El mirador europeo cerró sus ojos: Mariano Cebrián Herreros (1943-2013)

La comunidad española de investigadores en comunicación se encuentra de luto por el fallecimiento de Mariano Cebrián Herreros, catedrático emérito de la Universidad Complutense de Madrid, quien fue uno de los más prestigiados y prolíficos estudiosos, en habla hispana, de los medios audiovisuales.

La pérdida también se siente en Latinoamérica, donde el investigador mantuvo hasta sus últimos días una intensa relación de trabajo, producto de sus libros, seminarios, ponencias, asesorías y conversaciones que ofreció en universidades y en diversos foros de estudio de la región.

 

mariano

Por Raúl López Parra

Editor Revista Mexicana de Comunicación

 

En México, además de su invaluable trabajo académico, se le recordará por su generosidad y sencillez.

Testimonio de ello son los cientos de artículos que Mariano Cebrián publicó como columnista en la Revista Mexicana de Comunicación (RMC) durante poco más de 10 años.

Fue en 1996 cuando aceptó la invitación a colaborar por parte del director de la RMC, Omar Raúl Martínez, a pesar de que no se conocían personalmente.

En la edición 44 de la RMC (1996) apareció el primer artículo del investigador, con el título “Horizonte de los géneros informativos audiovisuales”, donde presentaba sus observaciones en la recomposición en las estructuras narrativas en los medios electrónicos y la aparición de los nuevos medios.

En 1997, durante una visita a México en atención a un compromiso académico,  el director de RMC aprovechó para entrevistarle. Además de conocerse en persona, la ocasión fue una oportunidad para que le invitara a participar como columnista.

En aquel momento, como fue durante toda su vida, Cebrián estaba colmado de trabajo y tenía que concluir la escritura de textos para algunas publicaciones, no obstante, ofreció enviar colaboraciones de forma irregular.

En 2002 se oficializó la publicación de su columna Mirador Europeo, la cual apareció por primera vez en la edición 78 de RMC y se anunció de la siguiente forma:

«Con el presente número, RMC inaugura un importante espacio de reflexión y análisis para beneplácito de nuestros lectores: el reconocido y prolífico investigador español Mariano Cebrián Herreros, con su rigor y bagaje acostumbrado, dará cuenta del panorama mediático en el continente europeo».

Desde entonces, Cebrián contribuyó generosamente con el ánimo de aportar su trabajo al esfuerzo de divulgación de la RMC, que contra viento y marea se ha mantenido hasta ahora gracias a, justamente, aportaciones de personas como él.

En México, la RMC se convirtió en su espacio, donde puntualmente nos ofreció sus análisis sobre las tendencias en el campo de los medios audiovisuales y el periodismo.

Cebrián tenía un diagnóstico muy preciso sobre la crisis generalizada por la que atraviesan las organizaciones periodísticas y, en particular, los periodistas, causada por los avances tecnológicos, la caída de los anunciantes y los cambios de hábitos de los públicos.

Así lo documentó en la edición de RMC 133 (2013) cuando analizó el caso español, cuyo diagnóstico bien puede aplicarse al caso latinoamericano.

Con las innovaciones técnico-comunicativas, escribió Cebrián, se han incorporado otros medios, otras formas de comunicación y otros servicios.

 “Se pensó inicialmente que esto podría suponer un trasvase de profesionales de los medios tradicionales a los nuevos o que éstos dieran origen a unas necesidades laborales que permitirían absorber a muchos más profesionales en espe­cial a los jóve­nes que por su men­ta­li­dad empren­de­dora ven­drían mejor pre­para­dos para el manejo de las nue­vas herra­mien­tas, otros dise­ños perio­dís­ti­cos y la inno­va­ción de otras moda­li­da­des infor­ma­ti­vas. Pero la reali­dad está demos­trando lo con­tra­rio. Lejos de esta evo­lu­ción, lo que se ha pro­du­cido ha sido una mayor dis­per­sión y una más amplia zona de desastres”.

El catedrático entendió que la tecnología no ha sido la tierra prometida para generar empleos a los jóvenes periodistas, por el contrario, ha acelerado el despido de los más expertos, incentivando el subempleo o el freelanceo y, de plano, eternizando el becarismo de graduados universitarios que, con la esperanza de ser contratados, aportan su esfuerzo sólo para al final darse cuenta que no hay espacio para ellos.

Con franqueza,  Cebrián nos dijo en su columna que los jóvenes “son utilizados como sustitutos de profesionales».

«Cuando terminan las prácticas son reemplazados por otros becarios y, así, sucesivamente, lo cual conduce a que no haya necesidad de contratar a profesionales que se mantengan por más tiempo en la redacción. Es echarse la soga al cuello. El estudiante ve satisfechas sus aspiraciones de adquisición de experiencia, pero inmediatamente comprueba que al repetirse la operación con los siguientes, él mismo se cierra las puertas de ingreso como profesional”.

El problema es de dos vías. Con la ilusión llamada “gratuidad de la información”, los públicos no están dispuestos a pagar por lo que leen en Internet.

Mariano Cebrián nos detalló por qué:

 “Los medios naci­dos de Inter­net no aca­ban de con­se­guir unos mode­los de nego­cio que per­mi­tan encon­trar otras fuen­tes de ingreso sufi­cien­tes para com­pen­sar las pér­di­das de los medios tra­di­cio­na­les. Los nue­vos medios apor­tan otras poten­cia­li­da­des de difu­sión y venta de infor­ma­ción, pero los usua­rios no lo ven así. Se niegan a pagar por la misma infor­mación que pue­den reci­bir gra­tui­ta­mente en otros medios. Los inten­tos de obli­gar a pagar por la entrada en los ciber­me­dios han sido un fra­caso. Incluso aque­llos que han dejado gran parte de la infor­ma­ción abierta al acceso gra­tuito de los usua­rios y otra parte de pago por los aná­li­sis y comen­ta­rios de per­so­na­li­da­des reco­no­ci­das pro­fe­sio­nal o inte­lec­tual­mente, tam­poco con­si­guen que la gente pague por seguirlos”.

Además de los problemas externos, el investigador desentrañó un tema del que poco se abunda en los análisis sobre la crisis de los periódicos, la desigualdad dentro de las mismas organizaciones periodísticas. La brecha salarial entre directivos y reporteros de base genera malestares que propician la división en las redacciones.

“Los direc­ti­vos pro­fe­sio­na­les man­tie­nen o aumen­tan sus suel­dos mien­tras que reba­jan los de los pro­fe­sio­na­les o les arro­jan al paro por impe­ra­tivo de los direc­ti­vos y eje­cu­ti­vos de las empre­sas mediá­ti­cas. Ello pro­duce un enfren­ta­miento muy cris­pado y una divi­sión en los equi­pos de redac­ción. Las pro­tes­tas, mani­fes­ta­cio­nes y huel­gas apa­re­cen por doquier en cual­quier medio. En el sec­tor perio­dís­tico ya no se trata de una lucha entre patro­nes y tra­ba­ja­do­res, sino entre los pro­pios pro­fe­sio­na­les: perio­dis­tas direc­ti­vos y perio­dis­tas pro­fe­sio­na­les, todos diri­gi­dos eco­nó­mi­ca­mente por los ges­to­res empresariales».

Gracias a este tipo de análisis que explican de forma sencilla problemas complejos, tanto en sus artículos periodísticos como en sus libros, Mariano Cebrián se convirtió en una referencia en el campo de la comunicación.

De acuerdo con el H Index Acholar, el índice bibliométrico entre académicos de universidades públicas españolas, recopilado en Google Acholar, Mariano Cebrián Herreros es el autor más citado en el área de comunicación.

Desde que se doctoró en 1976 en Filología Hispánica con el trabajo La televisión una nueva narrativa» (1976), Mariano Cebrián no paro de publicar libros, artículos, ensayos en innumerables medios científicos y de divulgación.

Dentro de su obra se contabilizan más de una veintena libros cómo autor individual y 40 en coautoría, según su currículo oficial, sin mencionar los cientos de artículos y ensayos publicados en diversas revistas.

Mariano Cebrián tenía la esperanza de recuperar su salud para retomar su imparable actividad, así se lo confió al director de RMC en octubre de 2012, la última vez que se reunieron en la Ciudad de México.

En aquella ocasión a Cebrián le dio gusto saber que la Revista Mexicana de Comunicación celebraría en septiembre de este año su 25 aniversario, en una historia de la que él mismo formó parte como un protagonista de alto nivel. En ese encuentro habló de los proyectos de sus nuevos libros.

Hace cuatro meses le comunicó al director de RMC que no podría “enviar textos porque se sentía alicaído”. Sólo pudo entregar una columna.

El pasado 18 de agosto todos nos enteramos de su lamentable partida.

Contrario a lo que se suele decir en estos casos, Mariano Cebrián Herreros “no nos deja un vació difícil de llenar”. Nos deja un espacio muy lleno. Nos hereda todas sus obras, su ejemplo de trabajo incansable y, por sobre todo, nos deja el recuerdo de su calidez humana.

El Mirador Europeo cerró sus ojos, pero en sus reflexiones y trabajo académico nos invita a que nosotros sigamos mirando en el estudio de los medios, con la pasión con la que él lo hizo toda su vida.

Descanse en paz Mariano Cebrián Herreros (1943-2013).

Su legado 

Libros de autoría individual

1.        Introducción al lenguaje de la televisión (1978)

2.        Diccionario de radio y televisión (1980) Siglario internacional de radio y televisión (1981)

3.        La mediación técnica de la información radiofónica (1983)

4.        Fundamentos de teoría y técnica de la información audiovisual (varias ediciones desde 1983)

5.        La información audiovisual: un servicio a la sociedad (1983)

6.        Bibliografía de la información audiovisual (1986)

7.        Libro de estilo de RNE (1988)

8.        El vídeo empresarial e institucional en España (1991)

9.        Géneros informativos audiovisuales (1992, edición en México con inclusión de un vídeo, 1996 y 2000)

10.   Certamen de vídeo empresarial e institucional del País Vasco (II, 1990; III, 1991; IV, 1992; V, 1993; VI, 1994); Información radiofónica: Mediación técnica, tratamiento, programación (1994)

11.   Cine documental e informativo de empresa (1994)

12.   Información audiovisual: Concepto, técnica, expresión y aplicaciones (1995)

13.   Información televisiva: mediación, contenidos, expresión y programación (1998)

14.   La radio en la convergencia multimedia (2001)

15.   Análisis de la información audiovisual en las aulas (2003)

16.   Estrategia multimedia de la televisión en Operación Triunfo (2003)

17.   Modelos de televisión: Generalista, temático y convergente con Internet (2004).

18.   Información multimedia (2005).

19.   Nuevas modalidades de televisión (2006).

20.   Modelos de radio, desarrollos e innovaciones (2007).

 

Para seguir sus artículos en RMC

 

*Editor RMC

 

RMC 120 – Los efectos de la crisis

Revista Mexicana de Comunicación

Edición 120 (Febrero-abril de 2010)

Índice

Los efectos de la crisis
Francisco Vidal

Se alarga la transición tecnológica
Gabriel Sosa Plata

Golpismo desde la pantalla
Alma Rosa Alva de la Selva

El tránsito a los ambientes comunicativos
Octavio Islas/ Amaia Arribas

Unas buenas y otras malas
José Luis Esquivel

Libertad de expresión en 2010
Perla Gómez Gallardo

Periodismo y redes sociales
Raúl López Parra

Blindaje periodístico
Karina Coronado Cruz

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COLUMNAS

Libreta de apuntes
Flashazos/ Omar Raúl Martínez

 

Tecnología y sociedad
Tecnología digital/ Carmen Gómez Mont

 

Refugios periodísticos
Dos comunistas/ Jorge Meléndez Preciado

 

Mirador europeo
Internet y consumo/ Mariano Cebrián

Biblioteca
Conocimientos, mitos y campañas/ Alexandra Jiménez

Espacios virtuales y medios informativos

Mecanismos de configuración del deseo y de la verdad

«Este estudio plantea la comunicación actual desde el manejo y la distribución del deseo, así como desde la virtualización de la imagen. Para ello nos serviremos de algunos planteamientos de Foucault sobre  las formas de poder, sus prácticas y representaciones; de Burke sobre los tres enfoques psicoanalítico, semiótico e histórico para interpretar las imágenes. Y en las categorías de ver mediático, función mediática y contenedores de memoria visual, acuñados por la autora de este estudio».

Foto: Juan Pablo Zamora / Cuartoscuro.

Por Sandra Liliana Pinzón Daza

Introducción

El presente acercamiento a las prácticas comunicativas actuales se inscribe en los estudios en torno a los medios de comunicación, particularmente en la identificación discursiva y visual del deseo y sus representaciones en el tipo de intercambios que se realizan entre los sujetos y los medios, con el fin de realizar una aproximación crítica a su incidencia y sus posibilidades. Ello porque es innegable la actual injerencia que los espacios virtuales y los medios han desarrollado no solamente a nivel tecnológico o comercial, sino en el conjunto de la vida cotidiana de los individuos. Específicamente hablar de los medios es entrar en la reflexión sobre las actuales maneras de sentir, pensar, conocer y actuar que se nos abren a partir de las más tradicionales como la televisión y prensa, hasta los espacios en la red como el chat, MySpace, Hi5 y por supuesto Facebook. Cada uno de ellos ha replanteado los comportamientos y la vida diaria de los individuos, así como su relación con su cuerpo, la imagen y estereotipo que quiere reflejarse a través de él, y con el otro, hasta el punto de cargar de sentido y de significación socializante estos espacios virtuales.

Las sociedades y las diversas culturas funcionan a través de la emergencia, reproducción y permanencia de una serie de prácticas discursivas y no discursivas (imágenes) relacionadas o susceptibles de ser tomadas como sistemas simbólicos de creencias, comportamientos y maneras de conocer.

En principio, retomando a Foucault (1970), las prácticas discursivas son un conjunto de reglas anónimas, históricas, determinadas en el tiempo y en el espacio que han definido y establecido para una época dada, las condiciones de ejercicio de una función enunciativa. Esto alude a que las prácticas discursivas y las no discursivas (en este caso las imágenes) permiten crear las formas y modos de percepción de la realidad, a partir de las posibilidades enunciativas, comunicativas y significativas de las cuales se logren cargar.

En este caso puntual, haremos referencia a la preeminencia de nuevas maneras de conocer, actuar y controlar el cuerpo y las percepciones acerca de la realidad por parte de los sujetos, sobre la base de las prácticas actuales asociadas con la virtualización del deseo y con la  imagen como verdad. De suerte que el discurso se ha ampliado hacia una suerte de potencialidad semiótica de los espacios, las prácticas y los modos de intercambio significativo en que los sujetos logran canalizar su deseo, sus interpretaciones y sus modos de actuar con el otro y con el mundo.

1. Formas de virtualización del deseo

En el caso concreto que queremos presentar, las prácticas discursivas están asociadas a nuevas dinámicas de poder sobre la vida, el cuerpo y la sexualidad, y a diferentes maneras de conocer y sentir por parte de los sujetos. Nos referimos a que tanto las prácticas discursivas y no discursivas de la virtualización del deseo, como las de la imagen como verdad, implican que nuestra época está caracterizada por estas dos formas de saber visible y enunciable, manifiestas desde diferentes discursos, así como determinadas en formas de poder, a través de las cuales se potencializa la capacidad de unos para “conducir” las acciones de los otros. Así mismo, se habla de una nueva consciencia centrada en el temor por el cuerpo, por
la aniquilación del objeto concreto y real del deseo (llámese hombre, mujer) transformado por una no singularidad que se refleja en una imagen sin identidad, sin memoria y sin compromiso.

Se plantea entonces un sujeto de conocimiento actual basado en la mediación del deseo, en la reconstrucción de un erotismo simulado y en la obtención de placer por otros medios. En términos de la virtualización del deseo, del control del cibercuerpo, suceden situaciones como si dos personas mantienen una relación digital sólida, pueden desear, celar, sufrir, gozar, excitarse, inducir placer como si se estuvieran realizando un acto realmente materializado. De suerte que una manera eficaz de influenciar en las conductas es apuntar al deseo del otro mediante el ejercicio del biopoder, que reglamenta lo que los demás deben hacer con sus cuerpos, con sus apetitos, con sus presuntos placeres.

La desaparición del cuerpo detrás del sexo virtual, surge en el siglo XX, en el marco de la  proliferación mediática y digital; la aparición del virus del sida; el desarrollo de la biotecnología. Son estos los aspectos referenciales que dan lugar a otras maneras de goce, a otros modos de conocimiento del cuerpo y de sus posibilidades de acceder sin un objeto pleno, sin el temor de contagios, de rechazos o de frustraciones. La sexualidad es ahora una manera más de extensión del cuerpo en una máquina, en una representación simbólica de sujetos posibles en espacios virtuales de intercambio y de satisfacción individual o interpersonal. En la época actual se refuerza la idea de Deleuze sobre que el deseo en sí mismo no tiene objeto, simplemente desea. Eso sucede en los espacios de Facebook, en los portales de pornografía y en los nuevos contactos de Messenger que permiten el acceso a nuevos usuarios y a nuevas comunidades. Es la idea de un acceso directo y sin compromisos, es gozar sin el cuerpo, y desear sin tocar ni poseer; no hay compromisos, no hay riesgos, es el goce por el goce, sin importar si del otro lado se es correspondido, es la voz que anima y proporciona placer, son palabras sugestivas que no se corporizan, sino que se vuelven detonantes, significantes vacíos que se llenan en múltiples intercambios y prácticas simbólicas de placer virtual. A pesar de la idea de un goce sin cuerpo, de un deseo no concreto en un él o ella, cuando se quiere ejercer dominio sobre los cuerpos o la vida de las poblaciones, se codifica el deseo, se le da una representación. Esto se ofrece en la publicidad, en donde encontramos simbolizado el ideal de belleza, de masculinidad, de feminidad, de poder y de éxito en un sujeto.

Lo anterior permite advertir que la sexualidad ha sido gestada desde el poder real simbólico y social, no porque la finalidad de los poderosos haya sido acrecentar el deseo de los domesticados, con el fin de permitirles conocer, reconocer y disfrutar de su cuerpo y el cuerpo del otro, sino porque el control incentiva el deseo. En tal sentido, es posible advertir en los espacios virtuales y en las prácticas con las últimas tecnologías que subsiste la aparente gratuidad de exponer imágenes y discursos privados sin garantías de encontrar eco. Lo cual da lugar a la identificación de  la soledad e individualidad actuales, como formas de control social, de dominio simbólico y de inmersión en una realidad alternativa, en aparentes grupos que se unen y desvanecen con la misma facilidad con la cual se enciende y apaga un equipo. Con todo, la sensación de los sujetos que permanecen largas horas al frente de una pantalla, es la de una infinita socialización, un intercambio de deseo que aunque no se corresponda, permite que el cuerpo tenga en la máquina una extensión y en el otro una posibilidad, es una simulación de placeres y de goces continuos. Un grito en el desierto o en la multitud virtual, una llamada de atención, una señal de vida que gratifica por el sólo hecho de ser emitida imaginando que alguien la acaricie aunque sea con la mirada.

Siguiendo a Gilles Deleuze (1994), el deseo, de manera explícita en nuestra época, es entonces una producción social, ya que determina un control sobre el cuerpo, sus prácticas y posibilidades de extensión a través de las máquinas y espacios de interacción posible. No son los sujetos los reales dueños de su cuerpo, de su deseo y de sus posibilidades de placer, todo está bajo el dominio de los sistemas de representación impuestos por las sociedades y por las estructuras de poder, propios de cada época. Es la dinámica que se origina por el juego de represiones y permisiones, a partir de la cual el deseo es codificado por el poder (real o simbólico en el caso de la política, la publicidad y los medios) y significa que quienes ejercen poder buscan “interpretar” el deseo de aquellos sobre los que ejercen hegemonía. En otras palabras, tanto los medios, como la política y en especial la publicidad como agentes reproductores de poder real y simbólico, y adicionalmente como instituciones que establecen niveles de verdad, logran configurar una serie de representaciones a los sujetos y a las sociedades, para que de manera consciente se reproduzcan en las prácticas discursivas y no discursivas imperantes. Todo ello gracias a que este tipo de representaciones impuestas que circulan en los entramados humanos de cada época, y con gran énfasis en estos tiempos de mediatización y marketing, se fundamentan en la imagen, la verdad y el deseo, como unidades de conocimiento, de saber y de manejo deliberado de sí mismo y del otro.

Como consecuencia, la virtualización del deseo, el discurso de placer simulado en una máquina, se construye a partir de un poder ser uno, otro o muchos. El sujeto actual está frente a la posibilidad de crear sus espacios, sus prácticas y sus conductas, así como dirigir las de los otros, gracias a los ciberespacios y a los recursos tecnológicos que le permiten esconder o sobredimensionar su condición de ser concreto, por un ser posible, múltiple. Así mismo, las formas de control sobre la sexualidad del otro actualmente se enriquecen con las últimas tendencias en el orden sexual, por lo menos en Colombia, referidas a la posibilidad de mantener relaciones sexuales intercambiando parejas en los denominados bares swinger, a los cuales se asiste voluntariamente con el firme conocimiento de lo que allí se propone: compartir, o mejor intercambiar durante toda la noche tu pareja con las de otras y otros.

Tanto la virtualización del deseo, es decir el desplazamiento de la sexualidad real a un tipo de prácticas mediadas por una máquina o una voz (espacios en Internet o líneas calientes), como el sentido verdad que se logra al mostrar, al construir con la imagen argumentos de realidad, son formas actuales tanto de poder como de reconocimiento de una conciencia individual y colectiva, enmarcada en una construcción de sentido, de significación y de configuración de discursos epocales que reflejan las prácticas y dinámicas de los sujetos actuales. En términos concretos, el cuerpo se ha convertido en una extensión de la máquina y no en sentido contrario como históricamente se conoce. Es decir encuentro mi placer a través de una máquina que hace las veces de un cuerpo, cuya imagen me cautiva y logra un sentido de sexualidad transformado.

2. La imagen como verdad

La imagen ha obedecido a múltiples usos entre los cuales sobresale el adoctrinamiento, la manipulación de la voluntad, el reconocimiento de un poder real, simbólico o divinizado y hasta el manejo del pensamiento y de la conducta de los sujetos y de las sociedades. No en vano la iglesia utilizó las imágenes para reforzar su poder y los militares y líderes políticos se sirvieron de ella para mostrar su poder y generar respeto; así mismo, los artistas (pintores y escultores) hicieron de las imágenes una forma de crear y representar aspectos u objetos de la realidad, con cierto nivel de imaginación y de conocimiento de la técnica. La imagen entonces ha estado relacionada con la vida religiosa, mágica, política, histórica, artística, cultural y social de los individuos y de los diferentes grupos humanos a pequeña o gran escala, dependiendo de sus necesidades y de sus avances técnicos y tecnológicos.

Importante también tener en cuenta la categoría de imaginario social, trabajada por Esther Díaz (1996) ya que resulta útil al interpretar los fenómenos sociales, no solamente en su perspectiva política o económica, sino en el ámbito de las imágenes como un componente de lo simbólico y sus manifestaciones. Es así como lo vamos a entender en tanto una compleja red de relaciones entre discursos y prácticas sociales, esto refiere a la manera como las asociaciones, comparaciones y niveles de sentido en el ámbito social, están determinadas por la interacción entre los sujetos y los modos de representación de la realidad en las diferentes épocas.  Particularmente, las imágenes se constituyen en flujos de sentido que crean, imponen y reproducen formas de conocimiento, de comportamientos y de necesidades colectivas. De ello se sigue que son una serie de ideas regulativas que  no existen en la realidad material, pero que no obstante, existen en la imaginación individual y en el imaginario colectivo, produciendo materialidad, es decir, efectos en la realidad, gracias a que se activan bajo cualquier tipo de representación, reconocida entre los sujetos y asimilable a los referentes que circulan significativamente en el entramado social. Es evidente entonces que la materialidad del dispositivo imaginario, en este caso concreto de las imágenes y de otras formas de goce, reside en los efectos que logra sobre la realidad, ya que amplía el potencial de sentido entre los sujetos y el mundo, y adquiere múltiples y variadas maneras de interacción simbólica.

Sin embargo, las imágenes como condicionantes del imaginario social, no suscitan uniformidad de conductas, lo que hacen es señalar tendencias y reflejar, casi como en un espejo, las situaciones conflictivas, ideales y necesarias para los individuos. En este aspecto se sintetiza el poder actual para imponer verdades a partir de las imágenes, ya que ellas son fácilmente asimilables, sugestivas y son portadoras de una enorme eficacia simbólica útil en el ámbito que se requiera. Las imágenes tienen un componente adicional, y es la inmediatez, la simultaneidad y la gran descarga de información que ofrecen en un instante. Es por ello que las imágenes permiten afirmar que el sujeto de una época histórica no es la suma de sus individuos, sino el imaginario social  de lo que significa ser sujeto para esa época determinada. Actualmente podemos afirmar que los individuos son creaciones mutantes que se corporizan en un producto, en un líder, en un ideal colectivo o incluso en un programa televisivo que adquiera el estatus de realidad social compartida.

Se puede decir entonces que una de las características más importantes del imaginario actual es, justamente, un profundo cambio en la administración de la verdad.  No porque la ciencia no siga generando lo que se acepta como verdad, sino porque la ciencia –hoy– necesita otra instancia para convalidar sus verdades. Esa instancia está dada por los medios masivos de comunicación, los cuales, paradójicamente, son ciencia aplicada. La ilusión de transparencia informativa unida a la seducción estética de los medios audiovisuales, logran lo que antes lograban específicamente los santos o los sabios: confiabilidad. Si se ve a través de la pantalla, entonces debe ser verdad. Y no sólo la verdad es confirmada por los medios: la realidad misma depende de ellos. Si algo no fue registrado por los medios, no es real. A ellos hay que agregar los que llamaré medios intensivos de comunicación que son los relacionados más íntimamente con la informática, como las tarjetas magnéticas, las computadoras, la internet y todas las excelencias comunicativas de última generación. Estamos en la sociedad del espectáculo. Pero nunca como ahora, lo audiovisual estuvo potenciado por la electrónica. No se trata por cierto de un mero cambio cuantitativo, sino también-y fundamentalmente- cualitativo. Los medios se convierten en fin (en finalidad) independientemente de que, al mismo tiempo transmitan mensajes unificadores e impactantes con tintes de verdad.

En tal sentido y siguiendo los planteamientos de Michel Foucault (1980), cabe agregar que cada época determina los modos de conocimiento y las prácticas de saber e interactuar de los individuos. El saber para Foucault está constituido por dos formas: el ver y el decir. Existe interacción porque “vemos” las cosas con relación a como las nombramos, y las “nombramos” de acuerdo con como las vemos. Dicho de otro modo, nuestra manera
de conocer hace que las cosas se conviertan en objetos. Pero en distintas épocas históricas se ve de distintas maneras y se dicen diferentes cosas ante referentes que, en sí mismos, permanecen iguales. Este es el caso de la política, la publicidad y el entretenimiento, los cuales están enmarcados en ejercicios de poder, control y manipulación de las formas de actuar, pensar y conocer de los sujetos. En la concepción foucaultiana, no hay saber que se sostenga si no está avalado por algún dispositivo de poder, es esta la relación entre los medios y la política, entre los medios y la religión y entre
los medios y el conocimiento y manejo del deseo de los sujetos, a través de las imágenes y su potencialidad virtual actual.

Resulta interesante entonces la pregunta por el momento en que unas imágenes comienzan a relegar a las otras, y cómo de esta manera las representaciones mentales se transforman, así como los comportamientos y la forma de interacción social, de acuerdo con las estructuras de poder, y las mismas necesidades colectivas. Otro de los interrogantes proviene de si las imágenes responden a un proceso psicológico o mágico, o si son construcciones culturales que históricamente requiere una sociedad para establecerse como tal. Para realizar un acercamiento a posibles respuestas o conjeturas interpretativas, es preciso recurrir a autores como Foucault, Deleuze y Peter Burke, quienes logran una lectura de las sociedades a partir de la manera como los diferentes modos de representación de los sujetos en su posición ideológica, sexual y simbólica, hacen que la imagen se constituya en una herramienta de poder entre los sujetos o entre instituciones en una misma sociedad.

Se plantea una interpretación de la relación entre la razón y la imagen, lo objetivo –lo que es compartido por todos en el conocimiento, lo comunicable– y lo subjetivo aquello que en el conocimiento es producto de la singularidad de quien conoce. Las vías de análisis son dos: la primera examina de qué manera las nuevas tecnologías subvierten el ideal de verdad propio de la ciencia, al producir un segundo status de realidad (la de los medios de comunicación y las tecnologías de realidad virtual) que construyen sentidos tanto o más poderosos que los del conocimiento racional. La verdad que cabe a la relación de representación entre la imagen y la realidad es reemplazada en el vínculo entre los medios y las audiencias, que se plasma, más que en la verdad de la representación, en la confianza, la credibilidad y la autenticidad. Los medios son constructores de imágenes o representaciones. Y es posible conocer e investigar de qué tipo de representaciones se trata y cuáles son sus modos de producción. Se inscriben bajo esta pauta todos los shows de la realidad (reality shows) cuyo éxito reside en hacer que lo real se vuelva aún más real, amplificado por el ojo de la televisión. Esta televisión-verdad apunta a promover las emociones que desencadenan las trasmisiones en directo.

En cuanto a la imagen como verdad, la institución que organiza, establece y reproduce su potencial regulativo y enunciativo son los medios. En ellos cada día y con más frecuencia, nos encontramos con imágenes escabrosas, amarillistas y sensacionalistas que ganan en veracidad, en objetividad y en versión única sobre cómo se debe leer la realidad. Otro caso particular es el enorme auge de los realities gracias a los cuales terminamos involucrados en la vida y en las prácticas discursivas y no discursivas que se nos imponen. Estas grandes instituciones: la WEB, la publicidad y los medios, permiten identificar a los sujetos y a nuestra época desde unos ejes temáticos del saber, del conocer, del poder y de la sexualidad, basados en una reformulación hermenéutica fundamentada en el análisis e identificación de las condiciones de posibilidad de la verdad en las prácticas discursivas propuestas. Se habla entonces de espacios en la red, de comunidades virtuales, de imágenes de última hora en exclusiva, de operativos de rescate, de enfrentamientos y de todo aquello que permita configurar una suerte de eficacia simbólica cifrada en las imágenes, en la cual no haya tiempo para pensar, para criticar o para construir un discurso que cuestione y que amplíe las posibilidades. Cada día surge un evento, un hecho que sirve para desviar la atención, para mantenernos ocupados, para creer que ver es saber y que quien muestra tiene en sus manos el poder de la verdad.
Los medios masivos de comunicación intervienen en las ideas regulativas de las conductas y saberes de nuestro tiempo y obviamente en la formación de subjetividades. Un caso paradigmático de construcción social de sujetos y de objetos de conocimiento, a partir de los dispositivos discursivos y
no discursivos, es la representación de terrorista, tan en boga en los discursos políticos de América Latina, bajo el cual se ha logrado construir una clase de sujeto por fuera del lo legal, alejado del orden natural de los sistemas religiosos, políticos y sociales. Es aquel significante vacío que logra llenar- se de valores y de flujos de sentido en tanto se asocia con acciones prohibidas, con sucesos perversos o con ataques a otros o a diferentes estamentos de la sociedad. Es una noción y a la vez una imagen, gestada como estrategia de control, de ordenamiento y de dominación de las conductas y formas de pensar de los sujetos.

La verdad, siguiendo los planteamientos de Esther Díaz (2007) es un invento muy conveniente para vivir en sociedad, ya que fija procedimientos para la socialización, es eficaz para la interacción, es manejada y supervisada por los diversos aparatos de poder que conforman la sociedad. De suerte que la imagen se constituye, en los tiempos actuales, en la manera de controlar las percepciones sobre la verdad, sobre las lecturas y reproducciones de lo real y en la significación colectiva por excelencia de creencias, prácticas y posteriores discursos que al reproducirse ganan en eficacia simbólica, y se establecen en las estructuras axiológicas de los sistemas políticos vigentes. En el caso de algunos países latinoamericanos como Venezuela, Argentina y Colombia, la verdad sobre los hechos que hacen permanecer Estados dictatoriales o naciones formadas en regímenes por sucesiones simbólicas, se crean y fortalecen por la reiterada utilización y presencia en los medios de objetos, acciones y sujetos asociados con sus prácticas. Esto es evidente tanto en medios escritos como en medios televisivos, aunque se produce un mayor efecto en las imágenes televisivas, las cuales al mezclarse con sonidos, colores y espacios propicios adquieren una mayor recordación y afianzan las percepciones sobre lo real.
Otro abordaje en este estudio permite revisar las perspectivas de análisis de la imagen propuestas por Peter Burke (2005), a partir de tres enfoques.

En primer lugar el del psicoanálisis (símbolos y asociaciones inconscientes, deseos colectivos e individuales), posteriormente el estructuralista o semiótico (sistemas de signos, relaciones y comparaciones entre un signo y otro) y finalmente el enfoque de la historia social del arte (repercusiones de las imágenes en la sociedad, normas o convenciones que rigen la percepción e interpretación de las imágenes en una cultura). A continuación entenderemos las tres perspectivas de estudio de las imágenes actualmente en los ámbitos político, religioso, publicitario y mediático. La primera de ellas alude a la manera como las imágenes pueden ser interpretadas y analizadas a la luz de sus orígenes individuales y sociales, así como a las repercusiones que ellas brindan en la construcción de las formas de representación colectivas en torno al deseo, a lo necesario y a lo verda-dero. En este plano se ubican las imágenes referidas a la política, en el caso particular de los líderes mediáticos; a la religión  en la definición de los poderes y alcances de las figuras de cualquier culto o doctrina; a la publicidad a partir de los ideales de hombres y mujeres en sus tipos físicos y en sus potencia-
lidades sociales y sexuales; y finalmente a los medios informativos,  quienes determinan la carga ideológica y moral de los hechos a partir de los cuales se quieren construir formas y dinámicas de control sobre las conductas y el pensamiento de los sujetos. Este tipo de perspectiva hace de la imagen una red de significantes y representaciones que llegan directamente al inconsciente de los sujetos con el fin de configurar flujos de sentido, infinitos y múltiples. De manera que la imagen, desde un acercamiento psicoanalítico, reconstruye al sujeto en su accionar, en su apropiación de la realidad y en las posibilidades de conocimiento del mundo.

En segundo lugar, la perspectiva semiótica permite un estudio interpretativo en torno a las imágenes como estructuras de signos que interactúan formando niveles asociativos y de relaciones simbólicas en un entramado social. Este es el caso de nociones que adquieren cuerpo y que se refuerzan en los diferentes ámbitos. Un ejemplo es lo bueno y lo malo, categorías que en el caso de la política son herramientas que justifican los comportamientos bélicos, raciales, dictatoriales; en lo religioso obligan a conductas que se asimilen a los ideales de comportamientos reflejados en las imágenes, o en lo peligroso de caer en conductas impúdicas que se castigan con el infierno (imagen también construida como el cielo); en cuanto a la publicidad, estas nociones son representadas por los estereotipos que circulan y que promulgan la idea de ser aceptados si se tiene o rechazado si se carece de los objetos que en ella se imponen como necesarios y útiles. Lo anterior logra elaborar un mundo posible, una semiosfera (en términos de Lotman:) en la cual se crean signos y se producen sentidos en torno a ellos, dependiendo del efecto que quiera lograrse. En los medios, las imágenes adquieren una carga de realidad respecto a quiénes deben ser considerados buenos (por estar dentro del orden establecido) y quiénes deben ser estigmatizados como malos (por terroristas, delincuentes o comunistas). Unos y otros ámbitos se refuerzan y hacen de las imágenes normas o directrices de comportamiento y de conocimiento.

La tercera perspectiva alude a la diversas maneras en que las imágenes pueden ser percibidas e interpretadas por los sujetos en una cultura, es decir cómo ellas logran constituirse en  testimonios de una época, del funcionamiento social de los sujetos y de las dinámicas propias de los diferentes momentos históricos y sus intereses particulares. Aquí corresponde tener en cuenta las repercusiones de las imágenes en tanto documentos históricos o referentes para leer la historia social de los pueblos y de las diferentes colectividades humanas. Es así como podemos determinar diferencias entre las categorías de lo bello, lo estético, lo creíble, lo verdadero, teniendo en cuenta las diferentes representaciones en las imágenes de cada época, de acuerdo con las convenciones sociales impuestas y las necesidades históricas de los sujetos. Es decir, mientras en las dos anteriores perspectivas respectivamente se aludía a las imágenes y sus desencadenantes en los sujetos, así como a  las imágenes en tanto sistemas y redes de signos, en esta última perspectiva se reconocen las disposiciones y condicionantes que cada época brinda para controlar el valor, circulación y carga significativa de las imágenes. De suerte que haciendo referencia a la época actual, las imágenes están controladas en su configuración, funcionamiento y efectos por los líderes políticos, religiosos, publicitarios y mediáticos. La preeminencia de la imagen es la posibilidad de su establecimiento como verdad, las imágenes ofrecen información inmediata, veraz y suficiente para mantener ocupadas a las audiencias. De igual manera, las imágenes se han constituido en una extensión del cuerpo y del deseo de los sujetos. La virtualidad hace que las imágenes adquieran mayor rapidez y que lleguen a un mayor número de personas  en un tiempo más reducido.

Según Burke (2005), el estudio sobre las imágenes supone que no son un reflejo de una determinada realidad social ni un sistema de signos carentes de relación con la realidad social, sino que ocupan múltiples posiciones intermedias entre ambos extremos. Lo cual permite determinar que las imágenes se constituyen en testimonio de las formas estereotipadas y cambiantes en que un individuo o un grupo de individuos ven el mundo social, incluso el mundo de su imaginación, en una época concreta. Se consolidan entonces las imágenes como documentos históricos, como parte de la memoria colectiva que permite una lectura, descripción y reconstrucción de las diferentes prácticas de los sujetos y de las formas de pensar y actuar de cada momento histórico. Pueden incluso dar testimonio de las costumbres, dinámicas y transformaciones operadas en las estructuras políticas, culturas y sociales, gracias a la presencia o ausencia de referencias, sujetos e incluso a la manera como se representan los hechos, vivencias o situaciones.

En la realidad actual, el tipo de imágenes y de funcionamiento propio con las imágenes, tiene que ver con la evidente transformación en la noción de verdad y en el manejo y control sobre  el cuerpo y el deseo de los sujetos, operado en ocasiones por los medios, gracias a la mediatización. En este caso la palabra “mediatizar”, como lo propone Esther Díaz (1996), reviste dos sentidos que convergen. Por un lado, lo real se mediatiza porque se llega al cuerpo del otro sin poseerlo ni dejarse poseer, como en el caso puntual de la virtualización del deseo, como bien lo plantea Deleuze (1989), el deseo se acrecienta si mi objeto no está a mi alcance, de suerte que cuando lo está, disminuye o desaparece mi deseo. Lo anterior pone en evidencia que las formas de contacto pueden establecerse por medio de líneas telefónicas, de avisos periodísticos, de audiciones radiales, de computadoras, de miradas o de contactos físicos superficiales y sin futuro. Y por otro lado se mediatiza lo real porque se accede al cuerpo del otro siguiendo el modelo ofrecido por los medios masivos de comunicación, en este caso se alude a los niveles de verdad depositados en las imágenes y a la forma como adquieren estatus de objetividad, de información y de única verdad sobre los hechos o sujetos que se muestran. En términos publicitarios se hace referencia a los estereotipos y a los modos de vida que se muestran y se imponen como necesarios y socialmente aceptados; en cuanto al ámbito mediático, un ejemplo como los informativos los cuales a través de las noticias presentadas como verdades, siempre moldeadas y siempre convenientes, logran mantener a las audiencias cautivas y a los sistemas políticos estables y establecidos con niveles de popularidad siempre altos.

De manera que reinterpretando la primera perspectiva, ésta puede denominarse mediación distanciante, ya que a través de ella los sujetos eliminan cualquier contacto, cualquier compromiso y cualquier posibilidad de contagio o de realización concreta del deseo, eso permite que permanezca el deseo y que se perfeccionen las herramientas tecnológicas (cámaras, micrófonos), aumentando así los espacios que ofrecen servicios de contacto o de interacción virtual. La segunda mediación estructurante, responde a los modos de elaboración, reproducción e imposición de las nociones de verdad a través de las imágenes, en donde caben espacios informativos, realities y las informaciones de última hora o en exclusiva que ofrecen los informativos. Cualquiera sea el tipo de mediación o mediatización, las imágenes siempre han jugado y continuarán jugando un papel preponderante en las prácticas discursivas y no discursivas, ya que en las primeras se construyen las categorías, nociones y parámetros que posteriormente serán reforzadas y sustentadas por las representaciones y configuraciones simbólicas, propias de las prácticas de saber, conocer y representar de cada época.

Por otra parte, las imágenes se analizan como un testimonio del ordenamiento social y de las formas de pensar y ver las cosas, ya que dan acceso no ya directamente al mundo social, sino más bien a las visiones de ese mundo, propias de una época. En la actualidad tienen una marcada eficacia simbólica en la construcción de líderes políticos, en la reproducción de comportamientos y en el control de las formas de pensar y actuar de los sujetos, ya sea en el ámbito político, publicitario o mediático. Las imágenes adquieren su funcionalidad, en tanto ocupan el lugar de lo verdadero, lo que se ve; lo que se muestra es lo verdadero, es aquello que todos debemos creer y reproducir para reforzar su estatuto de verdad única.

En consecuencia, en la actualidad el manejo de las imágenes en un ámbito de representación de la realidad, permite plantear que no hay por tanto diferencias, sino tal vez puramente nominales, entre un noticiero y un reality, de hecho cabe la categoría de un realiticiero, es decir una puesta en escena de hechos que debemos tomar como verdad absoluta. Pero, ¿cuál es el fin de jugar con las imágenes como herramientas para imponer verdades? La eficacia simbólica, ideológica y psicológica de las imágenes, la cual da lugar a unas maneras diversas y veladas de control social, de reproducción de ideales colectivos, de maneras de conocer el mundo y expresarse sobre él. Ello es evidente en las prácticas políticas de marketing, que realizan los líderes actuales, a través de un manejo mediático de los tiempos y las vidas de los sujetos. Se siente la presencia del gran otro, del que observa, vigila y castiga, o simplemente de quien se ha constituido en una presencia obligada porque escucha, es cercano y atiende las necesidades más sentidas del pueblo. Es la síntesis de una práctica política inmersa en los juegos de la publicidad, del mostrar y vender, del crear una figura que cumpla los deseos de los electores y que diariamente alimente la necesidad de su presencia y de su capacidad de convocar y hacer creíble cualquier hecho. Son líderes mediáticos, son gobernantes de medios que compiten con nuevos productos, que dan lugar a un deseo colectivo condensado en un sujeto, en un significante vacío que adquiere valores de uso y de cambio.

También la imagen adquiere el estatus de verdad por su inmediatez, por la contundencia del impacto y porque está cargada de secuencias, sonidos, planos y voces que construyen todo un espacio de significación. En la publicidad, los ideales y estereotipos son los sujetos que nos muestran; los beneficios son los que se observan en el modelo o en los testimonios que acompañan al producto y la verdad es ese encuentro entre mis necesidades, deseos e ilusiones y las imágenes que se refuerzan con asociaciones, sugerencias y comparaciones en un plano de lo potencialmente real. Se muestra lo que se requiere que se crea, lo que es pertinente para mantener el statu quo propio de las actuales maneras de ver, conocer y expresar la realidad. En la actualidad las sociedades son mediáticas, son flujos de información y de sentidos múltiples que permean los imaginarios colectivos e imponen modos de interacción y de representación de lo cotidiano. La imagen ha ganado un estatuto de verdad. Lo que se muestra es lo verdadero: el liberado, el terrorista, el líder, la víctima y el hijo de la violencia, todos son reales porque son construidos, reproducidos e impuestos por los medios. Si se requiere su existencia, se configura su presencia en los medios y se logra, con la reiteración, un nivel de sugestión colectiva tal, que no puede negarse, que no cabe un hilo de duda sobre lo ocurrido.

Sin embargo la imagen, en su potencialidad real, es el origen de interesantes acercamientos, de análisis críticos que hacen unos pocos acerca de a quién le conviene que veamos algunas imágenes y otras no, a quién le interesa tapar con una imagen otras imágenes, quién logra jugar con la memoria frágil de las audiencias, para quienes el pasado y el presente se mezclan en imágenes yuxtapuestas, en sensaciones visuales de fácil asimilación, pero de corta duración en la memoria. Todas estas son formas de reproducción de poder mediático, modos  de dominación a través de las imágenes
y estrategias de control social. Lo que vemos es lo real, como lo muestran es como sucedió. Es tal la dependencia respecto de las imágenes que podemos comparar el poder y la carga ideológica de las imágenes en esta época con las estampas religiosas, con las pinturas de líderes políticos o con los inicios visuales de la publicidad en términos de eficacia simbólica, de nivel de sugestión, de potencial de sentido. Solamente ha cambiado la época y las posibilidades técnicas para producir imágenes, el deseo, la necesidad y el capital simbólico, continúan siendo los ejes orientadores de lo visual.

En tanto sistemas y prácticas de conocimiento actuales, el ciberespacio y los diferentes lugares de encuentro de los sujetos en el ámbito virtual, así como la publicidad y los medios de comunicación, se han posicionado como dispositivos de orientación reproducción y reconfiguración de saberes, necesidades e intereses de los sujetos en sus prácticas cotidianas.  De la misma manera reorientan la configuración de las sociedades generando esquemas de poder y sistemas formales de saber, en los cuales se encuentran inmersos los sujetos y a partir de los cuales se realizan diferenciaciones entre ámbitos de una misma sociedad, entre países y entre diferentes culturas. De manera que si en el siglo XVI la locura se constituyó en un episteme que logró configurar la producción de diferentes discursos desde diferentes disciplinas (medicina, religión, ética, arte), podemos realizar una hipótesis que consistirá en entender que en este momento y por un tiempo más, el deseo virtualizado podrá estar encapsulado igual en un messenger, en un chat o en una página de pornografía, así como en las disposiciones que sobre las categorías y objetos de deseo establece la publicidad.

Asistimos a un momento de la humanidad en donde la forma en que los sujetos conocen, está condicionada por prácticas discursivas de virtualización del deseo y de sobredimensionamiento de la imagen. Esto quiere decir que un eje temático como la sexualidad está impuesta, controlada y orientada por la publicidad quien muestra, sugiere o construye los paradigmas y objetos del deseo, así como por la apertura a un tipo de placer adquirido gracias a las páginas, portales o comunidades virtuales. Es en estos espacios donde los sujetos adquieren con mayor inmediatez la concreción del deseo, un grado alto de potenciación del placer y logran ser sujetos deseados. Se puede plantear entonces de esta forma una idea de sexualidad mediatizada, gracias al planteamiento de Deleuze (1989) sobre el Homo virtuales, lo cual ha dado origen a una transformación evidente de las representaciones del deseo.

A partir de esa amalgama entre el deseo y el temor surge una nueva figura epocal: el rechazo de lo real. No se trata evidentemente de que los sujetos, en forma individual, nunca hayan rechazado la realidad. Se trata de la socialización de ese rechazo. El rechazo de lo social se globaliza. Se instauran prácticas y discursos que constituyen imaginarios sociales respecto de la conveniencia de que el otro se mantenga a distancia. Si lo real incomoda, hay que liberarse, pero no trágicamente, sino de quien, equipado con un programa de realidad virtual, hace el amor con una computadora o a través de ella. En este caso la palabra “mediatizar” reviste dos sentidos que convergen. Por un lado, lo real se mediatiza porque se llega al cuerpo del otro sin poseerlo ni dejarse poseer. El contacto se establece por medio de líneas telefónicas, de avisos periodísticos, de audiciones radiales, de computadoras, de miradas o de contactos físicos superficiales y sin futuro. Y por otro lado se mediatiza lo real porque se accede al cuerpo del otro siguiendo
el modelo ofrecido por los medios masivos de comunicación. La primera puede denominarse mediación distanciante y a la segunda mediación estructurante. Lo real se borra en beneficio de la representación. Para una generación acostumbrada a digerirlo todo a través de mediaciones, resulta natural tomar distancia de la insoportable inmediatez de lo real. Importa más el símbolo de la ausencia que la presencia.

Se pueden implementar una serie de categorías para entender la construcción del deseo de manera virtual y la percepción de las imágenes como el nivel de verdad necesario para configurar pensamientos y comportamientos colectivos. Las categorías de ver mediático, función mediática y contenedores de memoria visual, se construyen como unidades de análisis de la interacción entre los sujetos y las imágenes, en los diferentes  procesos semióticos y visuales que tengan lugar dentro de una sociedad bien sea en presencia o en potencial presencia. Inicialmente el ver mediático responde a los condicionamientos sociales, culturales, morales e históricos que acompañan a los sujetos en sus intercambios con el deseo concebido por la virtualidad y con las imágenes. Esto quiere decir que existen una serie de criterios impuestos por el colectivo social para hacer uso e intercambiar con las manifestaciones del deseo individual y las dinámicas mediáticas propias de cada época. Esta forma de ver, de interpretar y de conceptualizar por parte de los sujetos, se basa en los requerimientos propios de los saberes, de los conocimientos y de las formas de control que circulan y se deben reproducir en un sistema social.

En cuanto a la noción de función mediática, esta responde a los usos y posibilidades que se pueden lograr con las imágenes y con el control del deseo de los sujetos. En la actualidad, las formas de deseo virtualizado permiten un mayor acceso a portales, a conductas y al tiempo establecido por los sujetos para interactuar en los diferentes niveles de la red. En espacios como el Facebook o el Messenger, los sujetos muestran, se exhiben, sugieren y abren la posibilidad de desear y ser deseados, incluso por personas potencialmente desconocidas. Es la globalización de la imagen, es un alcance inusitado de la presencia de los sujetos en diferentes espacios al mismo tiempo, es un consumo constante, inmediato y fugaz entre los sujetos que produce placer por su falta de compromiso, por su capacidad infinita de intercambios y porque en parte es un juego de roles, de identidades y de comportamientos de dos o más sujeto-objetos deseantes y deseados.

Haciendo referencia a la noción de contenedores de memoria visual, estos se entienden como unidades que sirven para orientar a los consumidores de imágenes, para reforzar el impacto de éstas y para producir una mayor recordación, ya sea esta por asociación, exageración, reiterada presencia o acompañamiento con otros elementos auditivos tanto en el caso de la política, como en el de la publicidad y los medios. En ellos se manifiestan las prácticas discursivas que nos bombardean diariamente, relacionadas con la necesidad de una vida fácil, con los estilos de vida que se vuelven estereotipos y con la estética consagrada por lo que entra por los ojos: la imagen como verdad, la imagen como deseo, la imagen como el único conocimiento posible de los sujetos y la imagen como controladora y orientadora de las conductas humanas. De la misma manera, si comparamos la modernidad con nuestra historia reciente, resulta posible hablar de un tipo de temporalidad diferente, manejada por la inmediatez y por la simultaneidad, por lo efímero y lo atemporal.

3. Conclusiones

En consecuencia es posible plantear la construcción de la verdad a partir de su relación con el poder y con su concreción en los imaginarios sociales. Un ejemplo concreto lo tenemos al reflexionar sobre los espacios virtuales y los medios informativos. En estos discursos observamos que la imagen ya determina en el pensamiento de quienes consumen un noticiero, un comercial o un reality la mayor carga de veracidad. Es quizá el encuentro con un plano concreto de realidad, con la posibilidad de presenciar hechos, situaciones o sencillamente tener una sensación de realidad que permite la tranquilidad de los sujetos y el establecimiento de una manipulación consensuada, abierta y sistemática.

Los sujetos manifiestan conductas, reproducen discursos y necesidades, así como constituyen saberes en torno a nuevas maneras de pensar, conocer y hablar del deseo y la imagen, gracias a las nuevas formas de sujeción, de acción sobre sí y sobre el otro. Un ejemplo de ello es la sexualidad, tomada como conjunto de prácticas y dinámicas de los sujetos, que da lugar actualmente a un sinnúmero de posiciones discursivas frente a la apertura, a otras condiciones, a otras opciones o a maneras diferentes de disfrutar y reconocer el cuerpo como territorio de placer compartido. Es el caso de discusiones actuales que tienen lugar en el discurso político (Congreso) donde se debate en este momento la ley que otorga beneficios patrimoniales a las parejas gay, discusión muy en boga en Colombia, y que permite reconocer que la sexualidad, el cuerpo y el deseo, aún son dominio de las leyes, del poder, de las ideologías y de las instituciones que orientan, determinan y limitan al sujeto en algo tan singular como sus preferencias sexuales y su posibilidad de ser para otro.

Este es tal vez un vivo ejemplo de cómo en cada época se advierten enunciados que circulan, controlan y configuran las formas de pensar y actuar de los sujetos. Frente a las posibilidades actuales que permiten los espacios virtuales y los medios como localizadores de las prácticas discursivas, sigue vigente la idea de un orden del discurso determinado por los trastocamientos, por las discontinuidades, por los procedimientos de exclusión internos y externos del discurso. Esto quiere decir que se ofrece una combinación amplia de modos de actuar y de sentir; se desplazan los mecanismos de control y de vigilancia, por un estético marco de lo necesario, lo útil y lo correcto; se imponen mecanismos de elección limitada, de organización y estructura de espacios, dinámicas y formas de representación de lo colectivo. Es así como en toda sociedad, la palabra según Foucault (1997) está controlada, seleccionada y distribuida por una suerte de procedimientos cuya función es conjurar poderes y esquivar la materialidad del discurso, podemos agregar en este caso, que gracias a las imágenes se configuran múltiples flujos de sentido y mecanismos de dominación del sujeto.

De manera que todo ello ha llevado a transformaciones en el caso de la comunicación a un enorme interés por el sujeto como marca y como testigo, haciendo de la imagen la verdad;  en el caso de los medios a encontrar en el sensacionalismo la estrategia de construcción de verdad y en el caso de los sujetos a preferir la virtualidad, el intercambio mediatizado por canales que acercan, inventan o permiten actuar sobre el otro, desde un cierto
anonimato. En consecuencia, nuestra época está condicionada por las prácticas enunciativas que circulan y se hacen verdad gracias a los imaginarios sociales. Los discursos sobre el deseo, el placer y el cuerpo encuentran la perfecta contradicción entre las restricciones y las permisiones, entre el deber ser y el poder ser. Todo lo anterior porque en su justa medida están controlados por las distintas disciplinas que establecen, imponen y reproducen los saberes desde el poder-saber y las formas lingüísticas de ese saber como la relación entre las prácticas discursivas y las no discursivas (imágenes) y el poder simbólico o real, propio de nuestra época.

Bibliografía

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Sartorini, G. (1989).  Homo videns. La sociedad teledirigida. México: Taurus.

Notas

Categorías planteadas por la autora en el plan de la tesis doctoral La Cognición Mediática: la representación de nuestra época desde una nueva forma de conocimiento a través de los medios. (en proceso)

 

Sandra Liliana Pinzón Daza: Docente Asociada Universidad Jorge Tadeo Lozano. Facultad de Ciencias Sociales, Departamento de Humanidades, Bogotá, Colombia. Licenciada en Lingüística y Literatura. Magíster en Literatura Hispanoamericana. Doctora en Ciencias Cognitivas. sandra.pinzon@utadeo.edu.co

 

El audiovisual y el desarrollo económico regional:

Un agrupamiento productivo de la industria audiovisual en Jalisco

«A partir de un enfoque histórico estructural, en este texto se articulan los niveles global y microeconómico para producir un diagnóstico sobre la emergencia de un distrito productivo audiovisual en Guadalajara, México».

Foto: Fernando Carranza García / Cuartoscuro.

Por Enrique E. Sánchez Ruiz

1. Introducción

Aquí describimos la emergencia de un distrito productivo, o clúster, de la industria audiovisual, en particular de la industria cinematográfica, en el área metropolitana de Guadalajara. Este polo de desarrollo del audiovisual contribuye, a su vez, al desarrollo económico estatal, además de al desarrollo cultural. Aclaramos que, si bien estaremos refiriéndonos a una industria cultural, nosotros ponemos aquí un acento principal en lo económico en este proceso y en las políticas necesarias para su consolidación.
En los últimos tiempos han surgido esfuerzos por “medir”, o determinar el valor económico de la cultura; tanto de la llamada “alta cultura”, como desde luego de las así denominadas “industrias culturales” (Siwek 2015; Piedras 2004; Michel 2002; UNESCO 2000). El descubrimiento del valor económico de la cultura, a su vez, ha llevado a la consideración de los medios de comunicación y otras industrias culturales como posibles ejes para proyectos de desarrollo económico (creación de riqueza, de fuentes de trabajo, etc.). Pero también ha conducido, por cierto, a desvirtuar el valor estético, cultural, cualitativo del arte, considerándolo ahora, principalmente, como mercancía. Pero en el capitalismo es prácticamente imposible que los productos culturales y estéticos se sustraigan de la órbita de las mercaderías. Hay ejemplos históricos de la generación de agrupamientos productivos geográficamente concentrados de una rama de la industria cultural, de los cuales el caso más notable ha sido Hollywood (Sánchez Ruiz, 2003). En los hechos, se generó un polo geográfico que eventualmente produjo sus propios “encadenamientos”, es decir, sus propias “cadenas productivas”1, que significaron precisamente la formación de ese agrupamiento productivo, o clúster, cinematográfico, pero que con el paso del tiempo cubrió todo el sector audiovisual, incluyendo la producción cinematográfica, televisiva, del video y, más en general, de la llamada “industria del entretenimiento” (Scott, 2004).

¿Qué es un clúster?

Esta es la castellanización del vocablo inglés cluster. Una traducción de cluster es “racimo”, aglomeramiento, o agrupamiento. A los clústers, en el sentido en que los referimos aquí, se les suele denominar “agrupamientos (o conglomerados, o complejos) productivos”2. Lo importante es la noción de red, de eslabonamientos, sinergias, finalmente de cooperación, aun en competencia. Se trata del desarrollo, dentro de una misma área geográfica, de un conjunto de firmas de una misma rama o sector económico, que compiten, y/o se complementan (por encadenamientos productivos), con lo que contribuyen significativamente al desarrollo regional, en virtud de complementariedades y sinergias que potencian sus operaciones individuales
y colectivas. La simple copresencia de firmas productivas de una misma rama, puede producir sinergias, o lo que Alfred Marshall señalaba como “economías externas”, o ventajas económicas no atribuibles a cada empresa individual, sino que surgen a partir del conjunto del agregado productivo, fruto del constante contacto e intercambio de los agentes económicos con su entorno (Becattini, 2002).
Hay dos dimensiones de un clúster, que se traducen en lo que los especialistas llaman economías de aglomeración, de escala y de tamaño (Globerman y Vining 2005): Una dimensión horizontal, que significa simplemente la coexistencia de empresas de la misma rama o sector. La copresencia de una serie de firmas que producen un mismo bien o proporcionan un mismo servicio es una condición necesaria, pero no suficiente, para que exista un agrupamiento productivo.
La otra dimensión es vertical, ya que se refiere precisamente a encadenamientos productivos del tipo insumo-producto; es decir, se desarrollan regionalmente empresas proveedoras, que surten las necesidades de otras. Esta forma de eslabonamientos “hacia atrás” y “hacia delante” se refiere a las llamadas “cadenas de valor”.

Medios audiovisuales y su “cadena de valor”

Será conveniente aclarar que, cuando hablamos de industria audiovisual, ya sea con respecto al cine o a la televisión o al video, nosotros aquí, de momento, ponemos cierto énfasis en el aspecto productivo, más que en la distribución o el del consumo (lo que no significa que se ignoren estas fases). Aquí nos importa hacer un recuento y una evaluación de si es posible que se esté desarrollando en el corto y mediano plazos una industria de la producción audiovisual, que eslabonada con sus cadenas de valor y de otros medios y ámbitos (cine, televisión, video, música), eventualmente estaría generando un complejo, conglomerado o clúster del audiovisual en el área metropolitana de Guadalajara.
Si bien el proceso de producción audiovisual se puede dividir en tres fases: preproducción, producción y postproducción, cualquier industria mediática a su vez se puede dividir analíticamente en tres etapas principales: la producción, la distribución y la etapa final de la exhibición/venta/consumo. De hecho, cualquier mercancía3 pasa por tales etapas, aunque quizás se podrían añadir otras (etapas y/o subetapas, como las de la producción), previas y posteriores. Desde el punto de vista económico, todo comenzaría con el financiamiento4.
El cine sigue siendo un sector clave de las industrias culturales contemporáneas, aun con las mutaciones que las tecnologías digitales están introduciendo en tanto mediaciones expresivas, y con las múltiples nuevas plataformas de distribución de los relatos audiovisuales, que ha hecho posible la digitalización y la convergencia tecnológica. El cine y la TV también cada vez están más integrados en un mismo “espacio audiovisual”. Ante el proceso de convergencia entre las tecnologías de información, las telecomunicaciones y las industrias culturales, se puede pensar que el eje para el desarrollo del sector de los “contenidos”, será una industria audiovisual consolidada. A su vez, consideramos que una base fundamental de una industria audiovisual sólida es el desarrollo y consolidación de la actividad cinematográfica.
Un clúster audiovisual en la Zona Metropolitana de Guadalajara Históricamente, ha habido en Guadalajara una historia de “coqueteo” con la industria y la creación cinematográficas. Desde la época muda del cine hubo algunos esfuerzos por producir (Vaidovitz, 1989). Julia Tuñón (1986) documentó los intentos durante los decenios del cuarenta al sesenta del Siglo XX por establecer una serie de empresas y grupos de producción cinematográfica alrededor de Guadalajara, el frustrado “Hollywood tapatío”. En los años sesenta y principio de los setenta, la aparición del Festival Internacional Guadalajara de cortometraje, que si bien solamente alcanzó para cuatro ediciones, propició que muchos pobladores de esta ciudad se aficionaran a la producción de cine, como reseña Pedro Matute (2008), pero tampoco pudo despegar algo más en serio que intentos de aficionados, si bien algunos de ellos interesantes.
A mediados de los años ochenta, en la Universidad de Guadalajara, desde el Departamento de Investigación Científica y Superación Académica (DICSA, cuyo titular era Raúl Padilla López) se creó el Centro de Investigaciones y Enseñanza Cinematográfica (CIEC), para lo cual contrataron al historiador más importante del cine mexicano, Emilio García Riera. La primera versión del CIEC contaba con una unidad de enseñanza de realización, de la que se encargaba el director hidrocálido Jaime Humberto Hermosillo. Uno de sus alumnos fue Guillermo del Toro, quien a los 21 años fue productor ejecutivo de Doña Herlinda y su hijo, de Hermosillo, y poco tiempo después realizó La Invención de Cronos, que le mereció varios Arieles. A partir del CIEC se generó la “Muestra del Cine Mexicano”, única durante un par de décadas y que en sus últimas versiones devino ya en festival cinematográfico de alcance iberoamericano, primero, e “internacional” después (Universidad de Guadalajara, 2005). El ahora Festival Internacional de Cine de Guadalajara (FICG) se ha convertido en un referente cultural fundamental y, mediante acciones como la creación en 2003 del I Mercado de Cine Iberoamericano, ha servido para dinamizar los procesos de distribución de películas en el espacio de Iberoamérica; el Festival ha coadyuvado poco a poco –después de más de treinta años– como multiplicador para la generación en la propia ciudad de actividades cinematográficas, que podrían hacer convergir la ciudad en un polo de producción importante. En el caso de los largos y cortometrajes locales, cada vez más el Festival es una vitrina prominente. La propia Universidad de Guadalajara ha coproducido desde los años ochenta un buen número de películas. A través de los últimos decenios, se han creado en la Universidad dependencias relacionadas al cine, como Cinefusión, productora, o Latinofusión, distribuidora, aunque luego han desaparecido para dar lugar a otras. Además, a partir de 2011 estableció la U. de G. su estación de televisión abierta, Canal 44, misma que interactúa con las otras instancias de producción audiovisual. Recientemente, los medios audiovisuales de la Universidad se vincularon operativamente en el Sistema Universitario de Radio, Televisión y Cinematografía.
Más en general, en la U. de G. y otras universidades locales, ha habido desarrollos en el campo del video, que han redituado varios premios nacionales e internacionales. A través de los años, diversas escuelas de ciencias de la comunicación de la ciudad, señaladamente el ITESO y el ITESM así como el Departamento de Imagen y Sonido del Centro Universitario de Arquitectura y Diseño (CUAAD, U. de G.) y el Centro de Arte Audiovisual (CAAV) han egresado personal con inquietudes y capacitación audiovisuales, de tal manera que han participado desde hace ya varios años en muestras y festivales nacionales e internacionales (Rodríguez 1996). Además, han surgido algunas escuelas específicamente de cine en la ciudad. En el directorio La Brújula (2016) hay registradas 15 escuelas de cine y de video5. A este personal especializado para cuya formación contribuyen las escuelas locales, podríamos añadir muchos tipos de actividades especializadas y complementarias, creativas y/o técnicas (guionistas egresados de carreras de letras, músicos, especialistas en animación computarizada, muchos otros quehaceres técnicos), los cuales ya están siendo contemplados en los currículos de carreras existentes.
Dentro del Festival Internacional, se han integrado actividades de formación: desde 2008 se comenzó a realizar el llamado Talent Campus (ahora llamado “Talents Guadalajara”), donde algunos especialistas reconocidos realizan talleres de actuación, dirección, dirección de fotografía, diseño sonoro, edición, guion, producción, etc.
El “capital humano” fundamental, entonces, se está desarrollando y acrecentando, lo que se nota en los registros del directorio que acabamos de mencionar (La Brújula 2016). El área metropolitana de Guadalajara parece contener ya un número importante de las ocupaciones, oficios y personal, directa o indirectamente involucrados en el proceso de preproducción –producción– posproducción audiovisual: guionistas, personal de casting, actores, dobles, productores, directores, asistentes de dirección, continuistas, documentalistas, directores y asistentes de fotografía, directores de arte, vestuaristas, maquillistas, escenógrafos, compositores y músicos, editores, sonidistas, etcétera.
Entonces, el argumento cuantitativo del paulatino crecimiento de la magnitud y proporción de personal en la industria audiovisual va adquiriendo otras dimensiones al tener en cuenta aspectos cualitativos como, por ejemplo, el que las realizaciones del personal que labora en la Perla Tapatía comienzan a ser poco a poco distribuidas y exhibidas y, aun más, han sido aceptadas o invitadas, e incluso premiadas, en algunos festivales importantes, tanto nacionales como extranjeros.

Del “capital humano” a otras formas de capital

En una representación simplificada de la cadena de valor de la industria audiovisual, desde un punto de vista estrictamente económico esta comenzaría con las inversiones necesarias. No voy a hacer una exposición detallada del capital financiero disponible que hay en la zona metropolitana de Guadalajara, pero siendo la segunda metrópoli en el país, podemos suponer que hay algunos excedentes que pueden dedicarse a invertir en la producción cinematográfica. Recordemos que en nuestro país los registros históricos muestran que la inversión privada en cine suele ser bastante escasa, y que es en realidad lo que invierte el gobierno federal lo que ha mantenido viva a la industria (Sánchez-Ruiz, 2012; Imcine 2014). Sin embargo, el estímulo fiscal denominado “Eficine 189” suele motivar a algunos inversionistas privados a poner algo de dinero en la producción de películas (Mundo Ejecutivo, 2017), además de los complementos que pueden obtenerse por la vía de otros programas de apoyo, especialmente del Imcine. El Eficine 189 se trata de:
un estímulo fiscal para los contribuyentes que otorga el Artículo 189 de la Ley del Impuesto sobre la Renta y que apoya la producción o postproducción de largometrajes de ficción, animación y/o documental; así como la distribución de películas. A través de Eficine, los contribuyentes que inviertan en proyectos cinematográficos en México pueden obtener un crédito fiscal, equivalente al monto de su inversión, contra el impuesto sobre la renta en el ejercicio en el que se determine el crédito (Imcine, 2014).
Entre los otros estímulos que brinda el Imcine, además de escritura de guión y desarrollo de proyectos, los más importantes son el Fidecine y Foprocine. El primero, “Fondo de Inversión y Estímulos al Cine, es un fideicomiso de apoyo a la producción, postproducción, distribución y exhibición de largometrajes (de 75 minutos o más) de ficción y/o animación que otorga apoyos vía capital de riesgo y créditos.” (Imcine, 2014). El segundo es similar, pero éste es para propiciar películas de buena calidad. Poco a poco, la combinación de estos estímulos y otros, han propiciado una reactivación en la actividad de producción de la industria mexicana de cine.
También en Jalisco se ha notado un creciente interés por producir (Montesinos, 2014). Quizás un ejemplo de participación exitosa de un inversionista privado en el cine, sea el caso de Jorge Vergara, quien desafortunadamente no ha continuado ligado con esta industria. En 1999 Alfonso Cuarón le propuso que apoyara financieramente la película Y tu mamá también, cosa que logró estableciendo Producciones Anhelo. Se sabe muy bien que este largometraje resultó muy exitoso, en términos de taquilla, de crítica y de premios. Anhelo siguió coproduciendo películas como “El espinazo del diablo asociado con las productoras Tequila’s Gang (de Guillermo del Toro) y El deseo (de Pedro Almodóvar). Anhelo también produjo Crónicas, de Sebastián Cordero. Pero posteriormente Vergara dejó de invertir en el cine. Pudiera ser que se le convenciera de regresar. Por otro lado, en Guadalajara hay apoyos económicos de instituciones interesadas, como la propia Universidad de Guadalajara, así como el Gobierno del Estado, mediante la Secretaría de Cultura y la Comisión de Filmaciones del Estado de Jalisco.

Otra infraestructura

En 2010 se anunció con bombo y platillo, por parte del gobierno de Jalisco, la inauguración del llamado Chapala Media Park, augurado como el “Hollywood jalisciense”. A poca distancia del área metropolitana de Guadalajara, se le podría considerar como parte de un clúster regional, que incluiría municipios cercanos al Área Metropolitana de Guadalajara, como el de Chapala. A pesar de contener por lo menos un foro de grandes dimensiones y facilidades para pre- y post-producción, la fortaleza del Chapala Media Park es la animación y el diseño digital (Los inquilinos del Chapala Media Park, 2011). Así, se han establecido ahí empresas que a eso se dedican, como Gyroscopic Studios o Kaxan Media Group.
Otro complejo que complementará al Chapala Media Park, será el de la llamada Ciudad Creativa Digital (CCD), que está en vías de establecerse (después de varios años –al escribirse esto– desde que el entonces presidente Felipe Calderón Hinojosa presentó la idea ante miembros de su gabinete y las autoridades jaliscienses, encabezadas por el entonces gobernador, Emilio González Márquez). Si bien las expectativas levantadas han sido muy grandes, alrededor de la generación de un clúster de las tecnologías digitales y sus productos, el problema ha sido la tardanza en la cristalización del hub digital, que se supone atraerá capitales tanto nacionales como extranjeros y que articulará actividades económicas (Martín, 2015).
En 2005, por iniciativa de la Universidad de Guadalajara, pero con el apoyo de un grupo de cineastas, se constituyó la Academia Jalisciense de Cinematografía, A.C., la cual buscaría apoyar los esfuerzos locales e independientes. La acción más importante que han realizado es la solicitud al gobierno del estado para la creación de un Fideicomiso para la Producción de Cine de Calidad en Jalisco (Durán 2009). En 2010, se formó un Consejo Coordinador de la Industria Cinematográfica y Audiovisual de Jalisco (CCICA), que agrupaba alrededor de 20 empresas de cine, animación, televisión y videojuegos.
El otro organismo que se creó fue la Comisión de Filmaciones del Estado de Jalisco, misma que se reactivó en 2012:
La Comisión de Filmaciones del Estado de Jalisco (COFIEJ) es un fideicomiso público que tiene como Objeto General detonar el desarrollo de una infraestructura cinematográfica, audiovisual y de publicidad en el Estado de Jalisco, así como impulsar que el territorio jalisciense sirva como escenario para el desarrollo de estas actividades (http://www.filmaenjalisco.com/#pnosotros).
De hecho, prácticamente no hay una ciudad importante en el mundo que no tenga ya desde hace mucho tiempo una “Film Commission”, precisamente para atraer filmaciones externas e, incluso, extranjeras (Martínez, 2003). En este tipo de actividad, además de que se propicia cierta derrama económica por los gastos que se efectúan en la realización, se pueden condicionar algunos apoyos a la utilización de elementos locales, tanto en el aspecto técnico como en el de talento, lo que propicia que se lleven a cabo aprendizajes tanto individuales como colectivos, que a su vez redundan en el desarrollo de aspectos locales de la industria audiovisual. De hecho, esto sucedió en varias ciudades de Canadá, donde atraían el rodaje de largometrajes o de series de televisión, y poco a poco comenzaron a desarrollar cuadros especializados, en una industria audiovisual propia. Complementariamente al tema que nos ocupa, es evidente que el estado de Jalisco tiene muchos lugares que sirven y han servido como locaciones, con o sin la mediación de la comisión fílmica local o de la nacional. El gobierno de Jalisco creó un fideicomiso para apoyar económicamente las filmaciones que se desarrollen en el estado, con un fondo de 17 millones de pesos para 2015 y que creció en 2016 a 25 millones de pesos (“Cineastas demandan transparentar procesos”, 2014; Rivera, 2016).
 

Distribución y exhibición

En principio, la información que hemos compartido hasta aquí sobre lo que constituye la producción audiovisual en el área metropolitana de Guadalajara, nos deja una muy buena impresión sobre el distrito industrial que vemos desarrollarse en el área metropolitana de Guadalajara y sus alrededores. Confirmamos que efectivamente se está conformando un polo de la producción fílmica en esta zona del país. Sin embargo, quedan dos fases fundamentales en la cadena de valor, que están altamente concentradas y es difícil remontar este obstáculo para la realización del producto cinematográfico, aun para la cinematografía nacional. Se trata de la distribución y la exhibición.
El de la distribución es un mercado altamente oligopolizado a nivel mundial, pues en casi todos los países del mundo capitalista lo controlan casi en exclusiva las seis grandes transnacionales que constituyen la Motion Picture Association of America (MPAA): Disney, Paramount, Sony Pictures, 20th Century Fox, Universal y WB, llamadas “las majors”. Veamos el Cuadro 1, donde se muestran los datos de la Cámara Nacional de la Industria Cinematográfica (Canacine), sobre los ingresos en taquilla de las empresas distribuidoras en México, en 2015:
Vemos que las “majors” dan cuenta del 80% de los ingresos en 2015. Videocine, subsidiaria de Televisa, quizás  en realidad se debería considerar en el caso de México una más de las “majors”. Incluyendo a ésta, entonces, tenemos casi el 90% (88%) de los ingresos por la distribución de películas en nuestro país.
A pesar de que el directorio La Brújula que mencionamos antes, tiene 35 entradas en el rubro de distribuidores, incluyendo las once del cuadro, una producción local tiene que optar por un rango muy estrecho de opciones para que se distribuya y se exhiba su película. Este cuello de botella de la distribución, aunado con el oligopolio de la exhibición cinematográfica en México, hace que se tengan que buscar salidas en las empresas pequeñas, luchando por participar en festivales, y por salir pronto por las otras “ventanas” del cine: la televisión de paga, el VoD (Video on demand), las nuevas modalidades de repositorios en internet (streaming), como Netflix o Filmin Latino, etc.
El caso de la exhibición cinematográfica tradicional en México es de una mayor concentración en términos de que dos grandes empresas controlan casi todo el mercado: Cinemex y Cinépolis, que cubren el 95% de las salas en el país en conjunto. Tenemos, entonces, un enorme escollo en la distribución y exhibición cinematográficas en el país, para los productores mexicanos en general y para los tapatíos más en particular. En Guadalajara se hacen algunos esfuerzos por exhibir en salas locales. Como es de esperarse, el Cineforo de la Universidad de Guadalajara ha hecho algunos esfuerzos por darle cabida a los productos locales. Así, en 2012 presentó la “primera Muestra del Cine Jalisciense” que exhibió 15 largometrajes, cinco documentales y diez ficciones. Como suele suceder con los “eventos” de la Universidad de Guadalajara, esta muestra creció y se convirtió en “La gran Fiesta del Cine Mexicano”, que sin embargo continuó exhibiendo una gran proporción de filmes locales. Por ejemplo, en 2015 hubo 14 largometrajes jaliscienses (“Inicia la gran fiesta del cine mexicano”, 2015). En 2013 comenzó un grupo independiente la Muestra de Cine Independiente Xalisco (MIAX), que incluyó en la edición 2016 a 35 filmes de Jalisco (largos y cortos), de los cuales 11 son de mujeres (“Miax reune 35 creadores de cine jaliscienses”, 2016). Es muy positivo que existan estas ventanas para dar a conocer lo que se hace en el estado de Jalisco (que por la propia centralización, sabemos es principalmente del área metropolitana de Guadalajara). Pero estos festivales y muestras solamente permiten una o dos funciones para cada producto. Por eso, es muy importante que nuestros artistas y productores audiovisuales volteen la mirada a los caminos alternativos al tradicional de la sala de cine.
En los años ochenta, Emilio García Riera comentó en una entrevista periodística que la “era Lumiere” había terminado ya, cuando se estaba generalizando el uso del videocasete para ver películas. Es importante que quienes laboran en la industria audiovisual cambien un aspecto cultural, que le otorga la mayor importancia al consumo del “cine en el cine”, es decir en las salas de cine. Hoy en día los hábitos del público están cambiando y será cada vez más posible dejar de depender de las distribuidoras y salas de exhibición, altamente concentradas, para darle salida a los productos audiovisuales. Por ejemplo, hasta hace no mucho tiempo que la televisión era el medio en el que más consumían los mexicanos películas cinematográficas. En una encuesta que encargó hace unos años el Instituto Mexicano de Cinematografía (Imcine, 2010), el 73% de los mexicanos que respondieron veían las películas en la televisión, por 63% que lo hacían en las salas de cine (por cierto, las respuestas no eran mutuamente excluyentes). Sin embargo, continúan cambiando los hábitos, especialmente entre quienes tienen acceso a Internet y especialmente los jóvenes, hacia el consumo de Netflix (Regeneración, 2016) y similares, donde ven ya casi indistintamente, largometrajes cinematográficos, series de televisión y otros géneros y formatos audiovisuales. Entonces, vemos que las últimas dos fases de la cadena de valor de la industria audiovisual sí son salvables y todo el aparato que hemos visto que se ha conformado en el área metropolitana de Guadalajara, en el aspecto de la producción, seguramente tiene vías de realización final entre públicos diferenciados, en las diversas pantallas.

Colofón

Consideramos muy importante fundamentar una política pública integral, que considere la posibilidad de la generación de las articulaciones o eslabonamientos pertinentes para que el clúster audiovisual llegue a existir. Cuando nos referimos a las industrias culturales, se trata de la conjunción de dos aspectos fundamentales de la vida humana: el desarrollo económico y el desarrollo cultural.  Guadalajara tiene ya elementos de sobra para comenzar a consolidar el “cluster” audiovisual y, quizás, más ampliamente, cultural. Con visión de emprendimiento (entrepeneurship, como le llamaba Joseph Schumpeter a lo que finalmente es capacidad de innovación), si se pone a trabajar orgánicamente el talento que, todos sabemos, existe en Guadalajara, acompañado y, quizás, en algún sentido “orquestado” por políticas públicas apropiadas, este distrito industrial audiovisual se llegará a consolidar.
Si tenemos en cuenta que la televisión actual –y futura– está cada vez menos limitada en el número de canales que pueden transmitirse, que por el desarrollo tecnológico cada vez son más las opciones a través de las nuevas modalidades de televisión (la gratuita y la de paga, la llamada generalista y las de especialidad), nos daremos cuenta de que hay cada vez más necesidad de programas: informativos, de entretenimiento, de “realidad”, de ficción, de intención masiva o enfocados sobre “nichos” particulares de población, etc. No olvidemos que el cine y la TV están cada vez más integrados en un mismo “espacio audiovisual”. Recordemos además que desde hace muchos años el cine se ha constituido en un “género cinematográfico importante”, al contarse entre los primeros lugares en términos de la oferta programática televisual (Sánchez Ruiz, 2000). En la televisión de paga, las películas ocupan el primer lugar en la oferta de programas. Además, a todo esto se suma la llamada “convergencia digital”, que se puede resumir actualmente en las posibilidades presentes y futuras de la Internet para transmitir simultáneamente imágenes, y sonidos, información, etc. Es decir, las necesidades de la “autopista de la información, de la educación y el entretenimiento” en términos de contenidos a ser vehiculados, son ya enormes.
Y estas necesidades se suelen satisfacer principalmente con importaciones. Es importante y urgente que se generen en nuestro país más polos de producción audiovisual, comenzando con aquellos que ya dieron algunos pasos al respecto, entre los cuales el clúster de la zona metropolitana de Guadalajara sería el más avanzado.

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Notas

1.- Generación de cadenas de insumos/servicios/aprovisionamientos.
2.- Hay muchas expresiones (aproximadamente) sinónimas, como distritos industriales, parques industriales, polos de desarrollo, “tecnopolos” o tecnópolis, redes de valor competitivas, sistemas complejos adaptativos, milieux innovateurs, agrupamientos industriales, productivos o competitivos, etcétera. Aquí no es nuestro deseo entrar en disputas teórico-ideológicas que a veces son banales, así que preferimos usar la conjunción, en lugar de una disyunción, a modo de “síntesis creativa” (Ver Sánchez-Ruiz, 1992).
3.- Aunque insistiremos posteriormente aquí, y lo hemos hecho en muchos otros lados, que los productos culturales (películas, programas televisivos, libros, revistas, discos, etcétera) no son ni pueden reducirse a “simplemente mercancías”, porque son también propuestas de sentido y suelen ser también mediaciones expresivas estéticas. Pero debemos aceptar también su carácter de mercaderías en la sociedad capitalista.
4.- Dado que hablamos de industrias culturales, desde otro punto de vista todo comenzaría con una idea, o con una inspiración, o con un proceso creativo. Pero, de nuevo, recordemos que aquí analizamos la dimensión económica.
5.- Por cierto, en el directorio de la página web de la Comisión Mexicana de Filmaciones, en la entrada sobre “publicaciones de la industria” (http://www.comefilm.gob.mx/ligas/publicaciones-de-la-industria/), la única publicación mexicana incluída es La Brújula. Directorio de Producción Audiovisual, de la ciudad de Guadalajara. Esto muestra el interés de grupos tapatíos por la industria y sus componentes. Este directorio, ya muy amplio y de gran utilidad, comenzó como un trabajo escolar en el ITESO.
Enrique E. Sánchez Ruiz Universidad de Guadalajara. Departamento de Estudios de la Comunicación Social, CUCSH.

 

Tecnología que cambia la televisión

Más jóvenes entre 18 y 34 años abandonan la pantalla chica

La televisión tradicional está amenazada por las nuevas tecnologías. Estudios recientes revelan que los niños, adolescentes y una gran cantidad de jóvenes la consumen cada vez menos, al igual que otros medios ‘de antes’. Sin embargo, lo paradójico es que la TV aún puede presumir sus grandes convocatorias de audiencias millonarias en eventos especiales como el Mundial de futbol soccer que en el 2014 en Brasil consiguió que mil millones de personas vieran el partido final entre Alemania y Argentina y según la Federación Internacional de Futbol Asociado (FIFA) y Kantar Media, 3 mil 200 millones cuando menos presenciaron algún fragmento de un partido.

 

Foto: Misael Valtierra / Cuartoscuro.

Por  José Luis Esquivel Hernández

 

Otro de los deportes multitudinarios en Estados Unidos que, además, permiten a la TV cobrar bien cobrados los anuncios, es el futbol americano, objeto de una enorme atención por parte de las masas sobre todo al jugarse el famoso Super Bowl que en febrero de 2016 fue visto por una tercera parte de la población norteamericana y por decenas de millones de otros países, incluidos unos 15 millones en México.

En 2015 –e igual en 2016 y 2017– el Super Bowl arrasó con las audiencias, pues hace tres años tuvo un público de 114.4 millones solamente en Estados Unidos de una población de más de 320 millones de habitantes. Y si a tal cifra se le agregan los televidentes de otros países, el público se eleva a entre 160 y 170 millones de personas frente a la llamada “pantalla casera”, aunque ahora pueda verse en los modernos teléfonos móviles y otros dispositivos.

Increíblemente muchos medios tradicionales aún tienen vida. En México las encuestas de preferencias de consumo noticioso y de entretenimiento aún encumbran a la TV como la reina de los medios. También lo avala el destino millonario de la publicidad y propaganda política.  A pesar de todo, las tecnologías de punta están poniendo contra la pared, poco a poco, a la TV tradicional, pues una nueva generación de jóvenes ve menos televisión y utiliza más los aparatos inteligentes para tener acceso a una Internet que consigue diversión, información e intercambios personales, de acuerdo con el periodista de la ciudad de México, Sergio Sarmiento. Por eso la televisión abierta, principalmente, está declinando.

La primera noticia al respecto fue difundida por el diario USA Today desde el martes 30 de abril de 2013 y en el 2016 Televisa ha admitido que la crisis por la que atraviesa está identificada en su origen: “Las apps son el futuro de la televisión…” Esa es la visión de Reed Hastings, presidente y cofundador de Netflix.

Y el viernes 20 de febrero de 2015 leímos su complemento: “Los jóvenes ya no ven televisión, pues según revela un estudio de Estados Unidos, cae la audiencia en el segmento de 18 a 34 años por el uso de streaming y smartphones”. Muchos de ellos ya no tienen los aparatos tradicionales sino que han volcado sus ojos en los teléfonos celulares principalmente o, si acaso, en las computadoras. La tele ya no es lo que era. Y por eso ya tenemos la primera generación de nativos digitales que vive al margen de ella y ve más videos en YouTube e Internet a la hora que le da la gana o cuando puede. Bienvenidos al futuro.
Los datos duros de 2017 así lo señalan, pues Nielsen estima que en Estados Unidos un joven de entre 18 y 24 años usa su smartphone (SmPh) 19 horas a la semana y solamente ve TV durante 14 horas, contra los mayores de 65 años que invierten 48 horas y media en la TV y 4 horas en el SmPh. Pero lo interesante del caso es que la inmigración al video digital es generalizada y no solo de las nuevas generaciones.

De acuerdo con un ensayo de la compañía en su sitio de la red, “en las próximas décadas y en todo el mundo, la televisión por Internet reemplazará a la televisión lineal (programada), pues las apps sustituirán a los canales; los controles remotos desaparecerán y las pantallas proliferarán. Es un hecho que la TV por Internet crece de millones a miles de millones, pues Netflix, HBO y otras están marcando el camino”.

El ensayo con la visión de la compañía fue presentado después de que Netflix anunció que había conseguido más de dos millones de nuevos clientes en Estados Unidos en el primer trimestre del 2013. A nivel mundial, Netflix decía tener 36.3 millones de clientes, de ellos 29.2 millones en la Unión Americana. Y en el 2017 ya había llegado a cien millones con una gran tasa de crecimiento anual.

La competencia va en serio precisamente porque el dinero en abundancia ha hecho que Netflix acredite más y más el servicio de video por Internet y expanda su programación original al comprar los derechos de series populares de canales de cambio como Breaking Bad y American Horror Story, además de invertir en 2017 unos 6 mil millones de dólares para producir setenta shows originales. Pero también han contribuido a esta novedad Amazon.com Inc, Yahoo Inc, Apple y YouTube de Google ofreciendo series solo por la red como alternativa de la TV de paga. Y todavía falta ver cómo se moverá Facebook en esta dirección, pues no se espera que siga de brazos cruzados.

“Netflix es el enemigo público número uno”, se oyó decir en una junta a mediados de 2017 a Bertt Salke, el CEO de FOX 21, y lo repitió en la demanda contra su competidora porque esta se “pirateó” a Tara Flyn, una de sus productoras estrella.

De hecho una noticia impactante ya había sacudido al mercado a mediados de octubre de 2014 cuando Leonardo DiCaprio se asoció con el servicio de video en línea Netflix para producir un documental sobre los gorilas de África. El actor es uno de los productores de Virunga, un filme que, de acuerdo con Netflix, tiene tanto de periodismo de investigación como de documental, pues el parque que lleva ese nombre es el último santuario en el mundo de los gorilas de montaña, cuya población no supera los 800 primates, y por eso el equipo se concentró en los confines de la República Democrática del Congo, Ruanda y Uganda para dejar testimonio de este trabajo fílmico.

El documental Virunga, dirigido por Orlando von Einsiedel, presenta en el Congo a un equipo de guardabosques, atrapados entre los cazadores furtivos y los intereses económicos en el parque nacional más antiguo de África. La película se estrenó en salas de Nueva York y Los Ángeles, así como en las páginas de Netflix.

El paso de la TV lineal (la que se sintoniza de acuerdo con la programación de la compañía) a las apps ya ha empezado, afirma Hastings, señalando que los prestadores de servicio de TV tradicional de paga ya están ofreciendo apps a sus suscriptores para ver su programación en todas partes, imitando a los canales individuales y de servicios como Netflix y HBO. “Las cadenas existentes, como ESPN y HBO, que ofrecen asombrosas apps, tendrán más televidentes que en el pasado, y tendrán más valor. Las cadenas existentes que no desarrollen apps de primera clase perderán auditorio e ingresos”, señala el ensayo, que no ha hecho más que coincidir en el debate que sostienen grupos de académicos y estudiosos de todo el mundo acerca del futuro de la TV que conocemos hasta hoy.

La noticia del 20 de febrero de 2015 es contundente: “El cambio en conducta es increíble”, ha dicho Alan  Wrtzel, director de investigación de audiencias de NBC Universal. En la era de los dispositivos móviles y Netflix no es sorpresa que la televisión esté perdiendo relevancia entre el público joven, pero la aceleración repentina es alarmante incluso para los analistas más experimentados. “El uso tradicional de la televisión que ha ido en descenso entre los receptores de 18 a 34 años a un ritmo aproximado de 4 por ciento anual desde el 2012, cayó a 10.6 por ciento entre septiembre de 2014 y enero de 2015”, escribió Claire Atkinson en el periódico The New York Post.

Si se mantiene la tendencia de la televisión como algo pasado de moda, las implicaciones para la industria de los medios será enorme, posiblemente ocasionando un cambio radical en el mercado de la publicidad televisiva de 80 mil millones de dólares en 2017, y por eso ahora la inversión en anuncios está destinando más dinero a lo digital, pues los espectadores de la llamada “Generación del Milenio” ven contenido en línea de Nextflix, Amazon Prime, Hulu, HBO Google y otras fuentes de streaming.

La investigación de mercado arrojó un incremento del 22 por ciento de un año a otro en la audiencia de servicios de suscripción en el 2014, y un aumento del 26 por ciento de público que ve muchos episodios seguidos de un mismo programa ‘bingeviewing’. El consumo de contenido en línea es más alto que nunca. Y los medios tradicionales que no se adaptan a estas nuevas circunstancias tecnológicas, están llenando el cementerio de antigüedades. El futuro cada vez es más digital, interactivo y en pantallas distintas a la TV que se están quedando para los viejitos y analfabetas tecnológicos.

Así lo revela también un estudio de Nielsen en 2017, al comprobar que en cuatro años (de 2012 a 2016) cayó en 38% el tiempo que pasan los jóvenes estadounidenses de entre 12 y 24 años viendo televisión. Pero el mismo fenómeno se registró entre los de 25 y 34 años al perder 34%, en tanto que el porcentaje fue de 19% entre las personas de 35 a 49 años de edad. Solamente subió entre los mayores de 65 años, aunque sólo en un 2%.
Veamos otro reporte de Steinberg que apunta la tremenda competencia que está resintiendo la TV tradicional en los Estados Unidos: Entre 2010 y 2015 la edad promedio del televidente de la CBS pasó de 55 a 59 años, y la de NBC de 50 a 54, mientras que la de ABC se ubicó de 50 a 52 y la de FOX de 45 a 49.

Tampoco se salvan los canales de cable, ya que, por ejemplo ESPN, entre julio del 2014 y agosto de 2016 perdió 7.4 millones de suscriptores, es decir, un 7.3% del total.

Investigaciones académicas

Tanto importa a las Entertainment audiencias el futuro del medio que desde el año 1950 del siglo pasado empezó a dominar el mercado, que ha puesto en órbita a los expertos e investigadores con dos preguntas: ¿Es el fin de una era de la TV con su consecuente transformación o es el fin de la TV y ya?
Alvin Toffler había pronosticado en 1981 la decadencia de los medios masivos al incluir en La tercera ola el capítulo “Desmasificando los medios de comunicación”. Hasta ahí parece sensato lo que escribió: “A medida que avanza la tercera ola, los medios de comunicación, lejos de extender su influencia, se ven de pronto obligados a compartirla. Están siendo derrotados en muchos frentes a la vez, por lo que yo llamo los medios de comunicación desmasificados”.

Hasta ahí no parece haber dudas de que Internet, y concretamente las redes sociales, hayan vuelto realidad el vaticinio de Toffler. Pero lo que sí parece increíble es creer ahora mismo que se acaba o se transforma radicalmente la TV, cuando vemos que de los 68,860 millones de pesos de inversión publicitaria en México la TV abierta se lleva el 52.44 por ciento (es decir, 36 mil 45 millones de pesos), cifra muy superior a la
que obtiene la radio, con un 9.39 por ciento (6,466 millones de pesos); las revistas, con 7.82 por ciento (5,388) y la TV de paga, con 7.38 por ciento (5,083).

La inversión publicitaria en México apenas reparte el 6.84 por ciento a los medios digitales (4,707 millones de pesos) aunque es el rubro que más crecimiento reporta, indudablemente. En cambio el 6.66 por ciento a los periódicos tradicionales (4,587) es síntoma de decadencia, mientras que los panorámicos exteriores alcanzan el 5.86 por ciento (4,030), los directorios el 2.99 por ciento (1,579) y el cine el 1.32 por ciento (908).

Por otra parte, las encuestas también son reveladores de la influencia actual de la TV abierta al reportar que más del 62 por ciento de la población mexicana se entera de las noticias por este medio, lo que confirma por qué los políticos destinan gran parte de su presupuesto propagandístico a este medio, sobre todo en épocas electorales, como lo volveremos a constatar en 2018 durante los comicios presidenciales.

Igualmente, los montos que el gobierno federal destina a Televisa y TV Azteca hablan por sí solos de la importancia o favoritismo que Enrique Peña Nieto le tiene a la televisión tradicional:

A) Según datos de la Cuenta Pública, entre 2013 y 2016 gastó 25,649,236,567 millones de pesos, otorgando a Televisa 1,488,934,160.61 y a TV Azteca 921,058, 921.
B) De acuerdo con el informe de Fundar, las cifras superaron lo autorizado, pues en 2013 ascendieron a 8 mil 154 millones de pesos; en 2014 llegaron a 7 mil 462; a 9 mil 947 en 2015 y a 10 mil 699 en 2016.

Así es que puede parecer un contrasentido cuestionar si estamos ante el fin de una era de la TV tradicional y veremos su transformación, o si asistimos desde ahora a las exequias de este popular medio. Y, sin embargo, Steve Johnson inició desde el 2005 la alharaca al respecto al publicar el 24 de abril de dicho año (2005) en el New York Times un texto que fue traducido al español con el título “Cultura basura, cerebros privilegiados”.

Johnson no ha dejado de mover el avispero al grado de conseguir que Giovanni Sartori fuera cuestionado por su propuesta en el libro Homo videns del año 2000 y Karl Popper no pase el filtro de sus críticos por sus asertos en 1998 en torno al mismo tema, pues ambos no han tomado en cuenta que la cultura televisiva cada vez se está volviendo más exigente desde el punto de vista cognitivo, según Alejandro Piscitelli, uno de los intelectuales argentinos que más luz aportan al asunto.

Carlos A. Scolari y Mario Carlón están de acuerdo en El fin de los medos masivos. El comienzo de un debate (2009) en que asistimos al nacimiento de una nueva era, en consonancia con el prestigioso investigador norteamericano Eliuh Katz quien ha sentado cátedra sobre el tema con sus escritos como The end of Television (2009).

La televisión que conocimos entre las décadas de los sesenta y los setenta está muriendo, dice Katz, en cita de Mario Carlón, pues esa televisión está dejándole espacio a otra de cientos de canales, que transmite a “nichos”, portable, que es parte de un sistema integrado a internet y otros nuevos medios.

Y además de Carlón y de Scolari, forman parte de esta postura Damon Lindolf, creador de Lost (La TV agoniza), Eliseo Verón y Alejandro Piscitelli, opuestos a la creencia de que la TV no está muerta ni muriendo, sostenida por los norteamericanos John Ellis (2004), Verizon (2008) y Toby Miller (2009), defensores estos últimos de la permanencia de la pantalla casera si se toma en cuenta que sigue siendo el más confiable escenario para los anunciantes, además de “ser más diversa, más difusa, más popular, más poderosa y más innovadora que nunca”.
Para Miller “la gente que ve TV en distintos dispositivos y en diferentes servicios está viendo más, no menos TV (…) Y ésta aún domina como modelo de producción, distribución y recepción”.

Total que estas posiciones enfrentadas nos recuerdan las charlas de quienes, después de 1896, discutían si el cine mataría el teatro, o de los contemporáneos de nuestros abuelos respecto a la desaparición de los periódicos al surgir la radio a finales de la década de 1910, y luego los debates de nuestros padres y sus amigos sobre si había llegado el momento de decir adiós, ahora sí, a los medios impresos porque la TV llegó arrasando con las audiencias a mitad de siglo XX.

Igual sucedió cuando  se pensó durante la década de 1840 que con la llegada de la fotografía, la pintura ya no tenía nada que hacer en el mundo del arte. ¿Y quién no recuerda a los catastrofistas que en los años 1970 y 1980 se empeñaron en sostener a voz en cuello que el videotape y la videocasetera le iban a dar en la torre al cine y que muchas salas cerrarían por la comodidad de ver películas en la propia casa a bajo precio, merced a la descarada piratería?

Ahora escuchamos y leemos los mismos exabruptos de quienes viven apantallados con las tecnologías de punta en el siglo XXI y sostienen que la prensa de Gutenberg producirá sus últimos ejemplares de un momento a otro porque el papel pasará a la historia y las herramientas electrónicas se enseñorearán de todo entre las nuevas generaciones acostumbradas a los sistemas digitales y a los dispositivos electrónicos de moda.
Por tanto, no es extraño plantearse si es verdad que la TV tradicional llegará pronto a su fin o si aguantará las presiones que le llegan de todas partes y se valdrá de aquello que le sirva para asumir una nueva forma de entretenimiento de las masas sin importar la plataforma o vehículo por el cual transite.

Como la prensa se ha adaptado para sobrevivir ante la avalancha de nuevos medios informativos y ha superado los tristes presagios acerca de su extinción, es posible que la TV tradicional simplemente evolucione y no deje el gran mercado que le representa producir y distribuir materiales a diestra y siniestra. Quizá con la ayuda, algún día, de los propios consumidores que ya participan con sus gráficas en Instagram o con sus grabaciones en YouTube, el cual hoy día recibe más de 60 horas de video cada minuto.

Aún le queda un largo camino a la televisión si sabe presentarse rejuvenecida y moderna y si sabe comportarse acorde con la convergencia mediática como suma de las funciones de los medios en una sola y de los tiempos de la hipertextualidad e interactividad además del descenso de su etapa hegemónica por el “empoderamiento” de las audiencias.

Lo creemos así por las noticias que nos llegan, por ejemplo, de Amazon, el participante más reciente en la programación original de TV, que desde el 29 de abril de 2013 hizo una campaña entre  los televidentes para que le ayudaran a decidir los programas piloto que debían convertirse en series.
A partir de la primera semana de mayo de 2013, Amazon Studios empezó a postear 14 programas piloto –seis infantiles y ocho comedias– para el servicio en línea gratuito en Amazon Instant Video o a través de cualquier app Amazon Instant Video. La retroalimentación y comentarios de los espectadores fueron un factor para determinar cuáles serían elegidos como series.

Roy Price, director de Amazon Studios, aceptó que toman en cuenta a los clientes que ven un piloto a través de una encuesta que deben contestar o consultando sus reseñas tradicionales en un sitio en la red, porque son ellos los que esperan un programa pulido y de alta calidad, lo que está obligado a ofrecer Amazon.

Por otra parte, el 16 de octubre de 2014  apareció la noticia fechada en Nueva York de que HBO TV pelearía por la red en el año 2015 al vender su popular servicio de transmisión de video por internet HBO Go como un producto independiente, mientras más estadounidenses optan por ver programación en la red y no en la TV. Los televidentes que ansían ver Game of Thrones, True Detective y Veep ya no tendrán que pagar grandes cuotas por contratos de cable y satélite.

“HBO y ESPN son las dos principales razones por los que la gente tiene cable y TV satelital”, ha dicho el analista de Forrester, James McQuivey. “No sabemos si un día terminará la TV de paga pero sí advertimos que muy pronto habrá un gran cambio, pues hoy mismo millones de estadounidenses han cancelado ese servicio”.

Según la firma de investigación eMarketer “cerca de un 45 por ciento de los estadounidenses ve por internet programas de TV al menos una vez al mes, y se espera que pronto esa cifra suba a 53 por ciento, o cerca de 175 millones de personas, para 2018.
Así es que no imaginamos siquiera cuántas nuevas iniciativas conoceremos como parte de la vieja televisión que “no acaba de morir y la nueva que no acaba de nacer”, como dijera algún día el italiano Antonio Gramsci respecto al sistema económico.

José Luis Esquivel Hernández es periodista y académico de la Universidad Autónoma de Nuevo León. Es autor de libros como Periodismo preguntón en diez lecciones y Periodismo cultural.

El periodismo después del periodismo

¿Y si ya no es periódico ni digital?

«El periodismo que nació episódico y fragmentario, ahora se vuelve un continuum informativo en donde los tiempos cortos conviven con los largos. Es pasar de la lógica de la publicación periódica (el periódico, el noticiario) hacia plataformas informativas que conjuguen lo permanente con lo inmediato.»

FOTO: MARÍA JOSÉ MARTÍNEZ /CUARTOSCURO.COM

Por Jorge Tirzo

El periodismo ha cambiado, y mucho. Su nombre aludía a la periodicidad con la que era publicado (el diario, el semanario), porque esos eran los ciclos del periodismo industrial propios de la galaxia Gutenberg. La era digital (esa galaxia Internet) nos ha cambiado los ritmos. Por un lado, herramientas y flujos en tiempo real hacen necesario un periodismo en vivo. Ya no periódico, sino cuando ocurra, mientras ocurra, después de que ocurra. Siempre. Lo periódico se vuelve inmediato. Por el otro lado, los tiempos largos y la posibilidad de construir plataformas informativas permiten hacer coberturas y proyectos de largo (larguísimo) aliento: crónicas y reportajes multimedia, plataformas periodísticas, redes de información, bases de datos interactivos. Lo periódico se vuelve permanente. El periodismo que nació episódico y fragmentario, ahora se vuelve un continuum informativo en donde los tiempos cortos conviven con los largos. Es pasar de la lógica de la publicación periódica (el periódico, el noticiario) hacia plataformas informativas que conjuguen lo permanente con lo inmediato.
No se trata sólo de cambiarle el nombre a una actividad humana que sigue teniendo principios fundamentales inamovibles (la verificación de datos, el fair play, la responsabilidad con las fuentes, la libertad de expresión, etcétera), es más bien un ejercicio de reflexión sobre las dinámicas comunicativas que el periodismo necesita desarrollar para sus nuevos lectores y productores. Pensar un periodismo más allá de lo periódico es una oportunidad para concebir la información de una manera más acorde a los nuevos flujos sociales e informativos. Basta con asomarse a Facebook para mirar cómo se construyen las experiencias comunicativas del siglo XXI: No es una publicación fija y periódica, como en su tiempo fueron las revistas, los anuarios o los álbumes de fotos; tampoco es ordenada por editores, ni los colaboradores son fijos. Se trata de una plataforma de contenidos, basada en relaciones, interactiva, donde los productores son a la vez consumidores. Un flujo incesante de socializaciones llenas de sentido. Si el periodismo se queda fijo y periódico, dejará de ser significativo para los ciberusuarios. El periodismo después del periodismo debe entender la nueva dinámica comunicativa y apropiársela no sólo en la distribución de contenidos, sino también en la planeación, investigación, realización y retroalimentación de los mismos.

Cuando el periodismo era periódico y de periódicos

En español, nuestro oficio recibe el nombre de los ciclos de producción informativa. Un periodista es aquel que elabora información periódicamente, es decir, bajo ritmos fijos habituales de la profesión. La palabra “periodismo” data de mediados del siglo XVIII y, a diferencia de otros idiomas, en el español se impone sobre el término “diarismo” (López de Zuazo, 1995). En la mayoría de las lenguas el nombre del oficio no alude a la periodicidad de forma genérica, sino que hace énfasis específicamente al ciclo diario. Así es como el journalism, en inglés, es un oficio que designa al “diarista”, al que publica información cada jornada. Lo mismo pasa en un buen número de idiomas, como lo prueban los vocablos journalisme, en francés, jornalismo, en portugués, giornalismo, en italiano, journalismus, en alemán, zhurnalistika, en ruso, etcétera. De cualquier forma, todos estos vocablos aluden al ciclo de producción y no al contenido de lo producido.
Si nos ponemos exigentes, una buena cantidad de oficios también son periódicos y no son llamados “periodismos”. Los docentes (“los que enseñan”) suelen trabajar dando clases periódicamente, muchos incluso de forma diaria. Los cocineros (“los que cocinan”) habitualmente producen diariamente, e incluso tienen varios menús que preparar cada jornada. De una u otra forma, muchos oficios tienen ciclos reiterados que no les dan nombre porque tal periodicidad no es fundamental para su labor. Los docentes pueden enseñar en ritmos muy disímiles y los cocineros pueden hacerlo de forma habitual o no. Los periodistas solíamos estar regidos por la periodicidad de una forma tan fuerte que ameritó que el oficio tomara ese nombre. Actualmente, la lógica comunicativa de la información se diversificó tanto que el periodismo ya no es necesariamente periódico. Es más, muchas veces el mejor periodismo es justamente el que no es periódico ni estuvo en el periódico.

El fin de los deadlines y los límites de caracteres

Los límites físicos de los medios tradicionales condicionaban la forma del periodismo de forma altamente restrictiva. Los textos debían tener cierto número de caracteres (o minutos en el caso de la radio y la TV) y debían entregarse a cierta hora del día para que se procesaran para ser publicados. Si había errores o información emergente, no había forma de incorporarla después (a lo mucho en una fe de erratas). El periódico, o el noticiario, se escribía todos los días como un producto nuevo. El contenido periodístico estaba subordinado a la forma de operar de los medios. Pero, ¿qué posibilidades se abren cuando se puede publicar de inmediato, sin límite de espacio y con la facilidad de corregir o actualizar con nueva información?
El periodismo tradicional no suele hacer todavía mucho uso de tales características propias de la red. Los periódicos digitales siguen teniendo deadlines de publicación, muchas veces subordinados a las ediciones impresas. Si una nota informativa se publica con errores en el online, lo más probable es que se quede así por el resto de los tiempos en vez de corregirlo. Si después de publicar una nota hay más información, lo más frecuente es que se publique una nueva nota, dejando la otra también en línea, con información incompleta o inexacta. Si se publica un error, la inercia del modelo tradicional lleva a que se cometan absurdos como borrar la nota online (lo que suele venir de críticas acompañadas de capturas de pantalla donde el error sigue evidente). Ese tipo de errores eran aceptables bajo el supuesto de que la edición matutina de un periódico sólo se publicaría una vez en la vida y luego ya no se podría añadir o quitar nada. El lenguaje digital permite perfectamente esos cambios. No hay excusas para dejar errores publicados en el periodismo digital.
Los primeros cambios en el contenido periodístico, debido a la libertad de la forma, ya se están viendo. En buena medida (aunque no la única), el llamado “boom de la crónica latinoamericana” es posible gracias a que ya no es problema la proliferación de textos extensos. Hasta hace pocos años, los géneros extensos como la crónica y el reportaje, sufrían una crisis de exposición debido a que los periódicos no les daban espacio o lo hacían de una forma muy esporádica. La televisión lo hace aún más evidente, pues rara vez publica videos periodísticos extensos, sino que se enfoca a notas breves descontextualizadas. En cambio, la proliferación de revistas, blogs, sitios web y otros medios digitales dedicados a la crónica le ha abierto un renovado espacio a este género. Ejemplo de ello son medios como Radio Ambulante, Revista Anfibia, ProDaVinci, Replicante, etcétera. Sus textos suelen ser muy extensos, dando a los autores la posibilidad de explayarse en análisis, historias y explicaciones complejas.
Los ebooks periodísticos de la editorial eCícero son el ejemplo extremo. Los textos narrativos periodísticos son pocas veces imprimidos por editoriales tradicionales, pues son muy extensos, difíciles de producir y tienen pocos lectores. Los bajos costes de producción y distribución que tienen los libros electrónicos permiten fácilmente publicar este tipo de investigaciones al precio de un café. Aunque también hay aspectos sociopolíticos que han influido en este boom, es innegable que la libertad de espacio es un factor que ha jugado a su favor. Ahora podemos hacer periodismo desde los 140 caracteres, hasta los 140 millones, si es necesario.
Yendo más allá, los usos extremos del lenguaje digital (como la Wikipedia, el difunto Google Wave o hasta el popular Dropbox) apuntan a procesos dinámicos y complejos de lectoescritura colaborativa. Ni siquiera son una posibilidad lejana, sino una realidad empírica que muchos grupos sociales ya están ocupando de forma orgánica. Empresas completas usan herramientas para compartir documentos, como Dropbox o Google Drive, para evitar la duplicidad de un archivo. Por ejemplo, se puede elaborar una hoja de cálculo con los ingresos y egresos de una empresa. En vez de enviar una versión distinta cada día, se puede actualizar un sólo archivo en la nube con los datos de cada nuevo día; todo esto desde distintos lugares, por distintas personas y en diferentes dispositivos.
¿Y eso cómo puede servirle al periodismo? Hagamos un ejercicio de imaginación y pensemos en una nota informativa escrita en tiempo real de forma colaborativa en una herramienta similar a Google Docs. Desde su teléfono, un reportero en el lugar de los hechos podría iniciar la redacción, añadir fotos, video, audio; mientras tanto, un editor en la redacción puede añadir contexto, vincular a piezas relacionadas, verificar datos, corregirlas, etcétera. Los lectores podrían participar añadiendo comentarios, opiniones, informaciones complementarias, desmentidos, etcétera. Si surgiera un dato inexacto, simplemente bastaría con corregirlo por uno más certero. A medida que el tema evoluciona, los diferentes sucesos podrían ser incorpo-
rados dentro de la misma página, o hipervinculados si ameritan una discusión distinta. Un periodismo más parecido, en la forma, a la Wikipedia que a las páginas de un periódico. Las posibilidades técnicas ya permiten la elaboración de periodismo participativo más allá de la lógica de los deadlines y el límite de caracteres. Falta que las prácticas de producción aprovechen esas potencialidades para generar un cambio en la forma que lleve a un mejor contenido.

Cuando el “inmediatismo”  se vuelve “permanentismo”

Lo que llamo “inmediatismo” se trata probablemente del periodismo digital más evidente y popular actualmente. Su ejem-plo más directo es la simbiosis que ha tenido Twitter con los medios informativos. Incluso es la dinámica que más detractores y más prejuicios ha generado. Muchos periodistas y críticos de los medios identifican el periodismo digital casi exclusivamente con el periodismo de “minuto por minuto”, la cobertura en vivo y los 140 caracteres. Las críticas principales van encaminadas a decir que la presión, la necesidad de rapidez y los pocos caracteres para expresarse están permeando la calidad del periodismo.
Lo que muchas veces se olvida es que el periodismo en breve y en tiempo real no es nada nuevo. La radio lo ha hecho desde sus inicios, la televisión hace despliegues gigantescos de coberturas en vivo de forma cotidiana, y los periódicos se han aprovechado de ello desde el telegrama, pasando por el telex y los cables de agencias. Si se puede hacer periodismo en tiempo real digno en radio, también es posible en Periscope. Si las agencias noticiosas han hecho trabajos excepcionales desde los tiempos de la clave Morse, también se pueden hacer en la era Twitter. No es la herramienta, sino la preparación y el trabajo previo necesario en toda cobertura en vivo.
El gran cambio está en que las nuevas coberturas en vivo no son unidireccionales y, al menos potencialmente, nunca terminan. Pongamos el ejemplo hipotético de la cobertura de una manifestación en Twitter. Los periodistas pueden utilizar dicha plataforma para publicar imágenes y reportes, como si se tratara de información para la radio o televisión. Pero, simultáneamente, habrá otros usuarios, no siempre desinteresados, que publiquen su propia información: activistas que quieran visibilizar sus peticiones, opositores que quieran desviar la atención a través de bots o mensajes falsos, gobiernos que quieran reivindicar o neutralizar la protesta, periodistas ciudadanos o amateur que quieran dar enfoques distintos a los medios hegemónicos, etcétera. El gran reto de este tipo de periodismo es darle orden, jerarquía y balance informativo a la red de informaciones que se van generando en tiempo real. La responsabilidad de los medios periodísticos ya no es sólo producir información en tiempo real, sino también recuperar la información generada por los demás, filtrarla, curarla y presentarla de una manera balanceada.
¿Y qué pasa cuando termina la marcha? Twitter, Instagram, Facebook y demás plataformas estarán llenas de videos, reportes, crónicas, opiniones. El periodismo tiene el deber de incorporar todo eso a la narrativa sobre la protesta, de manera ordenada, verificada y curada. La nueva labor periodística no termina cuando acaba la marcha –como de hecho nunca ha debido hacerse– sino que se extiende al seguimiento de los contenidos publicados en redes (y fuera de ellas). Lo periódico se vuelve una labor permanente de seguimiento, filtro y ordenación.
¿Y cómo darle seguimiento a los temas? ¿Dónde publicar tanta información generada? ¿Cuándo acabar una cobertura? Parecen preguntas abrumadoras, al menos para los medios tradicionales. Los periódicos acostumbrados a las secciones, las fuentes y las publicaciones periódicas tienen muy difícil la labor de procesar las coberturas a largo plazo. Sin embargo, otro tipo de medios digitales más pequeños, pero más flexibles, pueden adoptar este tipo de periodismo de forma eficiente. Imaginemos que un medio digital solamente se enfoca en la cobertura del medio ambiente. Las curadurías, informes en tiempo real, bases de datos y demás, pueden seguir infinitamente en stand by, esperando a ser actualizadas cuando ocurra algo nuevo.
Los nuevos periodistas deben ser expertos en sus áreas y saber actualizar la información. Antes no podía corregirse o actualizar una información publicada. Lo que se imprimía quedaba así, perpetuamente. Pensemos en la diferencia entre una enciclopedia impresa y una digital. Si se encuentra un error en un libro impreso, es incorregible; en una plataforma digital la corrección está a un clic de distancia. Casos como la Wikipedia llevan esta lógica de la corrección a una nueva dimensión, al volverlo un proceso colaborativo. Probablemente haya muchos errores en la Wikipedia, pero también hay muchos colaboradores corrigiéndolos y construyendo nuevas entradas. El periodismo tiene mucho que aprender de esa dinámica. Así como los moderadores de las wikis son fundamentales para evitar abusos y errores, los periodistas deben asumirse como moderadores informativos para evitar abusos y errores de sus comunidades de contenidos.
Aceptémoslo, el periodismo ya no es periódico. O por lo menos ya no necesariamente es así. Ejemplos como el boom de la crónica o plataformas multimedia informativas son, incluso, prueba de que se puede hacer gran periodismo fuera de la lógica industrial periódica. De la lógica de la producción en serie a la del diseño especializado. Del periodismo estilo McDonalds a uno parecido al arte-objeto.

Periodismo posdigital

El segundo gran cambio está en la noción de “lo digital”. Hasta hace unas décadas veíamos a las computadoras y a Internet como entidades raras, ajenas de la vida cotidiana, con la promesa de que algún día serían el futuro.
Había momentos online y offline bien diferenciados. Se hablaba de “realidad virtual” como algo alterno, casi como una vía de escape. El sonido de los primitivos módems marcaba un antes y un después de “conectarse” y “desconectarse” de Internet.
En ese contexto es que nacieron los conceptos de “periodismo digital”, “periodismo electrónico”, “periodismo asistido por computadora”, “ciberperiodismo”, etcétera. Con sus matices, todos apuntan a la idea de acercar al periodismo a la “nueva” realidad que surgía. Al periodismo, que no nació digital, había que dotarlo de digitalidad.
La convergencia mediática (en sus dimensiones económica, tecnológica y social) ha hecho que “lo digital” sea un elemento orgánico e indisociable del periodismo contemporáneo. ¿Cuántos periódicos, incluso de papel, se hacen sin emplear elementos digitales? ¿Cuántos diseñadores editoriales no emplean software como InDesign o Photoshop en el proceso de producción impresa? ¿Cuántas estaciones de radio o estaciones de televisión funcionan sin lo digital? ¿Qué diferencias existen entre los sitios web de una estación de radio, un canal de televisión y un periódico impreso? ¿Cuántos reporteros producen información de forma totalmente analógica? ¿Cuántos lectores se informan sin ningún tipo de mediación digital?
Lo digital deja de ser un rasgo distintivo para permear todos los aspectos del periodismo e incluso de la vida. Ya en 1998, Nicolás Negroponte apuntaba el fin de la época en que nos maravillaba lo digital como algo novedoso, como posibilidad (Negroponte, 1998). Lo digital se ha cotidianizado
y, de una u otra forma, atraviesa nuestra forma de interactuar, relacionarnos, escribir o leer; o por lo menos esa es la tendencia (Tinworth, 2012). A eso es lo que apunta la noción de lo “posdigital”, en general, aplicable perfectamente al periodismo en tanto que es una actividad que ha asimilado la digitalización de una forma activa. Todo periodismo es ya digital aunque no se lo pretenda.
Claro que tal afirmación teórica debe ser matizada por la realidad empírica. La brecha digital de regiones como América Latina, hace evidente que para grandes sectores poblacionales lo digital sigue siendo esa maravilla (o pesadilla), lo que para la clase media urbana ocurrió hace décadas. Por poner un ejemplo, las escuelas rurales de Chiapas muchas veces carecen de infraestructura básica, por lo que es difícil sostener que en esos contextos el lenguaje digital sea algo cotidiano. También hay que tomar en cuenta que hay grupos que, aún teniendo acceso a lo digital, han decidido tomar distancia por una decisión ideológica, por prejuicio, por ignorancia o por una combinación de todas las anteriores. En el periodismo mexicano se encuentran bastantes casos de este tipo de periodistas, redacciones o grupos reaccionarios ante los cambios tecnológicos y los ritmos de publicación.
Sin embargo, la tendencia generalizada del periodismo es la posdigitalización. Incluso los proyectos pensados expresamente como medios impresos, son pensados en función de la dinámica de la era digital. Si se opta sólo por imprimir es como respuesta a los productos digitales ya normalizados. Parece que la situación se invirtió. Antes, imprimir era la norma y lo digital era la alternativa. Ahora, los medios que sólo son impresos son vistos como alternativas, debido a que la idea hegemónica de la dinámica comunicativa se ha construido en torno a lo digital. Mientras tanto, la brecha digital tiende a cerrarse, aunque en nuestros países latinoamericanos el ritmo sea mucho más lento que en los europeos. Aún así, como lo apunta James Breiner, ya hay más mexicanos con acceso a Facebook que lectores de periódicos impresos (Breiner, 2011). Tal comparación no pretende equiparar los contenidos de ambas plataformas, sino evidenciar que lo digital es ya un modo de vida habitual para muchas más personas, con todo y la inevitable brecha digital. Dicho de otra forma, lo posdigital es evidente en tanto que la brecha digital se va cerrando, mientras que la brecha del papel se va profundizando.

Entonces, ¿cómo llamarlo?

Si el periodismo ya no es periódico y lo digital ya no es un factor de diferenciación, entonces, ¿qué nombre le ponemos a esto que conocíamos como periodismo digital? Puede verse como una pregunta ociosa, tomando en cuenta que los seres humanos todo el tiempo cambiamos de significados sin actualizar el significante cada que lo hacemos. Ejemplos abundan: La democracia griega no es igual a la de la revolución francesa, como tampoco son iguales a las democracias latinoamericanas contemporáneas. Y, sin embargo, todas comparten el mismo significante de la palabra “democracia”. Ese es justamente el nivel de cambio que ha experimentado nuestra disciplina. Aunque le seguimos llamando igual al significante, su significado es profundamente distinto. Tanto, que no me sorprendería que el lenguaje comenzara a transformarse para llamarle de forma distinta a nuestra profesión. De hecho, hay significantes que han surgido y habrá que ver qué repercusiones tienen en el futuro.
El surgimiento de las ciencias de la comunicación en el siglo XX trajo consigo también la formación de “comunicadores” y “comunicólogos”. La proliferación de plataformas de construcción y mantenimiento de redes sociales ha traído a las redacciones periodísticas la figura del
community manager. La necesidad de filtrar y ordenar las publicaciones digitales ha hecho necesaria la discusión sobre los “curadores de contenidos”. El éxito de estima de géneros como la crónica y el reportaje ha traído consigo la figura de los “escritores de no-ficción”. En todos estos términos hay elementos del “periodismo”, y otros que no lo son. Hay comunicadores que hacen labores periodísticas, y otros que solamente desempeñan figuras de entretenimiento. Hay community managers que son excelentes periodistas, y otros que se desempeñan en ámbitos más cercanos a la mercadotecnia. Hay textos de no-ficción que son grandes piezas periodísticas, y otros que solamente son cercanos a la literatura. Con todo y los cambios, sigue habiendo una “periodismidad” (sic) que nos hace seguir llamándole periodismo a nuestro oficio.
Lo importante en este caso no es inventar una nueva palabra, sino comprender los procesos de cambio profundo que se están dando frente a nosotros. Ante ellos hay dos propuestas de periodismos posibles: el periodismo posindustrial y el posperiodismo.

¿Periodismo posindustrial?

En el 2012 el Tow Center for Digital Journalism publicó el ensayo/estudio-cuantitativo titulado Periodismo postindustrial: adaptación al presente (Anderson, Bell y Shirky, 2013). Sus autores aplicaron una encuesta a periodistas de todo el mundo para realizar una radiografía de la prensa y sus transformaciones. Las conclusiones fueron que el modelo de negocios, eso que tanto preocupa a muchos medios, es solo la punta del iceberg en la serie de cambios que se están dando, sobre todo del lado de lo que antes llamábamos audiencia. En vez de lectores pasivos, nuestros intermediarios ahora son activos, muchas veces más activos que los propios periodistas. Más que lectores, son usuarios, editores, curadores, prosumidores. El reto está en dialogar con ellos y no romper relaciones.
Ante este escenario, los autores aseguran que el periodismo industrial se sostiene de inercias que, en algunos casos, ya terminaron, y, en otros, están por hacerlo. El periodismo que viene después, el periodismo posindustrial, ya no es el de las grandes organizaciones mediáticas, sino un ecosistema más complejo donde conviven medios de distintos tamaños con productores de información profesionales, ocasionales, amateurs, bajo cobro, voluntarios, etcétera.

La producción de noticias ha pasado de ser una serie de puestos de trabajo a un conjunto de actividades; siempre habrá un núcleo de profesionales a tiempo completo, pero también habrá cada vez más participación de trabajadores a tiempo parcial, a menudo como voluntarios, y las distribuirá gente que se concentrará menos en cuestionar qué es noticia y qué no lo es que en preguntas como ‘¿Les gustará esto a mis amigos o seguidores?’. La creciente superposición y la colaboración entre trabajadores a tiempo completo y parcial y entre los empleados y los voluntarios será un desafío central a lo largo de la década.
Este será un mundo en el que los mayores cambios se habrán producido no en las funciones de los periodistas a tiempo completo, sino del público; donde el consumo privado atomizado y la discusión en pequeños grupos habrán dado paso a una explosión de formas alternativas de compartir, comentar e incluso contribuir a la construcción o producción de las noticias (Anderson, Bell y Shirky, 2013).

El estudio termina con una serie de recomendaciones para los medios tradicionales:

Decida qué porción de las noticias desea cubrir y cómo. Salga de cualquier actividad que no contribuya a esos objetivos. Busque alianzas o colaboraciones con otras organizaciones que promuevan estos objetivos a un coste menor de lo que costaría en casa. Trabaje para hacer que el resto de actividades sean excelentes o baratas (o, idealmente, las dos cosas) (Anderson, Bell y Shirky, 2013).

Y otros tantos para los nuevos medios:

Las nuevas organizaciones de noticias tendrán que hacer todo lo que hacen las organizaciones tradicionales en términos de dominar los equilibrios entre velocidad y profundidad, entre agregación y creación, o entre creación en solitario y búsqueda de socios. Pero en general será más fácil para las nuevas organizaciones entender y gestionar estos equilibrios, simplemente porque los empleados individuales no tienen que desaprender presuposiciones anteriores para adaptarse a las realidades presentes. Como siempre, la ventaja de que tienen las organizaciones y las personas jóvenes sobre las mayores no es que sepan másb no saben más. La ventaja es que saben menos cosas que ya no son ciertas (Anderson, Bell y Shirky, 2013).

La apuesta es por medios más pequeños, enfocados, con colaboradores fijos y otros externos, que combinen la agregación con la generación de contenido, que no pretendan hacerlo todo ellos, sino que externalicen. En palabras de Jeff Jarvis: “Haz lo que hagas mejor y enlaza al resto” (Marshall, 2013).

¿Posperiodismo?

La otra propuesta conceptual no sólo apuesta a un periodismo después de la era industrial, también hace énfasis en el periodismo después del propio periodismo. Uno de sus promotores, el periodista Bernardo Gutiérrez, asegura que no se trata de que el periodismo vaya a terminarse, como se ha discutido al hablar del fin de los periódicos impresos: “Nos encontramos ante una mutación semántica. La definición clásica de periodismo ya no sirve. Tal vez sobreviva, enriquecida, en una nueva definición de ‘posperiodismo’. Un redefinición que describe otra realidad, otra práctica, otros hábitos” (Gutiérrez, 2012).
En congruencia con sus ideas, Gutiérrez elaboró un Manifiesto posperiodístico en una wiki colgada en PiratePad. Algunas de sus ideas principales son que la información se vuelve un proceso compartido; la definición de contenidos se amplía; el posperiodista se confunde
con un curador; el posperiodismo se entiende como una estructura de código abierto en constante cambio; la noticia deja de ser el elemento básico para darle paso al flujo; la información deja de verse como un producto para formar una comunidad; el posperiodismo se vuelve un dotador de sentido a hechos conocidos, y la importancia de la
circulación así como de lo compartido. Destaco la idea de la curaduría de contenidos y de los flujos como elementos centrales:

El posperiodista se confunde con un curator (comisario). Seleccionar el contenido relevante en la infoesfera de la sobreabundancia será una de sus principales tareas. Filtrar contenido será una de las labores del posperiodista. […] La noticia –que no desaparecerá– deja de ser la unidad básica del posperiodismo. El flujo, un constante fluir de hechos, datos y declaraciones, pasa a ser la columna vertebral del posperiodismo. El fragmento pasa a ser la unidad mínima informativa. La información se convierte en un río compartido que incorpora fragmentos distribuidos elaborados por periodistas y lectores. El río convivirá con una estructura informativa descentralizada (archivo en beta) inspirada en la Wikipedia. Algunos, camino insinuado por la P2P Foundation, preferirán añadir información al wikicuerpo de su marca que al río de flujos (Gutiérrez, 2012).

Otro de los periodistas que han ocupado el concepto de posperiodismo es Roberto Guareschi, uno de los creadores del sitio web del diario El Clarín. Él pone énfasis en el carácter interactivo del posperiodismo. Nuevamente se trata de un cambio en las audiencias anteriores. El rol del posperiodista es gestionar los flujos que ya están generando los usuarios (lectores, políticos, empresas, otros medios) y darles sentido en una dinámica de participación.

El postperiodismo es el periodismo que va a suplantar al actual. La aparición de la interactividad otorga la posibilidad de que usuarios, lectores o audiencia participen de distintas maneras. A veces de forma significativa u otras simplemente comentando. Pero esto abre una posibilidad que nunca existió y es la primera vez que ocurre algo verdaderamente nuevo en el periodismo. Es, simplemente, un camino que se abrió y un camino en el cual los medios masivos, muchísimos, no entraron. O bien, muchos entran mentirosamente, por ejemplo, dicen que están en las redes sociales pero sólo las usan para promocionar sus contenidos. Pero no usan las redes sociales para conectarse verdaderamente con los usuarios o para permitirles a los usuarios conectarse entre ellos. El postperiodismo se va a construir a partir de la participación de los lectores. Eso parece obvio, sin embargo muchas veces no se tiene en cuenta el cambio monumental que significó la aparición del usuario activo (Mascardi, 2012).

¿Periodismo no-periódico posdigital y posindustrial?

Todos los cambios semánticos analizados ponen en evidencia que el periodismo atraviesa una transformación profunda. No se trata solamente de hacer lo mismo “pero en digital”. Tampoco es simplemente una adaptación del modelo de negocio. Está en juego el significado mismo de la profesión.
Es probable que el significante “periodismo” también cambie en algún momento, pero es más impor-
tante cambiar primero el significado. Los que trabajamos de este oficio debemos hacer un examen de conciencia sobre lo que hacemos, por qué lo hacemos, para quién y cómo. Es básico entender los lenguajes digitales y transmediáticos que se usan en las comunidades participativas para generar un periodismo útil para nuestros tiempos.
El periodismo después del periodismo debe entender que la información se construye, se consume, se comparte y se utiliza. Que el lector ya no sólo lee, sino también produce, comenta, reclama, aporta y mejora. Que también hay usuarios inconformes que ya no son pasivos, sino que trolean, critican, destruyen, vandalizan. Que siempre hay más información allá afuera de la que puede generar un solo medio. Que el ruido es mucho y parte de nuestra nueva función es de filtro, de nodo, de gestión y curación.
Que el espíritu del periodismo sigue vigente en la verificación, el balance, la interpretación, el contexto. Que las formas del periodismo han cambiado radicalmente y lo seguirán haciendo. Que hay un periodismo después del periodismo que conocíamos… y que de nosotros depende hacerlo bien.

Bibliografía

López de Zuazo, A. (1995). Origen y evolución del término «periodista». Estudios Sobre El Mensaje PeriodíStico (2).
Anderson, C. W., Bell, E. y Shirky, C. (2013). Periodismo postindustrial: adaptación al presente. Huesca, España: eCícero.
Breiner, J. (30 de Mayo de 2011). Los nuevos lenguajes del periodismo en Internet. Recuperado el 1 de octubre de 2015, de Revista Mexicana de Comunicación: http://mexicanadecomunicacion.com.mx/rmc/2011/05/30/los-nuevos-lenguajes-del-periodismo-en-Internet/.
Gutiérrez, B. (28 de Abril de 2012). Un manifiesto posperiodístico. Recuperado el 17 de octubre de 2015, de Clases de periodismo: http://www.clasesdeperiodismo.com/2012/04/28/un-manifiesto-posperiodistico/.
Marshall, S. (5 de Junio de 2013). #editors13: ‘Do what you do best and link to the rest’. Recuperado el 21 de octubre de 2015, de Journalism: https://www.journalism.co.uk/news/-editors13-do-what-you-do-best-and-link-to-the-rest-/s2/a553173/.
Mascardi, J. (10 de Abril de 2012). El postperiodismo: Entrevista con Roberto Guareschi: Periodismo con los lectores. Recuperado de Revista Replicante: http://revistareplicante.com/el-postperiodismo/.
Negroponte, N. (Diciembre de 1998). Recuperado el 21 de octubre de 2015, de Nicholas Negroponte: http://web.media.mit.edu/~nicholas/Wired/WIRED6-12.html.
Tinworth, A. (15 de Enero de 2012). What is post digital? Recuperado el 21 de octubre de 2015, de Next: https://nextconf.eu/2012/01/what-is-post-digital/
Varios autores (Wiki). (s.f.). Manifiesto posperiodístico. Recuperado el 17 de Octubre de 2015, de PiratePad: http://piratepad.net/rcrgptawab.

Video indígena y comunicación política-cultural

Análisis del caso Chiapas

Este artículo pretende mostrar la emergencia del uso del video como recurso de comunicación política-cultural en el estado sur oriental de Chiapas (México), particularmente entre los jóvenes indígenas zoques. Hasta la década de 1990, los indígenas de Chiapas eran objeto de registros videográficos como sujetos pasivos de investigaciones antropológicas pero, a partir de la irrupción del Ejercito Zapatista de Liberación Nacional en 1994, el uso de medios audiovisuales supone un viraje en la forma en que los grupos étnicos se apropian y auto-representan en el lenguaje audiovisual.

Foto: Fermin Ledesma.

Foto: Fermin Ledesma.

Por Fermín Ledesma Domínguez

 

Comunicación indígena: devolver la voz a los pueblos

Desde la década de 1960, los teóricos de la comunicación surgidos al amparo de la escuela latinoamericana de comunicación –influidos por la escuela de Fránkfurt y por los principios de la educación popular de Paulo Freire– proponían devolver la voz a los pueblos para contrarrestar la colonización “imperialista” que expandía su control sobre la producción, circulación y consumo de los medios masivos de comunicación en el mundo mediante las llamadas industrias culturales, principalmente de Estados Unidos. En ese sentido, desde la perspectiva de Mattelart, (1973:91) al estudiar a la sociedad chilena proponía crear células de información y talleres populares para que las clases trabajadoras elaboraran sus noticias y las discutieran.

Esto significaba que los pueblos debían ser emisores directos de sus propias miradas en oposición al modelo clásico de comunicación unidireccional emisor-receptor establecido por las corrientes sociológicas de la Escuela de Chicago.

Los estudios seminales de la escuela latinoamericana confiaban en la “clase trabajadora” como grupo subalterno responsable directo de movilizar al pueblo para combatir la “falsa conciencia” creada por las industrias culturales como planteaba Herbert Marcuse en El hombre unidimensional (1967), de tal suerte que dejaban en un segundo plano a los grupos étnicos como productores de sus propios contenidos. No es la primera vez que los grupos indígenas y campesinos permanecen al margen de los grandes estudios de comunicación.

La idea de la emancipación de los pueblos a través de los medios de comunicación cobró mayor fuerza a raíz de los triunfos de los movimientos libertarios, entre ellos el de la revolución cubana en 1959, pero también se nutrió de experiencias comunitarias de las radios mineras de Bolivia creadas en 1944. Así para la década de 1970 en Latinoamérica se acuñó el concepto del tercer cine/third cinema como centro ideológico y emancipador de los pueblos a través del cine (Solana y Getino, 1969). Sarkar, citado por Magallanes y Ramos (2015: 19) refiere que la característica del tercer cine es su bajo costo y “casero”, producido en las márgenes de las industrias audiovisuales y de comunicación dominante con proyección ideológica inspirado en Franz Fanon, de tal suerte que lo que está en curso es “un proyecto neo-fanoniano de emancipación cultural más allá de las dicotomías de auténtico y falso, original y copia, resistencia y complicidad” es decir, el proceso de descolonización de los medios de comunicación para hacer frente al control político y cultural de la información.

Así la idea de la descolonización de los medios de comunicación ha cobrado fuerza desde la década de 1970. En la segunda declaración de Barbados emitida en julio de 1977 se estableció que “los medios masivos de comunicación sirven de instrumento para la difusión de las más importantes formas de desinterpretar la resistencia que oponen los pueblos indios a su dominación cultural” de tal suerte que era necesario crear formas propias de comunicación interna y medios de información entre los pueblos (Grupo Barbados, 1978: 392).

A partir del Nuevo Orden Mundial de la Información y Comunicación (NOMIC), el informe de Sean McBride Un solo mundo, múltiples voces publicado en 1980 confirmó el proceso desigual del flujo de información y acceso a los medios de comunicación para las minorías del mundo, sobre todo, los pueblos indígenas. La configuración de este proceso desigual fue posible gracias a la intervención del Estado. Para el caso de México, el surgimiento de los medios de comunicación en la segunda década del siglo XX estuvo ligado al modelo empresarial (Hernández y Orozco, 2007), lo cual concentró el flujo de información en monopolios familiares como parte de un proyecto de integración nacional.

A contracorriente de la política institucional, surgieron los medios de origen popular, sobre todo radios comunitarias en espacios rurales como alternativas para dar voces a los movimientos excluidos, los cuales en algunos casos se consolidaron mediante organizaciones civiles. Es el caso de la Coordinadora Latinoamericana de Cine y Comunicación de los Pueblos Indígenas (CLACPI) creada en la ciudad de México en 1985. Para el año 2010, apenas 16 estaciones de radios comunitarias habían sido reconocidas legalmente por las instituciones gubernamentales (AMARC, 2017).

Las reflexiones epistémicas surgidas en el “giro decolonial” del movimiento Modernidad/Colonialidad (Castro-Gómez y Grosfoguel, 2007) o desde los estudios subalternos han dotado a los estudios latinoamericanos de comunicación un nuevo marco teórico para cuestionar las visiones eurocéntricas de los medios de comunicación y las teorías difusionistas de la modernización. El giro decolonial apuesta por mirar a los subalternos, a las minorías, a los excluidos, a los sujetos invisibilizados y sus auto-representaciones.

Por otro lado, la masificación de Internet en México a partir de la década de 1990 posibilitó la diversificación de los medios de comunicación con la expansión de los “medios alternativos”, “medios libres” o “medios independientes” para diferenciarse de aquéllos controlados por el Estado y la iniciativa privada de clara orientación mercantil. A este fenómeno de apertura se suman las redes sociales, convertidas ahora en la nueva tribuna pública y en los nuevos medios de comunicación para la población, organizaciones sociales y religiosas con acceso a Internet por donde fluyen, no solo los contenidos informativos, sino los imaginarios sociales y las nuevas luchas sociales. A todo este proceso se le ha dado por llamar comunicación
popular, comunicación alternativa y más recientemente comunicación para el cambio social (Barranquero y Baeza; Magallanes y Blanco, 2015).

Un lugar llamado Chiapas

Chiapas es un estado del sur de México donde se concentran 12 pueblos originarios de Mesoamérica, con una cultura que data de más de 2,500 años de antigüedad. Pese a que actualmente tiene una población de 1.1 millones de indígenas y 12 lenguas indígenas prevalecen esfuerzos mínimos desde el aparato gubernamental y la legislación local para reconocer e incorporar a los indígenas en el control y manejo de sus propios medios de comunicación; por el contrario, sus escasos espacios han sido desmantelados. En diciembre de 2015, un total de 12 locutores indígenas (zoques y tojolabales) entre ellos la directora de la radio, la poeta Zoque Mikeas Sánchez, fueron despedidos de las estaciones de radios indigenistas controladas por la Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas (CDI, antes INI) en Copainalá y Las Margaritas. En las 18 estaciones de radio públicas –CDI, IMER y SCHRTyC– ningún puesto directivo es ejercido por indígenas.

Los medios de comunicación –prensa, radio, Tv, cine e Internet– se concentran principalmente en los centros urbanos, excluyendo las zonas rurales más empobrecidas. Tan solo 4 de los 122 municipios concentran la mayor presencia de los medios: Tuxtla Gutiérrez, Tapachula, Comitán y San Cristóbal de las Casas. El argumento central es la dificultad para hacer llegar los medios de comunicación a las poblaciones rurales dada la accidentada geografía del estado.

Del total de las estaciones radiales, el Estado controla 18 radiodifusoras, mientras que la iniciativa privada lo hace sobre 37 estaciones. Tan solo el Sistema Chiapaneco de Radio, Televisión y Cinematografía posee 13 estaciones de radio que fungen como repetidoras de los contenidos que se producen en Tuxtla Gutiérrez, la capital del estado. En la iniciativa privada, las familias Valanci Buzali y Simán Estefan concentran el espectro radiofónico. El grupo Valanci tiene 5 estaciones; el corporativo Radio Núcleo de la Familia Simán Estefan posee 13 estaciones en todo el estado (Martínez, 2013: 133-134).

El poder de los medios privados también se expande hacia las decisiones públicas del estado como un campo de poder. Algunos de sus directivos y periodistas han ocupado algún puesto público. Los casos más emblemáticos son el de Ariel Gómez León “El Chunco” quien pasó ser el locutor de mayor rating del grupo Valanci a legislador local y luego, federal; Simón Valanci Buzali, presidente del corporativo Valanci fue nombrado legislador federal por el PRI y miembro importante de la Cámara Nacional de la Industria de la Radio y la Televisión, mientras que Luis Armando Melgar Bravo, quien de ser un alto directivo de TV Azteca pasó a ser Senador de la República por el Estado de Chiapas.

Respecto a los contenidos, la participación indígena apenas es visible es espacios marginales del Sistema Chiapaneco de Radio, Televisión y Cinematografía. A partir del año 2001, el noticiario Voces de Nuestras raíces logró incorporar 5 de las 12 lenguas (tzeltal, tzotzil, zoque, chol y tojolabal), excluyendo de algún modo las que se encuentran en riesgo de desaparición como el lacandón o el mam. En la parte normativa, la Ley de derechos y cultura indígena de Chiapas considera únicamente difundir información de “la cultura indígena” (artículo 42) colocando a los indígenas como meros receptores de noticias. El reglamento del Sistema Chiapaneco de Radio, Televisión y Cinematografía no considera ninguna representación indígena en la junta de gobierno como tampoco hace énfasis en el contenido de comunicación indígena. Es decir, el marco normativo limita la participación de los indígenas en los medios de comunicación públicos del Estado de Chiapas.

Indígenas y medios de comunicación

Entonces, ¿qué hacen los indígenas para tener acceso a los medios de comunicación? Es frente al escenario de limitada participación para la comunicación y acceso a la información que diversos grupos étnicos y populares se apropian de los medios de comunicación, principalmente la radio aún al margen de la institucionalidad como alternativas de difusión, participación y empoderamiento. En este proceso de apropiación emergen el uso del video, la radio e Internet como instrumentos predilectos de comunicación política, cultural y religiosa, en medio de tensiones y conflictos con el monopolio estatal y privado.

La aparición del Ejercito Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) en 1994 fue un punto de quiebre para que comunidades indígenas recibieran apoyos de organizaciones civiles para crear sus propios medios de comunicación. Otros más surgieron al amparo del financiamiento popular de asociaciones religiosas, sobre todo protestantes para reclutar creyentes, de tal suerte que los usos sociales de los medios alternativos están vinculados a la religión y como medios de resistencia política.

En el año 2002, el EZLN y su Radio Insurgente, la voz de los sin voz inauguró en Chiapas el despegue de las radios de tipo de comunitario “al margen” de la institucionalidad. Un estudio realizado por Martínez Mendoza, et al (2013:123-152) encontró que una década después, el número de estaciones de radio de corte religioso y comunitario sin permiso gubernamental se habían elevado a 78, de los cuales 67 operan como “púlpitos electrónicos” de grupos religiosos –católicos, adventistas y cristianos– en 31 municipios, principalmente en Los Altos y frontera sur de Chiapas y, 11 más difunden contenidos culturales y comerciales en 8 municipios.

El surgimiento de los medios de comunicación no ha estado exento de tensiones y conflictos con los propietarios de los medios de comunicación privados. En 2010, el Vicepresidente de la Cámara de la Industria de la Radio y Televisión, Simón Valanci Buzali –ex legislador federal del PRI– declaró en su propio diario La voz del sureste la necesidad de aplicar el Estado de Derecho a las “radios piratas” (1), entendido como la necesidad de desmantelar a las estaciones de radio sin permisos legales otorgados por el gobierno.

La prensa y la TV no han sido medios de apropiación por parte de los grupos étnicos. No se cuenta con registros que indiquen la generación de contenidos propios en alguna lengua indígena de Chiapas. El poco esfuerzo por crear una prensa indígena surgió en 2006 con la red de corresponsables indígenas para difundir información en español a través del blog www.corresponsalesindigenas.blogspot.mx. Su funcionamiento ha sido de manera esporádica, lo cual ha limitado su consumo masivo.

El activismo más notorio ha sido a partir de la masificación de internet mediante el uso de aplicaciones como Facebook, Twitter y WhatsApp, donde organizaciones campesinas y religiosas encuentran en las redes sociales la posibilidad de informar de sus actividades para la movilización social en defensa de los recursos naturales, protestar por la represión gubernamental y dar a conocer su repertorio de demandas. Durante el paro de maestros, la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) Sección VII usó de manera permanente una cuenta de Facebook para informar los acuerdos con el gobierno y convocar a las protestas sociales contra la reforma educativa lo cual permitió generar lazos de solidaridad ciudadana en momentos de represión policiaca; la organización religiosa Pueblo Creyente de Simojovel informa en Facebook las movilizaciones y actividades
que realiza para frenar la violencia en esa región, mientras que el Movimiento en Defensa de la Vida y la Tierra (Modevite) usó las redes sociales para informar sobre el avance de miles de indígenas que marcharon en caravana desde Salto de Agua hacia San Cristóbal de las Casas, en noviembre de 2016.

De la transferencia a la apropiación del video indígena

En particular, la emergencia y apropiación del video indígena se inserta en la constante lucha que mantienen comunicadores indígenas como medio de resistencia e instrumento de comunicación política-cultural para hacer frente al predominio de los espacios de difusión tradicionales, controlados por el monopolio estatal y privado. Desde una perspectiva histórica contemporánea se pueden identificar tres fases del video indígena en Chiapas.

La primera fase estaría centrada en la pasividad o baja participación de las comunidades indígenas. Es decir, los pueblos originarios son vistos como objetos de estudio antropológico como parte de un proceso para “registrar” o “inventariar” sus costumbres –sobre todo danzas, fiestas patronales y ritualidades– por especialistas –antropólogos o cineastas– para luego ser mostradas al mundo moderno. En esta etapa se pensaba que el mundo indígena sería absorbido por la modernidad, de tal suerte que era necesario conocerlos antes de su extinción o bien, porque se debía “rescatar” las costumbres y las tradiciones y en ese sentido, los indígenas eran los únicos portadores del México profundo.

En esta fase se inserta la política indigenista emprendida por el entonces Instituto Nacional Indigenista (INI) quien envió a las comunidades de México a profesionales para filmar las tradiciones (danzas y música) de los pueblos para que los antropólogos estudiaran a los grupos indígenas en la década de 1970. En particular sobre Chiapas, el INI documentó los carnavales zoques de Chapultenango y Ocotepec en el norte del estado en la década de 1980. El caso emblemático es de los cineastas Juan Francisco Urrusti y Ana Piñó Sandoval, quienes fueron sorprendidos por la erupción del Volcán Chichonal mientras registraban las danzas del carnaval zoque en marzo de 1982. El resultado fue el documental Piowachuwe, la vieja que arde que posteriormente obtuvo el premio Ariel al mejor documental testimonial en 1987.

En esta fase de pasividad, las comunidades mantienen una escasa participación en la definición de los contenidos del material audiovisual dado que la línea discursiva se centraba en “documentar/registrar” para mostrar al subalterno y sus costumbres. El público receptor no eran las propias comunidades “documentadas” sino antropólogos o investigadores, es decir, un público especializado desvinculado de la comunidad.

La segunda fase del video indígena en Chiapas es de transferencia tecnológica, que a su vez tiene dos vertientes: una institucionalizada y otra alternativa. La vertiente institucionalizada inicia con el Proyecto de Transferencia de Medios (PTM) financiado por el Instituto Nacional Indigenista (INI) en 1989 con la idea de capacitar a los indígenas para que de manera instrumental se “apropiaran” de la cámara de video. La intención era que los propios indígenas registraran las costumbres de sus pueblos. En esta fase, el exponente pionero es Mariano Estrada Aguilar, indígena tzeltal, quien después de recibir la capacitación en Oaxaca por parte del INI, en 1992 documenta “la marcha Xi’nich”, un video sobre la lucha del Comité de Defensa de la Libertad Indígena (CDLI-Xi’nich) en Palenque. Este primer documental supone un giro de la relación video-comunidad indígena porque no solo marca el inicio de la apropiación tecnológica del artefacto sino también el surgimiento de comunicadores indígenas.

La vertiente alternativa de la segunda fase del video proviene de Chiapas Media Project que inició sus operaciones en 1995 para “transferir tecnologías a las comunidades zapatistas” Tanto la etapa del INI como la de Chiapas Media Project puede entenderse como proceso de formación centrado en transferir tecnología, es decir, la apropiación instrumental del artefacto para que los comunicadores indígenas generaran sus propios registros y contenidos. Nuevamente, la comunidad tiene una limitada participación en la definición del contenido y en la narrativa visual.

Finalmente, la tercera fase es la de apropiación del artefacto tecnológico y sus posibilidades narrativas visuales como recurso de comunicación política y cultural, marcada por una tendencia hacia el videoactivismo. Sin duda, la irrupción del Ejercito Zapatista de Liberación Nacional en 1994 aceleró este proceso de apropiación tecnológica.

En la fase de apropiación del artefacto tecnológico la intervención de centros de investigaciones y universidades públicas fueron claves para su aparición. En el año 2000, el Centro de Investigaciones en Antropología Social (CIESAS región sureste) organiza el diplomado en Antropología Visual y Derechos Indígenas como parte del Proyecto de Videoastas Indígenas de la Frontera Sur el cual fue el semillero de videoastas tzotziles de los Altos de Chiapas agrupados en la Red de Artistas, Comunicadores Comunitarios y Antropólog@s. Hasta el año 2007 habían realizado 29 producciones en el marco de este proyecto de Chiapas (Leyva, 2012b: 31-57).

Otra institución que permitió la aparición de la tercera fase fue la creación de la Universidad Intercultural de Chiapas (UNICH) en 2004, lo cual dio paso a la institucionalización de la formación de comunicadores indígenas a través de la carrera de Comunicación Intercultural, lo cual intenta superar las visiones instrumentales de la comunicación al incorporar en su currícula las nociones de territorio, procesos socio-históricos y planeación participativa comunitaria. Las organizaciones civiles también han sido clave en la expansión del uso video. En octubre de 2011 se llevó a cabo un taller intensivo de iniciación al género documental para 21 alumnos tzotziles en su mayoría, varios de ellos alumnos de la UNICH, Universidad Intercultural de Chiapas.

El caso es que hoy, el video se ha convertido en un elemento poderoso de información y de organización puesto que “el video sirve para activar la participación y conciencia de los actores sociales, generando espacios de diálogo y reflexión, de ruptura con el orden social dominante, en tanto que valorización de los saberes comunes, de la propia experiencia y articulación de los procesos de acción colectiva” (Sierra y Montero, 2015: 29). De acuerdo con la antropóloga, “largo ha sido el camino para que las mujeres (y los hombres) indígenas, afrodescendientes, de sectores populares, estén detrás de la cámara y no enfrente de ella” (Leyva, 2012a).

La dispersión de los grupos zoques

Los zoques de Chiapas, a diferencia de los tzotziles de los Altos, provienen del grupo etnolingüístico mixe-zoque-popoluca, vinculados a los olmecas, que desarrollaron en Mesoamérica un vasto territorio desde hace más de 2,500 años en el sur de México. A raíz del proceso de colonización española, el territorio zoque fue fragmentado, de tal suerte que una característica es su dispersión. Así actualmente encontramos asentamientos zoques en Veracruz, Tabasco, Oaxaca, Campeche y Jalisco, resultado de migraciones forzadas. Esta dispersión posibilita múltiples identidades y una nueva etnicidad. En el caso de Chiapas puede distinguirse diferentes grupos de zoques, según la variante de la lengua ore´tzame, pero por otro lado en municipios como Tuxtla Gutiérrez, San Fernando y Ocozocuautla la lengua como medio de comunicación no es central para definirse como zoque sino las fiestas, las ritualidades, las costumbres locales y el territorio. La idea de que para ser indígena en México era necesario hablar una lengua originaria no aplica para el caso de los zoques de Chiapas.

La erupción del volcán Chichonal en 1982 puso al descubierto las graves condiciones sociales y económicas en las que vivían los zoques del norte de Chiapas. La respuesta del gobierno fue crear nuevos asentamientos y compras de tierras en la selva lacandona y el valle central para reasentar a más de 12 mil familias desplazadas por el fenómeno eruptivo. A la luz de 33 años, una generación de jóvenes ha crecido desvinculada de su territorio, sobre todo por la falta de acceso a tierras, que ha redundado en la pérdida de conocimientos agrícolas ancestrales y en el abandono de la lengua materna como práctica cotidiana. No obstante, muchos han encontrado en la educación, sobre todo en la universidad, un espacio para reflexionar y revalorar su identidad y en general la cultura local como el caso de los integrantes del Centro de lengua y cultura zoque, una asociación civil creada por jóvenes zoques en 2009.

Los casos de Saul Kak (jaguar en zoque); Fortino Domínguez Rueda, Samuel Ávila Delesma y José Cordero Jiménez, todos ellos egresados de universidades públicas, son casos emblemáticos de los jóvenes zoques que hacen uso del video como instrumento y recurso audiovisual para revalorizar la cultura zoque y visibilizar los problemas socio-políticos del territorio del norte de Chiapas. Estos casos permiten ilustrar la emergencia del uso del video indígena como herramienta de comunicación política y cultural entre los indígenas de Chiapas, al margen de los medios masivos de comunicación.

En el caso de Saul Kak, originario de Rayón y egresado de la carrera de Artes Visuales de la Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas, su producción audiovisual se centra en mostrar las contradicciones de la modernización y la fuerza cultural de los pueblos zoques de Chiapas, a partir del cual documenta las fiestas patronales de los zoques reubicados del ejido Esquipulas Guayabal de Rayón y denuncia los procesos políticos en los pueblos zoques.

En 2015, Saúl Kak presentó el video Pan y Circo que retrata el dispendio electoral de los partidos políticos y los discursos de los candidatos en Chiapas como una forma teatralizada del sistema político mexicano. Hacia finales de 2016, un video sin título muestra una marcha llevada a cabo por campesinos por la defensa del territorio zoque contra los proyectos de los hidrocarburos en la región de Tecpatán. La narrativa se centra en dar voz a los campesinos. Una imagen potente muestra a los campesinos armados de manera simbólica con rifles sin municiones. El video alcanzó más de 50 mil reproducciones en la plataforma de Facebook.

La perspectiva de Saúl Kak también ha sido plasmada en el cine. The Modern Jungle. Selva Negra en co-dirección con Charles Fairbanks fue estrenado en el Festival de Nyon Suiza en 2016 y otros foros de México y Estados Unidos. El film plantea mostrar los efectos de la modernización sobre la vida de una mujer zoque y un campesino de Rayón.

El caso de Fortino Rueda Domínguez, originario de Chapultenango e historiador egresado de la Universidad de Guadalajara, recurre al video para mostrar la rearticulación de las familias zoques desplazadas por la erupción del volcán Chichonal en 1982. El video-documental Viceversa realizado en co-producción con Rafael Villegas y Pablo González en 2007 muestra el recorrido de 1,600 kilómetros que realizaron las familias zoques para reencontrarse con las familias de Chapultenango, Chiapas después de más de tres década de desplazamiento. La narrativa visual tiene como telón de fondo la fiesta patronal y entrevistas que recrean las emociones por el reencuentro.

Samuel Ávila Delesma, originario de Chapultenango, es quien posee una producción documental más extensa sobre los zoques. Los mundos Zoques en 2011, Te Tzitzunh Kotzajk 30 años después en 2012 y Kubguy Jiara, el padre del pueblo en 2016, son algunos de sus trabajos como videasta, muchos de los cuales han sido financiados por el Proyecto de Comunicación Indígena de la Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas (CDI).

Los videos-documentales de Samuel Ávila tienen la característica de registrar la cosmovisión de los pueblos zoques del norte de Chiapas y realizar las entrevistas en su propia lengua originaria, algo que podría diferenciarse del resto de los materiales antes citados que intercalan el uso del español para narrar la historia. En particular, Los mundos zoques que muestra las narrativas orales de los campesinos sobre los espacios sagrados del territorio es contado en lengua zoque con subtítulos en español.

Finalmente, José Trinidad Cordero, estudiante de la Maestría en Estudios Mesoamericanos en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), mediante Las huellas de un volcán en 2010 busca recrear la memoria colectiva de los zoques que padecieron la erupción del volcán Chichonal como un acto de tragedia y sobrevivencia humana frente a una crisis ambiental.

Este conjunto de videos mostrados en los párrafos anteriores se han expuesto en espacios comunitarios por el Centro de Lengua y Cultura Zoque, sobre todo en las comunidades de Nuevo Carmen Tonapac, en Chiapa de Corzo, Rayón, Chapultenango y en los espacios universitarios de San Cristóbal de las Casas, Chiapas, sobre todo en el aniversario de la erupción del Volcán. La razón fundamental es que se parte de la idea de que los video-documentales contribuyen, no solo a registrar la historia local reciente, sino a recrear la memoria colectiva y rearticular la cohesión identitaria y social de los pueblos zoques. Al respecto, Alonso Bolaños cita:

Los jóvenes han otorgado especial interés a las expresiones artísticas, en términos de que la historia y tradición oral juegan un papel fundamental para el restablecimiento del tejido social después del impacto del fenómeno natural. La razón de esto es la propia composición del grupo: académicos, traductores, peritos en lengua zoque y productores radiofónicos. También hay escritores de poesía y prosa, videastas, artistas gráficos y músicos (Alonso, 2015).

En ese sentido, el uso del video ha jugado un papel central en la forma en que los zoques urbanos construyen sus imaginarios y evocan su historia en el lenguaje audiovisual de los medios de comunicación. Para el caso de los videastas zoques es común recurrir a la tragedia, en este caso la erupción del volcán, para resignificar su identidad como una forma de mostrarse al mundo.

Reflexiones finales

Al analizar el uso del video como medio de comunicación entre los comunicadores indígenas se puede considerar que existe un grado de apropiación del artefacto para contar historias propias sin miradas externas. El lenguaje audiovisual les permite construir y reproducir sus propios discursos políticos y culturales en contraposición a los modelos dominantes de los medios masivos de comunicación. La lengua indígena juega un papel central para comunicar al otro, al igualar el discurso con los receptores. Se trata de comunicar en forma dialógica como nuevas formas de contar las historias locales y como nuevas formas de comunicación política.

Por otro lado, la emergencia del video indígena muestra un claro interés por abordar temáticas sociales y culturales que afectan de manera directa a las comunidades. En el caso de los zoques existe un claro interés por la pérdida de la lengua, de tal suerte que el video contribuye a des-estigmatizar la lengua indígena. En otros casos, las temáticas de los videos se centran en mostrar problemáticas ambientales y electorales, de tal suerte que el uso social que los comunicadores indígenas dan al video puede entenderse como procesos de resistencia cultural frente al predominio de los contenidos de los grandes medios de comunicación.

Bibliografía

Alonso Bolaños, Marina (2015) “Somos otros, pero recordamos de dónde venimos como zoques”: aproximaciones a las generaciones post-erupción y sus dinámicas regionales” en Entrediversidades, revista de Ciencias Sociales y Humanidades, Universidad Autónoma de Chiapas. No. 4. Tuxtla Gutiérrez, Chiapas. Disponible en http://entrediversidades.unach.mx/index.php/entrediversidades/article/view/286/435
Barranquero, Alejandro y Chiara Sáez Baeza (2010) “Comunicación alternativa y comunicación para el cambio social democrático: sujetos y objetos invisibles en la enseñanza de las teorías de la comunicación” ponencia en el Congreso Internacional AE-IC Málaga, España.
Grupo Barbados (1979). Indianidad y descolonización en América Latina, documentos de la segunda reunión de Barbados. Primera edición, editorial Nueva Imagen: México, DF.
Hernández Lomelí, Francisco y Guillermo Orozco Gómez (2007) Televisiones en México. Un recuento histórico, primera edición, Universidad de Guadalajara: Jalisco, México.
Leyva Solano, Xóchitl, (201a) en “Cine, video indígena y comunicación comunitaria desde el Abya Yala y Chiapas, para el mundo” en Revista digital de Cine y Comunicación indígena, disponible en http://www.yepan.cl/cine-video-indigena-y-comunicacion-comunitaria-desde-el-abya-yala-y-chiapas-para-el-mundo/
Leyva Solano, Xóchitl, (2012b) “Jóvenes mayas, demandas autonómicas y autorrepresentación. Una mirada desde el Proyecto Videoastas Indígenas de la Frontera Sur” en Díaz Vázquez Martín y Ricardo Pérez Monforte, Ciencias Sociales y Mundo Audiovisual, primera edición: CIESAS-Juan Pablos Editor: México, DF.
Magallanes Blanco, Claudia y José Manuel Ramos Rodríguez (2015) Miradas propias. Pueblos indígenas, comunicación y medios en la sociedad global. Primera edición: Universidad Iberoamericana Ciespal: Ediciones México, DF.
Sierra, Francisco y David Montero (2015) Videoactivismo y movimientos sociales. Teoría y praxis de las multitudes conectadas. Primera edición, Gedisa editorial- Ciespal ediciones: Madrid, España.
Solanas, Fernando y Octavio Getino (1969) “Hacia un tercer cine”, en Revista Tricontinental No 13. OSPEAAL: Paris, Francia.

Notas

1.- Cruz Velas, Joel (2010).- “Estaciones de radio piratas desafían al Estado de derecho”, nota informativa. La voz del Sureste, 22 de abril de 2010: Tuxtla Gutiérrez, Chiapas. Disponible en http://diariolavozdelsureste.com/estaciones-de-radio-piratas-desafian-al-estado-de-derecho/ Consultado el 22 de diciembre de 2016.

 

Fermín Ledesma Domínguez: es Integrante del Programa de Etnografía de las Regiones Indígenas de México en el Nuevo Milenio del Instituto Nacional de Antropología e Historia (México); Profesor de la Universidad Autónoma de Chiapas y Miembro del Centro de Lengua y Cultura Zoque AC..

Los gigantes de los medios

Global Media Giants

Global Media Giants

Por Jorge Bravo*

La economía política de la comunicación y la cultura (EPCC) vive un nuevo momento de esplendor. Los más recientes procesos de consolidación de empresas de comunicación e información alertan sobre posibles afectaciones a la competencia, el libre flujo, la pluralidad, la diversidad y el ejercicio pleno de la libertad de expresión y el derecho a la información. La forma como las empresas de comunicación ejercen el poder y se vinculan con los consumidores, las instituciones públicas y el mercado en el siglo 21 merece reflexiones más amplias para comprender las profundas transformaciones que están experimentando las estructuras de las grandes corporaciones de medios.

Un total de 28 de los más destacados investigadores de la Sección de Economía Política de la International Association of Communication Research (IAMCR) se han dado a la tarea de reunir estudios de caso de las corporaciones de medios con más poder a nivel global, regional y nacional en función de sus ingresos.

Los autores siguen una misma matriz metodológica: antecedentes históricos, perfil económico (datos financieros, estructura corporativa, estrategias corporativas y nuevos desarrollos), perspectiva política (propiedad, consejo de administración, trabajo, relaciones con gobierno, responsabilidad corporativa), consideraciones culturales (simbólicas, ideológicas, productos y servicios) y conclusiones. Destaca el apartado de “nuevos desarrollos” porque se enfoca en los movimientos corporativos y estratégicos que en el futuro podrían convertirse en nuevas divisiones de negocio tan o más rentables que el oficio base de las empresas.

Emulando un señero artículo de Robert McChesney publicado en Extra! (“The Global Media Giants”, 1 de noviembre de 1997), en Global Media Giants (Routledge, 2016) se propone una clasificación de estos titanes de la comunicación con base en la variable “territorio”. Así, la primera parte reúne a los gigantes globales: Walt Disney (analizado por Janet Wasko), National Amusements Incorporated (Eileen R. Meehan), Time Warner (Scott Fitzgerald), Comcast (Lee McGuillan y Victor Picard) y News Corporation (Graham Murdoch). Todos estos corporativos están asentados en Estados Unidos pero sus divisiones operan globalmente y han estado presentes desde hace décadas en el imaginario colectivo y las prácticas de consumo de la población. Son marcas conocidas y tradicionalmente han dominado el flujo de información y contenidos EUA-resto del mundo.

En la segunda parte encontramos a los gigantes regionales y geolingísticos (una nueva variable se incorpora para definir el criterio de clasificación: el idioma). Televisa (Rodrigo Gómez), América Móvil (Gabriel Sosa Plata), Bertelsman (Jörg Becker), Vivendi (Philippe Bouquillion), Mediaset (Benedetta Brevini y Lucasz Swiatek), Telefónica (Gabriela Martínez), Grupo Prisa (Luis Albornoz), Globo (Joe Straubhaab) y Sony (Wiliam Kunz) son los emporios mencionados.

En este “agrupamiento” de consorcios se identifican algunos problemas pero sobre todo dinámicas interesantes que ya no pueden desvincularse del análisis crítico de la estructura de medios. La digitalización y convergencia han transformado los procesos de producción, distribución y consumo de los bienes y servicios infocomunicacionales y culturales. Los gigantes han diversificado aún más sus negocios pero cada vez es más difícil diferenciar entre sus ramas y segmentos, pues están plenamente integradas y buscan adaptarse a las condiciones del consumo digital multiplataforma.

En esta segunda parte de Global Media Giants encontramos a empresas tradicionales de medios (Televisa, Globo, Vivendi o Mediaset) que durante décadas han dominado en sus respectivos territorios la producción televisiva, radial, musical y editorial, pero que comienzan a tener una presencia cada vez más destacada en redes de telecomunicaciones, sobre todo de televisión de paga (Televisa, Prisa) pero también inalámbricas y de banda ancha (Vivendi). Se trata de enormes empresas de medios nacionales que se consolidan vertical y horizontalmente y que eventualmente se expanden a otros territorios. Bertelsman siempre ha sido un caso aparte; el conglomerado alemán es uno de los más importantes en la producción editorial y sus sellos se encuentran en las librerías físicas y digitales del orbe.

La primera novedad de este compendio de investigación (editado por los investigadores Benjamin J. Binkinbine, Rodrigo Gómez y Janet Wasko) es que retoma para su análisis a los operadores de telecomunicaciones con una sólida presencia regional (América Móvil y Telefónica). Sin duda, se trata de conglomerados de una enorme talla y beneficios en términos de ingresos y suscriptores. Sin embargo, los dos casos que se analizan no son los únicos ni los más importantes.

La publicación no menciona a AT&T que, exclusivamente asentada en Estados Unidos, es por mucho el operador de telecomunicaciones con mayores ingresos en el mundo; recientemente consolidó las operaciones regionales de DirecTV, por lo que también distribuye señales de televisión. El libro tampoco hace referencia a los gigantes chinos de telecomunicaciones que dominan en términos de suscriptores y conexiones. Otras empresas regionales de telecomunicaciones como Vodafone, Millicom, Liberty Global, Deutsche Telekom o las poderosas NTT Docomo de Japón, Airtel de India o Etisalat en el mundo árabe tampoco son referidas.

Es decir, la selección de empresas vinculadas a la industria de las telecomunicaciones es débil; no obstante, resulta relevante que hayan sido tomadas en cuenta las empresas de redes, hasta hace poco ignoradas porque no representaban un riesgo en términos de competencia, pluralidad, diversidad, derecho a Internet y de acceso a las Tecnologías de Información y Comunicación (TIC). Queda claro que hoy en día las telecomunicaciones tienen un papel destacado como proveedores de acceso al Internet fijo y móvil, y que a través de las redes de banda ancha circula un tráfico creciente de datos, contenidos e información.

Sony es un caso paradigmático en la organización de la obra porque fue insertado como gigante regional cuando en realidad es global, y la variable lingüística no es relevante como sí lo es para el caso de Televisa y Globo (principales productores de contenidos en español y portugués en el mundo). Si se observan los ingresos por segmento de Sony, los dispositivos móviles representan 19.8 por ciento; sin embargo, el autor se enfoca en los contenidos tradicionales como señales de televisión, películas o música que en conjunto representan 30.4 por ciento del total de ingresos de Sony. Es decir, en general se aprecia un sesgo hacia privilegiar el análisis hacia las industrias de medios tradicionales, cuando ya existe una plena convergencia de redes, medios, contenidos, plataformas y estrategias. ¿Podemos desvincular la fabricación de smartphones de los contenidos de Sony? Claramente no. En las películas de James Bond se publicitan teléfonos Sony Xperia. Algunas de estas interfaces móviles se diseñan y fabrican específicamente para soportar los gráficos y videojuegos de la empresa japonesa. Lo anterior equivaldría a desvincular Android de Google, aunque el sistema operativo móvil no le genere ingresos al principal buscador de Internet. Es evidente la necesidad de analizar todos y cada uno de los segmentos y las conexiones estratégicas y corporativas entre ellos, las cadenas de valor a la manera de las industrias culturales y la integración conglomeral de los grupos.

La tercera parte reúne revisiones regionales; nuevamente la variable “territorio” vuelve a ser central: Suramérica (Guillermo Mastrini y Martín Becerra), Medio Oriente (Gholam Khiabany), África Subsahariana (Téwodros Workneh), Europa del Este (Sandra Basi Hrvatin y Brankika Setkovik), Sur de Asia (Pradip Thomas), Este de Asia y China (Yu Hong) y Australia y Nueva Zelanda (Martin Hirst, Wayne Hope y Peter Thompson). Los autores ofrecen una radiografía de las corporaciones y grupos de medios y (en algunas regiones) telecomunicaciones más importantes.

La cuarta parte es quizá la más novedosa de la publicación por la “temprana” existencia de las empresas de Internet. Apple (Toby Miller y Richard Mazwell), Microsoft (Benjamin Birkinbine), Google (Micky Lee), Amazon (Andrew Calabrese y Tyler Robins) y Facebook (Christian Fucks) son las empresas analizadas. Como en el caso de los conglomerados de medios globales, su sede se ubica en la Unión Americana. ¿Internet está replicando la preponderancia y desequilibrio de las compañías, flujos, contenidos y tecnologías de Estados Unidos por sobre el resto del mundo? Sin duda, esas empresas son centrales dentro del nuevo ecosistema digital que ellas mismas están contribuyendo a configurar; sin embargo, llama la atención la ausencia de empresas como la surcoreana Samsung (que rivaliza en tamaño con Apple e incluso vende más teléfonos que su competidora de Cupertino), la china Alibaba (cuyas operaciones de comercio electrónico superan a Amazon), Netflix en el video por streaming (con más suscriptores que Comcast) e incluso Huawei (también en la fabricación de dispositivos móviles).

Aunque la presencia de marca de los cinco gigantes de Internet analizados en el libro es innegable, la selección es arbitraria: Apple obtiene la mayor parte de sus ingresos de la fabricación de equipos tecnológicos, siendo el iPhone el principal; Microsoft centra su negocio en la venta de licencias de software; la mayor proporción de los ingresos de Google proviene de su buscador; Amazon es un portal de comercio electrónico, en tanto que Facebook obtiene sus ingresos de los anunciantes. Es decir, en estricto sentido, ninguno de los gigantes de Internet es un “medio”, pero todos son plataformas, un nuevo modelo de distribución y consumo que difiere de los tradicionales de flujo o edición.

La quinta y última parte analiza los gigantes globales de la medición de audiencias y la publicidad: Nielsen (Daniel Biltereyst) e Interpublic Group of Companies (Christopher Chávez).

La obra concluye con una reflexión de los editores Binkinbine, Gómez y Wasko, quienes hacen un llamado a poner atención –desde una persectiva crítica– en cómo los medios ejercen el poder (media power) económico, político y cultural, y cómo distribuyen de forma inequitativa los recursos comunicacionales.

Con base en esa misma mirada crítica, un concepto que merece ser repensado y redefinido es precisamente el de “medios”, que además intitula el libro y enfoca la reflexión de los autores hacia las empresas de medios tradicionales. No obstante, no todas las empresas seleccionadas en el compendio son medios; algunas siguen operando primordialmente como redes de telecomunicaciones, otras más son empresas de software y unas más son plataformas intermediarias entre los usuarios o consumidores y los fabricantes de bienes o productores de contenidos. Lo anterior evidencia la pertinencia de la obra y pone sobre relieve las continuidades pero tambien los cambios que se han producido en el sector infocomunicacional a nivel global, regional y local en un momento de enormes incertidumbres, riesgos y transformaciones.   

Como se aprecia en el texto de 1997 de Robert McChesney publicado en Extra!, todavía hoy permanecen los gigantes globales de medios, pero a lado de ellos se encuentran los grandes operadores de telecomunicaciones y los fabricantes de dispositivos tecnológicos, cuyos ingresos e inversiones hacen palidecer los datos financieros de los conglomerados de medios históricos. Asimismo, emerge el concepto de “economía de plataforma”, que tranforma los productos y bienes infocomunicacionales en servicios, cuyo consumo se realiza –precisamente– a través de múltiples plataformas.

Se trata de una obra para conocer a algunas de las más importantes empresas de comunicación e información, para compararlas y contrastarlas, y para corroborar que los paradigmas, los conceptos y las metodologías también se están transformando.

* Facultad de Ciencias Políticas y Sociales – Universidad Nacional Autónoma de México

Birkinbine, Benjamin; Gómez, Rodrigo & Janet Wasko. Global Media Giants. New York: Routledge, 2016, 496pp.

Sociedad del conocimiento y capitalismo cibernético

Introversiones sobre la cibernética como ciencia del control

Los importantes sucesos de reconfiguración mundial durante y después de las dos grandes guerras del siglo pasado, arrojaron simiente para la emergencia de una nueva ciencia del control: la cibernética. Este trabajo propone releer este concepto desde las consideraciones intelectuales de un colectivo anónimo: Tiqqun y de un filósofo contemporáneo de reflexión ágil: Byung-Chul Han.

Foto: Moisés Pablo / Cuartoscuro

Por Marco Antonio Millán Campuzano

A modo de introducción

Los importantes sucesos de reconfiguración mundial durante y después de las dos grandes guerras del siglo pasado, arrojaron simiente para la emergencia de una nueva ciencia del control: la cibernética. Se puede buscar su origen (véase mi estudio en Lizarazo, 2013) y ponderar su importancia, cosa que ya ha sido hecha en la literatura conocida, pero es aún más urgente resituar el poder de la cibernética en los nuevos escenarios de una sociedad que se digitaliza. Wiener fue uno de sus protagonistas destacados -quizá el que más- y aunque hoy se estudian sus modelos a manera de ejemplos ilustrativos para entender el fenómeno de la información y el control por el cálculo, hace tiempo que no son invocados y provocados en un sentido de actualización de cara al mundo de la digitalización, los cibergobiernos, el consumo selectivo-uniformizador, los agrupamientos sociales a manera de enjambres que se mantienen unidos por causas controlables y previsibles (movimientos sociales, les llaman algunos) y la “falta de tiempo” para hacer actividades “libremente”, entre otras. Este trabajo propone releer la idea de cibernética desde las consideraciones intelectuales de un colectivo anónimo: Tiqqun y de un filósofo contemporáneo de reflexión ágil: Byung-Chul Han.

 

Tiqqun: la revuelta del pensamiento anónimo intempestivo y la crítica a la razón cibernética

Nuestra sociedad contemporánea no es vanamente asumida como del conocimiento y la comunicación, pero quizá sí lo sea si consideramos su performatividad colectiva acrítica. Nos movemos en ella, como en sus dispositivos digitales, asumiendo sus desideratas y códigos de manera tan normalizada que, como cualquier otra sociedad en otro tiempo, perdemos de vista sus condicionamientos solapados y asumidos a prisas. Esto no es raro, es lo común en toda época, solo que en la nuestra creemos estar despertando a un nuevo llamado a la conciencia por el embrujo seductor de la información-a-la-mano, aunque ésta pueda ser un espejismo. Y lo sería no solo por los datos contundentes de la brecha digital y las desigualdades de acceso, sino justo porque el ideal informático es cerrar esa brecha e igualar las oportunidades de acceso donde convenga hacerlo. ¿Qué encierra el ideal de acceso y transparencia? ¿Qué gato encerrado hay detrás de la idea de ejercer el control sobre el que controla? (Digamos, para entendernos en esta última pregunta que, hoy por hoy, se cree que si quien detenta el poder no es transparente y no transparenta su control –por ejemplo, político-, entonces el ciudadano será quien ejerza el control cibernético del que controla). (Y, digamos, para entendernos en el paréntesis anterior que, si bien en la actualidad todo es vigilado, en principio todo mundo puede vigilar a todo mundo y reclamar con justicia o no tales o cuales sucesos… y eso está bien, o al menos en apariencia lo está, tanto que hay una entusiasta cantidad de nuevos estudios sobre “movimientos sociales” que no dejan de ser precarios, por decir lo menos, en sus premisas en cuanto a la optimización de las nuevas tecnologías, como se verá más adelante).

La sociedad del conocimiento es una sociedad Smart. Los sujetos de la sociedad del conocimiento rigen las coordenadas de su existencia por dispositivos Smart, que los localizan, los ayudan a transportarse, les permiten leer sus pdf de teorías de la comunicación, entre otras muchas cosas más. El debate no se abre solo para distinguir qué significa “conocimiento” en la “sociedad del conocimiento”, sino para ver hasta dónde y por qué motivos Wiener parecía tener razón al sostener que el futuro de nuestra civilización iba a depender de nuestra incursión irremediable en los procesos informáticos que todo lo renovarían. Incluyendo nuevas formas de gobierno, sin los espejismos de “primaveras árabes” y demás “movimientos sociales”, claro está. La sociedad del conocimiento, Smart, es la sociedad del capitalismo cibernético.

Los dispositivos son imparables en su performatividad, siempre están en progreso, pero el dispositivo que ya permite todo tipo de conexión no necesita ser inventado por nadie: somos nosotros mismos. En este sentido en fuck off Google, Tiqqun señala que:

“Tras la promesa futurista de un mundo lleno de personas y objetos totalmente conectados, en el que los coches, los refrigeradores, las aspiradoras y los consoladores estarían directamente conectados entre sí, y también a internet, hoy tenemos algo que ya es directamente observable: el sensor más polivalente de todos: yo. Hice footing e, inmediatamente, compartí mi ruta, mi tiempo, mi rendimiento y la evaluación de mi carrera. Siempre posteo fotos de mis vacaciones, mis veladas, mis revueltas, mis colegas; de lo que voy a comer y a quién me voy a follar. En apariencia no hago otra cosa; sin embargo, produzco un torrente continuo de datos” (Tiqqun, 2015).

Pensemos al respecto que, por ejemplo, si un grupo por algún motivo, loable o no, convoca a una marcha pública o a una propuesta de desagravio ignominioso y lo hace a través de plataformas cibernéticamente custodiadas desde centros operativos que muy probablemente pertenezcan a los mismos que sustenta el poder contra los que se sublevan los marchistas, entonces ¿qué diferencia hay, en cuanto a la dotación de datos libremente ofrecidos, entre quien trota o va al cine y quien postea en las redes sus récords y hábitos personales? La respuesta no es de fácil elaboración ni admite, de fondo, separar a la ligera una cosa de la otra. La sociedad cibernética crea el enjambre adecuado de la interconexión inteligente de la que se nutren lo mismo los “indignados” que los miembros de comisiones del capitalismo mundial de la “Open government initiative”, pues ambos grupos, en apariencia opuestos en sus objetivos, confían en el futuro informático y en su transparencia por igual. Apuestan por el control, la ciencia de la cibernética y la reducción del ruido.

Tiqqun sostiene que a los nuevos gobiernos cibernéticos no les interesan los individuos por sí mismos, sino la aglutinación de comportamientos que revela todo tipo de implicaciones posibles:

“Al gobierno cibernético ya no le interesa lo individual, lo presente o lo acabado, sino exclusivamente aquello que hace posible determinar las líneas de fuga potenciales de sus gobernados” (Ibid).

Los gobernados, por otra parte, nunca considerarían que están siendo regidos por una mera artificialidad (ciencias de lo artificial, como diría Simon), porque nunca nadie se percata, en lo inmediato, del dominio de los artefactos, sino que se usan como un proceso cultural normalizado. Nuestra época es de la tecnología y su sentido es el de la cibernética, es decir, el del control por el cálculo. Nuestro capitalismo no es más liberal o neoliberal, sino cibernético o si se quiere: neocibernético (no olvidemos que el control cibernético depende siempre del feedback). “Gobernar será inventar una coordinación racional de los flujos de informaciones y de decisiones que circulan en el cuerpo social” (Ibid). Siendo este el caso, dentro de la ciber-política actual, ¿Qué de extraño tiene que algún joven gane una elección municipal gracias a una plataforma cibernética? Podríamos desarrollar implicaciones en binomios inseparables, por ejemplo: socio-cibernética, antropo-cibernética, informática-cibernética, ingeniería social-cibernética. Y, claro está: globalización-cibernética. Los límites de este trabajo no permiten desarrollar esas implicaciones por ahora.

Los primeros ideólogos del capitalismo cibernético hablan de abrirse a una gestión comunitaria del capitalismo por abajo, a una responsabilización de cada cual gracias a la ‘inteligencia colectiva’ que resultará de los progresos de las telecomunicaciones y la informática” (Ibid).

Los años setenta del siglo XX acuñaban entusiasmos como los vertidos en la cita, aunque ya desde el siglo XIX (El de La vuelta al mundo en ochenta días, de Verne), podría rastrearse la idea de un capitalismo del corte, digamos, de beneficios sociales (véase, también, Sloterdijk, 2007). Entretanto y hasta nuestro siglo XXI, el socialismo habría sucumbido a la fuerza cibernética digital de última generación (la “última” generación siempre es la primera en sucumbir a la siguiente “última” y así sucesivamente). En el inter la irrupción de los tecnócratas y la emergencia reciente de jóvenes supravalorados desde la idea de “creatividad” y sus diseños informáticos, van a ir tejiendo el fondo de realidades emergentes de la nueva empleabilidad, las nuevas mercancías, el glamour, las apuestas educativas y el papel de la enseñanza pública y privada (que, por cierto, fueron rápidamente seducidas por la “educación a distancia”, sin más resultados visibles que contribuir a las nuevas demandas –donde las haya- de una sociedad vertebrada cibernéticamente).

De esta forma no vivimos más en colectividades, sino en conectividades intranquilas, despiertas, pasajeras y clarividentes.

 

El olvido de la demora en una sociedad acelerada. Algunas perspectivas desde las ideas de Byung-Chul Han

Los ensayos de Han se caracterizan por ser breves piezas de reflexiones contundentes. Detrás de ellos se adivina, sin problemas, una pluma educada y una mente solícita. Sus temas no podrían ser más oportunos para recuperarlos hacia nuestras intenciones. Han disecciona mordazmente lo que él denomina la sociedad de la transparencia. Una sociedad donde todo aparece de manera “positiva” y donde se oculta el elemento “negativo”, digamos, donde todo pretende ser claro sin admitir imperfecciones ni borraduras, donde todo brille, resplandezca y sea deseable como objeto: “Las acciones se tornan transparentes cuando se hacen operacionales, cuando se someten a los procesos de cálculo, dirección y control (Han, 2013. Negritas nuestras). Resaltamos ya de entrada la referencia al “cálculo, la dirección y el control”, puesto que son los términos que habremos de seguir encontrado como articuladores de sentido de lo que aquí llamamos capitalismo cibernético. La sociedad de la transparencia es una de las regiones predilectas, decimos por nuestra parte, de ese capitalismo cibernético. No sobra recordar que estamos entendiendo esa “transparencia” como parte estratégica, cuasi imperceptible, de los mecanismos de control que son inherentes a una sociedad que se constituye desde la información que se controla, que nos controla y que controlamos. En todas direcciones: hacia ninguna parte.

Reencontrémonos con esta reflexión: si el control por el cálculo (datos, perfiles, imágenes, aficiones, repulsiones, consumos, etc.) lo detentan grandes concentradoras de información (por ejemplo Google, tal como ya fue referido arriba en las observaciones del colectivo Tiqqun) que almacenan, seleccionan y jerarquizan, justo lo que cada usuario voluntariamente envía y así despliegan una estrategia de transparencia competitiva en los más diversos planos (económicos, mercantiles, sociales, laborales, sentimentales, entre muchos más), es perfectamente plausible que aquello que se cree que desde ahí ha encontrado nuevos cauces de organización colectiva, simplemente viva en un espejismo de autorreferencia, que parece no parará en un buen lapso de tiempo. Más claramente dicho: no se puede prescindir del control desde los mismos mecanismos que el control nos ha dispuesto para controlar(nos). Nueva servidumbre voluntaria en el todo del ideal de la transparencia positiva como otra forma de pornografía ilimitada en contundentes primerísimos planos y marchas callejeras.

Han considera que el pensamiento, las letras, el arte, el erotismo, se niegan a ser pura transparencia, porque más bien siempre se permiten reservar algo al misterio de lo oculto, de lo inefable u oscuro. Este lado “negativo” tiende a paralizar el fluir de datos en una sociedad que ha abandonado toda posibilidad de dialéctica y hermenéutica, para solo reclamar likes de aceptación o retuiteos en donde no pasa nada que no pueda ser ignorado en lo inmediato por más trascendente que sea o parezca. Lo oscuro, lo de difícil trato, lo que reclama atención y des-ocultamiento (digamos como una hermenéutica de la verdad), no suele aportar dividendos económicos por no ser de fácil acceso. Por ello nuestra sociedad de internet es positiva y accesible, por ser redituable en términos de ganancias del capitalismo cibernético. Es una sociedad transparente donde habita el cálculo soslayado:

“Transparencia y verdad no son idénticas. Esta última es una negatividad en cuanto se pone o impone declarando falso todo lo otro. Más información o una acumulación de información por sí sola no es ninguna verdad. Le falta la dirección, es decir, el sentido. Precisamente por la falta de negatividad de lo verdadero se llega a una pululación y masificación de lo positivo. La hiperinformación y la hipercomunicación dan testimonio de la falta de verdad, e incluso de la falta de ser. Más información, más comunicación no elimina la fundamental imprecisión del todo. Más bien la agrava” (Han, 2013. Negritas nuestras).

Las referencias de Han a la “verdad” y al “ser” no deben de considerarse a la ligera, pues en ellas se guarda un amplio programa de referencias sistemáticas al pensamiento de Heidegger. No obstante, podría decirse, brevemente, que si “verdad” ha de ser entendida como aletheia (de acuerdo con el dictum heideggeriano), es decir, como des-ocultamiento, ocurre que para el ideal de transparencia de la sociedad informatizada del capitalismo cibernético, todo debe de resultar claro, preciso, deseable. Sin polemos, pero con porno en una sociedad que aspira a la nitidez, sin accidentes, como superficie brillante de iPhone. Y si “ser” ha de entenderse de cara a lo que hay como tiempo, a nuestra humanidad arrojada al ahí, entonces “falta de ser” también significa falta de tiempo, de decisiones oportunas, de tiempo para demorarse en la contemplación. No hay tiempo para nada, excepto para la transparencia que disloca, que nos sorprende fuera de lugar. Una sociedad sin distancia, que todo lo acerca tecnológicamente. Que nada medita, que todo absorbe al instante. A eso le llamamos, con y sin paradojas, sociedad del conocimiento.

Improntas cibernéticas y ontológicas se aprecian en estas observaciones del filósofo coreano: “El poder como medio de comunicación consiste en elevar la probabilidad del sí ante la posibilidad del no. El sí es por esencia más carente de ruido que el no” (Han, 2014). Y nos llevan, asimismo, a la reflexión. Si el fluir de la información, desde que Wiener lo tematizó en el horizonte de nuestra época, consiste en controlar el acierto y reducir el ruido, ello no solo abona a la conformación de una sociedad de la transparencia, sino que inyecta en la médula social la alta posibilidad de aceptar lo positivo para ser controlable y calculable en términos monetarios. ¿Los “movimientos sociales” o de los “indignados” serán objeto (o ya están siendo) de alguna forma de control capaz de ofrecer dividendos futuros al capitalismo cibernético? Han ofrece unas líneas que se prestan al debate inmediato: “Las olas de indignación son muy eficientes para movilizar y aglutinar la atención. Pero en virtud de su carácter fluido y de su volatilidad no son apropiadas para configurar el discurso público, el espacio público. Para esto son demasiado incontrolables, incalculables, inestables, efímeras y amorfas”(Ibid). Atendamos la insalvable cuestión: si los reclamos de los “indignados” intentan -como es evidente que lo hacen- producir la aceptación de un determinado discurso público o generar políticas públicas (como sugieren muchos ingenuos académicos), necesitarían ser más estables, menos efímeros y más conformados, pero a cambio serían también más controlables, más calculables y, supongamos sin exagerar, más intercambiables y más mercantilizables. No lo damos por hecho, ni creemos que Han lo haga, pero no deseamos pasar por alto la ocurrencia de esa alta posibilidad de positivar la “indignación” de los “movimientos sociales” que se engendran al interior y bajo la lógica del capitalismo cibernético.

Otrora hablábamos de las masas y Le Bon, Canetti u Ortega, venían a nuestra mente en lo inmediato. Esas “masas” de esos teóricos observadores se caracterizaban por seguir a líderes carismáticos e ideales utópicos de emancipación del viejo capital. Hoy esas “masas” no son las mismas de hace medio siglo. Han llama a las nuevas masas enjambres digitales. Aunque dicho “enjambre” no es ninguna “masa”, “porque no es inherente a ninguna alma, a ningún espíritu. El alma es congregadora y edificante. El enjambre digital consta de individuos aislados” (Ibid). Ante la ausencia del nosotros y de los otros, adviene la suma, la mera adición de individuos. Sus acciones colectivas aspiran a la fiesta carnavalesca, pero no a la vinculación. El individuo actual aspira a ser su propio jefe y tener su propia empresa, para que nadie lo explote, salvo sí mismo y dejar hacer a cada cual lo propio. Fin de las mediaciones y de los medios: nadie re-presenta nada, todo es presencia inmediata. ¿Cómo puede engendrarse colectividad en el todo de los negocios de nuevo cuño a través del enjambre de la red de redes? ¿Qué clase de conciencia laboral se genera así? ¿Qué clase de derechos sociales se gestan así? Nos lo preguntamos a partir de las provocaciones del pensador coreano.

Otro tema de profundo calado se atestigua cuando Han elabora una ontología del tiempo. El tiempo y el espacio no son más categorías de la razón pura, sino fenómenos que acompañan nuestra senso-corporalidad real y viviente. Si pensamos el tiempo en términos de instantes sucesivos que transcurren incesantes, unos tras otros; y si pensamos el espacio bajo el aspecto de la medida y el cálculo para explotación de los recursos naturales, estaríamos ante dos conceptos que, desde la tradición del pensamiento moderno occidental, alimentan vitalmente al capitalismo cibernético. Es así como el tiempo se convierte en lineal y sucesivo y el espacio en algo que debe ser explotado: todo es progresivo. De ahí que Wiener pueda escribir una historia de la invención en términos de progreso lineal, aceptando, tácitamente, una concepción del tiempo y el espacio, metafísicamente determinada por la ciencia moderna (véase Wiener, 1995). La sociedad del capitalismo cibernético, como la llama Tiqqun, o bien la sociedad de la transparencia, como la denomina Han, está fincada sólidamente sobre estas coordenadas espacio-temporales de la modernidad ilustrada. Veamos una breve elaboración del formidable esfuerzo teórico de Han por situar esta sociedad contemporánea de cara a los fenómenos del tiempo, el espacio y el ser.

La aceleración no es el síntoma de mayor relevancia en las sociedades del control cibernético, sino la dispersión temporal misma. No hay un orden de lo temporal como, por ejemplo, el cíclico natural (o la originaria idea de revolución), sino que todo sucede en un mismo tiempo atomizado. Ese sucederse de las cosas en múltiples direcciones y al mismo tiempo, las hace escapar a un orden sereno, rítmico, y eso genera la sensación de vivir tiempos cada vez más acelerados y, además, se crea una identidad con lo efímero, lo superficial, lo claro, lo positivo. ¿Se crea? ¿Quién la crea? La dispersión de lo temporal se ancla en los enjambres de la indiferencia. La indiferencia como dislocación significa que nadie está en su lugar, salvo en su propio ensimismamiento entusiasta por novedades del momento, la curiosidad y las habladurías (Heidegger dixit).

“La concepción del tiempo de la ilustración se libera del estar arrojado y de la facticidad. El tiempo será desfactizado (defaktiziert) y, a la vez, desnaturalizado (entnaturalisiert). Ahora es la libertad la que determina la relación del hombre con el tiempo. Ya no está arrojado al final de los tiempos ni al ciclo natural de las cosas. La historia está animada por la idea de la libertad, del ‘progreso de la razón humana’. El sujeto del tiempo ya no es un Dios dirigente, sino el hombre libre, que se proyecta en el futuro. El tiempo no depende del destino, sino de su diseño” (Han, 2015).

El progreso no admite demora, dice Han. Progreso y dispersión van de la mano camino a lo uno indiferenciado. No solo debe admitirse el sentido de lo arriba citado porque lo diga el filósofo coreano, sino porque desde un sentido común debe de aceptarse que progreso y demora en el tiempo, nunca han sido compatibles para las reglas del desarrollo comercial del capitalismo cibernético. Y tampoco para la vida cotidiana rodeada de imágenes y dispositivos para la dispersión y donde nadie tiene más tiempo para nada, salvo para las novedades que se desplazan en lo inmediato, como el progreso en el tiempo lineal. El tiempo lineal es el tiempo de la información que se dispersa en múltiples direcciones. “En realidad, la información presenta un nuevo paradigma. En su interior habita otra temporalidad muy diferente. Es una manifestación del tiempo atomizado, de un tiempo de puntos (Punkt-Zeit)” (Ibid). Ese tiempo atomizado explicaría por qué no puede existir la demora (como forma de habitar un tiempo puntual), ya que el afán de novedades impide la demora contemplativa. Tiempo de informaciones donde no hay tiempo para la demora en las informaciones, a riesgo de que uno quede desfasado, desplazado u obsoleto.

¿Qué tanto se ha reflexionado desde los estudios de la comunicación acerca del espacio? ¿Qué es el espacio en la trama que nos ocupa? Veamos en primer lugar, un enunciado de fuerte carga ontológica: “La técnica moderna aleja al hombre de la tierra” (ibid). La tele-tecno-ciencia mantiene lejos al hombre de la tierra en la tierra misma. Es decir, no se trata solo de afirmar que la técnica ha alejado al hombre de la tierra en el sentido de viajar más allá de la atmósfera, sino en el sentido de que, aun permaneciendo en ella, gracias a los nuevos dispositivos, lo más cercano se nos aleja. Si para la crisis ecológica (incluyendo a los teóricos de la ecología mediática) se buscará otra explicación a su catástrofe, desde aquí podría ser elaborada.

Internet y el correo electrónico hacen que la geografía y la propia Tierra desaparezcan. El correo electrónico no lleva ninguna marca que permita reconocer desde dónde se ha enviado. No tiene espacio. La técnica moderna destierra (entterranisiert) la vida humana” (Ibid).

No es difícil deducir a partir de esto que la pérdida de tierra natal, las migraciones y el crimen organizado, parecen tener denominadores comunes: la pérdida del espacio, la ausencia del pensar en la demora y la tecnología informática. ¿Qué es a final de cuentas Google Maps?

 

Breves conclusiones provisionales

Pensar no es una cuestión de aceleración, ni de control ni de cálculo. Pensar no es una cuestión que le importe a la dispersión y velocidad del capitalismo cibernético. La sociedad cibernética, parafraseando a Hölderlin, está llena de méritos, pero está ausente del habitar de la tierra. Esta ausencia del pensar se hace notoria en las concepciones del tiempo y el espacio que se tienen al interior de los enjambres digitalizados, donde el olvido de lo más cercano y del tiempo natural enceguecen tecnológicamente y contribuyen a lo que, bien entendido, es el auténtico olvido del ser.

 

Referencias

Han, B-C. (2015). El aroma del tiempo. Un ensayo filosófico sobre el arte de demorarse. Barcelona: Herder.

Han, B-C. (2014). En el enjambre. Barcelona: Herder.

Han, B-C. (2013). La sociedad de la transparencia. Barcelona: Herder.

Heidegger, M. (2014). La proveniencia del arte y la determinación del pensar, en Experiencias del pensar (1910-1976). Madrid: Abada.

Heidegger, M. (2003). Ser y Tiempo. Madrid: Trotta.

Heidegger, M. (2002). Serenidad. Barcelona: ediciones del Serbal.

Lizarazo, Millán y otros. (2013). Símbolos digitales. México: Siglo XXI-UAM.

Millán, M. (2013). El acontecimiento de la comunicación. México: E-Dae.

Onfray, M. (2011). Política del rebelde. Tratado de resistencia e insumisión. Barcelona: Anagrama.

Sloterdijk, P. (2015). Los hijos terribles de la edad moderna. Sobre el experimento antigenealógico de la modernidad. Madrid: Siruela.

Sloterdijk, P. (2007). En el mundo interior del capital. Para una teoría filosófica de la globalización. Madrid: Siruela.

Tiqqun. (2015). La hipótesis cibernética. Madrid: Acuarela Libros.

Tiqqun. (2013). Primeros materiales para una teoría de la jovencita- Hombres-máquina modo de empleo. Buenos Aires: Hekht.

Wiener, N. (2007). Dios y golem, S.A. México: Siglo XXI.

Wiener, N. (1995). Inventar. Sobre la gestación y el cultivo de las ideas. Barcelona: Tusquets. 

De los derechos humanos a los derechos universales

Implicaciones en un mundo interconectado

De los derechos humanos a los derechos universales - Foto: Juan Pablo Zamora / Cuartoscuro

Por Carmen Gómez Mont

¿Hasta donde las ciencias sociales y humanas son capaces de proporcionarnos las herramientas conceptuales y metodológicas necesarias para comprender los principales fenómenos que acontecen en el siglo XXI dentro del ámbito de la apropiación de las tecnologías de información y comunicación?

Para nadie debe quedar ajeno que la explosión digital conlleva una doble vertiente: lo mejor y lo peor para la humanidad (S. Nora y A. Minc,1976).  Es desde esta perspectiva que pretendemos abordar la interrelación de dos principios que nos parecen fundamentales: los derechos humanos y los derechos universales teniendo como eje el pensamiento de Alain Touraine (2015). Este autor nos habla de un nuevo concepto, la subjetivación que se refiere a la capacidad que debe tener todo ser humano para ser consciente de sí mismo, reconocerse a sí mismo para actuar, en consecuencia, en grupos y sociedades diversas. La consciencia adquirida resulta aquí fundamental pues de ella dependerá la calidad de su mirada y de sus acciones.

Solo de esta manera es posible pensar en una evolución humana y por lo tanto planetaria. Touraine establece una clara diferenciación entre los derechos humanos y los derechos universales. Mientras los primeros se refieren a acciones o prácticas concretas (derecho a la vida, a la integridad, a la libertad de expresión,…) los derechos universales son mucho más amplios y parten de cuatro factores: hombre, libertad, igualdad y dignidad. A este último derecho Touraine le atribuye un valor especial al concebirlo como el eje  estructural de todo pensamiento y de toda acción. Rehacerse, reconstituirse y reconocerse en función de la dignidad (que ha sido destruida en siglos pasados y lo sigue siendo hasta el presente). Hay que observar y constatar, por ejemplo, que esta lucha por recuperar la dignidad es un eje transversal a los movimientos sociales que han hecho explosión desde el siglo XX hasta el día de hoy.

La arena digital no podría pensarse de manera aislada a los derechos universales; está pues inserta dentro del tejido social. Son múltiples los actores sociales que desde diversos ámbitos apelan a la ética como una disciplina y práctica urgente en las sociedades del conocimiento. Si bien hemos visto avanzar de manera sorprendente a las TIC, no sucede los mismo con la filosofía y la ética. Sólo ellas podrían darnos las pautas para pensar y operar en la arena donde se implantan las TIC desde una perspectiva humana y universalista. Este derecho a la vida nos lleva a ampliar nuestro ángulo de visión donde no solo cuenta el hombre, sino también animales, plantas y minerales. Su explotación indiscriminada por el hombre se evidencia hoy. La factura a pagar es y será enorme.

Cuando se habla de la revolución informativa es indispensable reconocer que no se trata de ninguna real revolución ni de ninguna nueva era. Mientras el modelo económico no sufra una transformación radical en su manera de operar no podemos hablar sino en términos de mutaciones. Así por ejemplo, Microsoft no es muy diferente de General Motors, Apple de Mercedes Benz, Facebook de Volkswagen o Twitter de Renault. Se trata, entonces, de un mismo modelo económico cimentado en la ganancia y en el consumo masivo de productos y servicios hoy altamente seductores bajo la denominación digital.

Cuando se habla de la correlación hombre-tecnología digital se requiere de un proceso de pensamiento complejo que permita enlazar una serie de fenómenos que no son evidentes a simple vista. Ante las prácticas desarrolladas en internet se encuentran los siguientes elementos: participación y adicción, democracia y censura y autocensura, optimismo y pesimismo por no mencionar sino unos cuantos. Las redes sociales mismas, encierran en su lógica los principios de dos terrenos aparentemente irreconciliables: grandes empresas globales y redes sociales locales y  horizontales que operan supuestamente sin costo (¿?) en Internet. Dos vectores se entrecruzan así: horizontal y vertical, controlado y libre. Con justa razón Bernard Miège (2015)  señala que hace falta atender  a un sistema complejo de interrelaciones que atienda a los modos de acción de la comunicación.

Retornando las tesis de Touraine, la dignidad pensada desde las prácticas digitales es sin duda el motor que da vida y sostén a los convulsionados movimientos sociales actuales. Se trata de hombres y mujeres, de niños y ancianos, de grupos étnicos y pueblos originarios, de religiones y creencias diversas. De ahí la importancia de lograr formar una consciencia que apele a esta subjetivación para que realmente pueda darse una nueva manera de actuar y experimentar, lograr un cambio de percepción de nuestras prácticas.

Vemos así que no se trata de revoluciones sino de mutaciones, ni de rupturas sino de continuidades, de un tejido técnico, simbólico y social en busca de significaciones diversas.

Conferencia magistral presentada durante la Lección Inaugural de la Maestría en Comunicación Digital, Universidad Pontificia Bolivariana, Medellín, Colombia

Referencias

Touraine, A. (2015) Nous, sujets humains.  Paris. Seuil

Miège, B. (1 de junio de 2015). Los avances en información-comunicación deben acompañarse de la libertad de expresión. Conferencia magistral presentada en la FCPYS de la UNAM con motivo del homenaje al autor.

Nora, S. y Minc, A. (1981). La informatización de la sociedad. México, D.F. FCE.