herramienta porque habrá permitido a los terroristas organizarse sin que los gobiernos pudieran averiguar sus planes.

Meses después, en abril de 2016, el omnipresente mensajero instantáneo WhatsApp implementó un cifrado punta a punta para todas sus comunicaciones. Se trata de una funcionalidad automática, relativamente más segura que la opción de Telegram, que tuvo un recibimiento positivo de parte de los medios y sus usuarios. Además, con un impacto mucho mayor pues la base de usuarios de WhatsApp es mucho mayor que la de Telegram.

“Los medios de comunicación un día demonizan el cifrado punta a punta y otro día Whatsapp decide que cientos de millones de personas, afortunadamente, ahora gozan de este cifrado. Y entonces el cifrado ya no es el demonio. O como el caso Apple contra FBI. De repente se demoniza, ahí no el cifrado, sino las medidas de protección sobre las backdoors. Cuando el FBI decide que ya encontró otra forma de dar la vuelta, ya deja de ser tema. Y son discusiones que acaban de pasar. Los mismos medios de comunicación que demonizaron el cifrado punta a punta de Telegram, y que no demonizan el de Whatsapp sino que lo celebran: O algo aprendieron o están muy confundidos”, dice Brito.

En suma, es un contexto difícil para el periodismo y su enseñanza. Así como en su momento las legislaciones para la prensa y los controles gubernamentales (como el monopolio del papel) fueron fundamentales para comprender el periodismo; actualmente los temas de legislación de Internet son básicos para la labor informativa. Actualizar los planes de estudio para formar periodistas críticos de estos cambios es un grave pendiente para la academia.

Derechos (humanos) digitales en México

En el 2011, la Constitución mexicana fue reformada de forma significativa al transformar el concepto de “Garantías individuales” y reconocer de forma explícita los derechos humanos. Se trata de un cambio de paradigma pues de esta forma no es el Estado quien “otorga garantías” a sus ciudadanos, sino que les reconoce derechos inalienables. También es destacable el hecho de que esta reforma reconoce que las personas gozamos no solo de los derechos presentes en la constitución, sino también los que se encuentren incluidos en los tratados internacionales (Carbonell, 2012). Es decir, que desde el 2011 –al menos en el aspecto legal– los derechos humanos son el eje constitucional en México.

En este contexto es que Carlos Brito asegura que es necesario que la ciudadanía y el gobierno comprenda este nuevo enfoque. Todavía vivimos con un imaginario donde los derechos humanos son un tema específico, usualmente relacionado con las desapariciones y la tortura, lo cual nos hace olvidar que el enfoque de derechos humanos permea (o al menos debe hacerlo) a todos los ámbitos del Estado.

“Es un reto no invocar derechos solamente cuando aparece una fosa de cuerpos, cuando desaparecen a 43 personas. Constantemente hay que dejar claro que incluso la movilidad, el medio ambiente, la contingencia ambiental, son temas de derechos. La cultura que le subyace es la necesidad del Estado de regular a los particulares. Eso es un asunto que se deja todo el tiempo de lado, es una tarea super pendiente en el uso del lenguaje de parte de los periodistas”

“Para mí ese es el principal problema. El creer que solo se invocan los derechos humanos cuando estamos en situaciones muy graves y excepcionales. Cosa que termina concretándose en la promoción de esta visión que está muy instalada en la sociedad de que los derechos humanos son solamente para defender a los criminales. Tienes que revisar el discurso de Isabel Miranda de Wallace diciendo eso: O se defiende los derechos de la víctima o se defienden los derechos del criminal. Cuando no es eso, se tienen que defender los derechos de todos, al mismo tiempo. Y sí se puede, no son cosas etéreas. Son cosas concretas, cotidianas, presentes. Para mí ese es el principal problema. El factor de excepcionalidad de los derechos humanos”, dice.

Al ser cuestionado por los principales retos a futuro para México en materia de derechos humanos, Brito hace énfasis en considerar la crisis como un todo. Según él, el hecho de que se agraven las intenciones de vigilancia gubernamental, censura y desarticulación de la neutralidad de la red, no son sino síntomas relacionados con las desapariciones forzadas, la tortura generalizada y la violencia impune. Dos caras de la misma moneda.

“Buena parte de las cosas que se han logrado conquistar en México, siempre tienen versiones nuevas. Es el caso de las leyes entorno al copyright, la famosa Ley Beltrones, que ya lleva como siete intentos y está a punto de pasarse otro. Viene por el TPP que puede o no discutirse este año en México, depende de la elección estadounidense. Eso va a ser un problema. En México seguramente va a haber muy poca discusión. Se va a tomar un acuerdo comercial que va mucho más allá de los acuerdos comerciales. Es un acuerdo político que transforma y limita las capacidades de los Estados para legislar. Limita sus poderes judiciales, el poder legislativo, el poder ejecutivo. Limita la capacidad de discusión. El TPP va a ser para nosotros una de las batallas más importantes”

“Todo esto es un reflejo de lo que está ocurriendo en tortura, desaparición, impunidad, en todos los otros temas de la agenda. Realmente lo que pasa es eso: Las expectativas de que se agrave la crisis de derechos humanas son muy altas debido a la postura del Estado mexicano de negar cualquier crítica, sea de la ONU, de la CIDH, de los relatores especiales, de ONGs internacionales, de lo que sea. En lugar de dejar las cosas como están, lo que está haciendo realmente es que se agraven todavía más. Porque manda un mensaje de que entonces estamos haciéndolo bien. Incluso genera dinámicas sociales y de poder, para que la gente que puede aprovecharse de esas herramientas y vacíos para violar derechos humanos, lo haga más y más y más. Entonces la previsión es que va a empeorar. Y la chamba que vamos a tener va a ser más. Yo no veo que haya un cambio importante en la agenda de derechos humanos en el país, al menos en este sexenio, mas que agravarse”, finaliza Brito.

Referencias

Carbonell, M. (6 de septiembre de 2012). “La reforma constitucional en materia de derechos humanos: principales novedades” en Miguel Carbonell. Recuperado el 18 de abril de 2016 de http://www.miguelcarbonell.com/articulos/novedades.shtml

García, L. (18 de abril de 2016). “La vigilancia en México, fuera de control: R3D” en Aristegui Noticias. Recuperado el 18 de abril de 2016 de http://aristeguinoticias.com/1804/mexico/la-vigilancia-en-mexico-fuera-de-control-r3d/

La democratización de la violencia

¿Nuevo modelo de Estado?

El Estado está siendo transformado por los fenómenos delictivos, con mucho más eficacia que a través de los procesos electorales y las reformas políticas. La democracia se experimenta socialmente por medio de la violencia, en la igualdad de ejercerla por grupos e individuos tanto como la autoridad política.

La democratización de la violencia - Foto: Diego Simón Sánchez / Cuartoscuro

Por Yuriria Rodríguez Castro

La violencia no solamente es acción, sino discurso democráticamente posible. En países como Guatemala y Honduras las pandillas, a fuerza de adaptarse a la violencia con la concesión del Estado, ahora se asemejan más a la tradición mafiosa. Son cada vez más una institucionalización de la práctica violenta cotidiana, con la diferencia de que en las mafias esa violencia es una práctica familiar y elitista, es la concentración monopólica de los medios para producirla. En cambio, las pandillas o los grupos de autodefensas mezclan las motivaciones violentas de los grupos de odio con una nueva forma de violencia social cada vez más extendida y mayoritaria, basada en el ajusticiamiento vengativo, lo que impide el monopolio de la violencia del Estado y ésta se democratiza hacia sectores de autodefensas que, a diferencia de las pandillas, no se organizan formalmente bajo el orden explícito de lo violento, sino bajo el supuesto de la “justicia”.

Son tiempos de autodefensas, tiempos también en que un gigante trasnacional como Apple puede retar al gobierno de los Estados Unidos negándole la información del celular de un terrorista. Son tiempos en que los linchamientos y las torturas mediáticas se observan a través de drones o de Periscope. Tiempos de imágenes que de la práctica común se hacen virales con golpizas tumultuarias contra un sospechoso –en esos usos y costumbres, así llamados, del linchamiento o justicia por propia mano- y toda clase de violencia cotidiana global llevada a la televisión e Internet.

En plena era de la democratización de la violencia, el discurso de odio en México escaló a un nivel más alto con la película Pink que ataca a la comunidad homosexual y sus derechos de adopción cuando su director, Francisco del Toro, asegura sin más que puede atacar a quien quiera porque vive en una sociedad “democrática”.

Lejos de ser incluyente, la democracia se va convirtiendo en el ejercicio pleno de la violencia, cuando inicialmente era un modelo diseñado para superarla. El Estado entró en una nueva fase, distinta a la del control legítimo y del monopolio de la violencia, para concederla a grupos que lo confrontan abiertamente. Si, bajo los modelos de Hobbes y Weber, el Estado tenía el control de la violencia con el consenso de sus gobernados, ahora ha cambiado el paradigma con la concesión del Estado para que otros detenten el control violento.

La empresa Apple se negó a desbloquear el teléfono celular Iphone del yihadista que atacó el hospital de San Bernardino, demostrando que las grandes trasnacionales ya no sólo determinan la economía global, sino que también confrontan al Estado en la Unión Americana –uno de los más poderosos del mundo–, en materia de seguridad.

Pero este no es el único caso que ejemplifica cómo la violencia irrumpe en ámbitos políticos, en el dominio del Estado. Otro ejemplo es el de los ataques con gas lacrimógeno en el Congreso de Kosovo, donde lo más que se había visto en términos de violencia parlamentaria era la toma del recinto por los congresistas y algunos enfrentamientos a golpes, pero en Kosovo los medios políticos llegaron al último recurso, al que despolitiza por medio de la violencia del terror.

La concesión del terrorismo interno

Durante los últimos años se ha tratado de explicar el por qué se presentan ataques a universidades en los Estados Unidos. La mayoría de estos atentados son producto de aparentes motivaciones individuales, de jóvenes blancos norteamericanos, algunos bajo la influencia del fundamentalismo racial o yihadista, pero finalmente producidos por concesiones de Estado, por la libre circulación y venta de armas, así como por una cultura de consumo de la violencia arraigada en una nación que se desarrolló bajo una economía bélica.

Muchos de los países occidentales están pasando por el mismo proceso que México y los Estados Unidos. Son las naciones que se resisten a estos procesos las que parecen más rígidas, pero no necesariamente es así: se observa un nuevo “proteccionismo” respecto al control de la violencia, como es el caso de Venezuela, donde el Estado detecta una clara confrontación con miras a despolitizarlo.

Definimos como despolitización al proceso violento con miras a despolitizar un Estado. Cierto es que en algunos casos el propio Estado puede propiciarlo a su conveniencia, como puede ser que otro Estado eche a andar este proceso para despolitizar a otro.

Despolitización y democratización de la violencia

En México el proceso de despolitización y concesión de la violencia ha sido prácticamente una constante histórica, sobre todo a partir de la conquista española.

Antes inclusive, el gobierno mexica tenía una estructura de Estado y entendía muy bien que su principal finalidad era el control de la violencia. Era el suyo un Leviatán prehispánico que intuía a Hobbes sin conocerlo. Los mexicas tenían un gobierno militar con una fuerza bélica que se imponía a otros pueblos desde el tributo, el cual –de no cumplirse– ameritaba el castigo y la venganza en las guerras floridas o en el sacrificio humano, tras capturar (secuestrar) a representantes nobles de los pueblos sometidos.

Toda la etapa independentista, así como la guerra de Reforma, la Revolución y la guerra cristera, fue un constante jaloneo por el control de la violencia sin escatimar en recursos violentos. Pero todas estas luchas y procesos estaban claramente politizados, a diferencia del actual proceso despolitizador.

La historia de México se puede resumir en una permanente búsqueda de identidad del Estado a través del control de la violencia. Aunque de forma contradictoria, el Estado tiene en su naturaleza buscar diferenciarse de la violencia que controla. Sin embargo, en México ni siquiera durante el porfiriato se logró el control pleno de la violencia, pese a que la urbanización buscó dejar fuera del ámbito de influencia política a los sectores marginales, dando paso a dos Méxicos, uno rural y otro urbano. Lo que sabemos es que no evitó el brote revolucionario tras la concesión de la violencia que Porfirio Díaz decretó en la entrevista a Creelman, donde inclusive refiere que México está preparado para la “democracia”. En palabras menos diplomáticas, para la violencia consensada.

Secuestro en México y despolitización

La despolitización –por algunos llamada “cortina de humo”– no es sólo una estrategia política de distracción, es un fin en sí mismo, donde una moral violenta se impone a lo político, a lo ideológico. En esta fase, el Estado vive del acontecimiento y se adapta a la violencia concedida a los grupos sociales que exigen su derecho a ejercerla de forma autónoma.

En México, algunos secuestros se instauraron en la categoría del escándalo, sobre todo por el impacto mediático que tuvieron en la opinión pública. En una primera etapa, los secuestros de la década de los 70s y principios de los 80s eran políticos, como el ocurrido en contra del entonces senador, que después llegó a ser gobernador por Guerrero, Rubén Figueroa. No se diga de los secuestros realizados por la “Liga 23 de septiembre”, de los cuales también fueron después víctimas sus militantes, bajo el rótulo de “desapariciones”, pero por grupos patrocinados por el gobierno.

La “Liga 23 de septiembre” no sólo secuestró empresarios o intentó hacerlo, como fue el caso de Eugenio Garza Sada quien fue muerto en el episodio, sino que también llegaron a secuestrar un vuelo de Mexicana de Aviación el 8 de noviembre de 1972, un Boeing 727.

Uno de los hombres que protagonizó secuestros durante la llamada “Guerra sucia” de la década de los 70s –como respuesta represiva “institucional” a la guerrilla-, fue Fernando Gutiérrez Barrios, quien en ese entonces encabezaba la Dirección Federal de Seguridad (DFS). Sin embargo, el propio Gutiérrez Barrios sería secuestrado por una banda bien organizada, el 9 de diciembre de 1997, en la Avenida Miguel Ángel de Quevedo de la capital mexicana.

Muchos de estos secuestros pasaron inadvertidos para amplios sectores de la sociedad, inclusive para los más informados, pese a tratarse de secuestros de índole política. La diferencia la marcaron los secuestros que, entrado el nuevo milenio, le permitirían al Estado una plataforma que justificara su estrategia de seguridad y dar una connotación política de los secuestros en los medios de comunicación como vacuna despolitizadora, cuyo antídoto era el ciudadano expuesto cual víctima hipotética del secuestro, pues ahora ya no se trataba de guerrilleros ni de políticos o empresarios de alto nivel secuestrándose entre sí, sino de ciudadanos comunes afectados por un clima artificioso de violencia.

La década de los noventa es mucho más activa en cuanto a secuestros que toda la primera década del nuevo milenio. Sin embargo, aún no era tan relevante para el Estado mexicano, que terminó colocándolo a conveniencia en el centro de todas las preocupaciones, inclusive por encima y antes de que el narcotráfico ocupara ese lugar “privilegiado”.

El detonador de los primeros secuestros mediáticos tiene su antecedente a comienzos de los años noventa con la banda de Andrés Caletri López, que operaba principalmente en Morelos, en el Estado de México y en la Ciudad de México. Otra de las bandas de secuestradores de ese entonces fueron Los Pochos y El Coronel, encabezada ésta por Marcos Macera Tinoco, a quien se señaló como orquestador del secuestro de Fernando Gutiérrez Barrios en 1997.

Algunas de estas bandas se caracterizaron por la mutilación de sus víctimas para presionar el pago del rescate, como la de Daniel Arizmendi López, justamente apodado El Mochaorejas. Al igual que Caletri, Daniel Arizmendi operó en el Estado de Morelos, en localidades mexiquenses y en la capital del país. El Mochaorejas solía secuestrar ciudadanos españoles radicados en México.

Caletri secuestró a varios empresarios como Elio Margolis, uno de los directivos de Chrysler México. Algo que no se ha abordado suficientemente es que no todos los secuestros entre bandas plagiarias han tenido como propósito cobrar rescate a cambio de la víctima,. También –como cualquier célula criminal–, secuestran y asesinan a sus competidores por la disputa del territorio.

Con Caletri, el apellido Margolis aparece por primera vez relacionado al tema de secuestro, la segunda vez que este nombre aparece está ligado al caso Florence Cassez y a la supuesta relación de cercanía entre el empresario judío Eduardo Margolis y el entonces Secretario de Seguridad Pública, Genaro García Luna.

Con ejemplos como el de Daniel Arizmendi, se comprueba que el delito de secuestro tuvo la participación corrupta de la institución policiaca, pues el mismo Mochaorejas trabajó como elemento de seguridad en la Policía Judicial del Estado de Morelos.

Desde nuestra perspectiva, el secuestro le abrió la puerta a un cambio radical de estrategia de seguridad pública hacia el Mando único, pues una vez que las policías se habían mostrado corruptas e involucradas con las bandas de secuestradores, el último intento por impulsar una policía de élite incorruptible fue la captura de la supuesta banda Los Zodiaco a la que presuntamente pertenecían Florence Cassez e Israel Vallarta. Poco a poco se fue desmintiendo la existencia misma del grupo en diversas publicaciones, como en el libro escrito por la periodista belga Emmanuelle Steels (El teatro del engaño. Buscando a los Zodiaco, la banda de secuestradores que nunca existió, 2015).

Durante esta etapa se extinguió la vieja Policía Judicial Federal, a causa de que muchos de sus elementos participaban privando de la libertad a ciudadanos a cambio de rescates. No hay que perder de vista que las bandas de secuestradores también han concretado fugas de penales de alta seguridad. El propio Caletri logró escapar en 1995, y aunque al igual que algunos narcotraficantes fue recapturado, la cárcel seguía siendo un lugar propicio para delinquir.

Uno de los presuntos secuestros difundido y convertido en tema de alto impacto frente a la opinión pública fue el de Hugo Alberto Wallace, el 11 de julio de 2005. El llamado “Caso Wallace” trascendió por el despliegue que la madre del presunto plagiado –la señora Isabel Miranda de Wallace– echó a andar a través de anuncios espectaculares y medios de comunicación, que hicieron visible un fenómeno donde el ciudadano toma la “justicia por propia mano” y realiza una indagatoria por su cuenta. Sobre todo, es el primer caso de secuestro mediático que pone en cuestionamiento la capacidad y eficacia del Estado como garante de seguridad y de justicia, no sólo ante el gremio empresarial, los sectores económicos más altos de la sociedad, sino a nivel nacional e internacional, pues el primer síntoma de ingobernabilidad en presencia de un Estado, es justamente la privación de la libertad que comienza con una perspectiva de caso “particular” denominada “secuestro” y continúa en un caso general y masivo, como el de las desapariciones.

Otro caso que impactó a la opinión pública fue el de la joven Silvia Vargas Escalera, hija del entonces titular de la Comisión Nacional del Deporte (Conade), quien fue secuestrada cuando contaba con 18 años de edad, el 10 de septiembre de 2007. Lo más relevante de este caso fue el llamado desde el propio sistema de gobierno a que las autoridades dieran respuesta al paradero de la joven. Sin embargo, el gobierno  federal tardó más de un año en ubicar un domicilio en Tlalpan, donde presuntamente se encontraría la osamenta de Silvia Vargas Escalera, quien fuera asesinada por sus plagiarios.

Fueron varios años en los que familiares y autoridades federales se empeñaron en posicionar el tema del secuestro en la indignación social. Otro de los que generó la ruptura y una exigencia radical de “mano dura” por parte de la sociedad, fue el secuestro el 4 de junio de 2008, del menor Fernando Martí, hijo del empresario Alejandro Martí, dueño de Deportes Martí, caso que desbordó movilizaciones promovidas y patrocinadas por las dos principales cadenas de televisión en México, Televisa y TV Azteca.

Florence Cassez y la percepción de la “justicia”

Como ya pudimos ver, en la década de los noventa el secuestro no fue un recurso de despolitización, sino hasta entrado el nuevo milenio. Inaugura esta era el intento más ambicioso por mostrar que existía un control de la violencia, con casos de secuestro muy mediáticos como el del joven Fernando Martí, así como el caso de Silvia Vargas Escalera. Pero de entre todos estos casos de secuestro, el más destacado fue la elaboración de un cuerpo del delito y la prefabricación de culpables en el caso Florence Cassez.

El Estado mexicano estrenaba una policía especializada con miras al ahora predominante modelo de Mando único, bajo las órdenes del cuestionable Genaro García Luna. En este marco de seguridad, el secuestro fue la vía de entrada para despolitizar los fenómenos delictivos y al propio Estado como parte de los mismos. Era un tema tan moral, íntimo y familiar, que los medios de comunicación recalcaron “nos concierne a todos”, destacando que no era un asunto de partidos políticos ni militancias, sino algo que va más allá. Este resaltar la idea de “todos unidos contra la delincuencia” también se relaciona con la democratización de la violencia, donde las mayorías no sólo tienen derecho de opinión sobre los fenómenos violentos, sino también tienen derecho de acción violenta en venganza contra quienes los agraviaron.

“Si no pueden contra la delincuencia, renuncien”, decía el empresario Alejandro Martí a los gobernantes mexicanos, en una confrontación con respaldo de un sector social bajo la influencia de las televisoras que dieron amplia cobertura a las movilizaciones de organizaciones como “Iluminemos México”.

Bajo este discurso comenzó a generarse una sensación de igualdad entre sectores sociales que no tenían nada en común. Desde la perspectiva empresarial y privilegiada, pero también de los sectores más desprotegidos económicamente, todos podíamos ser víctimas de secuestro, incluso los más pobres. Entonces, la venganza nos concernía a todos, ya que el Estado “no podía contra la delincuencia”. Este es otro elemento democratizador en la naturaleza de la violencia, que genera una sensación de igualdad en la venganza como en la autonomía para ejercerla.

El caso Florence Cassez cambió la forma de percibir la aplicación de la justicia en México, pues más que un “montaje” se trató de una elaboración íntegra de las imputaciones fabricadas y de las percepciones de justicia sobre una falsedad. Después de lo ocurrido con Florence y el dictamen que ordenó liberarla por violaciones al debido proceso, por parte de la Suprema Corte de Justicia, se buscó dar más credibilidad a la construcción mediática de un cuerpo del delito, para que las fallas en el debido proceso no se convirtieran en un recurso legal, como ocurrió con la posterior liberación del narcotraficante Caro Quintero.

En lo relacionado con los medios de comunicación, este fenómeno podría conducir a una desproporción a través de un cambio en las facultades ya no sólo del discurso mediático, y en especial televisivo sobre un tema, sino que podrían substituir las formas discursivas por un cuerpo de comunicación distinto, en este caso un cuerpo de comunicación judicial.

A partir del caso Florence Cassez, se dieron otros en los que el patrón se repitió y seguirá repitiéndose de no abordarse con total seriedad. Por ejemplo, el diario La Jornada, en su publicación del 27 de septiembre de 2014, hablaba en primera plana de un “montaje” en la masacre de Tlatlaya, con cambio de posición de cadáveres y siembra de armas de alto poder junto a los cuerpos de los victimados, atribuible al principal acusado, el ejército mexicano. A lo largo de una cobertura sostenida e ininterrumpida sobre un tema, la percepción de lo conceptual abstracto, así como de lo procesal práctico, es transformada y manipulada por lo mediático.

Lo justo entonces parece que no es un proceso legal, sino una percepción social, lo que cada vez constriñe más a la justicia a convertirse en un asunto de opinión en los llamados “tribunales mediáticos”. Por un lado está la justicia como un modelo apegado a los hechos, con una vestimenta de supuesta imparcialidad, y por otro, la percepción como un modelo de justicia, misma que es generada por la intervención de los medios.

La percepción mediática como modelo de justicia va íntimamente ligada y dependiente de la percepción del miedo y la inseguridad, por lo que se ha convertido en un asunto de opinión pública, no de leyes.

El caso Florence Cassez cambió la forma de percibir la justicia a través de los medios de comunicación, pues la confirmación de que hubo un “montaje” se convirtió en una duda constante en relación a todo lo que solía presentar el gobierno a través de los medios de comunicación. Ahora, cada vez que se captura a un narcotraficante, la alusión al “montaje” ya es común.

A partir del caso Florence Cassez, no sólo cambió la frecuencia con la que se recurre a las fallas en el debido proceso, sino que se demostró que la “justicia” está sujeta a las masas, en un esquema en el que el modelo de justicia, a fuerza de querer ser popular, deviene en retrógrada, pues deja de mantenerse ajeno a los intereses de cualquier sector social, sea mayoritario o no.

El fenómeno Florence Cassez trascendió todos los fenómenos mediáticos de secuestro, toda vez que, con muy contadas excepciones, como la del semanario Proceso, la mayoría de los medios de comunicación se empeñaron en enjuiciarla y declararla culpable sin mayor análisis, aceptando la “versión oficial”.

El tema de los “juicios paralelos” ya ha sido abordado en otros países, así como en México por el periodista Marco Lara Klahr, por ejemplo. Sin embargo, lo que no se examina con frecuencia es cómo estos enjuiciamientos mediáticos terminan por ser decisivos en la construcción de una especie de justicia por consenso, por acuerdo mayoritario y perceptual, lo que determina la toma de decisiones dentro del proceso legal mismo, con influencia de los públicos.

Conceder, despolitizar y democratizar la violencia

La histórica inestabilidad del Estado mexicano está estrechamente ligada a que se cuenta con medios de adaptación de la violencia, lo que coloca al Estado en una posición de portador de la venganza social –disfrazada de justicia- ante el secuestro, lo mismo que ante otros fenómenos del crimen organizado.

El Estado está siendo transformado por los fenómenos delictivos, con mucho más eficacia que a través de los procesos electorales y las reformas políticas. La democracia se experimenta socialmente por medio de la violencia, en la igualdad de ejercerla por grupos e individuos tanto como la autoridad política.

Anteriormente, la violencia era percibida como resultado de la desigualdad, mientras que ahora, la adaptación a la violencia a los actores fuera del gobierno genera una sensación de igualdad. La democratización y la justicia llegan por medios violentos, en forma de compensación, no como resultado de la democratización de las instituciones, ni de la aplicación del Estado de Derecho y la justicia social, sino que se trata de una visión de justicia reparadora en venganza.

La política de justicia en México ante el fenómeno del secuestro, forma parte del proceso de adaptación y descontrol de la violencia en la transformación del Estado, lo que en algunos casos lleva a una política de megacontrol que se sale de los medios políticos hacia ámbitos judiciales. Sin participar políticamente en su propia transformación, el Estado lanza un mensaje de sobrecontrol que se pudo observar con la llegada del papa Francisco a México, al desplegarse un operativo sobrado de recursos violentos.

En un sentido distinto al de Hobbes, quien consideró a la violencia como elemento de conservación y estatismo del Estado, nuestro abordaje incluye el análisis de la forma en la cual una entidad como la mexiquense renunció al control para adaptarse a la violencia con muestras de sobrecontrol. Aunque el Estado mexicano sigue medianamente a flote, hay fenómenos violentos y delictivos que pueden ocupar su lugar, como ha ocurrido con los grupos de autodefensas en diferentes regiones del país, donde los gobiernos, una vez que deciden dar por terminada la concesión de la violencia, buscan un arreglo de compensación con estos grupos, lo que no garantiza que por el hecho de decretar su fin, cesen estos fenómenos de violencia autónoma.

Los grupos de poder violento autónomo experimentan, desde esa violencia, una posición de igualdad ante los fenómenos delictivos, dejando al Estado mexicano reducido a ser portavoz (mensajero) y portador (distribuidor) de la violencia, pues ha concedido o subrogado el control de la misma. Con esto queda demostrado que el Estado se transforma bajo un nuevo paradigma que concede la violencia a otros grupos, se despolitiza en su dependencia con los fenómenos delictivos y se acerca a la democratización de la violencia al renunciar a su control.

Scherer, Leñero y Granados

Parteaguas de la prensa mexicana

El gran parteaguas en la prensa mexicana se inició en 1968 cuando Scherer García es electo para dirigir el diario Excélsior. Junto a él estuvieron Vicente Leñero y Miguel Ángel Granados Chapa en aquellos años decisivos que dieron lugar al golpe artero contra la libertad de expresión y los derechos humanos. El fallecimiento en un lapso breve de tiempo de Julio Scherer, Vicente Leñero y Miguel Ángel Granados Chapa, mueve a una reflexión sobre el periodismo que sacudió a México dando lugar a que podamos hablar de un antes y un después en la historia de la prensa mexicana.

Julio Scherer y Vicente Leñero - Foto: Sergio Garibay / Agencia Cuartoscuro

Julio Scherer y Vicente Leñero – Foto: Sergio Garibay / Agencia Cuartoscuro

Por Francisco Prieto

Publicado originalmente en RMC #137

Este parteaguas se inicia en las postrimerías de 1968 cuando Scherer García es electo por la cooperativa para dirigir el diario Excélsior. Junto a Scherer estuvieron Vicente Leñero y Miguel Ángel Granados en aquellos años decisivos que dieron lugar al golpe artero contra la libertad de expresión y los derechos humanos ordenado por el entonces presidente de la república, Luis Echeverría Álvarez con el concurso del Partido Revolucionario Institucional y la participación entusiasta de Televisa.

Como los motivos y la crónica del golpe no los describiría mejor que Leñero en su obra Los Periodistas, que se sigue reimprimiendo y goza de excelente salud, voy a evocar a cada una de las figuras por separado. Entre otras cosas porque mi trato con cada una de ellas fue más personal que fijado en la esfera de trabajo. Y además porque cada cuál fue un individuo consciente de poseer un yo propio e intransferible habiendo sido la suya una existencia auténtica, fiel cada quién a sí mismo y a los valores al servicio de los cuales transcurrió su existencia.

 

Julio Scherer García

Los que no llegábamos a los treinta años en 1968 parasitábamos un país esclerótico que arrastraba demasiados años viviendo en la más radical ambigüedad. Como la revolución mexicana no tenía libro referencial, las categorías para estudiarla eran el eclecticismo y el pragmatismo. Las palabras y las leyes iban por un lado; las acciones y los hechos por otro. El discurso oficial obedecía a los tópicos de siempre, la historia giraba en torno a individuos que formaban un santoral laico. La censura y la auto censura eran lo habitual en los medios, por lo que el presidente de la república era intocable. Los funcionarios no se consideraban obligados a rendir cuentas a la opinión pública, sólo concedían entrevistas a periodistas corruptos y/o domesticados. Así, todo lo malo que acontecía, o casi todo, era obra de “extranjeros indeseables”. Sólo  escapaban a la censura los libros ya que en la nación eran pocos los lectores y  aún menos los lectores educados. Como en el régimen de Franco, con el que no se tenían relaciones diplomáticas, la censura a las películas hacía que pasaran mutiladas o que simplemente no pasaran, como fueron los casos de La sombra del caudillo, Viridiana, La dolce vita… En ese estado de cosas y cuando se iniciaba el movimiento estudiantil de 1968, llegó a la dirección de Excélsior don Julio Scherer García.

Scherer había sido un reportero notable que había dejado joyas de buen periodismo de investigación en el reportaje y la entrevista. Había ejercido la crítica a través de la opinión de sus entrevistados, hombres cuyo prestigio los volvía más o menos intocables. El caso es que toma la dirección en pleno movimiento estudiantil cuando eran requisados hasta los periódicos extranjeros cuando analizaban la temática y daban cuenta de la represión gubernamental.

Scherer actuará con prudencia, consciente de que los cambios en el diario no podían ser radicales. Sin embargo, poco a poco se va gestando un periodismo nuevo que devolvía a la prensa nacional la dignidad que había conocido en el siglo XIX: las páginas abundantes dedicadas a la vida social de empresarios, políticos y señoras del “gran mundo” se conviertieron en páginas verdaderamente sociales donde se presentan los problemas que hacen patente que México está muy lejos de ser una sociedad justa. En las páginas de espectáculos, se llamó a escritores que no estaban al servicio de las grandes distribuidoras y productoras de películas; se inició la crítica seria de televisión y de radio en tanto que en las páginas de cultura se reseñaban las novedades editoriales, se entrevistó a literatos, científicos, profesores e investigadores, se hicieron reportajes históricos que mostraron a una sociedad en un proceso de cambio…

Scherer, que antes de llegar a la dirección dirigía las páginas de artículos de fondo, acaba de conformarlas dentro de una orientación social democrática. Esto con escritores mayoritariamente de centro-izquierda y una presencia poderosa de católicos inspirados en el Concilio ecuménico vaticano II, como Alejandro Avilés, Javier Peñalosa, Enrique Maza, Ramón Zorrilla, Froylán López Narváez –que pretendía un marxismo de fondo cristiano o escribía desde un cristianismo tocado por el pensamiento de Marx y firmaba alguno de sus artículos con el seudónimo de Gilberto Keith en honor del católico británico Gilbert Keith Chesterton. Además de Vicente Leñero y el propio Miguel Ángel Granados Chapa –en aquellos años un demócrata cristiano­­­­–, ­que venían a unirse a los más bien conservadores Ramón de Ertze Garamendi –presbítero y refugiado vasco enemigo del general Franco y de su régimen–, Carlos Alvear Acevedo y el protestante Abraham López Lara.

Una de las aportaciones de Scherer estuvo en el tratamiento de las noticias internacionales cuando ocupaban el encabezado de ocho columnas. En el lado preferencial de la plana se daba la noticia en dos columnas separadas por una fina pleca. En una se reunían las agencias norteamericanas y la agencia EFE; en la otra se tomaban como base los reportes de la Agence France-Presse, Reuter y a veces Prensa Latina. El sentido de ello es que, como eran líneas de pocos golpes, se pudieran ir leyendo simultáneamente dos orientaciones diferentes de un mismo hecho.

Sin embargo, el gran desafío era informar con verdad de los asuntos nacionales en un país gobernado por un régimen autoritario que no podía entender a los periódicos sino como prolongaciones suyas. En este contexto, los secretarios de Estado no daban entrevistas y  no se permitía la crítica más leve a los dictados del presidente que era, en rigor, un gran tlatoani, un emir, un sátrapa oriental…

Scherer opta por desafiar al régimen impregnando en los reporteros una agresividad inusitada en México: buscar a personas críticas empleadas en los medios gubernamentales para que dijeran lo que verdaderamente pasaba bajo promesa de no revelar sus nombres, como de hecho estaba establecido en los tratados de ética periodística. La estrategia acabó rindiendo frutos mucho antes de lo esperado y pronto los funcionarios públicos se vieron obligados a conceder entrevistas. Así, Excélsior se convirtió en el único diario confiable, la única fuente fidedigna para conocer lo que verdaderamente sucedía en el país.

Consciente, por otra parte, de que era necesaria una visión latinoamericana de lo que pasaba de este lado del Atlántico, pero también de la necesidad de interpretar desde nuestra circunstancia de lo que ocurría en el resto del mundo, se asoció con diarios de otras naciones de América Latina para crear una agencia de prensa que pudiera competir con los grandes consorcios internacionales. La agencia se llamaría Latin.

Scherer aprovechó el regreso a México de Octavio Paz para poner en manos de éste una revista cultural. Era necesario que el medio abrevase en el pensamiento de los mayores referentes hacedores de cultura y para ello era necesario reclutar al único intelectual mexicano con una capacidad de convocatoria internacional, o sea, Paz. Este último bautizará a la revista con el nombre de Plural, es decir, un nombre que anuncia un  propósito fundamental: romper la unidimensionalidad de la sociedad mexicana, su provincialismo, su estrechez, en fin, de miras.

La revista Plural se volvió pronto una fuente de escándalo ya que desde la pluralidad de las izquierdas pensantes se procedió a la crítica radical del socialismo real, el que habría traicionado el fondo dialéctico e historicista del pensamiento de Marx. En Plural publicaron los disidentes más inteligentes y sensibles de la Europa Oriental, de la URSS, de Cuba… No pocos colaboradores del Excélsior expresarán a Scherer su inconformidad por aquello de que se podía dañar el espíritu revolucionario. Pero él no les hace caso: en primer lugar, el periodismo se debe a la búsqueda de la verdad, y en segundo lugar Paz seguiría haciendo la revista como quisiera porque así lo habían acordado. Todos los inconformes lo acataron por respeto al liderazgo moral que reconocían en Scherer y por la admiración que sentían hacia él.

En un país cuyos periódicos eran dirigidos por empresarios no periodistas, atentos a sus intereses particulares e indiferentes a la vida intelectual y a la verdad, los que formaban parte del Excélsior experimentaban el orgullo de la reivindicación de una profesión cuya esencia había sido relegada, negada, sometida… Scherer había devuelto a los periodistas el sentido de dignidad que habían perdido y que se manifestó durante el movimiento estudiantil con la pancarta que, indefectiblemente, acompañaba a los contingentes que expresaban su indignación con la situación deplorable que se vivía: “Prensa vendida”.

Sí, Scherer no fue un parteaguas, sino el parteaguas entre un estado de cosas esclerótico y un proceso de cambio social que acabaría consagrando tanto los derechos humanos como la democratización de la república. Así, cuando a los siete años de la dirección de Scherer asestan un golpe a este y a su equipo, bastó un llamado del director para congregar en un salón de un hotel del Paseo de la Reforma a un nutrido grupo. Con los donativos de empresarios independientes y clases medias de los sectores más diversos de la sociedad mexicana hicieron posible que muy pronto el grupo Excélsior diera a conocer una nueva revista, Proceso,  que continuara la línea editorial del diario. Proceso se sustentará con ventas más que con anuncios y llegará a contar con un número impresionante de suscriptores en un país de escasos lectores. Quedó claro que la libertad de los periodistas y la libertad de expresión eran ya irreversibles en México. Así, a Proceso seguiría el diario Unomasuno, la revista Vuelta –  con el mismo equipo de lo que fue Plural– y más tarde el diario La Jornada, todos como ríos provenientes de una misma fuente: el Excélsior de Julio Scherer García.

 

Vicente Leñero

Novelista, dramaturgo, periodista y católico militante, Vicente Leñero fue llamado al Excélsior por Scherer para transformar la publicación Revista de revistas, uno de los diversos productos de la cooperativa. (Scherer había cerrado no pocas revistas frívolas producidas en aquellos años, pero quería hacer un periodismo de revista semanal en la línea de los grandes semanarios internacionales, como Time, L’Express, Spiegel, The Economist y otros análogos).

Revista de revistas era, a la sazón, una revista con pésimas ventas. Estaba hecha al modo un tanto anticuado y nada atractivo de las revistas que se confeccionaban en México, como Siempre!, Mañana y otras, a saber, con artículos de fondo, doctrinales, ideologizados. Leñero, por su parte, había sido un reportero en la revista católica Señal+, y al ganar el premio Seix Barral de Literatura por su novela Los albañiles es llamado por la revista internacional Claudia para ocupar la jefatura de redacción.

En Claudia pudo realizar un periodismo moderno y muchas de sus entrevistas y reportajes, hoy recogidos en libros, plasmaban un estilo ágil, novedoso, con un uso del lenguaje a un mismo tiempo desenfadado pero preciso en la busca de revelar realidades que marcaban una distancia con el pasado desde la convicción de que forma y fondo están necesariamente hermanados. Leñero llamaría a colaborar con él a escritores jóvenes con los que compartía una misma conciencia de cambio, de revelación de realidades ocultas, de los nuevos sentidos que procuraban salir a la luz en una sociedad que iba siendo otra y que era necesario nombrar. Así se formaría un equipo con Gustavo Sainz, José Agustín, Ignacio Solares, Gerardo de la Torre, Juan Tovar y otros.

Leñero forma un nuevo equipo en Revista de revistas con el propósito de iniciar una publicación de reportajes y entrevistas, con pocos pero sustanciosos y breves artículos, y con espacios generosos para los espectáculos: teatro y cine, pero, también, para dar cuenta de la actividad editorial. En ese equipo lo acompañarán los escritores a los que había convocado en Claudia aparte de analistas políticos como Efraín González Morfín –que había sido candidato a la presidencia por el PAN y enfrentado con dignidad al oficial Echeverría en competencia, sobra decirlo, absolutamente desigual. Aparte de los católicos González Morfín y el jesuita Enrique Maza, conforma un grupo de periodistas de izquierda que ejercen la crítica del partido en el poder, ajena a toda forma de componendas y contestaria. En uno de los primeros números de la revista reformada, aparece un reportaje de Graham Greene en Chile en tiempos de Allende, que muestra una sociedad chilena conflictuada y desde la simpatía hacia el presidente socialista, el fino sentido de observación de Greene, su certero instinto periodístico, vislumbra ya el golpe de estado que poco después tendría lugar.

No duró mucho Leñero en aquella espléndida aventura periodística porque sucedió el golpe contra el Excélsior. Pero Scherer lo llamaría para que estuviera a su lado en la subdirección de Proceso y desde ella Leñero se convirtió en un auténtico jefe de redacción e información. Estuvo atento no sólo a los contenidos sino a la forma, contaminando de ese espíritu de experimentación y de búsquedas estilísticas a los reporteros y redactores de la revista. Tal vez la gran aportación periodística de Vicente Leñero en Proceso se concrete en un tono de des-solemnización de nuestros políticos, en la sistemática desglamorización de sus voces y de sus poses, en hacerlos ver como entes enfermos de poder y simuladores por oficio. También y por lo mismo, propiciar que los periodistas se midieran de igual a igual con los poderosos: políticos, empresarios, líderes sindicales hasta obligar a éstos a aceptar esa relación ya no asimétrica, sino una de ciudadanos con los mismos derechos y obligaciones.

Leñero, ante todo un escritor, llevó el periodismo a la novela con obras que son tan buenas novelas como reportajes, así Asesinato, La gota de agua, Los periodistas y dramas como El juicio, Los hijos de Sánchez, Todos somos Marcos, Pueblo rechazado

 

Miguel Ángel Granados Chapa

A  diferencia de Scherer y de Leñero, Miguel Angel Granados no fue un reportero, un entrevistador o un cronista. Fue periodista en el sentido de un interés incontenible por los sucesos de actualidad, señaladamente en los campos de la política y la circunstancia socio-económica. Era un articulista, un hombre que veía y analizaba la realidad desde la óptica sociológica pura, es decir, sin perspectiva psicológica aunque sí histórica. A veces he pensado que de no haber pasado infancia, juventud y madurez en un país con partido hegemónico que rechazaba por diversos y sobradamente justificados motivos, muy probablemente Granados hubiera sido un hombre de acción, de toma puntual de decisiones, un político. Me explico:

Miguel Angel Granados Chapa procedía de un hogar de raigambre católica del Estado de Hidalgo. Como Leñero, se formó en la Acción Católica y como no pocos jóvenes católicos de la década de los cincuenta, vivía a disgusto en un régimen de fondo jacobino, corrupto, ecléctico y pragmático hasta la ignominia. El cristianismo que practican Leñero y Granados tiene rostro humano y no es como el de otros jóvenes de la extrema derecha católica, esos que consideran que judíos y masones tienen la culpa de todos los males del mundo y que urden, desde tiempos lejanos una conspiración contra el cristianismo.

Comenzó a trabajar, bajo la dirección de Manuel Buendía, en el semanario Crucero. Con una sensibilidad social desarrollada, en la segunda mitad de 1964 denuncia a la organización secreta Movimiento Universitario de Renovadora Orientación (MURO), sus juramentos secretos, su violencia y la protección que le otorgaba a ese grupo la parte más conservadora del clero. El joven periodista es secuestrado, llevado a un paraje solitario y golpeado salvajemente, al punto de que su vida misma estuvo en peligro”

Granados se vuelve estudiante en Ciencias Políticas y Sociales en la UNAM, seguramente por la influencia de don Horacio Guajardo, miembro prominente del PAN. En su juventud, por influencia de Alejandro Avilés se introduce en la democracia cristiana. Y acaso desengañado del uno y de la otra, termina siendo fundador del Partido Socialista Unificado de México. Se va orientando, como su maestro el regiomontano Guajardo, primero a la democracia cristiana, luego al socialismo de fondo marxista. Progresivamente se va dando cuenta de que su fe no es tan sólida como hubiese deseado su madre, a la que se hallaba fuertemente vinculado. A la pérdida de la fe cristiana se une el deslumbramiento por el materialismo dialéctico.

Con una real repugnancia al partido en el poder, no encontrando sus señas de identidad ni en el Partido Acción Nacional ni en el Partido Popular Socialista –este vinculado a la URSS por la que no siente simpatía–, Granados se orienta hacia el periodismo con la esperanza de que el ejercicio de la crítica pueda contribuir al cambio en el país. Se inicia en el periódico Crucero, una publicación diaria que aparece al mediodía de la organización periodística de El Día, vinculada a la izquierda-PRI, si bien no se acercaría nunca al partido oficial. Más adelante, deslumbrado por el periodismo que genera Scherer en Excélsior, busca a este y se inicia en una actividad que nunca abandonará: el análisis de la vida política y de los políticos. Y así, a partir de sus convicciones esenciales que lo llevan a establecer un compromiso con la justicia social que sólo podría ser realidad a partir del socialismo democrático, Granados se volvió un periodista comprometido que se comunica a través de un estilo puro y clásico, con una lógica cartesiana y demoledora, en el mejor de los sentidos, del contrincante. Polemista notable, sus artículos son persuasivos e iluminan el tema que trate en ellos. Con una connaturalidad con el pensamiento lógico y con la praxis política, pronto Scherer lo llamará a que haga muchos de los editoriales o artículos no firmados, por tanto, oficiales que aparecen en la página izquierda y el lado izquierdo de las dos planas de artículos de fondo del Excélsior.

Después del golpe, Granados será fiel a Scherer y lo acompañará en los primeros años de Proceso. Pasará luego a UnoMásUno para después formar parte del grupo fundador de La Jornada; también creará y dirigirá una revista de corta duración, Mira. Esta última fracasará debido a que Granados no tenía, como Leñero, el sentido de la forma ni del diseño ni le apasionaban el reportaje y la entrevista. Es, básicamente, un analista sociopolítico que  desarrolló, es verdad, un modelo de argumentación de una lógica demoledora que en pocas cuartillas situaba a cualquiera en el meollo del asunto y le daba el carácter dinámico de la situación analizada.

Aparte de su gusto por la buena y grande música –no se perdía, salvo que fuera por causa de fuerza mayor, un concierto de la OFUNAM-, su inclinación por la praxis política era inminente. Así que se lanzaría a candidato a la gubernatura de su Estado de Hidalgo buscando el apoyo tanto del PAN como del PRD. Logró que este último lo hiciera candidato y perdió la elección. Hidalgo ha sido un estado controlado por el PRI, dominado por políticos en su mayor parte corruptos y ligados al empresariado local. Además, Granados era un tanto rígido y un lenguaje tan racional como era el suyo encontró dificultades de comunicación con las mayorías. Seguramente por estas mismas razones, el periodismo radiofónico que ejerció en Radio Mil y en Radio UNAM no logró nunca la gran audiencia  que amasó en sus artículos periodísticos: de  Excélsior, Proceso, La Jornada y, sobre todo, del diario Reforma donde su espacio “Plaza Pública” llegó a ser imprescindible para todo el que siguiese atentamente el acontecer político nacional.

Granados queda en la historia del periodismo nacional como uno de los más agudos y honestos analistas de la política nacional. Le podemos tributar el mayor elogio posible para un periodista de su estirpe: aunque se difiriese de su orientación ideológica, leerlo lo colocaba a uno, objetivamente, en la trama y su revés, dicho de otro modo, era imprescindible para el buen entendimiento de los hechos.

Scherer y Leñero: Unidos por la prensa

Su huella en el periodismo mexicano es imborrable

El primero, ícono del «mejor oficio del mundo», es el mejor reportero de todos los tiempos. El otro, dramaturgo y cronista sin igual, es ahora guía de las nuevas generaciones.

Vicente Leñero y Julio Scherer - Foto: Benjamin Flores / Proceso

Vicente Leñero y Julio Scherer – Foto: Benjamin Flores / Proceso

Por José Luis Esquivel Hernández

Publicado originalmente en RMC #137

Julio Scherer García vino al mundo el 7 de abril de 1926 en la Ciudad de México. Cuando estaba dando sus primeros pasos en la escuela nació en Guadalajara Vicente Leñero Otero el 9 de junio de 1933, pero muy pronto sus padres dejaron la Perla Tapatía y regresaron a la capital de la república. Ambos se encontrarían después en la senda de las letras y forjarían una sólida amistad: el primero soñaba desde niño con ser escritor, y Leñero puso sus aspiraciones infantiles en el teatro. Sin embargo, «el mejor oficio del mundo» (García Márquez dixit) terminó por unirlos irremediablemente.

Fue hijo de Pablo Scherer y Scherer, un  alemán que vino económicamente a menos con toda su familia heredera de la Casa Scherer, existente desde el porfiriato. Julio se regodeaba también del origen de su madre Paz García Gómez, hija de don Julio (su tocayo) García López Portillo, afamado jurista de Guanajuato en los años porfirianos, y presidente de la Suprema Corte de Justicia durante largo tiempo. Por tanto, algún día le pareció pesado su parentesco con el que fuera presidente de México de 1976 a 1982, José López Portillo y con Margarita, la todopoderosa funcionaria de Radio y Televisión en ese mismo sexenio.

Leñero, en cambio, fue heredero directo del teatro que llevaba en las venas su padre, un hombre extrovertido que por razones de su trabajo fue de pisa y corre a trabajar a Guadalajara llevando a su familia por poco tiempo fuera de la ciudad de México, donde la mamá de Vicente, que nació con el siglo, nadaba a sus anchas en su fe católica y era ferviente admiradora de León Toral y la Madre Conchita, involucrados en el asesinato de Álvaro Obregón en julio de 1928.

Scherer bebió también en familia la formación católica –para él lo cristiano era un principio de liberación–, y su educación con los jesuitas y sus amistades con curas, lo llevaron a estudiar derecho, literatura y filosofía que, si bien no le permitieron triunfar con un título profesional, marcaron el paso de sus primeras aventuras en el periodismo, al que llegó antes de cumplir los 22 años, en el segundo semestre de 1947.

Leñero estudió en la década de 1940 primaria y secundaria en el colegio Cristóbal Colón, de los lasallistas, donde fue colaborador de La Fragua, el periodiquito preparatoriano que dirigía Carlos Chanfón. Aunque su motivación seria lo orientaba al teatro, gracias a que desde niño con su hermano Luis,  construyeron un foro para títeres de alambre y fueron muy alentados por su padre, quien les enseñaba a los hermanitos a improvisar un escenario maravilloso y a realizar obras propias sobre la cama matrimonial, amontonando almohadas y cojines.

Julio Scherer García llegó en 1947 como reportero a la segunda edición de Últimas Noticias, de Excélsior, donde coincidió con su entonces gran amigo Manuel Becerra Acosta (1932-2000). Y éste, a pesar de que partió a París dos años después, mantuvo una franca comunicación a la distancia y lo alentó para que en 1950 apretara el paso a fin de hacer méritos que lo llevaran a formar parte de la redacción de “El veriódico de la vida nacional”. Ahí, el padre de aquél, del mismo nombre, ganó gran respeto y, a una edad avanzada, llegó a ser subdirector y director del diario en 1963. Fue la misma época en la que el pundonoroso Scherer cumplió su sueño de meterse en 1961 a las primeras planas del prestigiado medio que dominaba la prensa en México en ese tiempo.

Vicente Leñero Otero, a su vez, creyó que el teatro sería su fuente de vida al crear con su hermano mayor Armando y su primo Héctor un mejor escenario, el Teatro de la mariposa como le llamaron. Fue creado para que Luis y él entretuvieran a la familia, especialmente a su hermana Esperanza, cada tarde de sábado, en temporadas que duraban dos o tres meses a lo largo de algunos años. Sin embargo el futuro dramaturgo fue a dar a la facultad de Ingeniería de la UNAM en 1953 sin dejar su sueños de niño al mismo tiempo en que se inscribió en la Escuela de Periodismo Carlos Septién García, en la que se tituló en 1956.

 

Dos mujeres, un camino

Julio Scherer García, a los 28 años, ya era el gran reportero metódico, redactor sensible y brillante, así como disciplinado y muy culto cuando decidió unir su vida a la de doña Susana Ibarra. Esta mujer, de 26 años, sería su inspiración hasta que falleció el 11 de junio de 1989 y en su honor el gran periodista no dejaba de hacer fiesta en casa cada 24 de mayo por ser el día del santo de su esposa. Fue su apoyo en los momentos difíciles y lo enseñó a cumplir con sus deberes de padre de nueve hijos (Pablo, Regina, Ana, Gabriela, Julio, Adriana, Susana, Pedro y María) en forma ejemplar sin descuidar jamás su carrera de periodista de Excélsior y luego del semanario Proceso. Por eso el ser humano que latía en la piel del reportero se deshizo en lágrimas como nunca al verla en el féretro.

 

Vicente Leñero Otero, por su parte, aspiraba a escribir obras como las de Héctor Mendoza, Carballido, Magaña, Luisa Josefina Hernández, Héctor Azar y Juan García Ponce, pero lo más que se le había dado en 1958 era ganar un concurso universitario de cuento con el seudónimo de Gregorio. Así es que la necesidad económica lo llevó por el camino de la literatura al contraer matrimonio con la psicóloga Estela Franco y ser padre de su primera hija, Estela, en 1960, refugiándose en el taller literario de Juan José Arreola, después de haber frecuentado a Juan Rulfo y Arturo Souto.

Al periodista de cepa pura y al escritor en ciernes, parecía impredecible que el destino los uniría algún día en el campo fértil de la información noticiosa y de la interpretación de hechos y personajes trascendentes. Scherer ya vivía con pasión los acontecimientos fragorosos de la inestabilidad social de 1958-59 cuando estalló la huelga ferrocarrilera que tuvo como protagonista a Demetrio Vallejo, así como la agitación de maestros, petroleros, electricistas, telegrafistas y telefonistas que exhibieron la represión del régimen y la falta de libertad de prensa. Mientras tanto, Leñero aprendía a trabajar un texto hasta el detalle hasta que en 1961 el Centro Mexicano de Escritores le concedió una beca que aprovechó para dar forma a la novela Los Albañiles, que concluyó en 1962 en el monasterio benedictino de Santa María de la Resurrección, en Cuernavaca. Un año después, en 1963, recibió el premio Seix Barral.

En otro frente, el de una lucha sin cuartel por la apertura gubernamental a la libertad de prensa, Scherer no midió riesgos e inclusive fue tachado de comunista por haber firmado en 1960 un desplegado periodístico a favor de la excarcelación de los presos del movimiento obrero, entre quienes se hallaban figuras relevantes de la izquierda. Luego también por llevar más allá su adhesión al triunfo de Fidel Castro en Cuba en enero de 1959, pues el 17 de abril de 1961 aplaudió el triunfo de los isleños  en Bahía de Cochinos sobre el gobierno de John Kennedy. Y, para rematar, Julio publicó en 1963 varias entrevistas con el «rojillo» David Alfaro Siqueiros durante su cautiverio en Lecumberri, que fueron un libro de éxito en 1965.

Sin poder vivir exclusivamente como escritor, al modo como lo hacía José Emilio Pachecho, Leñero buscó en 1963-64 un sueldo como autor, increíblemente, de telenovelas para el canal 2 de Telesistema Mexicano, a las órdenes de Ernesto Alonso y Luis de Llano. En 1965 cayó, junto con su gran amigo José Agustín, en la revista Claudia, dirigida por Ernesto Spota, primo del novelista Luis Spota. El periodismo, por la vía de entrevistas y reportajes, comenzó a atrapar a Vicente al grado de que esos trabajos en la revista mensual los reprodujo después en su libro Talacha Periodística, en 1989.

 

Al periodista consagrado, Julio Scherer García, esos mismos años le servirían para proyectarse a grandes alturas, al fallecer en noviembre de 1962 el Gerente General de Excélsior, Gilberto Figueroa, y luego el director del diario, Rodrigo de Llano, el 31 de enero de 1963. Los reportajes y la fama de las entrevistas con el pintor Siqueiros, lo incrustaron en los movimientos internos en la Cooperativa que llevaron al cargo de director a Manuel Becerra Acosta señor, quien nombró a Julio como sub-director en esos años de febril actividad en el medio, líder de la prensa nacional.

Entretanto, Leñero Otero pasó de Claudia al semanario Siempre!, de José Pagés Llergo, y ya con cuatro hijas (Estela, Mariana, Eugenia e Isabel, apenas nacida en 1970) no podía desprenderse de las labores periodísticas que le aseguraban un sueldo, aunque se dio tiempo para escribir otras dos novelas: Estudio Q (1965) y El Garabato (1967).

 

Unidos por la prensa

Julio Scherer García siguió su camino en Excélsior hasta llegar a ser electo director en agosto de 1968. Mientras, Vicente Leñero Otero dio a conocer también en 1968 con gran aceptación su primera obra teatral, Pueblo Rechazado, iniciadora del «teatro de testimonio» y que determinó para siempre su carrera como dramaturgo. Se animó de inmediato a adaptar Los Albañiles para un buen montaje que el director Ignacio Retes convirtió en éxito sinigual en 1971 y en 1974.

 

Pero sería en 1972 que el destino enlazaría a Scherer y a Leñero con los nudos de la prensa pues en ese 1972 el gran periodista de México invitó al dramaturgo a colaborar en Excélsior, y le encargó la conducción de Revista de Revistas. Fue el mismo año en que se estrenó la desafortunada y truculenta versión cinematográfica de Pueblo Rechazado con el título de El monasterio de los buitres, y justo cuando Leñero acabó de escribir la novela Redil de Ovejas y la obra de teatro El Juicio (a León Toral y la Madre Conchita).

A partir de entonces establecieron una estrecha relación profesional y amistosa. Y así como Leñero tributó enorme gratitud a Juan José Arreola, por lo que hizo por él en la literatura; a Ignacio Retes, por lo que hizo por él en el teatro, y a Joaquín Díez-Canedo, por lo que hizo por él al publicar sus libros, también mantuvo siempre franco reconocimiento a Scherer por quien aprendió todo lo que sabía de periodismo, y en textos conmovedores dejó plasmado su crédito hacia su gran maestro.

«Reportero, siempre reportero», llama Vicente a Scherer en la contraportada del libro de éste, Cárceles, y en el perfil que de él traza en Lotería: Retratos de compinches, ensalzándolo hasta la glorificación. «El único sustantivo que sirve para definir a Julio es el de reportero. Como reportero vive, como reportero trabaja tiempo completo, como reportero hace y pierde amigos».

Y continúa sus elogios: «Pocos reporteros son, en México, tan reporteros como este Julio Scherer de corazón abierto a la curiosidad (…) Quienes durante años hemos trabajado al lado de Julio aprendimos que el periodismo sólo puede ejercerse plenamente cuando se trabaja con independencia y al servicio de la curiosidad».

 

En otro apartado de su encomioso texto afirma: «Con la ferocidad de un reportero joven, pero con la malicia y el tino de quien ha exudado periodismo durante cincuenta años, Scherer García indaga, registra, mira pero sobre todo pregunta. Pregunta. Pregunta siempre, impertinente, firme, con urgencia por saber. Y es el lector el que termina sabiendo, agradecido».

 

«A Julio se le mira mal por ese afán machacón, pero por eso mismo se le admira. Lo admiramos por muchas cualidades más sus amigos: porque nos ha enseñado a lanzar preguntas a la realidad y a vivir, con pasión, el trabajo que hacemos».

Julio Scherer, a su vez, siempre destacó la lealtad de Leñero, probada en circunstancias de todo orden, empezando por la solidaridad que le manifestó durante el llamado «Golpe a Excélsior» asestado por el Presidente Luis Echeverría en julio de 1976 y la mano firme demostrada a la hora de fundar y conducir el semanario Proceso a partir de noviembre de ese mismo año.

Unidos por las exigencias de la prensa, Scherer y Leñero siguieron el mismo camino de la búsqueda de la verdad y de la crítica en otro espacio propio, dándose tiempo Vicente para escribir en 1978 Los Periodistas, con el fin de novelar los hechos de aquel fatídico julio de 1976 y hacer pasar a la historia a Julio como protagonista de aquel suceso histórico que contribuyó a roturar la vía de la democracia y de la libertad de prensa en México.

Unidos por los afanes de la prensa, Scherer y Leñero dejaron en manos jóvenes el destino de Proceso en 1996, para dar curso a su vocación de escritor, el primero, y de dramaturgo y guionista el otro, pero sin desentenderse del todo de la conducción del semanario.

Y, unidos por siempre en la amistad, uno se fue de este mundo detrás del otro. Leñero falleció en diciembre de 2014, y Scherer lo siguió en enero de 2015. Dos baluartes de la cultura en México terminaron también unidos por el adiós terreno en fechas muy cercanas.

YouTube: Epicentro del espionaje político

Escándalos en las campañas de 2015

Las campañas de 2015 pasarán a la historia por la gran cantidad de escándalos políticos que se presentaron, sobre todo porque los más estridentes provenían del espionaje. La novedad es que el epicentro de los terremotos ya no es la televisión o la radio sino el YouTube de la Internet. En 2015 las campañas de todo el país estuvieron llenas de audioescándalos y videoescándalos, es decir, grabaciones de conversaciones privadas de los políticos y candidatos.

Los escandalos en You Tube suelen marcar la agenda de los medios tradicionales - Foto: Captura de pantalla de NOTICIASMVS / YouTube

Los escandalos en You Tube suelen marcar la agenda de los medios tradicionales – Foto: Captura de pantalla de NOTICIASMVS / YouTube 

Por Germán Espino Sánchez

Publicado originalmente en RMC #137

Entre los casos más famosos en 2015 están las conversaciones de la candidata del PRI al gobierno de Sonora, Claudia Pavlovich, pidiendo moches a los funcionarios estatales por diversos financiamientos públicos que ella gestionó. Otro de los casos famosos es una presunta conversación entre los senadores y candidatos a gobernadores Carlos Mendoza Davis y Francisco Domínguez. En esta conversación Carlos Mendoza Davis ofrece la colaboración de un empresario que otorgaría 6 millones de pesos mensuales para financiar la campaña de Domínguez. Por último, cabe recordar la plática entre Lorenzo Córdova, presidente del Consejo General del INE, con Edmundo Jacobo, secretario ejecutivo del INE. En esta plática, Lorenzo Córdova se destornilla de risa por los gestos de un indígena al que llama el “gran Jefe de la Gran Nación Chichimeca”.

La política como espectáculo mediático llega a su culmen con la agenda de temas negativos y escándalos mediáticos que se convierten en el corazón de la información de las campañas. Hay que matizar que los medios de comunicación en México suelen llamar “escándalo” a cualquier información de carácter negativo para un candidato. En este artículo distinguimos entre “escándalo” y “tema negativo”. Estos últimos son noticias que influyen negativamente en la campaña de un candidato. En cambio los escándalos serán entendidos con la siguiente definición:

 “Escándalo denota aquellas acciones o acontecimientos que implican ciertos tipos de trasgresión que son puestos en conocimiento de terceros y que resultan lo suficientemente serios para provocar una respuesta pública.” (Thompson, 2001, p. 32)

Como los escándalos tienen un alto rating, a los medios les interesa develar los conflictos de los famosos. Los escándalos representan ese tipo ideal de noticia para que cualquier medio rebase a la competencia, es una nota original, trascendente, novedosa… En el mejor de los casos se convierte en una bola de nieve que se reproduce en todos los medios y da fama al medio que la maquinó. La industria del escándalo es una rama subsidiaria de la industria mediática. En la actualidad hay numerosos programas de “chismes” y la mayor parte de los noticiarios integran un componente fundamental de “chisme”. Sobra aclarar que muchos de estos programas se ubican en el prime time de la televisión gracias a las grandes audiencias que convocan.

Salome Berrocal (2012) explica que los programas informativos están dominados por los sucesos o hechos triviales, presentando las “noticias serias” con una visión frívola, uniforme y residual. Desde esta fecha, se establece el término anglosajón infotainment para designar a determinados programas que combinan la información con el entretenimiento; en español se habla de “infoentretenimiento político”.

El infoentretenimiento sería una mezcla de información y entretenimiento. Incluso los medios de comunicación tradicionales le han apostado a este infoentretenimiento para lograr un mayor rating. Además es mucho más barato y cómodo recurrir a estos vídeos que dedicar tiempo, dinero y esfuerzo a los periodistas que trabajan temas de periodismo de investigación, relevantes y novedosos, pero a veces “aburridos” para la mayoría de los espectadores.

 

Y en el principio de los tiempos democráticos… ya estaba el escándalo

La historia de los audioescándalos de espionaje en la democracia mexicana, comienza, en términos generales, con los videoescándalos de Carlos Ahumada en 2003. Esta serie de videoescándalos puso en jaque al jefe de gobierno Andrés Manuel López Obrador y al líder perredista Rene Bejarano lo llevó a la cárcel.

En 2006, después de que Calderón llegó a la presidencia con una gran campaña negativa, el IFE prohibió las mensajes negativos. Cerraron las puertas a todas las campañas negativas, incluso quizá a muchas críticas que son moralmente justificadas. Por ejemplo, si un candidato tiene graves antecedentes legales o morales sus adversarios deberían tener derecho a denunciarlo para que la ciudadanía no vote por él.

Al cerrar la radio y la televisión a las campañas negativas, estas comenzaron a transmitirse desde YouTube. En 2009 en YouTube comenzó a proliferar un video satírico sobre Fidel Herrera, el gobernador de Veracruz; todo ello en el contexto de las campañas para las gubernaturas de los estados. El video era una parodia del tema musical de la película Rudo y cursi. En el video de YouTube el tema de la canción se burlaba de Fidel Herrera a quien llamaban “Rata y cursi”.

El gobernador de Veracruz solicitó al IFE censurar el video. El IFE accedió a la solicitud y pidió a YouTube México que eliminara el video de la plataforma digital. YouTube México obedeció y eliminó el video. Sin embargo, la prohibición tuvo un efecto contraproducente. Por una lado, el video se volvió famoso por la censura, por otra parte, en vez de que desapareciera, el video se multiplicó en YouTube y otras plataformas. Gracias a ello se convirtió en el más visto de la temporada. Desde entonces el IFE aprendió que era contraproducente prohibir los videos de campaña negativa en la Internet, incluso aquellos que contravenían la ley; nunca más ha tratado de censurar un video en la Internet.

 

La plataforma YouTube

El problema es que YouTube es una plataforma muy abierta y difícil de controlar. Los administradores de YouTube no revisan los videos antes de que las personas lo suban. La plataforma funciona así:

1) un usuario cualquiera puede subir un video;

2) YouTube revisa el video cuando ya está en línea;

3) mientras YouTube evalúa el contenido del video, otros usuarios ya lo habrán visto e incluso descargado;

4) cuando YouTube censura un video este ya se ha multiplicado en el ciberespacio y será casi imposible de erradicar, porque comienza un juego de necios: YouTube lo baja y prohíbe los videos con ese nombre, pero otros usuarios suben este mismo video con otro nombre…

Existen aplicaciones para publicar y acumular todo tipo de documentos; los más populares son los portales que acumulan videos. Tal es el caso de YouTube, pero también los hay de fotos como Instagram y Flickr; de audios y videos como BitTorret, etc. Estas plataformas permiten que los usuarios comenten los contenidos, declaren sus preferencias (“me gusta” o “no me gusta”); de esta manera, los usuarios que han creado los contenidos reciben una importante retroalimentación.

Aunque originalmente YouTube fue creado como un sitio de intercambio de videos amateurs, en la actualidad ha sido colonizado por las grandes compañías de medios de comunicación. De esta manera, las estrellas de la música, catapultados por la industria de la farándula, se han convertido en los actores dominantes. También las grandes compañías de televisión suelen tener una presencia dominante en los portales de videos, difundiendo sus programas y su publicidad.

Algo similar sucede con los políticos. Usan los portales de videos para difundir su publicidad política y para hacer spots negativos que no tienen cabida en la televisión o la radio. Esto último es una actividad especialmente importante en países como México, donde la publicidad negativa está proscrita.

Pero los espectáculos no involucran a las audiencias para hacer un consumo activo, sino que propician un consumo pasivo. Según numerosos reportes de investigación empírica, los usuarios de los portales de videos consumen videos de manera pasiva como lo hacían con la televisión y raramente adoptan una actitud participativa. Es decir, muy pocas veces suben videos propios (Gallardo y Alonso,  2011). Lo más que suelen hacer es escribir comentarios o etiquetar los videos; la mayoría de usuarios no registra ningún tipo de participación. De esta manera, YouTube pierde su esencia de red social y se convierte más en televisión por Internet.

Por estas características de los portales de alojamiento de videos, las estrellas de la música comercial en la primera década del siglo XXI se han convertido en los actores dominantes de YouTube (como Taylor Swift, PSY, Justin Bieber, Katy Perry, Lady Gaga, etc.). Por primera vez en la historia, su éxito se debe a su trabajo en las redes sociales más que a su participación en la televisión o la radio. En las primeras dos décadas del siglo XXI, estas celebridades de música pop han encabezado las listas de popularidad en YouTube y en las redes sociales.

Hay que aclarar que los videos de YouTube usualmente tienen bajo impacto en la política porque existe una brecha digital. Además, la mayoría de internautas son jóvenes, muchos de ellos adolescentes que no votan. Otros son jóvenes que tradicionalmente son abstencionistas. De manera que la mayoría de internautas no se preocupa mucho por la política convencional (IFE, 2003).

En la sección política de YouTube sucede más o menos lo mismo, quienes tienen más audiencia son los políticos famosos impulsados por sus estructuras políticas, el gobierno y/o los partidos, los medios y, sobre todo, por los escándalos políticos.

Sin embargo, a pesar de la brecha digital, los escándalos políticos que se trasmiten desde YouTube a menudo tienen la capacidad de marcar la agenda en los medios de comunicación tradicionales (televisión, radio y prensa). Con esto, los escándalos logran una gran cobertura e impacto social.

 

Los escándalos se propagan gracias a la convergencia mediática

Como se puede apreciar, el impacto de YouTube no sólo depende de las redes sociales, sino también de su impacto en los medios tradicionales como la televisión, la radio y la prensa. Esto es más evidente porque en México la mayor parte de la población no tiene acceso a Internet (INEGI, 2014), por lo que se informan, predominantemente, con la televisión. Diferentes estudios marcan que los mexicanos ven 4.5 horas de televisión al día (Conaculta 2010).

Hay que insistir en que viejos y nuevos medios están interconectados, de manera que se influyen mutuamente. A decir de Henry Jenkins (2008) los nuevos medios (las redes sociales) no vienen a desplazar a los viejos (televisión, radio y prensa), sino que ambos se hibridan. Este proceso de hibridación también se verifica en los productos culturales, donde colisionan viejos y nuevos contenidos. Por otra parte estos contenidos son generados no sólo por los corporativos sino también por los usuarios, después estos contenidos se transmiten por viejos y nuevos medios, de boca en boca, a través de todos los canales de comunicación que tiene el tejido social.

Henry Jenkins (2008) habla de tres procesos que están dando forma a la cultura de las sociedades occidentales en los países desarrollados, estos son “la convergencia mediática, la cultura de la participación y la inteligencia colectiva”. Al conjunto de estos procesos comúnmente se le llama cultura de la participación y la convergencia.

La convergencia mediática, para Jenkins, refiere al flujo de contenidos a través de múltiples plataformas mediáticas; la cooperación entre múltiples industrias mediáticas y el comportamiento migratorio de las audiencias, dispuestas a ir casi a cualquier parte en busca del tipo de experiencias de entretenimiento que desean (Jenkins, 2008, p. 14). En el mundo de la convergencia mediática se cuentan todas las historias importantes, se venden todas las marcas y se atrae a todos los consumidores a través de múltiples plataformas mediáticas… (Jenkins, 2008, p. 14)

Jenkins (2008) y otros autores explican cómo los medios tradicionales también están aprendiendo a usar los nuevos recursos de la Internet para producir y distribuir sus propios contenidos. De esta manera se están integrando redes verticales y horizontales de comunicación, con ello los corporativos mediáticos tienen la oportunidad de controlar la producción cultural independiente o alternativa. Además, estos nuevos desarrollos tecnológicos promovieron nuevas perspectivas en áreas como el periodismo en línea, de manera que, en la actualidad, la comunicación de masas gira en torno a la Internet, desde la producción hasta la transmisión (Jenkins, 2008).

La circulación de los contenidos mediáticos (a través de diferentes sistemas mediáticos, economías mediáticas en competencia y fronteras nacionales) depende enormemente de la participación activa de los consumidores (Jenkins, 2008)

Este autor advierte que en la actualidad hay tanta información que nadie puede manejarla, entonces las personas dialogan para encontrar lo que quieren, estos son procesos de inteligencia colectiva. De manera que actualmente nos hayamos “ante un nuevo medio de organización social, cultural y política, que instaura un nuevo régimen tecnosocial. Además, las multitudes inteligentes están surgiendo no desde las elites de la sociedad, sino desde los aficionados, que están cambiando su forma de reunirse, de trabajar, de comprar, de vender, de gobernar así como de crear (Rheingold 2004).

 

Los problemas de la democracia en México

Pero una política conducida por los escándalos en YouTube no parecería obra de la inteligencia colectiva, sino de la manipulación de los políticos y grandes grupos de poder. Estos procesos no promueven la participación de los usuarios, sino que tratan de manipular a los usuarios.

Las campañas de 2015 oscurecidas por los escándalos de espionaje prometen seguir adelante. El porvenir parece un futuro de nubarrones electrizados por los relámpagos del escándalo político. En términos generales, las filtraciones son como actos terroristas, se proponen escandalizar a la población y casi siempre logran su cometido: reventar las campañas de los personajes espiados. Todo ello no significa que los escándalos conduzcan a una derrota electoral irremediable, pues, por ejemplo, los políticos más acosados por los escándalos en 2015 ganaron sus campañas, entre ellos: Francisco Domínguez, Carlos Mendoza Davis y Claudia Pavlovich.

También queda claro que la calidad del espionaje no se puede atribuir a aficionados sino a verdaderos profesionales; a equipos formados por el Estado mexicano y en el extranjero, en las malas artes que dieron fama a la KGB, la CIA y las redes del CISEN.

En términos generales se puede asegurar que sólo desde el gobierno (federal y/o estatal) y desde grupos poderosos del más alto nivel, se puede intervenir teléfonos, así como monitorear las actividades cotidianas de los líderes políticos estatales y nacionales. El espionaje es una actividad muy riesgosa y si no se tiene un amparo contra las agresiones, no es viable. Sólo al amparo de las dependencias gubernamentales o de líderes políticos muy poderosos un espía puede realizar su actividad sin poner en riesgo su vida.

De esta manera los grupos poderosos usan YouTube para destacar un tema pero también para aplastarlo. Por ejemplo, en los inicios de la campaña presidencial de Enrique Peña Nieto, en Internet se volvió viral un video de Peña Nieto en la feria del libro donde el entonces candidato dictaba cátedra de estupidez. Después la hija de este candidato se burló de quienes criticaban a su padre descalificándolos con un adjetivo discriminatorio, llamándolos: “los pendejos de la prole”. Esto vino a incendiar las redes sociales, de manera que el acto discriminatorio de la hija y las tonterías del padre motivaron muchos trending topics en el mes de diciembre de 2011. Pero todo este “diciembre negro” de Enrique Peña Nieto fue ocultado por los grandes medios y hasta distorsionado, para favorecerlo. Al final, sus yerros ocultados por los grandes medios no tuvieron impacto en las encuestas (Espino, 2015).

Este es un gran ejemplo de cómo los grandes medios de la televisión y la radio pueden ocultar un tema. En cambio cuando les interesa destacarlo, lo manejan en los principales medios del país y lo propagan por la Internet. Incendian las redes cuando quieren y cuando no lo desean, las apagan.

Esto no quiere decir que no haya tendencias de opinión en la red que sean orgánicas, sino que las más importantes para las campañas usualmente son manipuladas por los equipos de campaña de los candidatos. Existen casos excepcionales como el movimiento #Yosoy132 que logró impactar en las elecciones y se les fue de las manos al PRI y a Televisa, pero pronto lograron controlarlo. En términos generales, podemos asegurar que la industria del escándalo por YouTube está controlada por el Estado y los grupos más poderosos del país.

Hay muchas razones para prohibir las campañas negativas salvajes que proliferan en YouTube, por ejemplo:

1) en la mayoría de los casos se viola la privacidad de los personajes públicos;

2) normalmente los escándalos son distractores que sirven para desviar la atención de los temas fundamentales de la política;

3) los que maquinan los escándalos suelen ser personajes muy poderosos que se empeñan en aplastar a sus adversarios con la fuerza del Estado o con la del poder económico…

Pero puede haber algo más profundo en toda esta discusión. Detrás de todo, lo que impera con los escándalos es un tipo de política que no es democrática, es un juego de política espectáculo que apuesta a llamar la atención de la gente en cuestiones secundarias. Los escándalos brindan un espectáculo como muchos otros de la TV que la gente observa diariamente. La política se convierte en un programa de entretenimiento, cuando la democracia nos pide que sea un debate profundo y racional sobre el bienestar del pueblo. Creo que la mayoría de expertos en política apostaríamos por prohibir los escándalos que provienen del espionaje. Como ya mostramos, casi es imposible prohibirlos en YouTube, pero si se prohibieran en los medios convencionales (radio, TV y prensa) ya le quitaríamos al alacrán más de la mitad de su veneno.

 

Referencias

Berrocal, Salomé et al (2012) El “infoentretenimiento” político en Internet: La presencia de cinco líderes europeos en YouTube”, Revista de Investigaciones Políticas y Sociológicas, Vol. 11, No 4 (2012) , Universidad de Santiago de Compostela. Santiago de Compostela, España.

Conaculta (2010), Encuesta Nacional de hábitos, prácticas y consumo culturales, México, disponible en <www.conaculta.gob.mx/>, consulta: 16 de diciembre de 2010.

Consulta Mitofsky (2012), La elección, variables fundamentales para seguir el proceso electoral, Consulta Mitofsky, 10 de enero. www.consultamitofsky.com

Espino Sánchez, Germán (2015) “Enrique Peña Nieto y el triunfo de la política espectáculo en las campañas presidenciales de 2012”, en Morales Garza, Martha Gloria y Luis Alberto Fernández García (Coordinadores) La elección presidencial de México, 2012. Fontamara, México.

Jorge Gallardo Camacho, Ana Jorge Alonso La baja interacción del espectador de videos en Internet: caso YouTube España, en Revista Latina de ComunicaciónSocial, 65. La Laguna (Tenerife): Universidad de La Laguna

INEGI (2014) Módulo sobre Disponibilidad y Uso de las Tecnologías de la Información en los Hogares 2014 (MODUTIH 2014), México.

Jenkins, Henry (2008) Convergence culture, Paidós, Barcelona.

Rheingold, Howard (2004). Multitudes inteligentes. La próxima revolución social. Gedisa, Barcelona.

Thompson, John B. (2001) El Escándalo político: poder y visibilidad en la era de los medios de comunicación, Paidós, Barcelona.

 

De la libertad a la intimidad

Nuevas pulsiones en el espacio público

Requisito de la democracia, la libertad de expresión es indispensable para que tengamos ciudadanía plena y convivencia auténtica. Sin expresión libre, sin circulación de informaciones e ideas capaces de expresar la diversidad de puntos de vista que hay en una sociedad heterogénea como la que tenemos, sería imposible la deliberación que hace falta para que la democracia sea práctica de todos.

La libertad de expresión nunca está absolutamente garantizada - Foto: Pedro Anza / Agencia Cuartoscuro

La libertad de expresión nunca está absolutamente garantizada – Foto: Pedro Anza / Agencia Cuartoscuro

Por Raúl Trejo Delarbre

Publicado originalmente en RMC #137

 

 

No hace falta detenernos en el elogio a la libertad de expresión. La sociedad mexicana la reconoce y defiende y no hay ámbito del poder político que la descalifique, al menos de manera abierta. Se trata de una libertad afianzada en convicciones y prácticas extendidas. No por ello deja de encontrar obstáculos. Algunos, han sido largamente señalados como parte de las rémoras para que nuestra democracia se despliegue y solidifique. Otros obstáculos son más recientes y surgen tanto de las nuevas tecnologías (que amplifican las capacidades de expresión pero también, en ocasiones, facilitan actitudes de censura e intolerancia) como del ánimo público que forma parte de la cultura política en nuestra sociedad.

En México existe un amplio, cotidiano y sólido ejercicio de la libertad de expresión. Las restricciones que tiene el acceso de la sociedad a los medios de comunicación y las persecuciones que en algunas ocasiones padecen los informadores profesionales, podrían conducirnos a suponer que nuestra libertad de expresión es solamente esporádica o débil.

Hay que recordar las censuras y persecuciones que los mexicanos padecimos en otras épocas, cuando las instituciones políticas se encontraban supeditadas a un presidencialismo autoritario y caprichoso y cuando —salvo excepciones— no había contrastes ni mucho menos diversidad en los medios de comunicación, para reconocer los avances que hemos experimentado. Hoy en día en las calles y en los medios, así como en el parlamento y en las redes digitales, se dicen y contrastan las más variadas y en ocasiones ásperas opiniones. No hay fuerza política, o sector de la sociedad, cuyos puntos de vista no puedan ser conocidos. Esa libertad de expresión es una conquista de la sociedad y, especialmente, de no pocos comunicadores profesionales que batallaron por ella de la única manera eficaz: ejerciendo su derecho a la expresión de forma abierta, constante, independiente.

 

Seis limitaciones a la libertad de prensa

Así como resultaría insensato soslayar esa práctica de la expresión pública, también lo sería desconocer las limitaciones que encuentra la libertad para decir y discutir. La libertad de expresión nunca está absolutamente garantizada. La circulación de datos, opiniones e ideas, afecta intereses muy variados. Gobiernos y empresas, partidos de todas las filiaciones, corporaciones profesionales, religiosas, académicas, instituciones estatales, etcétera, resienten los señalamientos a sus decisiones o prácticas, o que cuestionan su reputación o legitimidad. Se pueden enumerar, así, distintas fuentes de limitaciones a la libertad de expresión. Me detengo en seis de ellas.

 

1.- Violencia contra informadores.

Asesinatos y desapariciones, acosos e intimidaciones a periodistas, dan cuenta de la pervivencia de prácticas salvajes desde distintos segmentos del poder. Los casos de periodistas asesinados que no han sido resueltos, son recordatorio de una impunidad en la cual se retroalimenta el delito.

Por lo general las agresiones a periodistas han ocurrido en zonas en donde el crimen organizado rivaliza con las instituciones políticas e incluso en ocasiones las somete, o en municipios o quizá estados enteros en los cuales el viejo autoritarismo político no ha sido atemperado por la sociedad ni por la ley. Los cacicazgos son alérgicos a la libertad de prensa porque amenaza el acaparamiento de poder, al propagar información que de otra manera quedaría reservada, manipulada u oculta.

La gravedad de los atentados a periodistas no se puede ni debe desconocer. Pero, junto con ella, es pertinente advertir que no todo el país se encuentra sujeto a las intimidaciones a la libertad de prensa y los informadores. El periodismo no es una profesión de riesgo, salvo en circunstancias y sitios específicos. Las condiciones para desarrollarlo serán más seguras en la medida en que, como sucede ya, la sociedad activa se comprometa en las exigencias para proteger a los periodistas y sancionar a quienes tratan de intimidarlos.

 

2.- Viejas o insuficientes reglas.

Pronto se cumplirá un siglo de la expedición, el 9 de abril de 1917, de la Ley Sobre Delitos de Imprenta. Aunque muchos informadores y especialistas consideran que no se aplica, esa ley está vigente y constituye una amenaza constante para la libertad de expresión. A contracorriente de la legislación internacional que establece sanciones pecuniarias para los delitos de información y opinión, la Ley de Imprenta castiga con prisión de hasta hasta once meses los ataques a la moral y de hasta dos años los ataques al orden o a la paz públicas.

La Ley de Imprenta sanciona la difusión de contenidos que discrepen con la idea de moral que prevalezca en la sociedad de acuerdo con la interpretación del juez. Esa capacidad para imponer penas de manera discrecional resulta del artículo 2, en donde se considera atentatoria contra la moral:

“toda manifestación verificada con discursos, gritos, cantos, exhibiciones o representaciones o por cualquier otro medio… con la cual se ultraje u ofenda públicamente al pudor, a la decencia, o a las buenas costumbres o se excite a la prostitución o a la práctica de actos licenciosos o impúdicos, teniéndose como tales todos aquellos que, en el concepto público, estén calificados de contrarios al pudor”.

Al mismo tiempo son ataques al orden y la paz pública, entre otros, toda expresión “que tenga por objeto desprestigiar, ridiculizar o destruir las instituciones fundamentales del país”, toda manifestación o expresión públicas con las que “se injurie a las autoridades del país con el objeto de atraer sobre ellas el odio, desprecio o ridículo”, así como la publicación de noticias “capaces de perturbar la paz o la tranquilidad de la República o en alguna parte de ella, o de causar el alza o baja de los precios de las mercancías”.

Las pancartas en casi cualquier manifestación callejera, las noticias sobre las cotizaciones en la bolsa de valores en Tokio o Wall Street o el reenvío en Facebook de un meme con el rostro del presidente Peña Nieto, serían suficientes para imponer sanciones de cárcel si esas disposiciones se cumplieran. Si es obsoleta, resulta inadmisible que el Congreso no haya derogado esa Ley de Imprenta.

Por otra parte, la libertad de expresión es vulnerada con la existencia —y las decisiones— de la Comisión Calificadora de Publicaciones y Revistas Ilustradas de la Secretaría de Gobernación. El gobierno no tiene por qué decidir qué impresos circulan y cuáles no. La protección para que los niños y jóvenes no tengan acceso a contenidos impropios para su edad puede lograrse con un sistema de clasificación y restringiendo el acceso a contenidos para adultos. Pero no es esa la tarea que realiza la mencionada Comisión que en ocasiones cumple con funciones de censura[1].

Son más contemporáneas (tanto que reconocen la convergencia digital y la existencia de nuevos medios) las disposiciones para las telecomunicaciones y la radiodifusión aprobadas en 2013 (reforma constitucional) y 2014 (Ley Federal de Telecomunicaciones y Radiodifusión). Sin embargo durante varias décadas tuvimos para la radio y la televisión una legislación arcaica y presidencialista.

Esas normas se ocupan escasamente de los contenidos de radiodifusión y dejan al margen de cualquier regulación asuntos como la publicidad insertada en programas o los llamados informerciales, que son extensos comerciales disfrazados de programas. En todo caso, nadie puede decir que las reglas para la radiodifusión implican alguna limitación a la libertad de expresión. Los programas de radio y TV deben difundirse en horarios de acuerdo con la clasificación que se les adjudique a fin de evitar que haya contenidos para adultos en horarios infantiles. Sin embargo no hay inhibición para transmitir ningún tipo de contenido.

 

3.- Muchos medios en pocas manos  

Mientras más medios haya, al menos hipotéticamente, mayores serán las posibilidades para que más actores sociales tengan acceso a la comunicación. No es suficiente la posibilidad para manifestarse en las calles o gritar en una plaza. La libertad de expresión entra en colisión con el sistema mediático que amplifica la voz de quienes tienen posibilidades para expresarse en espacios de amplia audiencia, especialmente en televisión y radio.

La comunicación de masas impone una contradicción insoslayable. Gracias a la tecnología de las comunicaciones un mensaje puede ser escuchado, o visto, por vastas e incluso lejanas audiencias. Pero al mismo tiempo que ensancha el ámbito de sus destinatarios, esa tecnología reduce la cantidad de quienes puedan expresarse en tales medios. A más receptores, menos emisores: esa es una ecuación fatal en los medios de comunicación de masas que son por definición verticales, es decir, en ellos unos cuantos generan y difunden mensajes para muchos más.

Esa singularidad autoritaria de los medios puede atemperarse con diversos instrumentos. El primero de ellos es la existencia de leyes que promuevan más medios y reglas de competencia. También es esencial que haya medios no comerciales (especialmente medios de carácter público) que al no tener prioridades mercantiles cuenten con disposición y recursos para producir contenidos diferentes. De manera más reciente Internet ha ofrecido múltiples espacios para ejercer la libertad de expresión y oponer así relatos distintos a las versiones de los grandes medios, aunque la comunicación en línea sigue siendo limitada ante la cobertura de la televisión abierta.

A la libertad de expresión también la menoscaba la tendencia a la concentración de capitales en la propiedad de los medios. La producción de contenidos es costosa, sobre todo cuando tienen alguna originalidad o innovación, y para las empresas mediáticas es más redituable hacer alianzas y fusiones para alcanzar más audiencias con menos gastos.

Cada vez hay más medios, en menos manos. Esa propensión se advierte tanto en la radiodifusión como en la prensa escrita y, en general, en las que han sido denominadas como industrias creativas y que van de la televisión y el cine hasta la producción de música, libros, videojuegos y contenidos para Internet.

En la Red de redes evidentemente hay un ejercicio intenso y extenso de la libertad de expresión. Pero en medios de comunicación cuyas características técnicas los limitan a difundirse en pocos canales, como la televisión y la radio abiertas, la sociedad se limita a ser espectadora de los contenidos producidos por unos cuantos. Así restringida, la libertad de expresión en esos medios está supeditada a decisiones corporativas, que suelen ser antes que nada políticas. Eso ha sucedido, durante demasiado tiempo, en las televisoras mexicanas, que han detentado el 94% de las concesiones para televisión comercial en todo el país. Televisa tiene, además, cerca del 80% de la cobertura en televisión restringida. Atenida a intereses y antojos de Televisa y Televisión Azteca, la libertad de expresión ha tenido márgenes muy estrechos en la televisión mexicana.

 

4.- Decisiones empresariales

La principal fuente de censura hoy en día no se encuentra en el gobierno, sino en decisiones de las empresas privadas. Así como abren tribunas para la expresión de opiniones críticas porque en esta sociedad diversa la discrepancia puede ser negocio mediático, las compañías de comunicación cierran tales espacios cuando el costo político es mayor que los dividendos empresariales. En otros casos, simplemente ocurre que cuando tienen que ajustar presupuestos lo primero que les parece prescindible son los colaboradores o incluso los conductores, sobre todo cuando no forman parte del personal de planta de la radiodifusora o el periódico en donde es preciso reducir gastos. Atenidas a sus rendimientos financieros y a las redes de conveniencias que los pueden favorecer antes que al interés público, las empresas suelen ser muy receptivas a las presiones del poder político. En México son escasas las empresas de comunicación que defienden la independencia editorial antes que sus negocios.

 

5.- Publicidad oficial y privada

Los medios, valga esta otra perogrullada, necesitan ser negocio para existir y subsistir. Más aún, excepto los medios públicos sostenidos con recursos fiscales, la independencia que las empresas de comunicación puedan tener está directamente relacionada con su diversidad de fuentes de financiamiento.

Mientras se solidifican —o no— nuevos modelos de negocio como el pago directo por el acceso a contenidos, los medios siguen dependiendo, en buena medida, de la publicidad. Y la escasez o la concentración de anunciantes constituye otra fuente de restricciones a la libertad de expresión.

Las instituciones estatales (gobiernos federal y de los estados e incluso algunos municipios, poderes Legislativo y Judicial, organismos autónomos como el INE, la CNDH y las universidades públicas) continúan comprando abundantes espacios de publicidad, sobre todo en televisión y radio. Lejos de ser una palanca en beneficio de la pluralidad y la libertad, ese gasto publicitario es un recurso para la complacencia y la connivencia entre el poder político y los medios y, en otras ocasiones, para la coacción y la censura. La publicidad oficial no respalda la calidad ni la diversidad en los medios y es un resabio de la relación autoritaria entre el poder político y los medios.

También la publicidad privada es fuente de limitación a la libertad en los medios. Los editores a cargo de un periódico, o de un noticiero de televisión o radio, no suelen difundir notas que puedan perjudicar a un anunciante. La empresa propietaria del medio de comunicación tiene que estar respaldada por finanzas o convicciones sólidas para, por ejemplo, difundir una nota que cuestiona las propiedades curativas de un medicamento fabricado por una firma farmacéutica que contrata publicidad en ese diario o en esa emisora. La libertad de expresión queda aún más acotada cuando en un medio de comunicación hay mucha publicidad de una sola corporación empresarial.

 

6.- Ciudadanos vulnerables ante los medios. Derecho de réplica

Poderosos e influyentes (pero, por cierto, jamás omnipotentes) los medios de comunicación tienen, como anotamos antes, una relación vertical y autoritaria con la sociedad. Los ciudadanos, delante de los medios, se encuentran en una situación de inermidad cuando tratan de defenderse ante distorsiones o calumnias. Por eso tienen que existir recursos formales que les permitan a las personas reclamar aclaraciones, o reparaciones, cuando los medios de comunicación difunden informaciones falsas acerca de ellas.

Los medios por lo general disfrutan de amplia libertad para señalar, denunciar, calificar e incluso para equivocarse. Esa libertad es importante para ejercer el derecho a la crítica y a fin de que los medios, cuando son independientes, se desempeñen como contrapesos delante del poder político. Pero esa libertad puede atentar contra el derecho de la sociedad para expresar aclaraciones o inconformidades delante de los medios si no hay vías para ello.

El derecho de réplica es indispensable en toda sociedad democrática para evitar que el poder de los medios avasalle la fama pública de los ciudadanos. Ese derecho no puede depender de la autorregulación, porque está destinado a remediar, así sea parcialmente, las consecuencias de equivocaciones pero, también, de decisiones expresas que toman los medios de comunicación cuando afectan a las personas[2].

 

Vida privada e intimidad

La protección de la vida privada es un derecho de las personas y el Estado tiene la responsabilidad de garantizarla. A ese derecho con frecuencia se contraponen el afán inquisitivo de los medios, así como el lucro que hacen con la vida privada.

En ocasiones los medios le hacen un servicio a la sociedad al develar el uso de recursos públicos, o el abuso de poder, con fines privados. Cuando unos periodistas dan a conocer que el presidente de la República y su familia compraron una mansión gracias al crédito que les dio un contratista favorecido por el gobierno, no estamos ante la intromisión en la vida privada de nadie sino ante la exhibición de un tráfico de influencias que se quería ocultar al escrutinio público.

En otros casos, la vida privada de los personajes públicos les interesa a los medios para ganar más audiencia. La frontera entre el derecho a la privacía de los personajes públicos y el derecho de la sociedad a tener información sobre tales personas puede ser incierta. Por lo general existen principios que permiten distinguir entre el ámbito de la privacidad y el de la publicidad. Cuando se utilizan recursos públicos, sobre todo de manera significativa, no hay condiciones para reivindicar la privacidad. Pero aún los gobernantes con más responsabilidades tienen derecho a la vida privada, aunque sea con márgenes más estrechos que el resto de los ciudadanos.

El entrometimiento en la vida privada con frecuencia se realiza a través de intercepciones telefónicas o con cámaras ocultas, es decir, con procedimientos ilegales. Ni los medios, ni sus audiencias, reparan demasiado en esa ilegalidad cuando los resultados de tal fisgoneo les revelan o les confirman manejos turbios o, simplemente, comportamientos desusados de las personas espiadas de esa manera.

Televidentes y lectores aplauden las revelaciones obtenidas de esa forma, especialmente cuando sus implicaciones coinciden con sus simpatías o animosidades políticas. Con el empleo de tales recursos y la propagación de las informaciones así obtenidas, estamos edificando una sociedad del entrometimiento en donde la vida privada se convierte en un valor arcaico. El fisgoneo no es periodismo. Al contrario, el empleo de tales recursos inhibe al periodismo cimentado en la investigación auténtica, en la búsqueda y cotejo de fuentes, en el trabajo del reportero.

Al difundir escenas y conversaciones privadas, que por lo general les transmiten informantes anónimos, los medios se convierten en correveidiles de intereses ajenos al periodismo. Expuesta a la murmuración mediática, la vida privada se ha convertido en una mercancía que las empresas comunicacionales administran de acuerdo con sus necesidades para vender espectacularidad o, en otros casos, para presionar o premiar a distintos actores de la vida pública.

Una manera para definir los límites entre lo privado y lo público se encuentra en el concepto de intimidad, que se refiere de manera precisa al fuero interno de las personas. Pensamientos, emociones, dudas, preferencias, aversiones, todo aquello que forma parte de nosotros pero no necesariamente de aquellos que manifestamos y somos en público, constituyen elementos de la intimidad. Se trata, como explicó el filósofo Ernesto Garzón Valdés, de “el ámbito en donde imperan los deseos y las preferencias individuales” (Garzón Valdés, 2005). En ese territorio de lo íntimo procesamos nuestra mismidad: eso que, puesto que somos, nos hace diferentes de otros. No se trata de los espacios en los que nos aislamos (la intimidad no es únicamente el baño y la recámara, para decirlo de manera gráfica) sino además de aquellos en los que nos relacionamos con otros al compartir las preferencias más nuestras. Fernando Savater lo describe en un creativo juego de palabras: “precisamente es la intimidad lo que nos impide ser idénticos y nos mantiene diferentes…” (Savater, 1998).

Tradicionalmente el espacio de la intimidad era privado, tanto por decisión de las personas como por convenciones sociales. Mantener la intimidad a resguardo era una forma de evitar que nos colocáramos en desventaja al exhibirnos en demasía; era una protección que formaba parte del sentido común. Con el advenimiento de la prensa industrial y más tarde de los medios audiovisuales, la develación de la privacía se convirtió en un recurso para ganar notoriedad. Actores y cantantes se muestran ante los paparazzi, o son acosados por ellos, en una relación a veces de conveniencia y en otras ocasiones de tensión y litigio entre personajes públicos y medios de comunicación. Cuando se trata de una exposición voluntaria esos personajes hacen de su privacía —y a veces de su intimidad— un recurso para destacar en el espacio público.

El entreveramiento entre lo público, lo privado y lo íntimo, ha adquirido mayor complejidad —pero también ha llegado a nuevas formas de exhibicionismo— con el uso reciente de tecnologías digitales. El tránsito de lo privado a lo público, se ha vuelto parte de las nuevas costumbres en el entorno tecnificado y globalizado. Incluso hay usuarios de las redes sociodigitales que hacen ostensibles rasgos o momentos de su intimidad, convirtiéndola en nuevo elemento para definir su identidad.

La expresión pública que de esa manera se le da a la intimidad es un derecho de las personas. Hipotéticamente cada quien puede decidir la visibilidad, dentro y fuera del ciberespacio, de aquello que coloca en línea. Sin embargo la tecnología no necesariamente está al servicio de los derechos. Los contenidos que llevamos a la Red pueden quedar fuera de nuestras manos (o de nuestro teclado) por muchas etiquetas, prevenciones y restricciones que les impongamos.

El entorno digital también significa un escrutinio constante de lo que hacemos tanto al emplear recursos informáticos como, sencillamente, cuando estamos en casi cualquier espacio público. Se requiere de un esfuerzo constante para deslindar lo público, de lo privado, especialmente cuando se toman decisiones acerca del uso que se da a  los registros de los dispositivos que fiscalizan nuestras actividades. Evidentemente es distinta la protección que ameritan las escenas de la cámara de video que nos graba cuando transitamos por la calle, a la grabación de una charla telefónica que ha sido interceptada sin nuestro consentimiento.

En las redes digitales las personas tienen libertad para administrar y negociar su intimidad. Pero esa libertad es disminuida por la propagación  intencional que llegan a hacer de sus expresiones íntimas. Al transitar del campo de la privacidad al espacio público, los contenidos así difundidos adquieren otra jerarquía y a menudo incluso otro significado. En ejercicio de su libertad, las personas hacen público lo privado e incluso lo íntimo. Las informaciones, creencias e ideas acerca de los asuntos públicos, ahora se entretejen con expresiones de privacía e intimidad. Las cuestiones de interés público y su discusión, quedan mezcladas con temas y expresiones  hasta ahora privados e incluso íntimos. La libertad para expresar y decir incluso lo más personal, establece nuevos usos del espacio público cuyas implicaciones son inciertas. Estamos ante una mescolanza que difícilmente será saludable para la deliberación de los asuntos públicos.

 

Notas

[1] En mayo de 2015 comenzó a circular la revista Cáñamo, versión mexicana de la publicación del mismo nombre que cumplía 18 años de editarse en España y 10 en Chile. Se trata de una revista que promueve la cultura de la mariguana. El dictamen de la Comisión Calificadora indicó: “la edición analizada de la publicación pudiera proporcionar enseñanza de los procedimientos utilizados para la ejecución de hechos contrarios a las leyes, la moral o las buenas costumbres. Lo anterior ya que presenta varios textos con información técnica referente a la producción y autocultivo de cannabis, así como a sus aplicaciones en el tratamiento de diversos padecimientos…” Ese documento del organismo que depende de la Secretaría de Gobernación sentenciaba: “se observó que la publicación pudiera contener escritos e imágenes que directa e indirectamente induzcan o fomenten vicios o constituyan por sí mismas un delito”. La Comisión Calificadora turnó el asunto a la Procuraduría General de la República y a la Comisión Federal para la Protección de Riesgos Sanitarios para que determinaran si Cáñamo violaba alguna legislación. Jorge Javier Romero, “Gobernación, peor que la DEA”, Sin embargo, 20 de agosto de 2015:http://www.sinembargo.mx/opinion/20-08-2015/38242

 

[2] El 13 de octubre de 2015 el Senado aprobó la Ley de Derecho de Réplica que la Cámara de Diputados había respaldado casi dos años antes. Se trata de la ley que reglamenta la reforma constitucional que en 2007 estableció ese derecho en el artículo 6o. Constitucional. Esa ley establece un procedimiento judicial en caso de que un medio se niegue a publicar la réplica de un ciudadano afectado por una información falsa. Es un mecanismo difícil de utilizar pero será interesante cómo y en qué medida los ciudadanos lo aprovechan para que los medios publiquen sus reclamos.

 

 

Bibliografía

Garzón Valdés, E. (2005). Lo íntimo, lo privado y lo público. En IFAI, Cuadernos de Transparencia #6 (pág. 17). México, D.F., México: IFAI.

Savater, F. (1998). Despierta y lee. Madrid, Madrid, España: Alfaguara.

Dame un beso como en las películas

¿Las historias románticas distorsionan nuestras relaciones amorosas?

 

Foto: "Beso" por Carlos Allevato @Flickr

Foto: «Beso» por Carlos Allevato @Flickr

¿Alguna vez se ha preguntado en qué grado nuestros comportamientos y expectativas afectivo-amorosas son producto de una construcción social filtrada por los medios de comunicación en telenovelas, películas, libros, publicidad, revistas, música y diversos contenidos mediáticos que nos muestran un modelo de historias románticas transformadas en ideales amorosos que esperamos ocurran en nuestras vidas? Lo anterior resulta en una serie de «expectativas irreales» sobre el amor, el romance y el sexo, que generan insatisfacciones entre las parejas, tanto heterosexuales como homosexuales. A medida que la cultura homosexual tiene mayor presencia mediática, principalmente en películas y series de televisión, también se han generado estereotipos de cómo debería ser el amor entre parejas del mismo sexo.

 

Por Raúl López Parra

Publicado en RMC #137

Antes de avanzar en el análisis, le invito a responder el siguiente test, contenido en el libro Sex, Love and Romance in the Mass Media (2004), de Mary-Lou Galician, investigadora de la Universidad de Arizona,  quien se ha dedicado a indagar cómo los medios influyen en nuestras concepciones amorosas. La traducción al español fue realizada por el autor para fines de divulgación de este artículo:

Tu pareja perfecta esta cósmicamente predestinada, así que nada ni nadie puede separarlos.

_ Falso _ Verdadero

El amor a primera vista existe.

_ Falso _ Verdadero

Tu verdadera alma gemela debería saber lo que tú estás pensando o sintiendo sin que tengas que decírselo.

_ Falso _ Verdadero

Si tu pareja está realmente hecha para para ti, sus relaciones sexuales serán maravillosas y fáciles.

_ Falso _ Verdadero

Para atraer y mantener a un hombre, una mujer debe verse como una modelo.

_ Falso _ Verdadero

El hombre no debe ser más bajo de estatura, ni más débil, ni más joven, ni más pobre, o menos exitoso que la mujer.

_ Falso _ Verdadero

El amor verdadero de una mujer buena y fiel puede cambiar a un hombre de ser una «bestia» a convertirse en un «príncipe».

_ Falso _ Verdadero

Las disputas y peleas constantes en la pareja muestran que se aman apasionadamente.

_ Falso _ Verdadero

Todo lo que necesitas es amor, por ello no importa si tú y tu pareja tienen diferentes valores y creencias.

_ Falso _ Verdadero

Tu alma gemela te complementa, cubre tus necesidades y hace que tus sueños se hagan realidad.

_ Falso _ Verdadero

En la vida real, los actores y actrices son a menudo muy parecidos a los personajes románticos que representan.

_ Falso _ Verdadero

Dado que las representaciones de amor y romance en los medios de comunicación no son «reales», no tienen influencia en mí.

_ Falso _ Verdadero

Si usted contestó falso a las 12 afirmaciones, entonces puede considerarse que está libre de la influencia de los mitos y estereotipos que los medios difunden sobre las relaciones amorosas. Pero si respondió verdadero en al menos una afirmación, usted forma parte de las mujeres, hombres, niños, ancianos, solteros y comprometidos que creemos, o quisiéramos creer, que es real el ideal amoroso que nos presentan las narrativas mediáticas.

Mary-Lou Galician, quien además de académica es activista en favor de la alfabetización mediática de las audiencias, para enseñarles a discernir y consumir críticamente los contenidos, nos expone:

«Los medios son poderosos agentes de socialización que confían en la simplificación, distorsión de la realidad, y la dramatización de los símbolos y esterotipos para comunicar sus mensajes, por ello no deberíamos sentirnos tan mal si terminamos con algunas expectativas irreales» (Galician, 2004).

Estas narrativas mediáticas sobre el amor han sido catalogadas como «pornografía emocional». Al igual que la pornografía nos muestra fantasías sobre el sexo, la «pornografía emocional» (telenovelas, melodramas hollywoodenses, coreanos, etcétera) presenta fantasías sobre el amor y el romance.

Si se tomasen estos contenidos como lo que son, productos culturales de entretenimiento, todo marcharía bien. El problema radica cuando estas ilusorias imágenes del amor o aspiraciones del mismo se convierten en un motivo de presión personal e interpersonal. Cuando las fantasías se llevan al terreno de la realidad, las personas pueden pasarlo muy mal al no encontrar el «ideal amoroso de película» con el que han soñado toda su vida.

El resultado: mujeres que tienen una gran lista de requisitos para sus eventuales parejas y esperan la llegada del príncipe azul; hombres que buscan modelos de belleza, comprensión y humildad, al grado de la sumisión. Lo anterior resulta en el aumento de la soltería, en un sentimiento de soledad y al mismo tiempo en la incapacidad de comprometerse con el otro.

En términos del aprendizaje amoroso, los latinoamericanos han sido moldeados por los melodramas televisivos. Sin embargo, el crecimiento de la clase media, el acceso a mayores niveles educativos y la interconectividad en internet han propiciado una mayor diversidad en las formas de consumo mediático y, por ende, el acceso a otros modelos de representación amorosa.

A fin de conocer los tipos de consumos de historias románticas y entender el grado de influencia en las personas, deben considerarse los niveles socioeconómicos, culturales, educativos, las edades, el género, las preferencias sexuales y la religión. Los modelos amorosos no son los mismos para un adolescente que vive el proceso de construcción de su identidad, que para un hombre de 50 años, quien ya ha encontrado su espacio en la sociedad. Tampoco para una joven de clase media urbana que para una hija de campesinos, ni para un católico que para un ateo.

Si bien en el Siglo XXI se ha democratizado el consumo mediático: las audiencias tienen la posibilidad de ver una telenovela latinoamericana lo mismo que una coreana (la popularidad de estos programas ha crecido gracias a Internet); sigue siendo la industria cultural de Estados Unidos la de mayor consumo global. Poco pueden tener en común una chica mexicana y una singapurense, salvo que ambas conocen la serie Sexo en la Ciudad (Sex and The City). El modelo del amor romántico moderno que hoy conocemos comenzó desde el Siglo XVIII y tuvo su representación mediática en el Siglo XIX, cuando el consumo de las novelas románticas comenzó a popularizarse entre la burguesía.

El sociólogo Anthony Giddens en su libro La transformación de la intimidad: Sexualidad, amor y erotismo en las sociedades modernas (1992) refiere que el amor romántico debe separarse del amor pasional, el cual tiene una categoría universal y se caracteriza por su conexión entre la atracción sexual y el amor. En cambio, el amor romántico tiene un carácter cultural, menos instintivo, que se aprende según las convenciones de cada sociedad.

En la etapa pre moderna de las sociedades, las relaciones de pareja eran arreglos y acuerdos entre familias, en los cuales los protagonistas tenían poco qué decir. Por tanto, los hombres no se veían en la necesidad de aprender los cortejos amorosos y las muestras de afecto eran casi nulas. La sexualidad era vista con fines meramente reproductivos, dado que no existían los métodos anticonceptivos para desligar la reproducción del placer, además de que durante el parto se registraba una alta tasa de mortalidad.

«Los ideales del amor romántico han influido más, durante mucho tiempo, en las relaciones de las mujeres que en las de los hombres; aunque éstos, desde luego, también hayan sido condicionados por ellos. El ethos del amor romántico tiene un doble impacto sobre la situación de las mujeres. Por un lado, ha contribuido a poner a la mujer ‘en su sitio’, que es la casa. Por otro lado, en cambio, el amor romántico puede ser visto como un compromiso activo y radical contra el ‘machismo’ de la sociedad moderna» (Giddens, 1992).

En la medida en que se desarrollaron los métodos anticonceptivos, el sexo como acto de reproducción se transformó en un concepto más amplio de la sexualidad, como una definición de la libertad personal respecto al sexo. Cuando el modelo de los matrimonios arreglados por los padres cede a la libertad de los hijos para elegir a sus parejas, entonces se desencadena un crecimiento del concepto romántico del amor y ello se ve reforzado por la aparición de literatura romántica.

En este contexto, los hombres deben aprender a seducir a las mujeres, a conquistarlas, mientras que ellas deben aprender a escoger al pretendiente que ofrezca las mejores condiciones amorosas y materiales para el matrimonio. Los métodos anticonceptivos propician un mayor desarrollo para el placer sexual. Así, las mujeres están en las misma condiciones que los hombres para explorar su sexualidad y la virginidad ya no es vista como el única virtud. Sin embargo, en la modernidad se gesta una doble moral. Los hombres que tienen varias relaciones siguen siendo vistos con admiración, mientras que las mujeres con amplia experiencia sexual son vistas como poco deseables.

Ello no quiere decir que en la modernidad las mujeres hayan renunciado a explorar su sexualidad, ocurre que han aprendido a ser discretas respecto a sus experiencias sexuales o comentarlas sólo con sus círculos de confianza, mientras que en público y con la familia muestran una imagen de mayor fidelidad y recato. En los medios de comunicación los hombres siguen protagonizando los roles de infidelidad, pero los personajes femeninos son presentados con más frecuencia como susceptibles de ser infieles y estar al mismo nivel de la seducción varonil.

«El amor rompe con la sexualidad a la vez que la incluye. La ‘virtud’ asume un nuevo sentido para ambos sexos, y ya no significa sólo inocencia, sino cualidades de carácter que seleccionan a la otra persona como ‘especial'», explica Giddens (1992).

En la actualidad, más que modernidad o pre modernidad, las sociedades se catalogan entre desarrolladas, en desarrollo y subdesarrolladas. Liberales o conservadoras. En este contexto, los contenidos mediáticos de cada país están ligados con el grado de libertad de expresión, más que con  el nivel de desarrollo económico. En sintonía, el amor romántico representado en los medios sigue los valores dominantes de cada sociedad.

Como ejemplo, en China los padres influyen en alto grado en las relaciones amorosas de sus hijos, aunque cada vez existen menos matrimonios arreglados. Las historias amorosas presentadas en las telenovelas chinas definen muy bien que el rol de los hijos es atender las indicaciones de sus progenitores, haciendo honor a la tradición confucionista.

En cambio, Estados Unidos, representado ante el mundo como una de las sociedades más liberales -no olvidemos que la principal industria de la pornografía se encuentra en Los Ángeles- en las series televisivas y películas los personajes tienen sexo en la primera cita y ello no implica un mayor compromiso.

Si miramos hacia Latinoamérica vemos que en las telenovelas los padres no tienen un peso determinante en las relaciones amorosas, no obstante los personajes son apegados a la familia.

¿Cómo podrían estos programas tener un impacto en la forma en que concebidos el amor? Una clave está en el tiempo que hemos estado expuestos al consumo de estas historias.

De acuerdo con la Teoría del Cultivo, desarrollada en 1969 por George Gerbner y Larry Gross, investigadores de la Universidad de Pensilvania, se establece que un consumo prolongando de televisión produce que las audiencias desarrollen creencias e ideas derivadas de los programas que consumen, los cuales distorsionan su perspectiva de la realidad. Bajo esta teoría se han realizado diversos estudios para identificar cómo el consumo de historias románticas puede distorsionar nuestros ideales de amor. En opinión de Albert Bandura, investigador de Sociología Cognitiva, la teoría corrobora que no es sólo a través de la experiencia como las personas aprenden, también lo hacen mediante el aprendizaje vicario, esto es mediante la observación del comportamiento de otros. (Banaag, Rayos, Aquino-Malabanan, & Lopez, 2014).

Ello explica por qué es más susceptible que las historias románticas tengan un mayor impacto entre los jóvenes y por qué este segmento social es el que está en mayor disposición de dar por reales los estereotipos de amor que ven en telenovelas y películas. En consecuencia, los jóvenes suelen demandar más de sus parejas con acciones o pruebas de amor tal cual son representadas en los contenidos mediáticos.

Si bien no existen estudios concluyentes, los datos empíricos refieren que los condicionamientos de las representaciones amorosas están ligadas a las características socioeconómicas de las audiencias, sexo, edad, creencias, posición económica. Además, también deben considerarse las experiencias personales en torno a las relaciones amorosas. La mejor forma de descubrir nuestros condicionamientos producto de los consumos mediáticos es un examen autocrítico de qué expectativas se tienen sobre la pareja ideal y el contexto social en el cual nos desarrollamos. Lo mejor es observar a las personas como son, y no las ideas que tenemos sobre cómo deberían ser las personas a las cuales amamos o quisiéramos amar.

 

Bibliografía

  • Banaag, M. G., Rayos, K. P., Aquino-Malabanan, M., & Lopez, E. R. (Julio de 2014). The Influence of Media on Young People’s Attitudes towards their Love and Beliefs on Romantic and Realistic Relationships. International Journal of Academic Research in Psychology .
  • Galician, M.-L. (2004). Sex, Love & romance in the mass media : analysis & criticism of unrealistic portrayals & their influence. Londres, Reino Unido: Lawrence Erlbaum Associates.
  • Giddens, A. (1992). La transformación de la intimidad Sexualidad, amor y erotismo en las sociedades modernas. Madrid, Madrid, España: Cátedra.

 

 

12 reflexiones sobre periodismo cultural en México

  • El contenido está basado en el artículo «Periodismo cultural, por qué y para qué» publicado en El Financiero.
  • Diversos especialistas y actores de la vida cultural analizan la condición actual del periodismo y la difusión cultural.
Foto: “Bellas artes” por ::tonatiuh:: @Flickr

Foto: “Bellas artes” por ::tonatiuh:: @Flickr

Por Elthon García

Con base en el artículo «Periodismo cultural, por qué y para qué» publicado en El Financiero, te presentamos 12 reflexiones sobre la condición actual del periodismo y la difusión culturales en nuestro país, bajo la mirada de diversos especialistas y actores de la vida cultural.

René Avilés Fabila

«Somos un país con una enorme tradición cultural y artística. Por eso es necesaria la existencia de un periodismo cultural que no sólo oriente a los lectores, televidentes y radioescuchas, sino ayude a estimular e indicarles el camino correcto a los creadores. De ahí la importancia de la crítica. Sin embargo, esas funciones sustantivas no se están llevando a cabo en todos los medios. Ni siquiera en la televisión estatal donde, curiosamente, les preocupa más el rating.

El periodismo cultural tiende a desaparecer debido a que se le ha dado prioridad, digamos, a la política y los deportes. Es preocupante ver cómo cada vez se reducen más los espacios destinados a temas culturales. O, peor aún, siguiendo la lógica de la política mexicana le dan mayor importancia al espectáculo.»

RIUS

«Es importante que exista el periodismo cultural, porque es la única parte divertida del periódico. El único momento en que uno deja de estar pensando en la política y todas esas tonterías del narco. La sección cultural es un descanso. Ojalá hubiera más suplementos culturales para que la gente adquiriera más cultura, tuviera mayores conocimientos y se divirtiera más.

Lo que sucede con estos espacios es que, a veces, se convierten en fuentes de elogios mutuos. Cuando ya se sienten como tales, casi todos los intelectuales se ponen a dar cátedra y utilizan un lenguaje que inhibe a la gente para leerlos. Creo que se deben hacer más accesibles y democráticas las publicaciones culturales.»

Juan Domingo Argüelles

«Las secciones de Cultura cada vez publican notas más abreviadas, imitando el lenguaje y los formatos de Internet. ¡Como si fueran lo mismo! Han renunciado a los lectores de un modo vergonzoso. Notitas chiquititas (ya es pleonasmo) para que la gente las lea en un parpadeo y se quede con lo más epidérmico de cualquier cosa.

El periodismo cultural solito se ha ido desvaneciendo, desfigurando, diluyendo. Y esto es el resultado de no saber que se publica para los lectores y no para los rencores.»

Marco Lara Klahr

«El periodismo cultural es una especialidad del periodismo de primera importancia. Tiene un papel central y diría incluso que ineludible en la fiscalización de las políticas públicas que atañen a la cultura, vista ésta no solamente como la reproducción de visiones clásicas sino como un proceso dinámico de relaciones sociales que incluyen todo tipo de expresiones idiosincráticas, identitarias y culturales. El periodismo cultural registra, además, el sedimento que va dejando esta dinámica social.

En el momento actual, el infoentretenimiento predomina ante cualquier otro enfoque u oferta por parte de los medios de comunicación industriales. Si bien es cierto que el periodismo cultural no es la única especialidad del periodismo que ha perdido en esta lógica de maquila industrial de noticias, sí es, quizás, el que más ha perdido.»

Salvador Mendiola

«La vida humana es cultura. Nos diferenciamos de la naturaleza por nuestra forma de sobrevivir a través de la acción cultural. Así el periodismo siempre tiene por objeto la cultura, todo periodismo es cultural. Hacer por voluntad periodismo -de la cultura- es querer reportar lo esencial de la existencia humana, el punto donde sus creaciones se liberan de la necesidad inmediata para alejarse y elevarse en las posibilidades de la inteligencia y la contemplación del arte y la información libre.

Se produce periodismo cultural para mejorar la comprensión de la cultura institucional y sus contraculturas, se hace periodismo cultural en pos de lo trascendente y valioso, no de los meros productos para el entretenimiento y el control consumista.»

Homero Aridjis

«El nivel del periodismo cultural se puede mejorar, pero eso depende de sus hacedores, que tendrían que investigar cómo anda la sociedad civil mexicana, qué intereses tienen los jóvenes y cómo puede uno atraerlos hacia el arte.

Todo este esfuerzo, yo creo, idealmente debería ir dirigido al lector común y corriente, siempre y cuando se haga un periodismo de calidad, que tenga valor didáctico aunque no tradicional, pero tratando de mejorar el nivel de la gente. Es decir, un periodismo bien escrito, con significado y honesto.»

Alberto Zuckermann

«El periodismo cultural, cuando es ejercido con generosidad, con amplitud de miras, con profundidad en los contenidos y sin sesgos de capillas o amiguismos o de consignas en pro o en contra, nos lleva a conocer lo que tenemos, a apreciarlo y, en su caso, a defenderlo.

el periodismo cultural es remitirme a algo que parece obvio pero que cada vez es más difícil de alcanzar: ser mejores o, acaso, menos rudos. Lo mejor de nosotros como pueblo está en nuestro desarrollo cultural, darlo a conocer y valorarlo en lo que tiene y lo que debe tener es tarea indispensable.»

Carlos Herrera de la Fuente

«El llamado trabajo cultural es el único en el que todos los otros terrenos del quehacer social pueden reflexionar sobre sí mismos, hacer una pausa y considerar que lo hecho es modificable, que no hay destino político, ni económico ni social al que tengamos que sumarnos de manera inevitable, como si se tratara de una fatalidad divina. Si nuestra época margina la llamada «cultura» a un ámbito lejano es porque tiene miedo a cuestionarse y a criticarse a sí misma.»

Manuel Lino

«Actualmente hay mucha hambre de noticias culturales, pues las personas quieren saber qué sucedió en un concierto o cuáles son los nuevos libros existentes. De ahí la importancia del periodismo cultural.

El desarrollo del periodismo cultural en nuestro país lo veo doble. Cuando entro en contacto con otros colegas me parecen personas muy interesantes que tienen muchas cosas que decirles a sus lectores. Sin embargo, esas inquietudes no están reflejadas en su trabajo. Y dicha contradicción es generada por la dificultad de plasmar sus visiones en sus propios medios de comunicación. Y es una fractura que se ha ido ampliando.»

Sergio Berlioz

«Hoy en día, la conexión entre la sección de cultura y el resto del periódico debería de ser evidente, pues pertenecen al mismo proyecto editorial. La selección del personal y la línea editorial debería ser no sólo la de «cubrir el evento», sino ayudar al lector a entender la cultura como parte de un todo cotidiano, a conectar la cultura no como una cartelera de actos esotéricos y/o para especializados, sino invitar a hacerla parte de la vida de la gente, a decirle cómo y por qué.»

César Delgado

«Al periodismo le falta apertura al movimiento cultural de la nación. En pleno siglo XXI el periodismo cultural que se realiza en la Ciudad de México sólo se refiere a lo que sucede en algunas manifestaciones de las culturas de la gran urbe. A las pocas secciones culturales de los diarios capitalinos les falta tomar en cuenta a las culturas subalternas. Generalmente se dedican a cubrir lo que es el arte, con un desprecio hacia lo producido por los sectores populares de la población.»

Jorge Meléndez Preciado

«El aliento gubernamental a las publicaciones culturales es discriminatorio, elitista, favoreciendo a las capillas que pelean el poder económico y político. Y de falta de impulso a lo nuevo, comprometido, abierto a la reflexión. Algo que continúa en el presente sexenio.

Lo que se necesita, empero, es hacer los mayores y mejores esfuerzos por tener muchos canales -en todos los órdenes- para que la cultura, tan indispensable para el vivir, florezca. El reto es de todos.»

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