Redes sociales y el uso ético de la información
- La tecnología no es buena ni mala per se: es el uso que se haga de la misma lo que le da sentido y valor.
- El problema es el abuso que se puede tener en la proyección de esa otra personalidad que no guarda identidad con el emisor.
- «Ante la posibilidad de comunicarnos en breves palabras y ante la facilidad de hacerlo a través de las nuevas tecnologías, la ética debe estar presente en ese uso como mecanismo de autorregulación de los alcances de esta comunicación que aún no muestra todo su potencial», dice Gómez Gallardo.
Por Perla Gómez Gallardo
Publicado originalmente en RMC 131
En los últimos años, el uso de las redes sociales se volvió parte de la vida cotidiana, como forma de intercambio de información y de inicio para contactar a personas gracias a las nuevas tecnologías.
Existen diversos usos que se manifiestan en el límite de la creatividad del ser humano. Por ello, esta nueva forma de transmitir información no debe estar desprovista del uso ético de la misma. La tecnología no es buena ni mala per se: es el uso que se haga de la misma lo que le da sentido y valor. Reflexionemos con ayuda de un tratadista clásico español sobre tales alcances. En palabras de José María Desantes:
La intercomunicación es como la respiración de una sociedad: condiciona su existencia, su supervivencia y su acción. No puede caber duda acerca de que la Información cumple una función pública en toda comunidad, sea de las dimensiones y de la complejidad que sea.
Así, en la necesidad de comunicación que tenemos como seres humanos, vemos los más rudimentarios instrumentos como los pictóricos, hasta los más sofisticados en el uso de sonido e imagen a través del teléfono celular. La exteriorización del pensamiento a través de la manifestación de las ideas es la base de la sobrevivencia social. Lo paradójico es que el simbolismo que le damos a la idea es ya en sí una limitación al tratar de comunicarlo a otros que deberán decodificar ese símbolo.
El Derecho habrá de corregir las desviaciones de la comunicación social en el cumplimiento de su función comunitaria. Función pública que realiza al Información en cuanto Institución, ora esté impulsada por la actividad privada, ora por la actividad pública.
En el entramado social y en las reglas que permiten la convivencia pacífica, observamos que las jurídicas se convierten en la forma de inhibición o incentivo de las conductas que permiten esa forma de organización. La comunicación no es ajena a esa regulación; la tentación se da cuando el flujo de información se convierte en una amenaza a poderes institucionales o fácticos que pretenden censurar su emisión.
La valoración cualitativa de la Información no puede dejar al Derecho indiferente acerca del modo en que la actividad se produce, acerca del sujeto conocido o críptico de tal actividad, acerca de los móviles que la impulsan, de los medios que la hacen posible, de lo que constituye el objeto mismo de la comunicación, y de los efectos previsibles o efectivos en la comunidad.
Efectivamente: uno de los grandes retos desde el reconocimiento de la libertad de expresión en instrumentos internacionales ha sido la precisión de sus alcances y límites. Es en el ejercicio del derecho a esa libertad de expresión que se establecieron restricciones, limitaciones y, en el peor de los casos, la censura.
Algunos aspectos como los referentes a la garantía de los derechos de personalidad (la vida privada, el honor y la propia imagen), permiten establecer algunos límites. Pero también el ejercicio del recurso público y el interés público dan derecho al escrutinio y permiten fijar algunos alcances. Hagamos más compleja la reflexión: la rapidez de la difusión informativa gracias a las nuevas tecnologías hace casi imposible evitar el impacto de cierto tipo de información.
La información nunca podrá tener como destinataria la masa. O se dirige al hombre individualizado o al hombre en colectividad: cualitativamente es lo mismo. Si se dirige al hombre en colectividad, está cumpliendo una función pública, pero respetando la personalidad de cada destinatario, aunque éste sea desconocido, indeterminado y aun indeterminable.
Interesante consideración que en la década de los setenta, cuando Desantes la expresó, no había la posibilidad de masividad de la información que tenemos en plena primera década del siglo XXI. Ahora más que nunca, la despersonalización de la comunicación se evidencia en el uso de otra personalidad ad hoc para un mundo virtual donde se puede ser lo que se quiera sin que haya identidad o congruencia con el emisor de la información.
Ahora, ante la incertidumbre de saber quién está del otro lado del mensaje, se abre una posibilidad de estudio en la psicología que nos libera de hacer o actuar otro personaje como las caretas llamadas personae en el antiguo teatro griego. El problema es el abuso que se puede tener en la proyección de esa otra personalidad que no guarda identidad con el emisor. No podemos pecar de ingenuidad en las redes sociales ante la facilidad de –en el mejor de los casos– la suplantación de personalidad y –en el peor– la construcción de proxis que nada tiene que ver con quien creemos que interactuamos.
La función pública de la Información no sólo es compatible con el derecho humano a la información, sino que esta compatibilidad viene dada por las esencias mismas de la comunidad, de la Información y del derecho.
Debemos rescatar el uso de las redes sociales reconociendo el valor intrínseco que tiene ese tipo de comunicación tan eficaz e inmediata que, por lo mismo, se convierte en una amenaza latente en manos sin escrúpulos.
En la actualidad vemos una infinidad de identidades ficticias que dan cuenta de un sinnúmero de agresiones e injurias. Llama la atención la capacidad de ofensa que puede existir en 140 caracteres. Finalmente, el poder manifestar esas ofensas sin que se pueda identificar al emisor constituye una forma de catarsis social. La pregunta es: ¿qué clase de personas somos al realizar esa conducta? Hay ofensas que denigran más a quienes las emiten que a quienes las reciben.
Bien lo dice Gregorio Badeni:
El pensamiento presupone la exteriorización de un problema o de una inquietud, frente al cual se desarrolla una actividad intelectual en búsqueda de una solución o comprensión determinados. Requiere de una motivación que desencadene las fuerzas intelectuales del hombre traducidas en procesos de orientación, comprobación, deliberación, formulación de hipótesis y conclusiones, por más rudimentarias y absurdas que sean.
Ante la posibilidad de comunicarnos en breves palabras y ante la facilidad de hacerlo a través de las nuevas tecnologías, la ética debe estar presente en ese uso como mecanismo de autorregulación de los alcances de esta comunicación que aún no muestra todo su potencial.
Profesora Investigadora UAM Unidad Cuajimalpa, Catedrática Facultad de Derecho UNAM.
¿El fin de una era?: Los periódicos en 2020
- José Luis Martínez Albertos es uno de los investigadores que señaló el 2020 como la fecha de desaparición de los periódicos.
- José Luis Esquivel cuenta su experiencia con Martínez Albertos.
Por José Luis Esquivel Hernández
Publicado originalmente en RMC 131
Quizás el español José Luis Martínez Albertos, a sus casi 80 años, siga tomando nota de los cambios que predijo en su libro El ocaso del periodismo, pero no ha sido solamente él quien se ha aventurado a señalar tal fecha como fin de los diarios de papel, pues Jeff Jarvis también tituló “Los periódicos en el 2020” a uno de sus trabajos del año 2005 en que señaló: “La tecnología, lejos de ser una amenaza, puede convertir a los periódicos en algo nuevo y con un costo más bajo”.
En octubre de 1997 me embarqué para Madrid, amparado en la beca que me concedió la Universidad Autónoma de Nuevo León para obtener un doctorado en Ciencias de la Información que imparte la Universidad Complutense. Y cuál sería mi sorpresa que me encontré con la edición de un libro titulado El ocaso del periodismo, de José Luis Martínez Albertos, toda una autoridad en la academia en España y autor, desde 1972, de innumerables obras como La noticia y los comunicadores públicos y el conocido Curso general de Redacción.
Martínez Albertos fue cabalmente quien me ayudó en los trámites de inscripción desde Monterrey y me orientó a mi llegada al Departamento de Periodismo I de la Facultad de Ciencias de la Información, como director del mismo. Así es que la aparición de la primera edición de su texto en diciembre de 1997, me llevó a sostener varias conversaciones en torno al tema y al tono apocalíptico de su título.
“Es un análisis sobre cómo, con la ayuda de las nuevas tecnologías, se está preparando algo nuevo que pueda superar con ventajas el modelo de periodismo que nosotros estamos viviendo todavía. Viejo y nuevo periodismo, periodismo del futuro; éstos son los campos en que se mueve la reflexión crítica de mi libro”, apuntó, como en la solapa del mismo, el prestigiado académico.
En efecto: no se trata de un diagnóstico pesimista ni de un pronóstico sobre el final de a labor informativa en sí, que no va a terminar nunca, sino sobre las innovaciones cada vez más aceleradas que van haciendo realidad el vaticinio de Marhsall McLuhan sobre la “aldea global”, y que escriben un antes y un después en el periodismo en general.
Acababa de ser difundido El mundo digital, de Nicolás Negroponte, que no anunciaba el futuro sino que puntualizaba que el futuro había llegado ya. Por tanto, Martínez Alberto, con cierto tinte derrotista, se aventuró a señalar en su libro que llamaba “ocaso del periodismo” al fin de la era de papel por la revolución que implicaba la aparición de nuevos soportes, y también a la muerte del periodismo escrito para el reinado del periodismo audiovisual.
A mi llegada a Madrid tal era el panorama que se vislumbraba en la enseñanza del periodismo, pues la producción de manuales sobre tan novedoso tema en España no había sido más tardía que, por ejemplo, la producida en inglés, tanto en otras partes de Europa como en Estados Unidos, ya que El periodismo electrónico y Medios de comunicación en Internet, respectivamente, aparecieron en la editorial barcelonesa Ariel en 1996 y en Anaya Multimedia de Madrid en 1997, a cargo de Javier Díaz Noci y K. Messo, mismos autores que en 1999 produjeron Periodismo en Internet, en Bilbao, dentro del Servicio Editorial de la Universidad del País Vasco.
Así fue como, de pronto, me enfrenté a todo lo que tenía que ver con la comunicación digital que, en pleno aterrizaje del milenio y en los albores de un nuevo siglo era una realidad palpable en un país de la Europa occidental o, si se prefiere, de la Unión Europea, que tiene la tradición más larga en enseñanza e investigación en periodismo.
La consigna de los profesores era que los alumnos estuviéramos preparados para lo que se esperaba como aluvión dentro de la carrera, al quedar atrás en diciembre de 1982 el Arpanet y el primer servidor en 1991, porque si Macintosh había sacudido al mundo en 1984 con la 128K y el uso del ratón, así como la ejecución de comandos en la pantalla a través de ventanas, también era un presentimiento de que vendría algo más novedoso después de la aparición de internet en 1993, cuando Marc Andreesen, fundador de Netscape, convirtió a ésta en medio de prensa a través de la versión 1.0 en diciembre de 1994.
Ahora sabemos cuánta razón había en esas conjeturas optimistas al ver cómo el primer navegador puso en órbita a los usuarios, abriendo nuevos canales que han modificado poco a poco el panorama informativo como ocurrió en 2008, cuando el genio norteamericano Steve Jobs comercializó el iPhone3G y luego, en 2010, el primer iPad, obligando a otros a competir en la producción de herramientas de alta tecnología.
Con el surgimiento de Facebook y Twitter, más otras redes sociales, también quedó atrás la anécdota de los diarios estadunidenses The Chicago Tribune y San José Mercury Center de ser los primeros en reproducir sus páginas en 1992 y 1993 en American On Line (AOL), así como el hecho de que el segundo inició en 1995 la edición específica para la red de redes. Hoy, las nuevas tecnologías ya están absorbiendo a los tradicionales lectores de papel y a diarios como el prestigioso The Christian Science Monitor, de Boston que, a pesar de sus cien años en el mercado, a fines de 2008 decidió dejar de publicar su edición diaria, concentrándose en su audiencia en internet, y dejó sólo una versión tipo revista en papel los fines de semana.
International Data Group también inició poco a poco, desde 2007, su migración redituable a Internet, con el beneplácito de sus clientes, en vista de que sus ingresos por publicidad en la red empezaron a rebasar sus ganancias en medios impresos que tratan temas de alta tecnología.
Quizás el español José Luis Martínez Albertos, a sus casi 80 años, siga tomando nota de los cambios que predijo en su libro El ocaso del periodismo, pero no ha sido solamente él quien se ha aventurado a señalar tal fecha como fin de los diarios de papel, pues Jeff Jarvis también tituló “Los periódicos en el 2020” uno de sus trabajos del año 2005 en que señaló: “La tecnología, lejos de ser una amenaza, puede convertir a los periódicos en algo nuevo y con un costo más bajo”.
Al buscar respuesta a la pregunta: ¿cómo serán los periódicos en 2020?, Jeff Jarvis cita a Jeffrey Cole, del Centro para el futuro digital de la Escuela de Annenberg de la Universidad Southerm en California, quien concluye de su última investigación sobre el uso de internet que los jóvenes que en esa fecha tendrán entre 25 y 38 años de edad, “nunca habrán leído un periódico de papel”.
También Phil Meyer en su libro El periódico que desaparece, si la tendencia actual continúa, el último diario norteamericano de papel se publicará en 2040.
Profesor en la Facultad de Comunicación de la UANL. Doctor en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid.
BOTICA R180 / El Grito / ¿Odio a los periodistas? / Simulación / Chiapas, estado Azteca / Dos
BOTICA R180
Por Jorge Meléndez Preciado
El Grito
En la celebración más importante del país, el Grito de Independencia, Felipe Calderón se despidió con un rictus de amargura, entre una llovizna que vacío el Zócalo y ante la protesta de miles de ciudadanos. Las televisoras y varios medios impresos ignoraron los reclamos, y mostraron, nuevamente, que la consigna de 1968 está presente: “Prensa vendida”. Además, la misiva de Javier Corral sigue causando escozor en la familia del ejecutivo, tanto que Juan Ignacio Zavala, el hermano de Margarita, llamó “miserable” al legislador que batalla por abrir los medios de difusión. Por si fuera poco, Enrique Peña Nieto no aceptó la invitación a la Plaza de la Constitución, porque seguramente sabía de las inconformidades que se presentarían. Y es que al grito de ¡Viva México!, la multitud, en diversos lugares, coreaba “Sin PRI”. Los #YoSoy132 estuvieron presentes en muchas partes. Lo mismo en Vancouver, Canadá, que en Berlín, Alemania, y en otras ciudades del extranjero. En Puebla, detuvieron a 70 personas y golpearon a dos, algo que va siendo común en el gobierno de Rafael Moreno Valle. Y es que hay oposición al resultado de las elecciones, a los cientos de miles de asesinatos en casi seis años, a la situación de miseria que aumenta, a la falta de oportunidades a los jóvenes, a la antidemocracia que vivimos en medio de una partidocracia, a la entrega del país a las transnacionales, a la dependencia mayor a Estados Unidos, a la depredación del patrimonio nacional, etc. Por lo tanto, no es una calentura de muchachos sino la indignación contra el neoliberalismo y sus lacayos. Dice bien el sarcástico Magú en su cartón del 17 de diciembre (La Jornada), Calderón tal vez quiera irse a la finca de López Obrador: “La Chingada”. Excelente la recreación de Jesusa al grito de Edward Munch.
¿Odio a los periodistas?
Peña Nieto ya dio muestras de lo que nos espera a los tecleadores. Censura, represión y marginación. Si lo primero fue sacar a Pedro Ferriz de un medio y lo segundo agredir en un acto a García Soto, ahora la nueva medida es aislar a los informadores y evitarles acercarse a las reuniones de Enrique. Lo anterior quedó muy claro en una nota de Martha Anaya (24 horas) y en la columna Rozones de La Crónica. Mientras se insiste que el siguiente gobierno tendrá apertura y acercamiento con todos, meten en una burbuja al priista. Además, hay versiones que en algunos medios hay compra de espacios de manera soterrada. El viejo PRI aquí está.
Simulación
Más de una veintena de organizaciones no gubernamentales, entre ellas la Casa de los Periodistas, se retiraron del mecanismo para darle cuerpo a la defensoría de los informadores. Ello porque, como siempre, la secretaría de Gobernación no transparentó la forma de elegir a los ciudadanos, se marginó a los compañeros de los estados e incluso la CNDH no facilitó las “condiciones para el diálogo constructivo”. Una prueba más que no hubo en 6 años el menor deseo de castigar a quienes asesinaron a decenas de compañeros, secuestraron a otros y llevaron a cabo agresiones múltiples contra diversos medios. Claro, de Felipe para abajo dirán ahora que hubo amplia libertad de información y México es casi el paraíso. Ja, ja.
Chiapas, estado Azteca
Luego de descubrir los manejos retorcidos de Juan Sabines para dejar en manos de Tv Azteca grandes negocios y casi escriturar Chiapas, se armó la grande. Lo peor es que el sucesor, Manuel Velasco, sigue el guión de Juan. Dejar una deuda exorbitante para que gane la empresa Dragón, hacer senador a Luis Armando Melgar (canal 40) y más es una política facciosa.
Dos
En una reciente entrevista, el políglota Ernesto de la Peña dijo que deseo conocer muchos países, aunque sus más de 100 kilos no le permitían caminar mucho, por lo que luego de unas cuadras se sentaba en sus periplos a beber, comer y chalar, otros de sus gustos; hombre genial que en el Imer nos enseñaba a conocer de música y religiones. Guerreros de Tamoanchan de Benjamín Nava (Gobierno de Morelos) es una excelente versión mítico- literaria de la Revolución Mexicana en la mencionada entidad; Zapata y muchos otros rebeldes vistos sin maquillaje y el rescate de las tradiciones populares.
jamelendez44@gmail.com
El periodismo del futuro es hoy
“Estoy furioso porque todo el mundo sigue hablando del gran futuro del mundo digital como si fuera a pasar dentro de diez años. Y no es así. Ya está aquí y el pelotón va 20 kilómetros por delante”.
Con estas palabras presenta Julio Cerezo, director de Evoca Comunicación, el libro El futuro del periodismo. La cita fue pronunciada por un emprendedor de la industria de los videojuegos, pero vale igual para el periodismo.
La obra ofrece artículos que analizan el surgimiento de nuevos trabajos periodísticos, la importancia de la creación de una marca digital, el entorno de los medios personales y diagnósticos sobre el futuro de la prensa. Colaboran autores como Gumersindo Lafuente, Ramón Salaverría y Silvia Cobo. Imprescindible para mantenerse con un pie en el presente y otro en el futuro.
Cerezo, Julio (Director), El futuro del periodismo. Cuadernos de comunicación Evoca, Evoca, Madrid, 2012, 46 p.p.
Cultura, cine y medios de comunicación: ¿omisiones de Peña Nieto?
Por Claudia Benassini
Hace aproximadamente dos semanas Enrique Peña Nieto presentó a su “equipo de transición”. Integrado por un numeroso grupo seguramente de cercanos, sus datos y responsabilidades fueron dados a conocer a través de los medios de comunicación. De todo un poco, desde priistas identificados con las prácticas más rancias del partido, o hijos de quienes estuvieron en el escenario político años atrás, o nuevos personajes –la mayoría mexiquenses- y los que desde ese momento han estado en el ojo del huracán, por su procedencia de otros partidos y las preguntas que genera su presencia en este equipo. El día de la presentación Peña Nieto hizo notar que este equipo no necesariamente se convertiría en el próximo gabinete; no obstante, los analistas políticos han aventurado el escenario de que al menos una parte de este equipo se integre al gabinete definitivo del priista.
Desde el principio llamó la atención de los observadores que no hubiera un representante directo que se responsabilizara del escenario de la cultura durante el próximo sexenio. Primero a través de las redes sociales, después algunos analistas mostraron su extrañamiento a través de espacios de opinión en prensa, radio y televisión. Las primera hipótesis adelantaban que esto sería producto del poco interés de Peña Nieto por la cultura, y muchos evocan el ya trillado episodio de noviembre del año pasado en el marco de la FIL de Guadalajara. Dicho de otra manera, los expertos en la materia han aventurado pocas explicaciones sobre la ausencia de un responsable de la cultura en el equipo de transición de Enrique Peña Nieto.
En este contexto, al menos indirectamente ligado a este vacío está el cine. Recordemos que en tiempos de campaña intelectuales, cineastas, actores y en general personajes del gremio se hicieron presentes para dialogar con los candidatos y presentarles sus necesidades –sobre todo económicas- para impulsar un cine mexicano de calidad. Un trabajo que se viene haciendo desde hace muchos años, siempre con menos recursos que los previstos y siempre también con la expectativa de que el próximo gobierno –siempre el próximo gobierno- otorgará más presupuesto para el desarrollo de la industria. La realización de un mayor número de proyectos que se exhiban tanto en México como en otras partes del mundo, que representen a nuestro país en festivales quizá no necesariamente sería producto de un mayor presupuesto. Personalmente pienso que sí, puesto que de él depende al menos en parte la calidad de una parte del resultado final. También sería necesario –entre otras cosas- mantener viva la Cineteca
Nacional, salvaguardar sus archivos, continuar con la enseñanza y la investigación en la materia y otras actividades que, repito, se han hecho desde hace años aunque con un presupuesto menor al requerido para mejores resultados.
Y de aquí pasamos, irremediablemente, a la radio y la televisión. Son innegables los logros alcanzados por el Instituto Mexicano de la Radio (IMER) y Radio Educación, también desde hace varios lustros. Logros que van desde una programación de mayor calidad en todos los géneros, un mayor acercamiento a las audiencias y el mejoramiento tecnológico de sus recursos. Gradualmente, sobre todo Radio Educación, ha entrado con el pie derecho a la digitalización; el IMER lo ha hecho más lentamente, sobre todo porque se trata de una estructura más compleja que abarca un conjunto de estaciones. Adicionalmente, el Instituto está conformado por algunas estaciones que transmiten en amplitud modulada; de hecho, debería estar en la lista de grupos radiofónicos para recibir las estaciones combo. Un proceso que se inició hace más de un año y que hasta ahora ha beneficiado a los concesionarios de la industria, no a los permisionarios. Desde luego, para consolidarse, las radios públicas requieren de mayor presupuesto y de una planeación estratégica que les permita alcanzar sus logros en los tiempos predeterminados.
Un escenario similar se presenta en la televisión. De nueva cuenta, durante los últimos años hemos visto contenidos de mayor calidad sobre todo en el Canal 11. Pero no ha estado exento de decisiones unilaterales en materia de cambios en la programación y de la inclusión de espacios que han sido tema de debate, porque no necesariamente estarían adecuados a los objetivos de un medio público. En contraparte, espacios como el de Cristina Pacheco lograron conservar su horario frente a una arbitraria toma de decisiones, debido en parte por los reclamos de su audiencia. Canal 22 está en una situación similar, aunque de pronto da la impresión de que todavía no alcanza una personalidad propia. Esta opinión no necesariamente se relaciona con la calidad de los contenidos sino con las características de los mismos. Por razones que rebasan los objetivos de este trabajo, Canal 22 ha sido objeto de mayores críticas que el 11, por lo menos recientemente, y muchos critican las características de sus contenidos. Estas observaciones resumen de manera apretada los logros y lo que queda por hacer en materia de digitalización y, nuevamente, de acceso a mayor presupuesto para la consecución de sus objetivos.
Finalmente, está el grupo de radiodifusoras y televisoras públicas identificadas como “La Red”. Ahí se concentran no sólo los medios arriba citados sino también los que se organizan en los Sistemas Estatales de Radio y Televisión –adscritos a cada estado de la República-, el Canal del Congreso y algunas estaciones de radio y televisión universitarias públicas –como la UNAM- y privadas. Todas ellas con necesidades similares a las arriba descritas. En La Red están presentes el Canal del Congreso, Satmex y el Canal Judicial, adscritos a otras instancias gubernamentales con una situación diferente. Una última reflexión sobre los medios públicos de refiere a la importancia de la continuidad en los proyectos. Esto se relaciona con la planeación estratégica arriba citada, que conduzca a la obtención de logros a corto y mediano plazo, no necesariamente sujetas a las veleidades del gobierno en turno, y sí orientadas a una mejor programación y a una relación más estrecha con las audiencias.
Hasta aquí una rápida reflexión sobre la cultura, el cine, la radio y la televisión. Su propósito no ha sido agotar el tema y sí presentar un esbozo de la situación en que se encuentran. Todo esto en el marco de la ausencia de un responsable directo en el gabinete de transición de Enrique Peña Nieto. Desde luego, la relevancia de cada uno habla por sí misma y es probable que los lectores de este texto puedan completar las omisiones, más involuntarias que deliberadas. En este contexto, no faltarán quienes señalan que estos campos forman parte de tal o cual coordinación o vicecoordinación. Esta posibilidad no hace más que refrendar la poca relevancia mostrada por el próximo gobierno por campos fundamentales para el desarrollo intelectual de los creadores y de la sociedad mexicana en general.
Viernes
La política en tacones
Por Pilar Ramírez
Hace pocos días Mayela García, incansable luchadora por los derechos de las mujeres, hizo un comentario en las redes sociales cargado de impotencia: “El día de hoy acompañamos a Blanca, mujer de 40 años, quien por razones de pobreza y exclusión no sabe leer ni escribir, violentada por su pareja durante años, finalmente tuvo que huir de su domicilio para salvar su vida. Ayer su hija de 16 años murió de leucemia, su ex pareja realizó gestiones en el hospital para que no se le permitiera la entrada y entregaron el cuerpo al padre. Blanca no pudo ver a su hija, pero su amor de madre es tal que logró saber dónde se encontraba el cuerpo de la pequeña. La tristeza y la indignación son tan grandes que no caben en el corazón”.
A menudo, en este espacio se ha comentado el problema de la violencia contra las mujeres, es también tema recurrente en notas periodísticas de los medios escritos o electrónicos, sin embargo, sólo nos acercamos realmente a él cuando adquiere un nombre, un rostro o una historia. Sólo percibimos con nitidez la violencia que a diario padecen muchas mujeres como Blanca cuando nos enteramos de su historia, porque es hasta entonces que podemos imaginar el maltrato que tuvo que padecer y los límites a los que llegó la violencia para orillarla a tomar la decisión de huir del hogar como un acto de sobrevivencia. A la soledad, la pobreza y la desesperanza se sumó el dolor de sufrir la muerte de su hija, acrecentado por la imposibilidad de acompañarla en el final de su vida. Su ex pareja le asestó un golpe adicional a los muchos que ya le había dado, y quizá más cruel, al impedirle despedirse de ella y sepultarla.
Lamentablemente hay muchas Blancas en todo el país. Pese a los cambios legislativos, la violencia en contra de las mujeres va en aumento y se recrudece en zonas rurales e indígenas. Reportes oficiales señalan que persiste la violencia física, sexual y económica, pero también va en aumento la violencia psicológica porque “es la que no deja huella ni marcas físicas”.
Con frecuencia, las mujeres sufren doble violencia: a manos de sus agresores y por parte de las autoridades encargadas de impartir justicia. Un caso reciente que está en los medios es el de Karen Joanna Sánchez, la joven estudiante de la UNAM asesinada por asfixia por un “amigo” y en cuyo caso la ministerio público (es una mujer) se niega a reconocer el delito como un feminicidio. Este tecnicismo legal, aparentemente inofensivo, haría una gran diferencia en el castigo para el asesino, pues si se juzga sólo como asesinato la pena sería de 30 años, mientras que si se determina que fue un feminicidio cometido por un agresor que tenía con la víctima una relación afectiva o sentimental el castigo podría alcanzar 60 años de cárcel. Lourdes Cruz Pérez, la agente del Ministerio Público asignada al caso dice simplemente que “no está convencida” de que se trate de un caso de violencia feminicida, a contrapelo de lo que señalan los hechos y lo que estipula el protocolo correspondiente a la investigación de estos casos y puesto en vigor desde 2011 en el Distrito Federal.
En otros casos, a la doble violencia se suma el escarnio, como ocurrió hace pocas semanas a dos mujeres del municipio de Tonalá, en el estado de Jalisco. A consecuencia de un altercado fueron detenidas por policías municipales, quienes las golpearon desde el momento de la detención; antes de llegar a la comisaría se detuvieron en un terreno solitario para golpearlas, acallaban sus quejas con amenazas de violación. Una vez que llegaron a la estación de policía continuaron los golpes, lo cual fue grabado por otro policía con un celular y el video se subió a internet.
¿Qué es el poder? se pregunta Giovanni Sartori y responde que el poder es una relación: “un individuo tiene poder sobre otro porque le obliga a hacer lo que de otra forma no haría. Robinson Crusoe, solo en la isla donde naufragó, mientras esté solo no tiene ningún poder, únicamente lo adquiere cuando llega Viernes”.
En la desigualdad de género, históricamente a las mujeres les ha tocado ser Viernes, muchas veces ellas mismas no logran reconocerlo. Va siendo hora de que quienes sí lo vemos contribuyamos a ponerlo de manifiesto, a hacer visible esa relación de poder abusivo. Hoy existen recursos legales para enfrentarlo, pero es necesario que las mujeres por sí mismas o con ayuda aprendan a exigir sus derechos, especialmente el de vivir sin violencia. Cuando veamos a mujeres como Blanca dispuestas a sufrir menos y con la resolución suficiente para confrontar a su victimario habremos dado un buen paso. Esa determinación sólo llegará cuando las mujeres perciban verdaderamente el respaldo institucional, cuando haya menos ministerios públicos como Lourdes Cruz y cuando el sistema de impartición de justicia no admita a policías como los de Tonalá.
ramirez.pilar@gmail.com
Formación de comunicadores multimediáticos
- Escenarios, reflexiones y preguntas obligadas.
- El desfase entre los planes de estudio de las instituciones de educación superior y la práctica de la profesión se ha convertido en una constante a lo largo de los años.
- «Independientemente de las futuras propuestas curriculares de las escuelas de comunicación, deben orientarse hacia acciones pedagógicas creativas y críticas de los medios incluyendo internet», dice Caridad García.
Por Caridad García Hernández
Publicado originalmente en RMC 131
Hoy resulta fundamental orientar a los futuros profesionales de la comunicación hacia una reflexión más profunda sobre un campo donde pueden convivir distintas formas de procesar, interconectar y retroalimentar información; donde conviven distintos intereses políticos, económicos y socioculturales; donde el público es una multiplicidad de identidades; donde la manera de elaborar mensajes no puede responder a patrones preestablecidos y aprendidos con anticipación, como maneras simplistas de encasillar información y opiniones; donde lo escrito y lo oral pueden encontrar momentos de convivencia sin necesariamente entrar en competencia.
Desde su nacimiento, la ciencia de la comunicación ha tenido grandes responsabilidades entre sus manos. En cada etapa histórica, los comunicadores han jugado roles como informadores, líderes de opinión, productores de bienes culturales, traductores o intérpretes, por mencionar los más éticos, pues también ha sido acusado –y con justa razón– de todo lo contrario.
El acelerado avance tecnológico en materia de comunicación y la íntima relación del campo comunicativo con el espacio social y otros campos como el político, el económico y el cultural, han obligado a la constante relación entre los comunicólogos y los comunicadores sobre la práctica profesional1, así como sobre los procesos de producción y distribución de bienes simbólicos. Esto ha reconfigurado los bordes del campo de la comunicación y necesariamente sucede los mismo con los programas curriculares y las prácticas pedagógicas desarrolladas hasta ahora en las escuelas de comunicación.
De estas últimas se espera que jueguen un papel central en toda la dinámica de reajuste y cambio cultural, pues representan el punto de partida pero también de llegada de una espiral de experiencias, necesidades, propuestas… especialmente si se considera a la institución escolar como el engranaje básico de la sociedad.
Sin embargo, el desfase entre los planes de estudio de las instituciones de educación superior y la práctica de la profesión se ha convertido en una constante a lo largo de los años. Hoy en día se sigue considerando que la comunicación atraviesa por una etapa crítica, caracterizada por la concentración de los medios masivos en corporaciones multimedia, identificables además como grupos económicos dominantes mundialmente y la pérdida de credibilidad, producto de su inclinación hacia el periodismo-espectáculo, con todas sus implicaciones.
En consecuencia, la comunicación por Internet no es más alentadora, pues los comunicadores no han sido capaces de generar diferentes procesos de comunicación con características y cualidades distintas, distinguidos por su organización en redes flexibles pero inestables; colectivas pero individuales; virtuales pero reales, construida –de acuerdo con Castells– por un sistema de medios “omnipresentes, interconectados y diversificados, y por la transformación de los cimientos materiales de la vida, el espacio y el tiempo, mediante la constitución de un espacio de flujos y del tiempo atemporal”.
En la incursión por la red a través del mundo, la mirada en la formación académica de comunicadores multimediáticos debe tener en el ángulo que no se trata exclusivamente de otro medio de comunicación más –tal y como hasta ahora han considerado las grandes corporaciones de medios masivos–, sino como una probable forma de organización social que pretende la globalidad y se extiende por el planeta entero, tal y como en el siglo XX lo logró el capitalismo industrial y el estatismo. Entonces, al igual que ahora, el sacudimiento cultural fue de grandes proporciones: se favoreció la desigualdad social y económica, se explotó la esperanza y la codicia. En ese nuevo mundo, la comunicación jugó un rol fundamental a la par de los grupos de poder produciendo y reproduciendo la cultura socialmente legítima.
Hoy día de nueva cuenta las cosas han cambiado. En el campo de la comunicación las cosas tienen que cambiar. El perfil académico y profesional del comunicador es blanco de fuertes presiones antagónicas. Por un lado, siguiendo a Castells, una sociedad cuya comunicación es el medio de enlace entre la vida política y cultural, obligada a atender la globalidad y el cosmopolitismo, en busca de una individualidad cultural amenazada por fuerzas tecno-económicas. Y por otro lado, de acuerdo con Martín-Barbero, está el hecho de que, día a día, las empresas comunicativas pierden su perfil político-cultural, transformándose en grandes conglomerados económicos para los cuales el rating es el negocio.
En medio de estas tensiones se visualiza a las escuelas de comunicación como receptoras sensibles de las condiciones que actualmente presenta el campo de la comunicación en la formación de cuadros de profesionistas capaces de interpretar las posiciones objetivas en su entorno profesional y las formas de posicionarse en él.
La educación superior de comunicadores se desarrolla en un microcosmos donde el planteamiento fundamental es encontrar la manera de insertar a la escuela en un escenario comunicativo que igualmente represente, sostiene Martín-Barbero, “experiencia cultural, entorno informacional y espacio educacional difuso y descentrado”, y a la vez continuar con la tarea académica de aprendizaje del saber, desarrollar la disciplina de la reflexión y la responsabilidad que implica el análisis y la crítica, sin que nada de ello signifique renuncia a la creatividad.
Siguiendo a Martín-Barbero, cabe reflexionar en dos vías, una de ida y otra de vuelta. La primera es plantearse los retos de la educación a raíz de los cambios en la tecnología; y la segunda, repensar sobre cuál sería la educación que encuentre cabida en el escenario de los medios.
Las tecnologías de la información y la comunicación representan para la escuela el reto de llenar un vacío cultural entre lo que enseñan los profesores y el entorno en el que los alumnos aprenden. Los mecanismos de socialización entre los jóvenes universitarios son distintos al estar marcados por la presencia de Internet a través de la cual se transmite y circula el saber. Pero también constituye un dispositivo de identificación y expresión de pautas de comportamientos, estilos de vida y patrones de preferencias.
A semejanza de lo sucedido con los comunicadores, los educadores han visto en internet una simple herramienta de modernización técnica que ha sido básicamente utilizada para cubrir una mayor difusión en la transmisión de contenidos educativos; para darle una imagen tecnologizada a los contenidos y para amenizarlos, pero cuyo trasfondo cultural, que define objetivamente la cultura, sigue intacto. Queda claro que esa es la orientación de los intereses objetivos y simbólicos de los grupos dominantes.
Lo realmente esperado es que las escuelas de comunicación, al margen del acostumbrado papel reproduccionista de las instituciones educativas a nivel superior, consideren la necesidad de entrar en relación con la experiencia que significa este proceso de ajuste y campo cultural como elementos estructurales en la composición del campo de la comunicación, donde –coincidiendo con Martín-Barbero– se observa desterritorialización de identidades, hibridación entre las ciencias y el arte, combinación de distintos tipos de lecturas (escritura y audiovisuales), pues ahí es donde se fincan las posibilidades del comunicador multimediático en la práctica profesional.
Sumergirse en el espacio de la Internet obliga a la educación, antes que nada, a romper con el modelo tradicional de transmisión del saber mediante la memorización para la reproducción. Por el contrario, el profesor ya no es el único depositario del conocimiento y, por lo tanto, será desprovisto de la legitimación por parte del sistema como autoridad de la materia; en un escenario ideal tendría que adoptar el rol de orientador, instructor, guía, facilitador, colaborador… Mientras los alumnos a su vez, de ser receptores de información, a través de internet tendrán en sus manos la posibilidad de construir conocimiento.
Esto implica que las escuelas de comunicación en particular, se adecuen a las nuevas condiciones del campo, a raíz de la introducción de las tecnologías de la información y la comunicación en busca de modelos educativos que permitan al alumno conceptualizar a la comunicación en un sentido más amplio, más allá de los medios como mecánicos instrumentos de masificación, conformismo y consumismo.
Hoy resulta fundamental orientar a los futuros profesionales de la comunicación hacia una reflexión más profunda sobre un campo donde pueden convivir distintas formas de procesar, interconectar y retroalimentar información; donde conviven distintos intereses políticos, económicos y socio-culturales; donde el público es una multiplicidad de identidades; donde la manera de elaborar mensajes no puede responder a patrones preestablecidos y aprendidos con anticipación, como maneras simplistas de encasillar información y opiniones; donde lo escrito y lo oral pueden encontrar momentos de convivencia sin necesariamente entrar en competencia, y como dice Martín-Barbero: “aprovechar tanto la oralidad como experiencia perceptiva y expresiva del mundo, como esa otra cultura de la visualidad electrónica”.
Pero ¿cuál es la percepción de las escuelas de comunicación sobre el panorama abierto de las tecnologías de la información y la comunicación en el campo de la comunicación? ¿Realmente experimentan un proceso de adecuación ante las múltiples reflexiones que en voz alta han planteado los pensadores de la comunicación? Y en dado caso, ¿cómo incorporar a las escuelas de comunicación en esta compleja realidad? ¿Qué acciones pedagógicas han emprendido las escuelas de comunicación en la formación de cuadros profesionales? Por lo tanto, ¿qué tipo de entramado teórico-práctico proponen los planeadores curriculares en comunicación para la generación de planes de estudio que formen académicamente a comunicadores con una visión multimediática?
Estas preguntas llevan a pensar que, independientemente de las futuras propuestas curriculares de las escuelas de comunicación, deben orientarse hacia acciones pedagógicas creativas y críticas de los medios incluyendo internet, de tal manera que el modelo educativo pueda transitar de lo concéntrico, lineal, interesado en la adición de asignaturas como bloques de conocimiento hacia otro modelo más abierto, plural, propositivo y hasta impredecible, donde el encuentro entre la lectura del texto y del hipertexto permita a los estudiantes reflexionar sobre la importancia en la evolución de la lectura.
Por supuesto deberá ser entendida como el acto de penetrar en la información, procesarla y hacer uso de ella como conjunto de nudos (palabras, páginas, imágenes, gráficos, secuencias sonoras y documentos complejos), relacionados por conexiones de tipo reticular no lineales, y donde la mayor parte de las veces la lectura se transforma en escritura, enmarcada en un ecosistema socio-comunicativo. Un ejemplo paradigmático de ello es el papel que jugaron las redes sociales en materia de elecciones (entre otros ejemplos). Vimos durante el proceso electoral 2012 cómo los usuarios (mayoritariamente los jóvenes universitarios) se apropiaron del medio, dándole usos comunicativos distintos: desde meramente informativos o canales de opinión, hasta retablos iconográficos donde se mezclan informaciones, argumentos, expresiones coloquiales y registros visuales. Particularmente este ejemplo es digno de mencionarse pues constituye la síntesis de un verdadero sistema comunicativo que ha culminado, como hemos sido testigos, en manifestaciones en diferentes plazas públicas del país y en movilizaciones políticas.
Dicho entorno hace pensar, ahora más que nunca, en la estrecha relación entre el educador y el comunicador. Y esto no implica la desaparición del educador, sino la evolución de su perfil como comunicador capaz de plantear problemas, diseñar procesos, formular preguntas, estimular curiosidades y coordinar el trabajo colaborativo de sus alumnos sistematizando y organizando experiencias.
Las escuelas de comunicación tienen ante ellas un desafío más: formar académicamente comunicadores multimediáticos cuyo futuro se finca en la capacidad presente de integrar una serie de habilidades que les permitan incorporarse a un campo social-profesional, que en el caso particular del espacio cibernético, conjunta una estructura que a su vez conforma a quienes actúan ahí; la generación de un sistema de valores y de formas de ver acordes a las condiciones del campo; la presencia de agentes sociales en lucha por ampliar su margen de dominio, además de las características y condiciones propias del medio, y del intercambio simbólico inherente a los procesos de comunicación como producto de amplios y complejos fenómenos socioculturales.
Nota
1) Para este breve análisis, la práctica periodística se considera como una de las posibilidades de la comunicación. Por lo tanto, cuando se hace referencia a la comunicación como campo, incluye al periodístico y en general, a la producción de mensajes y a la interpretación de procesos comunicativos.
Referencias
Castells, M. (2001). La era de la información. El poder de la identidad. Vol. II. México: Siglo XXI.
———(1999). La era de la información. La sociedad en red. Vol. I. México: Siglo XXI.
Fernández Hermana, L.A. (2000, 28 de noviembre). Periodista multimedia. En Enredando, nº 243. Recuperado de http://www.enre dando.com.
Fernández Hermana, L.A. (2000, 5 de diciembre). Las 6W+2H de los nuevos medios. EnEnredando, nº 244. Recuperado de http://www.enredando.com.
García, C. (2004). La formación académica del comunicador multimediático en la era informacional en México (Tesis doctoral). Universidad Nacional Autónoma de México, Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, México.
Martín-Barbero, J. (2001, abril-julio). Los oficios del comunicador. En Renglones, año 16, nº48, pp. 5-22.
Doctora en Ciencias Políticas y Sociales con orientación en Comunicación. Profesora investigadora del Departamento de Ciencias de la Comunicación de la UAM Cuajimalpa. Coordinadora de la Licenciatura en Ciencias de la Comunicación. Integrante de los grupos de investigación en “Comunicación educativa”, del cuerpo académico y de “Comunicación educativa y divulgación de la ciencia”.
Los medios y la opinión pública
Juego de ojos
Por Miguel Ángel Sánchez de Armas
En una entrega anterior de JdO abordé el caso de Watergate como caso de estudio sobre la relación entre los medios de comunicación y el Estado. La columna de hoy es una continuación y complemento de aquélla.
En 1922, a los 32 años de edad, Walter Lippmann publicó Opinión Pública, uno de las más sugerentes y futuristas reflexiones sobre el papel que juega la prensa en la sociedad moderna.
En esta obra Lippmann sostiene que cada individuo construye una realidad en la que se siente seguro, pues como especie somos criaturas no sólo de razón, sino de emociones, hábitos y prejuicios. Así, donde una persona ve una selva virgen, otra puede distinguir una reserva de madera lista para su comercialización. A esto le llamó el pseudoambiente que se construye a partir de informaciones y datos que se asimilan de otras personas, del cine, de los medios y de fuentes diversas, para conformar un sistema de creencias y valores. Así, sin un conocimiento personal de los acontecimientos, los integrantes de una audiencia contrastan las informaciones que les sirven los medios y asimilan aquellas que no entran en conflicto con los valores y creencias de su pseudoambiente.
Esta propuesta fue como un torpedo en la línea de flotación de las teorías en boga en la época, que sostenían que los miembros de una sociedad eran individuos maduros y responsables, ciudadanos “omnicompetentes” capaces de asumir posturas y actuar en consecuencia (en las urnas, por ejemplo) a partir de la información que les era servida por los medios: la teoría de la “aguja hipodérmica”. La noción de que hay un público que se moviliza a partir de ciertos hechos es una abstracción. El único público significativo es aquel directamente en contacto con los hechos.
Lippmann llegó a la conclusión de que la cultura impone estereotipos que los individuos asimilan puesto que dan seguridad en un mundo que de otra manera sería amenazante. Y de ahí dedujo que en lo que respecta al proceso de toma de decisiones, estos estereotipos determinan nuestro juicio del mundo, de tal suerte que las percepciones del ciudadano medio sobre los hechos que afectan a la sociedad pueden en realidad ser verdades a medias, y lo que cree datos duros no más que juicios que pasan por el tamiz de sus estereotipos y prejuicios, lo que explicaría que mientras que casi todos están dispuestos a aceptar que hay más de un punto de vista ante ciertos asuntos, casi nadie piensa que haya dos versiones de lo que asume como la realidad.
En el ejemplo de un conflicto social (una movilización violenta para destituir a los poderes establecidos, por ejemplo) el público real estaría integrado por los militantes de las diversas organizaciones en movilización, los miembros de los gobiernos local y nacional responsables de la solución del conflicto y eventualmente las fuerzas del orden. El resto de la población, informada a través de los medios, fija una postura ante los eventos a partir de su propio conjunto de creencias y valores reforzada por los medios que no entran en conflicto con su visión particular del mundo, pero no necesariamente se moviliza en un “movimiento de opinión pública” que sea el motor de las acciones que los actores involucrados tomen en el movimiento. A este público externo Lippmann llamó “El público fantasma”. Es equivocado creer que esta es una fuerza real en materia de asuntos públicos. Y si esto es cierto, entonces los problemas de la democracia no se corrigen con “más democracia” (p.ej. más participación electoral), sino con la transformación de las instituciones públicas.
En aquel momento de entreguerras el libro de Lippmann fue recibido con ambivalencia. Los estudios -y por lo tanto el conocimiento de los procesos sociales- tenían como principal referente el ideal democrático de los clásicos de la antigüedad. Se presuponía que el ciudadano, el individuo integrante de la polis, tendría un conocimiento de primera mano de los asuntos sobre los cuales debería tomar una decisión a través del voto. El problema ya entonces es que la máxima aristotélica de que el hombre es por naturaleza un animal político y por lo tanto los asuntos públicos, los de la polis, son consustanciales a la existencia humana, tiene una aplicabilidad sólo teórica en las poblaciones modernas, muy alejadas de la sociedad pequeña y homogénea -en lo cultural, en lo económico y en lo ético- de las ciudades de la Grecia antigua. En nuestras sociedades, con la posible excepción de algún cantón suizo, la mayoría de la gente es convocada a pronunciarse sobre asuntos de los que tiene un conocimiento de segunda mano y acerca de los cuales, por añadidura, aplica el tamiz de su condición étnica, económica, racial y social.
Otro ejemplo servirá para ilustrar el punto. ¿Cuál podría ser la postura de una ciudadanía responsable y consciente pero heterogénea llamada a un referéndum sobre el camino a seguir, por ejemplo, para participar o no en una alianza militar regional? Necesariamente la que no entre en conflicto con los valores, creencias y prejuicios previos de cada quien. El mundo se ha vuelto demasiado complejo para que un individuo pueda tener a mano toda la información relevante para tomar decisiones informadas. En esto somos como los habitantes de la cueva de Platón, testigos de sombras y perfiles e ignorantes de la realidad más allá de nuestro campo de visión.
Lippmann llegó a la única conclusión posible: la prensa no puede suplir a las instituciones políticas. Mejorar los sistemas de recolección y presentación de las noticias no es suficiente, pues verdad y noticia no son sinónimos. La función de la noticia es resaltar un hecho o un evento. La de la verdad, sacar a luz datos ocultos. La prensa, en una de las más afortunadas metáforas de Lippmann, es como un faro cuyo haz de luz recorre incesantemente una sociedad e ilumina momentáneamente, aquí y allá, diversos episodios. Y si bien éste es un trabajo socialmente necesario y meritorio, es insuficiente, pues los ciudadanos no pueden involucrarse en el gobierno de sus sociedades conociendo sólo hechos aislados.
Desde la aparición de Opinión pública, el papel que juega la prensa al interior de las sociedades y frente a las instituciones ha sido analizado por numerosas escuelas, entre ellas la de los “efectos limitados”, según la cual el poder persuasivo de los medios está condicionado por factores sociales, culturales o psicológicos; la de la cultura de masas que supone una adecuación de los medios a los fines; la de la manipulación comunicacional; otras basadas en la cultura del imperialismo o en la cultura popular; las que pretenden explicar cómo el individuo procesa los mensajes masivos; la teoría de la recepción, etcétera.
Una de las funciones de los medios consiste en socializar a las audiencias para que acepten la legitimidad del sistema político de su país. Conducirlos a aceptar los valores sociales predominantes, dirigir sus opiniones para que no socaven sino que apoyen las metas oficiales de política interior y exterior, y disuadirlos de una participación activa en política mediante la persuasión de que ésta, la política, es el terreno de especialistas y líderes comprometidos con el bien común.
En este contexto, los medios operan cual correas transmisoras de los valores del establishment para profundizar la creencia compartida de que el sistema político es bueno para la sociedad y que las instituciones gobernantes y los funcionarios poseen y ejercen correctamente el poder. La socialización política es el proceso por el cual los miembros de la sociedad adquieren normas, actitudes, valores y creencia políticas.
En esta labor de pedagogía política el uso de los símbolos es imprescindible. Los símbolos permiten lograr la unidad y la flexibilidad del electorado alrededor de una propuesta sin el requisito necesario del consenso. La lucha entre las fuerzas del bien y las fuerzas del mal, nosotros y ellos, la democracia y la dictadura, se encauza mediante símbolos fácilmente reconocidos y digeridos por las masas. En una campaña electoral, un candidato es capaz de colocar el tema del aumento al transporte urbano a la altura de los valores que Juárez defendió en su gobierno itinerante y por cuya vigencia mucha sangre se derramó durante la Revolución.
Al mantener en la conciencia colectiva ciertos temas, los medios les dan vigencia y orientan la discusión y la reflexión del electorado. Pero esta socialización funciona en dos sentidos y está vinculada al conjunto de valores, creencias y prejuicios de las audiencias. Cuando a mediados de 1972 la prensa introdujo y mantuvo Watergate en las noticias, la agenda pública no incorporó el tema de manera inmediata o significativa. En el caso de Vietnam, al comienzo del conflicto la opinión pública no sólo no estaba en contra, sino que parecía muy complacida por la firmeza del gobierno frente a la intransigencia norvietnamita. Cuando las circunstancias sociales y políticas de Estados Unidos cambiaron y se extendió por el país la noción de que el gobierno de Nixon había mentido sistemáticamente, la opinión pública fue más receptiva y entonces la prensa sí pudo incidir en la agenda pública y colocar en primer plano tanto a Watergate como a Vietnam.
Profesor – investigador en el Departamento de Ciencias Sociales de la UPAEP Puebla.
12/9/12
Tuit: @sanchezdearmas
Blog: www.sanchezdearmas.mx
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Sinergias mediáticas
Mirador Europeo
- El cambio de lo analógico a lo digital supone el camino pleno para la convergencia de medios, de contenidos y ofertas mancomunadas.
- El paso de lo analógico a lo digital ha producido los cibermedios, primero como una expansión natural y poco a poco con una definición y diferencia clara respecto de sus orígenes matriciales.
Por Mariano Cebrián Herreros
Publicado originalmente en RMC 131
Se avanza en la convergencia tecnológica, se multiplican los medios, se amplían los contenidos, se expanden y se hacen más complejos los tratamientos. Todo propende a una convergencia global de las comunicaciones. A su vez, las empresas de comunicación quieren estar presentes en todos los medios. Organizan unas estrategias para obtener el máximo rendimiento del mismo producto o vinculan productos próximos o los relacionan para incrementar los servicios a sus seguidores.
Y a no es el mero paso de lo analógico a lo digital o de unos soportes a otros, como del papel en la prensa al periódico digital. Es una transformación global en la que se ve sacudida la propia concepción de los medios tradicionales y del periodismo. Apenas surgen unos soportes o unos medios nuevos cuando a los pocos años aparecen otros que los superan, no sólo como innovación tecnológica, sino como prestaciones comunicativas. Tampoco se trata de sustituciones, sino de acumulaciones con lo cual se va produciendo una panoplia de medios que desborda los planteamientos de los tradicionales y nuevos hasta obligarlos a efectuar ajustes permanentes.
El cambio de lo analógico a lo digital supone el camino pleno para la convergencia de medios, de contenidos y ofertas mancomunadas. Pero no debe olvidarse que lo analógico y digital son dos procesos tecnológicos pues, aunque estén basados en lenguajes, se trata de lenguajes tecnológicos que no alteran las peculiaridades de los lenguajes expresivos.
Existe una convergencia tecnológica, pero se mantiene la divergencia en la percepción de la realidad expresiva resultante por parte de los usuarios. Ciertamente la escritura, los sonidos y las imágenes son sometidas al lenguaje digital, sin embargo el ser humano lo percibe analógicamente. La tecnología ofrece mayor calidad, otros tratamientos y convergencias entre ellos, pero al final del proceso la presentación corresponde a la forma humana de leer, escuchar y ver.
La digitalización aporta otros elementos y posibilidades que permiten trabajar de manera muy diferente a como se hacía tradicionalmente, lo cual repercute en los procesos comunicativos, en los contenidos y en las propias formas expresivas. Por esta vía está produciéndose fundamentalmente toda la transformación mediática y las consecuentes sinergias e interrelaciones.
Cada medio trata de incorporar también lo que antes era propio de los demás. Así puede apreciarse cómo la prensa tradicional remite a direcciones web para ampliar u ofrecer los documentos complejos de hechos, declaraciones, testimonios o incorporan los QR para que con un dispositivo móvil pueda acudirse a una información más amplia, a un vídeo, a un documento sonoro. Los periódicos digitales integran dentro o al final de las informaciones un enlace para acceder a uno o varios vídeos, a una galería de fotografías o a unos documentos sonoros sobre la noticia correspondiente.
A su vez, la radio, basada con anterioridad exclusivamente en documentos sonoros, ahora introduce en su web información escrita abundante sobre la propia emisora, programas y profesionales o de información general, así como vídeos propios u obtenidos de agencias o de los canales de televisión del grupo de comunicación al que pertenece la emisora. La televisión, definida por la trabazón de imágenes y sonidos, da entrada amplia a la escritura y presenta otros vídeos y documentos sonoros al margen de los exhibidos en su programación. Es decir, hay un cambio vertiginoso en cada medio para aprovecharse de los componentes atractivos de los demás.
Cada sector tradicional de medios ha entrado en otro ámbito de desarrollo. El paso de lo analógico a lo digital ha producido los cibermedios, primero como una expansión natural y poco a poco con una definición y diferencia clara respecto de sus orígenes matriciales. Es más: también los medios que surgieron directamente en el ciberespacio tendieron a imitar a los medios tradicionales hasta que comprendieron que se trataba de otra cosa y reorientaron sus concepciones y ofertas a productos originales.
En la actualidad, los cibermedios profundizan cada vez más en los terrenos propios del ciberespacio como es la capacidad de navegación y búsquedas, las vinculaciones o enlaces y, sobre todo, la interactividad hasta llegar a emprender un camino innovador de las comunicaciones interactivas. Comunicaciones ya no sólo con las máquinas o con los impulsores de máquinas e informaciones sino sobre todo entre los propios usuarios.
Precisamente esta línea es la que ha propiciado que en la actualidad se aprecien unos modelos de comunicación y de información paralelos a los que han desarrollado los medios tradicionales e incluso los cibermedios hasta llegar a lo ya reconocido como comunicación y periodismo ciudadanos. Se trata de un universo paralelo de comunicaciones con sus propios ingredientes y definición que en unos casos entra en relación con los medios de comunicación y que en un su mayor parte funciona al margen de los medios. Desde éstos se habla de la comunicación y del periodismo ciudadanos como de fuentes de información. La calificación de fuentes restringe enormemente lo que abarca este nuevo universo. Es verlo exclusivamente desde la perspectiva del medio, no contemplarlo en su conjunto. Pero si por algo se define el mundo de las redes sociales es precisamente por su independencia respecto de los medios. Son sistemas de comunicación ciudadana y para los ciudadanos. Otra cuestión es que empresas de cualquier sector, instituciones o medios de comunicación, ante la relevancia que han obtenido las redes sociales, quieran establecer una mayor vinculación ya sea como fuente de información para sí o para estar presentes en ellas y conseguir una prolongación respecto de su cobertura mediática anterior. Lo importante es que la innovación tecnológica ha fomentado este nuevo espacio de comunicación que ya no puede soslayarse en ningún análisis comunicativo que quiera obtener una visión global de las transformaciones mediáticas actuales.
Junto al desarrollo de los medios tradicionales y de los cibermedios ha surgido otro campo de transmutaciones totales. Se trata del ámbito de las comunicaciones en movilidad sustentado por el potencial de los dispositivos móviles para recibir y enviar indistintamente información y generar una comunicación simultánea a distancia entre los intervinientes.
La radio había logrado hace décadas la comunicación en movilidad, pero carecía de la opción de respuesta por parte de los oyentes. Con las comunicaciones móviles se consigue la plenitud de la comunicación bidireccional y multidireccional a distancia en la que los participantes pueden intercambiarse continuamente los papeles de emisores-receptores y convertirse todos en productores.
Todos los procesos técnicos anteriores de comunicación tienden a instalarse en las comunicaciones móviles. Como en el caso de la llegada de Internet, también se observa una primera aproximación del uso de las redes móviles como un planteamiento instrumental de prolongación de lo que era cada uno de los medios. Pero asimismo en este caso se aprecia la reorientación a la búsqueda e incorporación de los recursos móviles específicos. Más allá de las primeras aplicaciones para las conversaciones orales y los envíos-recepciones de mensajes cortos o multimedia en la actualidad, se insiste en el desarrollo de aplicaciones para cualquier necesidad de la vida profesional o personal.
El gran reto radica en la aportación de aplicaciones para las necesidades informativas. Y es lo que está produciéndose en el periodismo. Más allá de las localizaciones mediante aplicaciones del GPS, surgen otras experiencias de hiperlocalizaciones en las que los ciudadanos y periodistas desde el mismo lugar en el que acontecen los hechos, envían sus informaciones en tiempo real a quienes quieran seguirlas adelantándose incluso a los medios reyes en las transmisiones en directo como la radio y la televisión e incluso Internet con su peculiar forma de informar en directo mediante textos entrecortados.
Esta tendencia presenta un salto más. Ahora se buscan las sinergias entre todos los medios del grupo. Aparte de remitir a los demás medios componentes del mismo, se ofrecen direcciones web y buscadores para que acudan a las informaciones de los demás. La prensa tradicional señala referencias continuas a la ciberprensa, ciberradio y cibertelevisión del grupo y, recíprocamente, desde éstas a aquella. Se buscan nuevas interrelaciones, vinculaciones y nuevas expresividades.
Dentro de esta tendencia se observan unos cambios progresivos. La nomenclatura todavía no está clara, sin embargo se vislumbran unos matices de interés. Así puede hablarse con plenitud de estrategias, sinergias e interrelaciones multimedia para referirse a las asociaciones que contraen los medios de un grupo de comunicación entre sí.
Quien dispone de un producto, de una información, de una idea trata de explotarla al máximo en todos los medios disponibles con las correspondientes adaptaciones a cada una de las peculiaridades de los mismos. Otra corriente prefiere hablar de procesos o de narrativa transmedia para centrarse en las producciones de mensajes complementarios e interrelacionados dirigidos a distintos medios también con el uso narrativo peculiar de cada uno de los medios. Otra corriente subraya la denominación crossmedia o cruce y repetición del mismo mensaje adaptado a cada medio.
No es el momento de entrar en la matización de cada uno de ellos, pero es cierto que tratan de desvelar una realidad nueva como es la de las vinculaciones intermediáticas como un paso más allá del desarrollo particular de cada medio y que es donde en la actualidad tanto las empresas como los profesionales están poniendo todo su empeño. A su vez, los investigadores tratan de detectar estos cambios, analizarlos, sistematizarlos y buscar explicaciones coherentes. Es la dimensión avanzada de la comunicación.
Catedrático de la Universidad Complutense de Madrid. Correo electrónico: marceb@ccinf.ucm.es
Volver a los orígenes: ¿Siguen siendo necesarios los periodistas?
- Los periodistas del siglo XXI que sobrevivan con éxito a los cambios serán aquéllos que se hiper-especialicen, construyan su marca personal y sepan diversificar sus fuentes de ingresos para vivir de ello.
- Los portales temáticos de periodistas individuales o pequeños grupos de colegas parecen ser una buena opción.
- «A final de cuentas, los periódicos son un reflejo de la sociedad en la que se hacen. Vivimos en un mundo globalizado e interconectado y en realidad Internet está contribuyendo también al desarrollo del periodismo social, con nuevas formas, contenidos e información que se intercambia más rápido que nunca», dice Fernández Chapou.
Por Maricarmen Fernández Chapou
En la actualidad, cualquier ciudadano con una computadora y acceso a Internet puede obtener información y al mismo tiempo producirla. La comunicación es cada vez más horizontal y la agenda informativa ya no la dictan los grandes medios sino, en muchos casos, las redes sociales.
Ante ese panorama, ¿siguen siendo necesarios los periodistas? ¿Hace falta aprender la profesión en una universidad? ¿Qué debieran enseñar los profesores de los futuros comunicadores a los jóvenes nativos digitales?
La respuesta a las dos primeras preguntas es afirmativa. Los periodistas son hoy más necesarios que nunca y ante los grandes desafíos que se le presentan, el periodismo pende cada vez más de la profesionalización y la especialización. Las claves para responder la última pregunta están en los viejos principios profesionales y éticos a los cuales se debe una actividad que ha sido y sigue siendo eje de la democracia.
Para sobrevivir, el periodismo y los medios deben volver a sus orígenes; recuperar lo viejo para afrontar con éxito lo nuevo. Los principios fundacionales de la profesión, entre ellos compromiso, pasión y búsqueda de la verdad; no son obsoletos, sino necesarios. Asimismo, el marco ético y su compromiso con el interés público constituyen la columna vertebral que la sostiene.
Es cierto que el perfil del periodista se ha tenido que modificar. De ser un reportero dedicado a un solo medio y una fuente determinada, ha pasado a ser un multiusos posmoderno, es decir, sus funciones se han multiplicado y diversificado según las necesidades de la convergencia multimedia. En la actualidad, un periodista debe saber utilizar los diversos lenguajes mediáticos: escrito, visual, audiovisual y digital.
Jaime Abello lo explica muy bien:
El siglo XXI despunta con los periodistas empujados a convertirse en gestores de contenido en la era de Internet. Del ideal profesional del reportero que investiga o denuncia, o que se sumerge a una región o acontecimiento para contarlo luego en magníficos reportajes, estamos pasando a la propuesta del media worker que debe dominar las tecnologías y lenguaje multimedia, manejar bases de datos, hacer los talleres de periodismo asistido por computadora o informar cada vez más en tiempo real.1
Sin embargo, es la experiencia y el conocimiento del periodista lo que lo diferencia de un ciudadano reportero. Es quien desarrolla lo que comúnmente se llama olfato periodístico, para saber encontrar la noticia y distinguir lo que es importante de lo que no lo es. La noticia seguirá siendo la noticia, a pesar de los cambios tecnológicos.
De modo que el periodista del siglo XXI requiere más que nunca de la profesionalización y de la capacitación, dadas las implicaciones, funciones e importancia que tiene su oficio en nuestros días. Quizás ha confiado demasiado en las herramientas tecnológicas, cuando las verdaderas destrezas que lo distinguen del resto de la humanidad son intelectuales, narrativas y deontológicas.
La labor de informar descansa en propósitos tan nobles como contar las historias que se viven todos los días y que a todos afectan; darle voz a los que menos tienen, denunciar las injusticias, pedirle cuentas al Poder. Vienen nuevos modos de pensar y de narrar la realidad más cercanos a la gente, más hipertextuales y más visuales quizá, pero al final se trata de contar historias. Además, el análisis, la profundidad y el contexto son algunas de las funciones periodísticas a las que no sólo no podemos renunciar, sino que se han vuelto más estratégicas que nunca.
Ya lo señalaban los norteamericanos Bill Kovach y Tom Rosenstiel, en su libro Los elementos del periodismo:
La primera obligación del periodismo es la verdad; la segunda, la lealtad ante todo a los ciudadanos. Su esencia es la disciplina de verificación; debe mantener su independencia con respecto a aquellos de quienes informa; ejercer un control independiente del poder; ofrecer un foro público para la crítica y el comentario; esforzarse por que el significante sea sugerente y relevante; ofrecer noticias exhaustivas y proporcionadas, y respetar la conciencia individual de sus profesionales.2
Así, a pesar de la industria mediática, cada vez más voraz y demandante, la noticia debe ser concebida como un bien público. Se debe recordar siempre que un periodista no está al servicio ni de un partido político ni de una empresa privada ni de una industria del entretenimiento; está al servicio del ciudadano, lector o espectador, que requiere de una información independiente que le sea útil para tomar decisiones, en un marco legal de derecho a la información y la libre expresión.
Además, ante la marea de informaciones que se producen día con día a través de múltiples y variados medios de comunicación, otro principios fundamentales de la labor informativa profesional son verificar los datos, contrastar las fuentes de información y sospechar de las versiones oficiales, sobre todo de las no oficiales. El peor riesgo de la falta de verificación es que un rumor se convierta en noticia. Incluso, el periodismo se diferencia del entretenimiento, la propaganda, las obras de ficción o el arte por su disciplina de verificación.
Gracias a la web, se tiene cada vez mayor acceso a datos que llegan de todas partes; sin embargo, éstos circulan desordenados y desarticulados entre sí, construyendo así una realidad fragmentada, muchas veces imposible de comprender. Los numerosos datos que circulan en la red no constituyen información por sí mismos: ésta se produce sólo en el momento en que el receptor de esos datos sabe qué hacer con ellos y los pone a su servicio. Por eso, es vital que el periodismo sirva de vehículo de discusión y, al mismo tiempo, de mediador y árbitro en la arena social, en pos de la pluralidad, la libertad de elección y la convivencia sana.
Por lo tanto, más allá de las innovaciones técnicas y formales, el periodismo ha sido y sigue siendo una actividad de suma trascendencia sociopolítica y cultural, cuya misión es ofrecer informaciones, opiniones e interpretaciones sobre hechos que interesan a la sociedad y afectan al ciudadano. Sin ella, la democracia estaría incompleta.
Decía Emile Dovifat3 que el periodismo es una actividad firmemente ligada al momento y a la marcha de la técnica. Por eso requiere una eficiencia y un amor al trabajo sin desmayo, una percepción clara y permanente de los hechos, conocimientos fácilmente utilizables, observación aguda y la capacidad de lograr una descripción certera, convincente y con un lenguaje eficaz. No hay que olvidar que son los periodistas los que hacen a los medios y no al revés.
Por lo demás, los periodistas del siglo XXI que sobrevivan con éxito a los cambios serán aquéllos que se hiper-especialicen, construyan su marca personal y sepan diversificar sus fuentes de ingresos para vivir de ello. Los portales temáticos de periodistas individuales o pequeños grupos de colegas parecen ser una buena opción. La red abre nuevos senderos.
En palabras de José Luis Orihuela:
Hay futuro para el periodismo no complaciente, inteligente, crítico, bien escrito y bien dicho, para la creatividad aplicada a la visualización de la información, para una mayor y mejor articulación con las audiencias convertidas en usuarios. Hay futuro para el periodismo mejorado.4
A final de cuentas, los periódicos son un reflejo de la sociedad en la que se hacen. Vivimos en un mundo globalizado e interconectado y en realidad Internet está contribuyendo también al desarrollo del periodismo social, con nuevas formas, contenidos e información que se intercambia más rápido que nunca. Cambian las formas, los medios y los lenguajes, pero el reto de mantener los principios tradicionales de la profesión aún continúa. No importa si desaparecen los diarios de papel, mientras no se esfume la información libre y plural que nutre a la sociedad.
Notas
1) Abello, J. El futuro del periodismo y el desarrollo profesional de los periodistas de América Latina. Colombia: Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano (FNPI), 2008, p. 19.
2) Kovach, B. y Rosenstiel, T. Los elementos del periodismo. Madrid: El País / Aguilar, 2003, p. 18
3) Dovifat, Emil. Periodismo. México: Uteha, 1960
4) Orihuela, José Luis. “El periodismo tiene futuro, pero no cualquier periodismo”, en Reflexiones sobre periodismo. Lo que dejó 2010 y lo que viene en 2011. 2010, p.13
Profesora e investigadora del Tecnológico de Monterrey, campus Ciudad de México.